jueves, 4 de noviembre de 2021

PRIMERAS IMPRESIONES DE LA VIDA EN UN SEMINARIO EN FRANCIA (Por Carlos Tejo)

PRIMERAS IMPRESIONES DE LA VIDA EN UN SEMINARIO EN FRANCIA

Querido Carlinos, “Bañugues”,
Acaba de cumplirse un año desde que nos dejaste, sin que te despidieras, y me dirijo a ti porque sabes que teníamos pendientes algunas confidencias de cuando nuestros caminos tomaron rutas distintas.



LOS ANTECEDENTES

Como ya sabes, yo estaba con todos vosotros en La Virgen del Camino y, de repente, me vi en casa

para siempre. Era la Navidad de 1966. A mis padres les había llegado una carta diciendo que su hijo Carlos ya no podía volver al Colegio. Así, en frío, como regalo de Reyes. La carta no lo decía pero me quedaba sin aquellos amigos venidos de todas partes, sin La Escolanía, sin los confidentes de infancia, sin vendimias, sin vueltas a la finca y sin mi hermano José Ramón, protegiéndome, siempre atento a mis problemas. Ya, ya sé que volvía a tener el calor de mi padre, de mi madre y de mis otros tres hermanos pero... es que yo había saboreado una mesa repleta de nuevos manjares y esa abundancia de conocimientos que tenía a disposición se me había retirado de un día para otro. Me había vuelto pobre.

En Ribadesella volví a la escuela. Allí estaban los que, de más críos, habían jugado conmigo. Habían pasado tres años y ellos seguían a lo mismo. Aquello era un desierto.

Por Ribadesella paseaba a menudo un sacerdote que volvía de vez en cuando, de vacaciones, a su villa natal. Se llamaba Salvador Blanco Piñán. En aquellos años, este sacerdote andaba intentando aplicar todas las lecciones del Concilio Vaticano II a cuanto le rodeaba.

No sé cómo ocurrió pero se enteró que a un chaval de su pueblo le acababan de echar del seminario y creyó que había que darle una segunda oportunidad. Me hizo llamar y tuve una entrevista con él. ”Si quieres seguir estudiando para sacerdote te puedo llevar a un seminario a Francia”. Yo le contesté que sí. Quedaba por dilucidar la parte económica, ya que en mi casa los negocios de mi padre andaban en dificultades y ya los pagos a efectuar al Colegio de La Virgen del Camino se hacían... o no se hacían. Esa, pensé años más tarde, podría haber sido una buena razón de mi expulsión, además de mi más bien discreto rendimiento académico. Don Salvador, que así le llamábamos, les dijo que todo correría por cuenta de la Diócesis a la que pertenecía el seminario francés. Pues me puse a sacar el Pasaporte sin perder un solo día.






EL VIAJE

No habían transcurrido tres meses desde que dejara La Virgen del Camino y, tras pasar la Semana Santa en casa, tres chavales de Ribadesella, de mi edad, acompañados del sacerdote, Don Salvador, pusimos rumbo a Francia en un taxi de aquellos de tres hileras de asientos y ocho plazas. Tenía yo catorce años. No te voy a describir, Carlinos, aquellas interminables carreteras costeras, tú que ibas a Santander a visitar a la familia, calzadas estrechas, llenas de curvas, que atravesaban todo el Norte y que, pasada la frontera, dirección al Este, paralelas a los Pirineos, tenían como destino para aquella pequeña expedición, el, para mí, nuevo Seminario.

El pueblo donde estaba nuestro destino, Saint Pé de Bigorre, nos acogió inmerso en la oscuridad de la noche. La carretera había estado acompañada durante un buen número de kilómetros por un río abundante en caudal y muy saltarín, como corresponde a los ríos de la montaña pirenaica. Más tarde supe que se llamaba El Gave, que pasa por delante de la Cueva de las Apariciones de la Virgen, en Lourdes.

Yo sé que llegué muy despierto. Y, aunque lo intento, querido Bañugues, no recuerdo nada más que a un sacerdote en esa noche de acogida. No era ni mayor ni joven. Tenía una visible joroba, que su negra sotana sólo contribuía a que sobresaliera aún más esa parte de su cuerpo, y dificultades manifiestas en el caminar. Fue después el que más comprensión puso en que nos sintiéramos queridos. Guardo para el Padre Michel, ese era su nombre, en mi memoria, un cariño y agradecimiento especiales.

