lunes, 29 de enero de 2024

BREVES INSTRUCCIONES PARA EL EVENTO 17 AÑOS DE BLOG AADD (by josemaricortés)

BREVES INSTRUCCIONES PARA EL EVENTO  17 AÑOS DE BLOG AADD   (by josemaricortés)

FECHA: Sábado,  6 de Abril de 2024

LUGARES: Casa de Espiritualidad PP Dominicos Virgen del Camino y Basílica Santuario Virgen del Camino de León.




ACTOS:

Día 5 VIERNES

Llegada de algunos asistentes y pernocta en Casa de Espiritualidad o en otros hoteles

 

Día 6 SÁBADO

9.30 h.  Recepción de asistentes  en Casa de Espiritualidad y desayuno a base de  chocolate con churros: gentileza del Excmo. Ayuntamiento de Valverde de la Virgen.

11:00 h. Misa concelebrada en la Basílica Santuario;  cantaremos desde nuestra memoria y sentimiento.

12:00 h. Acto con motivo del Encuentro: 17 aniversario del Blog y reconocimiento y homenaje a su impulsor y mantenedor José Mª Cortés.  Algunas intervenciones programadas y otras espontáneas. 

15:00 h. Catering a degustar y compartir en el atrio cubierto de la Casa de Espiritualidad. Tertulias y conversaciones distendidas entre los asistentes.

19:15 h. Acto de despedida y canto del Himno a la Virgen del Camino y el  “Adiós  Madre de Mi Vida” en el Santuario.

 

Día 7  DOMINGO

Aún sin definir horario, actos en recuerdo y homenaje a Josep Maria Subirachs, creador y escultor de las figuras de los apóstoles, las puertas  y tantas otras esculturas en el Santuario, en el 10º Aniversario de su fallecimiento el 7 de abril de 2014. Habrá guías para información sobre su obra. Idea que nos propone y ofrece el ayuntamiento de Valverde de la Virgen para disfrutar y participar al coincidir con la fecha de nuestro Encuentro.

Está previsto que todos los actos en Santuario y Casa de Espiritualidad de nuestro encuentro sean emitidos y grabados por el canal de youtube  del Ayuntamiento de La Virgen del Camino y que nos cedan una copia/resumen para su publicación en el Blog.

 

 

ÚLTIMO DÍA DE PLAZO PARA LA INSCRIPCIÓN Y EL  PAGO COORRESPONDIENTE  

MARTES  26 DE MARZO 

 

OTROS ASPECTOS DE LA ORGANIZACIÓN.

A este encuentro podéis asistir solos o acompañados. Para la confirmación de vuestra asistencia deberéis dirigiros por correo electrónico a Enrique Muñiz  emuniz6@gmail.com aportando el número de asistentes en cada caso; y si deseáis pernoctar en la misma Casa de Espiritualidad (para la que se irán reservando por riguroso orden de fecha de solicitud, ya que solo disponen de unas  40 habitaciones individuales y 20 dobles) tendréis que señalarlo en esa misma comunicación de asistencia y abonar su importe en el mismo número de cuenta corriente que se señalará después, junto con el  importe de   55,00 € por asistente, que resultan necesarios para los gastos del  catering, ambientación y decoración, alquiler de instalaciones y otros varios…).


TARIFAS de habitación en Casa de Espiritualidad:

24,00 € por persona y noche ya sea en habitación individual o doble.

5,50 € por persona y desayuno (hay que advertirlo porque solo prepararán los reservados previamente ) 

Nº de CUENTA para los ingresos:

ES33 2100 6081 1402 0014 3613         ENRIQUE MUÑIZ-ALIQUE


OTROS HOTELES   en La Virgen del Camino:

Hotel Villapaloma:

 Avda. de Astorga, 47 Tf. 987 300 990 -  669 401 776 -  reservas@villapaloma.es

40 € hab. Individual -  55 € hab. Doble  -  75€ hab. Triple  POR CADA NOCHE

 (+ 3 € desayuno por persona  y + 2 € si se desea zumo). 


Hostal Plaza y Hostal San Froilán:

Ctra. Astorga, 96 y Peregrinos, 1 (Ambos frente al Santuario)  Tf. 987 302019  -  666 042 560

35,00 € hab. Individual  -   59.00 €  hab. Doble POR CADA NOCHE 

(Desayuno en Café de María a criterio y precio)

Para un desayuno más variado os sugerimos el Bar Central, al lado de la Casa de Espiritualidad, El Almacén, justo enfrente de éste, y  Casa Dobe, frente al Aero Club; todos en la misma carretera o Avenida de Astorga en la que se encuentran Santuario y Casa de Espiritualidad..

Los precios de estos hoteles/hostales son con IVA incluido y debéis reservarlo vosotros y abonarlo directamente en el establecimiento  a vuestra salida. 

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Gracias por atender y seguir estas instrucciones. Si aún os queda alguna duda, cualquiera de los compañeros que tratamos de coordinar esta convocatoria (en el portillo de la primera noticia del encuentro los tenéis) os la  puede solventar. 

Gracias de nuevo y nuestro deseo de que  nos veamos  ya muy pronto en La Virgen del Camino.

El Comité organizador

domingo, 28 de enero de 2024

CLICHÉS DE FOTOGRAFÍAS

 Fisgando y volviendo a fisgar me he encontrado esta fotografía que parece recoger tiras de clichés de fotografías.

