jueves, 4 de noviembre de 2021

PRIMERAS IMPRESIONES DE LA VIDA EN UN SEMINARIO EN FRANCIA (Por Carlos Tejo)

PRIMERAS IMPRESIONES DE LA VIDA EN UN SEMINARIO EN FRANCIA

Querido Carlinos, “Bañugues”,
Acaba de cumplirse un año desde que nos dejaste, sin que te despidieras, y me dirijo a ti porque sabes que teníamos pendientes algunas confidencias de cuando nuestros caminos tomaron rutas distintas.



LOS ANTECEDENTES

Como ya sabes, yo estaba con todos vosotros en La Virgen del Camino y, de repente, me vi en casa

para siempre. Era la Navidad de 1966. A mis padres les había llegado una carta diciendo que su hijo Carlos ya no podía volver al Colegio. Así, en frío, como regalo de Reyes. La carta no lo decía pero me quedaba sin aquellos amigos venidos de todas partes, sin La Escolanía, sin los confidentes de infancia, sin vendimias, sin vueltas a la finca y sin mi hermano José Ramón, protegiéndome, siempre atento a mis problemas. Ya, ya sé que volvía a tener el calor de mi padre, de mi madre y de mis otros tres hermanos pero... es que yo había saboreado una mesa repleta de nuevos manjares y esa abundancia de conocimientos que tenía a disposición se me había retirado de un día para otro. Me había vuelto pobre.

En Ribadesella volví a la escuela. Allí estaban los que, de más críos, habían jugado conmigo. Habían pasado tres años y ellos seguían a lo mismo. Aquello era un desierto.

Por Ribadesella paseaba a menudo un sacerdote que volvía de vez en cuando, de vacaciones, a su villa natal. Se llamaba Salvador Blanco Piñán. En aquellos años, este sacerdote andaba intentando aplicar todas las lecciones del Concilio Vaticano II a cuanto le rodeaba.

No sé cómo ocurrió pero se enteró que a un chaval de su pueblo le acababan de echar del seminario y creyó que había que darle una segunda oportunidad. Me hizo llamar y tuve una entrevista con él. ”Si quieres seguir estudiando para sacerdote te puedo llevar a un seminario a Francia”. Yo le contesté que sí. Quedaba por dilucidar la parte económica, ya que en mi casa los negocios de mi padre andaban en dificultades y ya los pagos a efectuar al Colegio de La Virgen del Camino se hacían... o no se hacían. Esa, pensé años más tarde, podría haber sido una buena razón de mi expulsión, además de mi más bien discreto rendimiento académico. Don Salvador, que así le llamábamos, les dijo que todo correría por cuenta de la Diócesis a la que pertenecía el seminario francés. Pues me puse a sacar el Pasaporte sin perder un solo día.





ENTRADA MÁS RECIENTE

CARTA A ALBERTO CORTÉS CABRERA (Por Carlos Tejo)

LAS TRES ENTRADAS MÁS POPULARES EN EL BLOG