martes, 12 de octubre de 2021

CAMBIAZO Y ESCUCHAS (Por Antonio Argüeso)

Paul Auster, que por edad podía ser de la promocionona, decía en una entrevista que “en la memoria no todo pesa igual; unos días pueden contar más que cien años”. Compruebo su veracidad con lo que a continuación voy , por fin, a hacer público. 

Alguno se preguntará por qué digo “por fin” e incluso que, si tan importante fue, por qué no lo he contado antes. Hay varias razones. No me había llegado el informe jurídico legal que garantizase que no me iban a suprimir la jubilación por “haber aprobado indebidamente un curso de filosofía”; parece ser que hay una amplia jurisprudencia de personas con mayor notoriedad que la mía que tienen cursos aprobados de, si cabe, peor manera. Otra razón, la principal, es porque Evelio Pesquera, el auténtico héroe de esta historia, no puede dar su visto bueno. Espero rendir homenaje a una de esas personas que marcan a quienes lo conocieron; sigo recordándolo con frecuencia, y con mucha añoranza.

Era mayo en Las Caldas; subíamos hacia el convento desde la Casa de Ejercicios, adonde habíamos ido a arreglar algún desperfecto provocado por alguna de aquellas “Cruzadas de la Verdad”. Al llegar arriba, justo antes de atravesar el pórtico de piedra que da acceso a los edificios, donde hay un pequeño muro a la vera del camino, Evelio me dice: “A ver qué te parece….” Me cuenta su plan. Tuve que sentarme, las piernas no me sostenían; conocía muy bien a Evelio y sabía que no pedía mi opinión sino que me informaba de lo que íbamos a hacer. Y lo que íbamos a hacer era tremendo: ¡poner un micrófono en el claustro de profesores de final du curso! ¡y dar el cambiazo de algún examen escrito! Me explico en lo referente a lo segundo. El plan era hacer el examen de final de curso, volver a la celda, rehacerlo mirando las notas que de la asignatura teníamos y cuando el profesor estuviera comiendo o en uno de los abundantes rezos, entrar en su celda y dar el cambiazo. Nosotros podíamos ausentarnos de rezos y comidas ¡y vaya que nos ausentábamos! con la disculpa de cualquier chapuza.

Pero para ello se necesitaba la llave del local donde se celebraba el claustro y la de la celda de los profesores a los que queríamos dar el cambiazo. En principio no era complicado obtener las llaves dado que además de “encargados de llaves” éramos quienes hacíamos copias cuando se rompía o se perdía alguna. Pero aquí surgió un serio problema ya que no había forma de obtener la llave de alguno de los profesores. Evelio había pensado en todo: sabíamos que en la celda del Padre José Larrínaga Arrezubieta Mendiazona y Mendiazona, de Mundaka, excarmelita de familia marinera, que revivió cuando le nombraron Prior, había un armario con el original de las llaves del convento; bastaba con cogerla de allí,  hacer la copia y devolver la original a su sitio. Pero esto no lo podíamos hacer durante el día dado que hacer las copias llevaría alrededor de una hora, tiempo demasiado largo durante el que, por cualquier razón, podría constatarse su ausencia y además el Prior, como todos los frailes, al salir cerraba la puerta con llave. 


Así que tuvimos que hacerlo mientras Larrínaga dormía. 



Saber cuándo dormía no era difícil, dado que roncaba estrepitosamente; pero podéis imaginaros que problemas había, y muchos: que un fraile fuera a hacer sus necesidades y nos viera, que Larrínaga se despertara… Nuestro plan era un poco burdo, pero podía funcionar: yo estaría junto a los fusibles que había en el pasillo de las celdas, atento a cualquier peligro; si peligro había, debía provocar un cortocircuito, lo que justificaría nuestra presencia por los pasillos. Evelio entraría en la celda de Larrínaga.

Afortunadamente todo salió bien; Larrínaga, que os recuerdo estaba bastante sordo, no salió de los brazos de Morfeo. 