Quiero ver entre ellas fotos del P.Curro y de Subirachs al parecer inspeccionando las estatuas de la portada del Santuario.

Os recuerdo que además de la monumental fachada con las figuras de los Apóstoles, Subirachs realizó las cuatro puertas del Santuario, un altar en la explanada exterior y diversos elementos del interior, como el sagrario, crucifijos, candelabros, ambones, lámparas y la pila de agua bendita del centro de la entrada (hoy en un lateral).





lunes, 22 de enero de 2024

Por fin: ¡¡NUEVO REENCUENTRO!! 6 ABRIL 2024

 Con sincero rubor e inmerecidos calificativos, publico esta información.

el furriel

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Querido compañero y amigo:

Las diez personas que firmamos este escrito nos hemos puesto de acuerdo para impulsar la celebración de un segundo reencuentro general en la Virgen del Camino con un homenaje al Blog de Antiguos Alumnos y de reconocimiento a nuestro compañero José María Cortés, que lleva 17 años animándolo y cuidándolo. Seguramente coincides con nosotros en la oportunidad de estos propósitos. 

La aparición en 2007 del blog antiguosalumnosdominicos fue un regalo inesperado para la mayoría de nosotros. Las posibilidades que abría internet sumadas a la creatividad de un grupo de antiguos compañeros leoneses nos reconectaron con un factor trascendental aunque lejano en nuestras biografías: nuestro colegio y su gente.

Aquel mismo año 2007, en octubre, celebramos el primer reencuentro general al que acudimos masivamente con entusiasmo, muchos con sus esposas. La explosión de emociones que vivimos aquellas jornadas confirmó la impronta de aquel lejano tiempo de nuestra infancia y primera juventud, que habíamos vivido juntos durante años y alejados de nuestras familias y nuestros pueblos. La excelente programación de aquellas jornadas también fue obra del mismo grupo de compañeros de León. Especial intensidad revistió “In memoriam”, seguramente nadie ha olvidado aquel hermoso recordatorio a los compañeros y religiosos fallecidos hasta entonces. 

De todo esto hace ya 17 años. Antes del blog, la imagen de la mayoría de nosotros sobre nuestras vivencias en la Virgen del Camino era fragmentada y borrosa. Sin embargo, después del blog, las sombras se materializaron en personas reales, insertas en la historia concreta. A través del blog, hemos estado compartiendo también peripecias personales y familiares de ciudadanos adultos, hemos vuelto a hacernos amigos al nivel de lo que ahora somos. Gracias al blog, tenemos un nuevo apego al colegio, a las personas que fueron nuestros compañeros y a quienes fueron nuestros maestros. 

El blog nos ha descubierto que el sistema de certezas y creencias que allí vivimos pervive de algún modo, individualizado y respetado. El blog ha sido siempre un modelo de respeto mutuo.

El blog lo hemos alimentado muchos de nosotros, escribiendo en él, haciendo comentarios, enviando fotos, dibujos, canciones y hasta películas. Simplemente leyéndonos unos a otros. El blog ha sido un instrumento de inteligencia emocional; no se ha limitado a fomentar añoranzas, también ha hecho posible el distanciamiento crítico y nuestro propio crecimiento personal. 

El blog tiene todos esos méritos, querido amigo, pero creemos que un compañero nuestro encarna en su persona todo lo que ha significado el blog. Se trata de José María Cortés. A sí mismo se ha llamado siempre “El Furriel” para recalcar, sin duda, su ideal de servicio, modestia y disponibilidad. Estuvo con otros en la creación de esta comunidad virtual, en su posicionamiento en la red, en la generación constante de empatía y sinergias, en el volumen de ideas y sentimientos, en el talante respetuoso que hemos mantenido durante 17 años y en la gran creatividad que hemos patrimonializado. 

José Mari Cortés ha atendido al blog con primor y extremada delicadeza. También con el tesón que las cosas requieren para tener continuidad.  Para nosotros, es un honor promover el reconocimiento a la figura de este excelente compañero, en el marco del encuentro general que tendrá lugar en la Virgen del Camino el próximo sábado 6 de abril. 

Esperamos contar contigo así como con tus sugerencias o ideas, pues nuestro deseo es que la participación de antiguos alumnos y profesores sea masiva. 

Queremos anunciarte desde el principio que preparamos un nuevo “In memoriam” en recuerdo de los compañeros y frailes que nos han dejado en estos 17 años. Son muchos, demasiados, la mayoría de ellos se encontraban con nosotros en el encuentro de 2007.

El correo para comunicarte con nosotros es el de Quique Muñiz:

emuniz6@gmail.com


Deseamos verte el 6 de abril y tener así la ocasión de seguir acumulando motivos para incrementar nuestra amistad. 

Recibe un abrazo fuerte y fraternal.