EL SEMINARIO

Nos condujeron por Pasillos, escaleras y una altísima puerta doble, pintada en gris, que nos introdujo

en una enorme sala llena de camas, cuatro hileras de camas, pegadas cabecera con cabecera, de dos en dos, con un solo pasillo central, con sus correspondientes ocupantes, silenciosos y curiosos a los que acabábamos de interrumpir en su rutina. Aquella oscuridad me causó una sensación tan triste que no hacía más que dirigir la mirada a mis otros dos compañeros riosellanos de aventura. Ellos se arropaban entre sí. Eran hermanos gemelos.



Al día siguiente, aquellos tres extranjeros nos convertimos en el centro de todas las miradas. La luz del día me descubrió un edificio de cientos de años. Adiós a Coello, adiós a Subirachs, adiós a Itugaiz, a mi camarilla individual.



Parte de aquellas edificaciones habían pertenecido a una antigua abadía. El seminario, como tal, supe más tarde que había sido fundado en 1822. Lo primero que descubrí, por obligación, fue la capilla. Me pareció lo más hermoso de todo el conjunto. En el ábside del coro, unas figuras académicas, pintadas al fresco, policromadas, mostraban (seguirán mostrando) a Jesús bendiciendo a los niños. En esa escena bíblica, con algún Apóstol principal, aparecen mujeres de pueblo llevando a sus hijos hacia Jesús, para que les bendiga, en un paisaje local, con fondo montañoso, inconfundible, como corresponde a un pueblo situado al pie de los Pirineos.



El autor, y quienes le pusieron la tarea de pintar, eran totalmente conscientes de que la capilla tenía como destinatarios los jovencísimos seminaristas, de ahí que un faldón rojo contuviera en letras de oro esta inscripción: “SINITE PARVULOS VENIRE AD ME, TALIUM EST ENIM COELORUM”. A la derecha e izquierda del presbiterio dos estatuas colocadas a media altura. Dos iconos franceses: Juana de Arco y alguien mucho más de la tierra, Santa Bernardette.

NUEVOS COMPAÑEROS, NUEVOS MAESTROS Y DISTINTA CULTURA

Tengo que decirte, Carlinos, que el conjunto, sin teatro ni cine pero con piscina, grandes campos de deporte, estos sin piedras, estaba amenazando ruina por todas partes. Aún así, mi memoria de entonces me lleva, siempre, a aquellos compañeros y maestros, que lo fueron durante aquel breve tiempo en ese seminario.

En tres meses, los que van desde después de Semana Santa hasta el verano, aprendí a hablar en francés. Descubrí al escritor Georges Bernanós y su “Diario de un cura rural”; cómo no, al doctor Alexis Carrel, y no por haber logrado un científico Premio Nobel, si no por ser el converso más famoso en toda Francia, cuando, siendo agnóstico, afirmó haber asistido y vivido presencialmente un Milagro en Lourdes. Tres meses leyendo a Racine, Molière y, ante todo, Víctor Hugo y su “Leyenda de los Siglos”. Aquellos versos de cuando Caín huye, y después de matar a su hermano Abel, toma discernimiento de su acción, se esconde por todas partes del Ojo de la Consciencia, que le persigue sin tregua, hasta que decide cavar una fosa y enterrarse en ella.

Puis il descendit seul sous cette voûte sombre. Quand il se fut assis sur sa chaise dans l’ombre Et qu’on eut sur son front fermé le souterrain, L’oeil était dans la tombe el regardait Cain.

LA MÚSICA

Quedaba en aquel año de 1966 el recuerdo de la existencia de una Escolanía en el Seminario de Saint Pé, que hacía unos pocos años había dejado de funcionar como tal. Pues te diré, mi buen amigo Carlinos, que guardaban en la biblioteca un disco de 45 RPM que habían grabado antes de que yo llegara, y sonaba muy bien. Y, lo confieso, robé uno. Pero aún quedaban integrantes de La Escolanía, no su director, y alguna guitarra libre, y aprendí “Tout près de Toi, Seigneur”, “Cerca de Ti, Señor”, y yo les cantaba no recuerdo muy bien qué en español, acompañándome a la guitarra, cuyos acordes había aprendido en La Virgen del Camino.



La llegada de unos chavalinos españoles “espoletó” al cura profesor de Español a sacar la artillería. Y descubrí, por vez primera, a un cantante que, acompañado de su guitarra, con voz indescriptible, cantaba en un mismo disco a Luis de Góngora y a Federico García Lorca: Paco Ibáñez. Y, como ya saben algunos, me pasaba horas corriendo y corriendo.