Hicimos las copias pero nos quedamos con la  inquietud de lo que pensaría Larrínaga al día siguiente, al ver que había orina por el suelo, ya que Evelio metió la punta del pie en el orinal que ignorábamos usaba; fue el único percance. Cambiar los exámenes fue ya un juego de niños. Solo El Pitu lleva 53 años dudando de mi saber filosófico, diciendo siempre que tiene ocasión que me aprobaron; demostrado queda que no, que aprobé yo si no por mi saber filosófico sí por un montaraz instinto de supervivencia. No voy a volver sobre el tema, ya que dice eso por la envidia que me tiene por carecer la aldeona, contrariamente a Llano, de jefe de estación.

 

¿Y el micrófono al claustro de profesores? Evelio, que terminaba en Las Caldas y temía que algún fraile se opusiera a su ida a Salamanca, quería oír los comentarios que allí se harían. Ocultamos pues un micrófono bajo la mesa, conectado a un cable que hicimos llegar a la cabina de la máquina de cine. Allí Evelio ¡qué artista! consiguió servirse del amplificador y con unos auriculares poder oír lo que en el local se decía. 

¿Resultado/conclusión de las escuchas? Apenas se pudo oír nada dado que el micrófono estaba justo ¡debajo de la máquina de escribir! en la que el secretario de la sesión escribía las actas de la reunión. 


Al final Evelio pudo ir a Salamanca, desde donde vino una semana a Montesclaros, donde estaba yo curando “la neura”, para poner un sistema revolucionario cuando aquello, de llamada al confesor: el pecador pulsaba el timbre del fraile elegido y automáticamente se encendía o “ausente” o “ahora llego”, en función de si el elegido para confesar podía o no bajar. 

Termino recordándoos que cuatro o cinco años más tarde los americanos del Watergate intentaron emularnos; eran aprendices y, claro, a ellos los pillaron.

 

7 comentarios:

Isidro Cicero dijo...

Dos artistas y un recuerdo vivo, contado con detalles, como debe ser. Noto que a tu confesión pública, en este gran capítulo de culpas cibenético, le falta lo principal, la contricción o dolor de los pecados, por lo que no creo que sola la parte vocal te sirva para por sí misma para la salvación eterna. El purgatorio te vendrá bien. Aprovéchalo.
Por mi parte y solo a efectos de curiosidad documentalista, solo echo en falta un párrafito, unas líneas breves, donde consignaras el tema del examen. Pero bueno, eso no creo que lo recuerdes. Y además, aunque salpimentaría más aun la anécdota, sería lo de menos. Felicidades por todo.

Fernando Alonso Díez dijo...

Querido Argüeso, no sé si quedarme con el relato o con lo relatado. Sí sé que mientras te leía, mis nervios se alteraban, superando con mucho a los de Pesquera y que la aventura vivida por aquel tándem, no era fabulada. Pero me quedan algunas dudas, por ejemplo cuando describes el incidente o “accidente” del orinal, ¿no sería que el esfínter de un asustado Evelio se desató cuando el venerable Padre Larrínaga cambio de postura?
Un abrazo

jmgarciavaldes#gmail.com dijo...