Firmado por:

Carlos Tejo

Enrique Muñiz

Fernando Alonso

Froilán  Cortés

Isidro Cicero

Javier del Vigo

Jesús Herrero

Julio Correas

Luis Carrizo

Manolo Díaz

miércoles, 17 de enero de 2024

DATOS DE ACCESOS AL BLOG

ÚLTIMA SEMANA



ULTIMOS SEIS MESES




ULTIMO MES






 
T O T A L
 

sábado, 13 de enero de 2024

LA MAÑANA DESPUÉS DE LAS NAVIDADES (Por Eugenio Cascón Martín)


 


Pues ya se ha terminado la Navidad, o las Navidades, porque, como se dice de las dos maneras, nunca he estado seguro de si es una o varias, de si Navidad es solo un día y todo lo demás se incluye en el plural Navidades, de si Nochevieja y Reyes son también Navidad… ¡Qué lío! Pero el caso es que, como digo, ya se han acabado, tanto para quienes conservan el fervor religioso como para se limitan a disfrutar de vacaciones, comidas opíparas, tientos a las más diversas botellas, jolgorio sin tasa, discusiones familiares y todo eso. La vida se reanuda, volvemos a lo de antes.

Y hete aquí que el día 7 de enero por la mañana, domingo por más señas, entrome gana de acercarme al Rastro, por mor de reanudar, siquiera puntualmente, un viejo hábito, hasta hace poco de cumplimiento estricto y últimamente en brazos de la dejadez y la apetencia ocasional. Así que me levanté más o menos temprano y me dirigí al Metro, la manera más rápida de viajar en este pueblo tan grande.

Como era de esperar, el tren suburbano, aparte de tardar en llegar más de lo habitual, estaba casi vacío. He de confesar que el Metro siempre me ha producido la sensación de inquietud de la espelunca, el misterio amenazador de lo que está bajo tierra. A pesar de tantos años, lo sigo experimentando cada vez que entro en él. Es todo un submundo, una ciudad subterránea _laberinto moderno_ formada por venas y arterias que se cruzan y se entrecruzan, que avanzan rectas o se curvan hacia cualquier lado, por las que los trenes avanzan seguros de su destino, transportando cada día miles de humanos que supuestamente también saben adónde van. ¿Siempre?

En mis primeros años en Madrid aún tenía muy viva la memoria del colegio, y el túnel del Metro me recordaba el de allá, aquel por el que salvábamos la carretera para acceder al coro del Santuario, tras subir por una empinada escalera, a fin de desparramarnos ordenadamente en los bancos, los cantores a un lado, los desafinados de fábrica y sin remedio a otro. 

La sensación de inquietud a que aludía se incrementa con el silencio de los viajeros. En el Metro casi siempre hay silencio, acompasado con el ruido del discurrir del convoy, tan característico de cualquier tren. Al margen de conversaciones ocasionales, la gente va callada, en recogimiento, cada uno a lo suyo, si bien hoy el ensimismamiento se ve reforzado por la inmersión en el móvil, en ese telefonino malévolo que lo sabe todo, que lo cuenta todo y que permite comunicarse con los ausentes. Comunicación a distancia a falta de contacto directo. Pero esa mañana no se oía ni el grillo de los móviles, pues los escasísimos viajeros con los que compartía espacio dormitaban, tal vez recordando los días pasados o tal vez temiendo los que se avecinaban.

Unos metros más adelante, sentada enfrente de mí, destacaba una figura femenina. Aparecía casi derrumbada, con la cabeza inclinada por completo hacia el lado derecho y el cabello, muy largo, cubriéndole por completo la cara. No sé por qué me vino a la mente aquel villancico que hace mil años, cuando éramos apostólicos, cantaba Marisol para un anuncio televisivo: “La Virgen se está peinando, / entre cortina y cortina, /los cabellos son de oro, / el peine de plata fina”. Pero no era el caso, no había oro ni peines de plata fina, y la cortina era el propio pelo que ocultaba sus rasgos hasta el punto de que hacía imposible conocer su edad, siquiera de forma aproximada. 




“A lo mejor está durmiendo la mona de la noche pasada”, fue lo primero que pensé y que probablemente pensaría cualquiera. Pero las estaciones pasaban, el vehículo se movía, frenaba más o menos bruscamente, otros viajeros la tocaban al pasar a su lado, y ella seguía igual, absolutamente inmóvil en su postura desmadejada. Aquello comenzó a escamarme un poco, y no fui el único, pues otra mujer joven que ocupaba un asiento cercano parecía estar en la misma onda. Espontáneamente intercambiamos una mirada de extrañeza y, también espontáneamente, nos levantamos y nos acercamos a ella. Intentamos despertarla con leves sacudidas en el hombro, pero no reaccionaba. Nos atrevimos a levantarle la cabeza, con lo que la cortina se descorrió y pudimos apreciar que se trataba de una chica muy joven, de apenas 18 años. Le hablamos, volvimos a sacudirla, pero seguía sin reaccionar, hasta el punto de que su cabeza, al soltarla, volvió a quedar en la postura anterior.

La alarma creció, pues no daba síntomas de vida. Al detenerse el convoy en la estación siguiente, lo único que se me ocurrió fue tirar de la palanca de emergencia para que no se reanudara la marcha. Acudió enseguida el conductor, con cara de pocos amigos por lo que aquello suponía en cuanto a la interrupción del servicio.

_¿Qué pasa? ¿Quién ha tirado de la palanca?

_He sido yo _me atreví a contestar, secundado por mi compañera ocasional_, pero es que mire, aquí hay una chica que no reacciona, que parece como si estuviese muerta.

El hombre comenzó a preocuparse y enseguida empuñó el teléfono para llamar a quien correspondiera. Un posible fallecimiento en el Metro era una cosa muy seria.

