miércoles, 18 de enero de 2023

PURGATORIOS (Por Jesus Herrero) y Capítulo 14 . Del purgatorio también se sale




Casi siempre, al final de las películas en las que se narran hechos reales o verídicos, se suelen añadir notas más o menos extensas sobre la realidad final o actual de cada personaje, o al menos de los más importantes. Muchas son las razones para que esto sea así. Lo normal es que al espectador le guste saber qué pasó con fulano o mengano, si al final de todo les fue bien o mal, según; o si se casó con la que se merecía o si esta le dio esquinazo y se fue con el malo, o el feo, que es casi peor; o si alguno terminó en la cárcel y le cayeron veinte años o más; o si, por el contrario, le tocó la lotería y Hacienda no se enteró, o sí se enteró y le metió mano.


Es bastante normal que los finales de las películas no sean los más apetecibles por el espectador y en la vida real, pasado ya lo que se cuenta en el celuloide, la cosa se haya arreglado o haya ido a mejor: por ejemplo a veces el malo termina escapándose por los pelos, cosa que a algunos guionistas les encanta porque saben, los muy cínicos, que al espectador lo que le gustaría es que al malo le zurren bien, o le maten como es una película no es grave, no importa, o le pongan de patitas en el trullo y, si puede ser, por más de veinte años.


Y al bueno, y también por fastidiar, le suelen dejar ir sin honores ni lametazos ni premios: Vale, has sido estupendo, te has portado de cine, nunca mejor dicho, y has hecho el bien sin mirar a quién, pero se acabó la historia y ahora te toca trabajar. Y eso a pesar de que a todos los espectadores les hubiera parecido una buenísima idea que el tal benefactor, además de salir por la puerta grande, se le hubiera puesto una pensión vitalicia que le hubiera aliviado de por vida.


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