Empezaré felicitándote por la parte literaria del relato: breve,bien trabado, interesante y con intriga. Es como una mini novela de intriga que, cualquiera de la Gran Aldea, convertiría en una novela de 1500 páginas. Eso no supone quitarte méritos. Sigue ensayando, tienes futuro.
Desde otros puntos de vista me veo obligado a hacerte los peores reproches y conminarte a que acudas al Sr. Obispo más cercano para, inclinando tu cerviz,tenga a bien perdonarte y tengas alguna opción de pasarte la eternidad a la derecha, esa de la que ahora reniegas. Hay muchos delitos que prescriben pero los vuestros no entran en ese cupo. Vuestros delitos nk fueron los de robo y engaño, para nada. Lo vuestro fue:
1.Allanamiento de morada,
2.Acaso sexual,
3.Intimidacion,
4.Descubrimiento y revelación de intimidades,
5.Atraco con llave armada y robada,
5.Revelación de secretos,
6.Enajenación,
7.Falta de compañerismo por no compartir,
8.Engaño reiterado a tus alumnos aparentando ser licenciado cuando no lo eras,
9.Grave déficits pedagógico al no enseñar lo que hubierad debido enseñar.
10.Pecado contra la Filosofía; te presentaste como FILO SOFO, cuando de edo solo tenías el FILO, nada de SOFO.
11.Pecados mortales reiterados por comulgar en pecadón mortal,
12. Lesa humanidad y genocidio por acabar con las ideas y creaciones de los abnegados profesores,
13. Delitos contra las personas y bienes protegidos.
14.Terrorismo pedagógico.
Podría seguir enumerando tus pecados, pero los reseñados son suficiente muestra para dejar claro que no tienes remedio y te irás de cabeza al AVERNO. Quizás tengas suerte porque el amigo Evelio seguro que intercederá por tí y no serás condenado por la ETERNIDAD ETERNA sino sólo por la ETERNIDAD.
Podrás redimirte si en este mismo blog haces una exposición sobre HEGEL y su influencia en las políticas de los partidos de derecha.
Yo ya confesé, y estoy redimido, que también robé algún examen. Yo lo compartí cosa que tú no hiciste; diferencias entre los de Llano y Casorvida.
Como ves cuando me lo propongo sé escribir cosas serias, incluso más.
Abrazos robados.

Jesús Herrero Marcos dijo...

Antonio, tus delitos te son perdonados, pero solo por el buen rato que me has hecho pasar, o sea, que estoy con el Pitu, pero muerto de risa. Yo hubiera hecho lo mismo pero era más timorato. Lo digo en demérito mío.

Luis Carrizo dijo...

Muy divertida anécdota y muy ajustada narración Argüeso. Es de suspense, en efecto, y muy bueno; y en absoluto de suspenso. Yo creo que no tienes que culparme ni que confesarte por ello, pues tus profesores, que fueron los míos, copiaban igualmente los apuntes que te daban para estudiar. Y los copiaban, además sin pagar el precio de las angustias que tú pasaste.
Quien roba a un ladrón... etc., y quien copia a un copión, tres cuartos de lo mismo.
Me ha encantado tu relato. Ego te absolvo.

jmgarciavaldes#gmail.com dijo...

Empiezan a salir del armario los perdonalotodo. A mi el P. Sama, gran confesor y mártir, me las hacía sudar, algo menos el P. Ricardo y, todavía menos, el P. Frutos, pero penitencia había. Yo siempre oí que el que la hace la paga, que es en esta vida donde hay que purificar el alma. La contemplación eterna tiene un precio. Nada de ego te absolvo por la geta. ¿Qué diría Larrínaga cuando descubrió el montaje, sobre todo, cuando descubrió que habíais descubierto que usaba bacinilla? Eso es grave.
Abrazos de perdón

Francisco Javier Cirauqui Armendariz dijo...

Argüeso, en breves días has pasado de aguador, soldador y zahorí a urdidor de tramas conventuales para cambiar unas notas y al mismo tiempo montar un sistema de escuchas que ni las de la TIA de Mortadelo y Filemón, tenían que envidiarlas, Después de leer tu "Cambiazo y Escuchas" te nombro escritor de novela policiaca al estilo de Simenon, aunque dadas las raíces conventuales y católicas de tu relato te comparo con G.K. Chesterton en el escándalo del P. Brown, que cambiaría por: "Dichas y desdichas sin escándalo, pero con intriga y suspense de Evelio y Antonio, filósofos dominicos".
Antonio, me ha encantado tu relato y el desarrollo de los hechos escrito con maestría, como un narrador de novelas de suspense. Deseaba enterarme del desenlace y por eso he leído todo el relato con mucho interés.
Tus toques de humor me han divertido mucho, el pie de Pesquera en el el orinal, dejando huellas en el camino de la huida y el micrófono camuflado debajo de la máquina de escribir, dignos métodos de la TIA de Mortadelo y Filemón.
Y como colofón el desenlace final donde nos enteramos del por qué de los hechos, el por qué de ocultarlo y su final feliz. Argüeso, gracias por tu relato y sigue contándonos tus recuerdos.

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