_Ya he avisado _nos comentó_. En Atocha habrá un equipo médico esperándola.

Un chico, supuestamente entendido y que acababa de subir al tren, se acercó y, tras observarla, dijo que estaba viva, que se trataba solo de un coma etílico. ¿Solo? ¿La circunstancia de una niña que se ha emborrachado hasta las trancas _y lo mejor no solo de alcohol_ y se encuentra en este estado nos parece poca cosa? En fin, nos hacemos viejos y tal vez por eso no entendemos estas cosas.

El caso es que el tren volvió a ponerse en marcha y yo tenía que apearme en la estación siguiente, así que como ya poco podía hacer, y allí quedaban otras personas pendientes de ella, me despedí y desee buena suerte. No sé qué ocurriría después. Quiero imaginar que la muchacha se recuperó satisfactoriamente y que sus padres se llevaron una alegría tras el gran susto inicial, que no tendrían que maldecir el resto de sus vidas aquellas Navidades.

Salí al exterior, al aire libre, viciado y húmedo de Madrid dándole vueltas al asunto. Se las daría el resto del día, y de muchos días. ¿Había hecho mi buena obra posnavideña? ¡Y yo qué sé! Eso era lo de menos, pues la incomodidad emocional no me abandonaba.

Llegué por fin al Rastro, el viejo mercadillo madrileño, y entré en él por la parte de abajo, por la plaza del Campillo del Mundo Nuevo, donde se desparraman los puestos de libreros de viejo, lugar también de compra, venta e intercambio de cromos, al que acuden los papás con sus niños. 




Aún se sigue oyendo el “Sile, nole, sile, nole”, como toda la vida: en algunos aspectos las cosas no han cambiado demasiado, afortunadamente. Aquí solía quedar con mis viejos colegas, durante muchos años, para peinar los tenderetes en busca del libro que interesa, de la ganga bibliográfica, para al cabo de unas horas, con un par de bolsas de libros por cabeza, acercarnos al Valor del Paseo de las Acacias a embaularnos un chocolate con churros. Ya acudimos menos, en la frecuencia y en el número: las manadas de bisontes viejos merman rápidamente, hasta que se extinguen.




Esta mañana no me he encontrado con nadie. Normal en un día como hoy, y encima sin haber quedado. ¡A quién se le ocurre! Las pocas personas que hay deambulan sin rumbo, como perdidas y sin saber muy bien por qué están allí. Será la inercia, la fuerza de la costumbre. Ya irá afluyendo el personal a medida que avance la mañana y retroceda el frío.

Como tampoco yo sé muy bien qué hacer ni tengo intención de cargar con libro alguno, enfilo la Ribera de Curtidores hasta la Plaza de Cascorro, donde el bueno de Eloy Gonzalo, el soldadito madrileño sigue en lo alto del pedestal con su fusil, su mochila y su lata de gasolina, dispuesto a hacer el desaguisado que lo convirtió en héroe. También él parece un poco perdido esta mañana posnavideña, sin apenas público que lo mire.




Sigo subiendo por la Latina y llego a la Plaza Mayor. ¡Ya no están los puestos del mercadillo navideño! Se ve que el emplazamiento no es barato y los feriantes se apresuran a retirarlos en cuanto pasan los días de mayor venta de figuras y adornos navideños, de panderetas, matasuegras, petardos y demás. El famoso recinto está también un tanto desangelado. Ni siquiera anda ya por aquí el pobre abuelo Isbert buscando a Chencho: “¡Chencho, chencho! ¡Se ha perdido Chencho!”. Menos mal que al final lo encontraron, porque menuda le estaba cayendo al pobre señor

La Puerta del Sol, la calle Preciados, Cortylandia… Este año se me han pasado las Navidades sin asomar por el centro. La famosa y derrochona iluminación la he visto solo por la tele. ¡Hay que ver, a lo que vamos llegando! Hasta Doña Manolita está cerrada, pues ya vendió todo lo que tenía que vender para los dos sorteos navideños. He de confesar que todos los años hago cola para comprar unos décimos en el famoso establecimiento. Al fin y al cabo, uno será siempre de pueblo.




Y llega la hora de volver a casa, tan taciturno y melancólico como cuando salí. La ciudad semivacía no ayuda a recobrar el ánimo, pues emana por todas partes una neblina de añoranza del bullicio y la alegría navideños, aunque sean impostados. Mañana esperan el trabajo y el cole y no es fácil la vuelta: toda transición conlleva inseguridad. En fin, habrá más Navidades y serán, más o menos, como siempre. Y que no nos falten.


EUGENIO CASCÓN MARTÍN 

 

 

 

 

jueves, 11 de enero de 2024

CARAMELOS "SANTOS"

 Por estos pasillos pasaban los tres Reyes Magos en la madrugada del día de Reyes, debajo de sus vestidos reales se apreciaban ropas blancas.

Nos traían bolsas de caramelos "Santos", una para cada uno.

Yo cambiaba tres de limón y uno de fresa por uno de anís, y en peores momentos dos de limón por uno de miel. Los de coco no tenían contraoferta.

Adiós Navidad del 23.





viernes, 5 de enero de 2024

LA HISTORIA DE LOS REYES MAGOS (Por Jesus el Herrero)





Jesusito Herrero acaba de escribir este cuento para sus nietines que se titula "La historia de los Reyes Magos". 

Lo quiere compartir con nosotros. Lógicamente está escrito para "niños",  también como nosotros.

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Hace ya más de dos mil años vivieron tres personas sabias que se dedicaban a estudiar las constelaciones del firmamento nocturno. Lo hacían porque les gustaba el esplendor luminoso y fulgurante de la noche y porque sabían que los astros que brillaban en la oscuridad servían para trazar los caminos de la tierra cuando el sol se ocultaba tras el horizonte.



El primero de estos tres sabios se llamaba Melchor y vivía en una pequeña ciudad europea bañada por un río donde se reflejaban las estrellas.

Melchor era joven y tenía una larga melena rubia. Pertenecía a una familia con grandes posesiones y riquezas, pero a él solo le interesaba la astronomía. Por eso empleaba gran parte de su tiempo en observar y estudiar el firmamento nocturno para dibujar durante el día lo que había visto durante la noche. Y, además, su actividad científica estaba muy bien vista por los sacerdotes del templo de la ciudad en la que vivía, porque les permitía preparar los calendarios y las actividades rituales del santuario.

Una noche, mientras observaba la constelación del Can Mayor para completar la carta astronómica en la que llevaba enfrascado varias semanas, observó en el cielo nocturno, junto a Sirio, la estrella principal de la constelación y una de las más luminosas de todo el universo, una gran luz que no había visto antes.

 

Lo mismo le sucedió a Gaspar, un sacerdote astrónomo que vivía en el templo más importante de una ciudad de Asia. Gaspar era un hombre maduro, con algunas arrugas en el rostro, una gran barba negra con algunas canas y unos ojos negros y profundos que parecían carbones. 

Llevaba ya muchos años estudiando las galaxias y las constelaciones que observaba desde su atalaya, en la terraza superior del templo. Estaba anotando un dato astral cuando, de pronto, comenzó a brillar una cegadora luz junto a Sirio, la estrella principal del Can Mayor. De momento se quedó desconcertado y aturdido con la potente irradiación de una estrella que nunca antes había visto. Luego, su espíritu científico le llevó a anotar sus coordenadas exactas para incluirlas en sus mapas siderales. El resto de la noche se quedó pensativo preguntándose cómo era posible que no hubiera visto antes una estrella tan poderosa en un lugar que tenía muy bien estudiado desde hacía mucho tiempo.

 

También Baltasar estaba estudiando, ese mismo día, el cielo de la noche junto a unos acantilados, en el límite del desierto, cerca de donde se levantaba la ciudad africana donde vivía.

Baltasar era una persona mayor de piel oscura brillante y grandes arrugas en la frente. Tenía el pelo ensortijado y casi blanco. Era muy querido por los sabios con los que vivía debido a su carácter amable y optimista y era, además, el que más conocimientos tenía sobre las estrellas.

De pronto vio una gran luminaria que brillaba con intensidad junto a la estrella Sirio. Nunca antes había visto tal resplandor. Sabía que lo que estaba viendo no era normal o, al menos, sus conocimientos no alcanzaban a explicar semejante fenómeno luminoso, ni conseguía recordar nada parecido que hubiera sucedido antes, así que pensó que las causas tendrían que ser otras que, de momento, no conocía.

 

 

El joven Melchor comprobó enseguida que la nueva estrella se movía muy lentamente en alguna dirección desconocida y, como era joven e impulsivo, decidió que había que averiguar por qué se movía la luz y en qué dirección.

Con las primeras luces del amanecer llamó a su ayudante y comenzaron a preparar un viaje urgente en dirección a la nueva luminaria. Ensillaron dos caballos, llenaron las alforjas con comida y agua para el viaje y prepararon una bolsa de oro para sufragar los gastos del camino.

 

Gaspar hizo algo parecido cuando comprobó con claridad cómo se movía la estrella. No entendía que pudiera haber un objeto celeste tan brillante que él no hubiera observado antes. Además tenía que averiguar las razones de lo más extraño: mientras el resto de las estrellas permanecían siempre inmóviles en el mismo sitio, esta nueva luz se movía lentamente en una dirección determinada.

Preparó algunos camellos ayudado por sus asistentes y los cargó con dátiles, carne seca y agua para poder resistir un viaje que no sabía cuánto iba a durar. Llenó también un cofre con incienso para hacer ofrendas a la divinidad y se puso rápidamente en camino siguiendo la brillante luz.

 

Baltasar, el africano, también se dio cuenta de que la nueva estrella se movía. Enjaezó sus mejores camellos sin perder ni un instante y, ayudado por sus pajes, los cargó con comida y agua. Llenó además una bolsa con mirra, que es una resina utilizada como medicina y que igualmente se empleaba en la antigüedad para hacer perfumes, y se puso en marcha para seguir la senda luminosa de la estrella. 

Estaba amaneciendo ese día y se dejaba sentir el frio de la aurora, pero a medida que el sol iba ascendiendo en su ruta celeste, se iba calentando el aire ayudado por el calor de las arenas del desierto.

Empezó entonces a pensar que también el sol se movía y por eso no le pareció tan raro el desplazamiento de la nueva estrella nocturna. Pero quería saber en qué dirección o hacia qué lugar se dirigía. E igualmente le dio por pensar que el nacimiento del nuevo astro podría revelar la llegada de algún acontecimiento trascendental como, por ejemplo, el nacimiento de algún personaje muy importante, o un nuevo rey…

 


 

Después de largas jornadas por caminos polvorientos, días calurosos y noches frías, los tres sabios astrónomos llegaron a las fronteras insondables de un desierto sobrecogedor. Melchor llegó por la entrada del oeste, una gran grieta, flanqueada por gigantescas rocas oscuras, a través de la cual solo se veía arena rojiza hasta donde alcanzaba la vista; Gaspar llegó por el este y se paró para contemplar el mar de arena que se extendía ante sus ojos, y Baltasar por el sur, un desfiladero entre montañas grises con algunas palmeras creciendo al amparo de las rocas.

Los tres montaron sus jaimas para descansar y reponer fuerzas, con sus camellos y sus pajes, antes de adentrarse en aquel desierto. Aún no se conocían entre sí porque todavía les separaba una gran distancia de arena y rocas. Pronto se dieron cuenta, en sus observaciones de aquella primera noche, que la estrella empezaba a cambiar de rumbo para dirigirse muy lentamente hacia el norte. Y de nuevo, y cada uno por su lado, se pusieron en marcha asombrados por el cambio de dirección. A partir de aquel día la estrella también se podía ver claramente durante el día, aunque más débilmente que durante las horas nocturnas, lo cual les facilitaba caminar siempre en la dirección correcta sin tener que hacer cálculos complicados

 

Algunos días más tarde Melchor vio a lo lejos, en dirección este, una ligera polvareda que indicaba que alguien se acercaba y decidió esperar allí mismo para saber de quién se trataba.

Ese mismo día Baltasar, que se había adentrado en las arenas por la frontera sur, también se dio cuenta de que alguien se acercaba, así que aceleró el paso para encontrarse con los todavía lejanos caminantes.

Además la estrella parecía haberse parado en un punto determinado y, por lo tanto, los tres sabios astrónomos fueron a su encuentro, de tal manera que aquella misma mañana se encontraron todos en el mismo sitio.

 

Melchor se bajó de su caballo, Gaspar y Baltasar de sus camellos, y permanecieron expectantes de pie, junto a sus monturas, observándose mutuamente, pero con la tranquilidad de saber que todos eran gente de paz. 

Después de intercambiar los saludos que exigían la buena educación, se pusieron a hablar sobre la procedencia de cada uno y las razones que les habían impulsado a llegar hasta allí. Enseguida descubrieron que todos se habían embarcado en la misma aventura: Seguir el camino que les marcaba la estrella de Oriente que, en ese mismo momento, les iluminaba suavemente desde lo alto.

Los pajes de los tres Magos montaron el campamento al amparo de las rocas, sobre la arena del desierto, y dispusieron comida y bebida sobre una gran alfombra persa y, de esa manera, comenzaron a narrar las anécdotas que habían vivido desde que comenzaron a caminar siguiendo la luz.

Al amanecer del siguiente día recogieron sus pertrechos, pues la estrella había iniciado de nuevo su camino hacia la salida que se abría al norte del gran desierto. Baltasar prestó parte de sus camellos a Melchor, pues eran más resistentes y apropiados para caminar sobre la arena, y todos juntos, en una larga caravana, comenzaron a caminar tras la cada vez más potente luz.

Tras algunas jornadas tediosas y duras por el calor que se levantaba del inmenso arenal, caminando en silencio, meditando sobre lo que estaban viendo y sobre la casualidad de haberse encontrado todos en aquel paraje, fueron llegando a la conclusión, cada uno por su lado, que el brillante astro les estaba guiando hacia un destino muy importante, que no era otro que el nacimiento de un personaje trascendental al que debían de asistir como testigos, pues así lo había dispuesto la divinidad.

Todo esto lo habían hablado entre ellos los tres sabios astrónomos durante las noches que habían caminado sobre el desierto, y todos estaban de acuerdo. También acordaron regalar al recién nacido todo lo que llevaban para el viaje como ofrenda, en agradecimiento por haberles guiado con aquella luz flotando sobre sus cabezas durante todo el camino.

 

 

A Herodes, que reinaba entonces en Judea, en su palacio de Jerusalén, le habían avisado los sacerdotes judíos que, según se decía en las escrituras proféticas, iba a nacer un rey que iba a reinar sobre todos los demás. Por lo tanto esto suponía una amenaza para los romanos. Lo que no sabía Herodes es dónde iba a nacer exactamente. Solo sabía que el nacimiento podía haberse producido ya y tenía que matar al niño antes de que fuera demasiado tarde.

 

 

En aquellos días los tres Magos llegaron a Jerusalén y empezaron a preguntar a todo el mundo donde había nacido el rey de los judíos, porque habían seguido su estrella. Sabían que había sido muy cerca pero la estrella se había apagado misteriosamente, sin causa aparente. Enterado Herodes de la llegada de unos Magos que venían en busca del recién nacido, les invitó a su palacio para sonsacarles todo lo que sabían con respecto al acontecimiento para poder ir él también a rendir homenaje al niño, pero callándose sus verdaderas intenciones de acabar con su vida para evitar cualquier competencia hacia su propio reinado.

Los magos, adulados por las atenciones de Herodes, le prometieron que le darían cuenta detallada del lugar del nacimiento cuando lo supieran, para que también pudiera ir a adorar al niño. Luego salieron de Jerusalén y se pusieron de nuevo en marcha, puesto que la estrella había comenzado a brillar de nuevo, desplazándose suavemente hacia un pequeño pueblo llamado Belén, situado a las afueras de la ciudad.

Los magos no entendieron al principio la razón por la que la estrella había dejado de brillar al llegar ellos a los dominios de Herodes. No sospechaban de las verdaderas intenciones de éste, aunque sabían que no era muy normal que la luz se hubiera apagado sin motivo aparente.

 

Al día siguiente, al anochecer, llegaron a Belén y allí se paró la estrella sobre una pequeña cueva situada a las afueras del pueblo, donde los pastores del lugar guardaban sus rebaños para protegerlos del frio de la noche. Los Magos se acercaron hasta allí y se encontraron con un bebé recién nacido acostado sobre un pesebre lleno de mullida paja y rodeado de sus padres. Una mula y un buey calentaban con su aliento al niño, pues la noche era muy fría. Las estrellas brillaban en el firmamento y en el suelo una pequeña hoguera encendida por José, el padre, calentaba un poco más al niño. Una extraña luz que venía de lo alto, donde se había parado la estrella que había guiado a los Magos hasta allí, confirmó que este era el niño que buscaban.

Descendieron los tres de sus camellos y se arrodillaron frente al pesebre para ver al recién nacido y dejaron a sus pies los regalos que tenían preparados: Oro, incienso y mirra. Pronto llegaron algunos pastores, con sus ovejas, atraídos por la extraña luz que iluminaba la cueva, y también algunas mujeres con algo de comida y ropa de abrigo por si hiciera falta.

 

Aun sonreía el niño cuando los Magos decidieron retirarse a descansar, cumplida ya su misión de conocer y rendir homenaje al nuevo rey por quien brillaban las estrellas, sobre todo la que les había guiado hasta allí a través del desierto.

Esa noche, mientras dormían soñaron los tres un mismo sueño en el que un personaje, que parecía brillar con luz propia, como si fuera la estrella guía, les avisó de las verdaderas intenciones de Herodes: Acabar con la vida del niño. Por lo tanto no debían visitar de nuevo Jerusalén. Era mejor que fueran de nuevo al desierto y desde allí tomar cada uno su camino de regreso a casa.



A la mañana siguiente emprendieron el camino y esa misma noche, ya en pleno desierto, montadas ya sus tiendas para dormir, recibieron la noticia de que Herodes había comenzado a asesinar a todos los niños menores de un año nacidos en Judea. Esto les entristeció mucho. Pero el mismo personaje que les dio la triste noticia, también les comunicó que a partir de ese día se les concedía el honor de repartir regalos a todos los niños del mundo, durante todos los siglos venideros, y que lo harían una vez al año señalado en el calendario universal como “el día de los Reyes Magos”.

Luego el personaje desapareció repentinamente delante de ellos y se convirtió en una pequeña estrella que desde entonces sigue brillando en el firmamento.

miércoles, 3 de enero de 2024

Operación “Performance”. Cuento de Navidad. (Por Luis Carrizo)



Operación “Performance”. Cuento de Navidad.

 

Aquel alcalde profesaba un verdadero odio a los grafiteros, un odio pertinaz, sin altibajos ni fisuras, al que no daba tregua ni siquiera en las señaladas fiestas navideñas, tan propicias siempre para echar pelillos a la mar, pues él estaba plenamente convencido de que la expresión evangélica “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”, que proclamaba la gran filacteria que flameaba sobre el ángel del Nacimiento instalado en los soportales de la Plaza Mayor, no rezaba con el atajo de pintamonas, que —según sus propias palabras— le tenían la ciudad talmente como el Bronx, de lo pintarrejeada y degradada que aparecía. Símil, por cierto, el del Bronx, forjado, según indicios verosímiles, a partir de las películas, ya que él jamás había pisado Nueva York. Lo cierto y verdad es que su odio no era un odio cualquiera, sujeto a pulsiones sentimentales y pasajeras,  sino un odio  muy pensado y razonado y sin posible marcha atrás.

 

Él, que ansiaba por encima de todo  mostrar al mundo una ciudad  limpia, y aparecer, ufano, en los medios de comunicación, presumiendo de calles iluminadas y adornadas, como era el caso de otros alcaldes a quienes envidiaba, no podía ni soñar con emularlos, porque sus reportajes desmerecían mucho a causa de los ubicuos, activísimos y puñeteros grafiteros que le habían tocado en suerte. Miles de veces, presa del desánimo, se había preguntado qué secretas y rudimentarias razones podrían empujarles a embadurnar fachadas, monumentos, mobiliario urbano y hasta señales de tráfico con sus insignificantes nombres, solo reconocibles, para mayor incongruencia, por el resto de personajillos que compartían aquella furtiva y marginal actividad, con la que lo único que conseguían, a fin de cuentas, era dar un aspecto deprimente y suburbial a cualquier espacio que tuviese la desgracia de padecer sus infantiloides pintarrajos. Pero la única medio respuesta a sus preguntas y lucubraciones se la acabó dando un día el jefe de la Policía Municipal, quien, por lógicas necesidades de trabajo, conocía los usos y costumbres de la fauna nocturna. “Mira —le dijo— no te rompas la cabeza.  Simplemente, hay personas que, a imitación de los animales, tienen que marcar también su territorio a base de cagadas. No es más que eso”. El alcalde le respondió, sin mayor convencimiento, que sí, que seguramente, y que la observación le servía al menos como desahogo, pero que él se mantenía en sus trece y seguiría soñando con levantarse un día y descubrir su amada ciudad libre de aquella plaga de vulgaridad y mal gusto.

 

Así las cosas, tres días antes de Navidad, durante la tradicional comida de hermandad del consistorio, el concejal de Cultura, Turismo e Igualdad, llegada la hora de los brindis, quiso levantar su copa por los muy remarcables logros que una compañera de su concejalía había conseguido en el aquel año, atribuyéndolo no solo a sus  capacidades profesionales, sino muy especialmente —y esto lo dijo enfatizando—  a una peculiar y femenina habilidad que resumía un adagio muy francés, y que él citó en francés porque para eso era concejal de Cultura: “Ce que femme veut, Dieu le veut”, pero que tradujo libremente a continuación, en medio de unánimes y un tanto excesivos aplausos, todo hay que decirlo, como “Las mujeres consiguen todo lo que se proponen”.

 

A decir verdad, el jefe de la Policía Municipal no aplaudió con el resto de comensales, porque aquel refrán que acababa de oír le había producido un fogonazo en su interior que lo había dejado encandilado —el concejal de Cultura hubiera añadido— igual que una liebre sorprendida en mitad de la carretera por los inesperados y deslumbrantes faros de un camión. Pero en aquel brindis de su colega de Cultura, él acababa de encontrar el regalo de navidad  ideal para su atribulado alcalde.

 

Esa misma tarde se desplazó con un coche patrulla a un parque donde sabía que encontraría a la que el cabecilla de toda aquella patulea de amantes del espray consideraba su “amiga fuerte”  (entiéndase, la amiga con la que follaba ad libitum). La chica se hallaba sentada junto con dos amigas en un banco cuajado de abigarrados jeroglíficos, obra, obviamente, de sus amigos fuertes. El policía fue directo al grano: “Quiero hablar contigo”. La chica, a quien no impresionaban ni la autoridad ni el uniforme, y que, además, no era la primera vez que lo tenía delante, le contestó en su habitual lenguaje inclusivo y desinhibido, como si estuviese hablando con un pandillero más: “Vale, tío, pero abrevia que estoy más liada que la pata de una romana”. El guardia, que jugaba con cartas en la mano porque había tenido la precaución de llevarse del archivo algunas fotografías, digamos comprometedoras, para toda la banda de terroartistas, le propuso un trato que ella no pudo rechazar. Y se despidieron: 

 

—Mañana pasas por mi despacho y te proporcionaré todos los botes que te digan que van a necesitar, ¿estamos?

—¡Estamos, tío!

—A ver si por una puta vez en la vida hacéis algo de provecho.

 

El día 24 por la noche, aprovechando que la gente se hallaba encerrada en sus casas celebrando la Nochebuena y que las escasas patrullas policiales parecían no prestar demasiada atención a sus movimientos, un ejército bien organizado de grafiteros tomó por asalto  el centro de la ciudad. Un grupo se ocupó de disimular y cubrir como mejor pudo las pintadas perpetradas sobre monumentos y mobiliario urbano; otro, compuesto por los menos hábiles, se encargó de cubrir con enormes rectángulos de color azul cielo las paredes enmarranadas; y un tercer cuerpo de ejército, las fuerzas especiales, se dedicaron a reproducir sobre los rectángulos azules, que daban ya un aspecto muy sedante a calles y plazas, la filacteria que sobrevolaba la cabeza del ángel del Nacimiento de la Plaza Mayor.

 

El día 25, el alcalde, que se encontraba un tanto remolón a causa de los excesos de la cena, fue despertado por las llamadas de algunos medios de comunicación. Cuando salió a la calle —porque no entendía nada de lo que le contaban—, no quería dar crédito a sus ojos. Los vecinos le felicitaban, alguna televisión —su sueño dorado—  tomaba planos generales  con un dron que no paraba de subir y bajar por entre las calles. La ciudad toda parecía un inmenso portal de Belén.

 

El día 26, el jefe de la Policía Municipal se acercó al ayuntamiento para contarle la génesis y pormenores de la performance” (en el cuartelillo todos decían la performance, tal como suena), a fin de colgarse la medalla que consideraba haberse ganado. Con esa misma intención, insistía en atribuir a la amiga fuerte del grafitero jefe la particular versión del texto que iba dentro de las filacterias, y que él consideraba único fallo de la operación. “Lo de ‘Gloria a Dios en las alturas’, perfecto —le decía—; pero, ten por seguro, alcalde, que  lo de ‘y Paz en la tierra para todos y todas’ no le va a salir gratis”.

 

Pero el señor alcalde, que mostraba una sonrisa beatífica, hacía como que le escuchaba y asentía en silencio, moviendo la cabeza, por evitar que aquellas menudencias lo despertasen de su maravilloso sueño. Y es que, en sus adentros, en lo más profundo de su encandilado corazón, estaba plenamente convencido de que lo que el guardia llamaba performance había sido en realidad un milagro de la Navidad.

 

 

 

 

Alicante, 25 de diciembre de 2023

 

 

 

 

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