MI PRIMER CROSS

El Padre Joseph Jouanolou, casi dos metros de corpulencia atlética (había sido campeón de lanzamiento de peso, jabalina y no sé cuantas más cosas, como jugador de rugbi) monitor de gimnasia en el seminario y muchas otras cosas, también cura, me animó y me apuntó a participar en un cross en la categoría de Cadete. Nunca en mi vida había competido en ninguna prueba deportiva. Cuánto me hubiera gustado que estuvieras allí, mi buen “Bañugues”. Se juntaron chavales de un montón de colegios de todo el departamento de los Altos Pirineos. Quedé campeón de forma inesperada para todos y sobre todo para mí. Hubo una gran alegría en el colegio entre compañeros y profesorado y yo, quién lo iba a decir, era el protagonista.

Mi foto aparecía al día siguiente en un periódico, en la salida de la prueba, y puse una flecha para que me encontraran los de mi casa, y otra foto con los dos primeros. Envié a mis padres y hermanos la hoja del periódico.



 

Nuestra madre guardó siempre todas las cartas de sus cinco hijos y por eso conservo la memoria de aquel momento. Por cierto, no hace mucho encontré un artículo en internet que hablaba del padre Joseph Jouanolou, todavía en activo, como ayudante, en una pequeña parroquia al pie de los Pirineos.

LOURDES

Unos momentos especiales e inolvidables los viví en Lourdes, a poco más de 10 kilómetros de Saint

Pé de Bigorre, donde los seminaristas teníamos la posibilidad de participar como voluntarios en la ayuda a los enfermos que acudían a las interminables procesiones.

Se puede borrar de la memoria el ruido de la multitud, el sonido chirriante de las miles de ruedas de las camillas pero no se me olvidarán nunca aquellas miradas llenas de Fe hacia la Virgen y aquellos jestos de agradecimiento hacia nosotros, los voluntarios. Tú, Carlinos, te habrías dado a aquellas personas más que nadie.

También participé, en Lourdes, como lector en español de alguna misa multitudinaria. Recuerdo en especial una misa celebrada por el Arzobispo de Tarbes, en el interior de la gigantesca Basílica subterránea.

Ya ves “Bañugues, ya veis amigos compañeros de La Virgen del Camino, cómo viví los primeros tres meses de mi vida en Francia, en mi nueva casa, en el Seminario de Saint Pé de Bigorre. Lo que menos imaginé es que iban a ser los únicos en ese lugar.

Fueron los tres últimos meses de vida de un Seminario que en 144 años de vida e historia había formado más del 80% de los sacerdotes de la Diócesis de Tarbes. Había dado un montón de intelectuales, escritores, músicos etc. y hasta dos Ministros de la República. Yo fui el último en entrar y también el último en salir de ese seminario.

EL NUEVO SEMINARIO EN TARBES




Acabado el año escolar 1965 – 1966 en Julio, al empezar en Septiembre el curso siguiente, nos desplazaron al nuevo Seminario, El Hogar de San Pablo, edificio simplón de nueva construcción, en la capital del departamento, Tarbes, pero esta es ya otra historia que te contaré en el silencio de tu recuerdo.

Por cierto, tenía yo catorce años cuando dejé La Virgen del Camino, seguía teniendo catorce años aquellos tres meses de la escuela de Ribadesella. Seguía con igual edad en el tercer colegio, seminario de Saint Pé de Bigorre y empezaba el nuevo curso en Septiembre, en el nuevo edificio y en distinta ciudad, teniendo aún los mismos catorce años.

Querido Carlos, “Bañugues”, sé que lo que te cuento, os cuento, lo vas a compartir con los que tanto queremos en ese nuestro Norte. 

Un beso al Cielo.


8 comentarios:

Ramón Hernández Martín dijo...

Siento que todos somos Carlos "Bañugues", con quien tuve la suerte de hablar en más de una ocasión, en esta densa historia que sabe a poco, que deja hambre. Gracias al otro Carlos, su fuente.

Santos Suarez Santamarta dijo...


Entrañable relato de tu peripecia en tiempos de adolescencia. Seguro que el amigo Carlinos se sentirá complacido con este rosario de recuerdos agridulces que le dedicas y , por lo que puedo deducir, confirman el refrán de que “no hay mal que por bien no venga”. Conservaste los amigos y todo lo bueno del colegio de la paramera y te curtiste con otras muchas y hondas experiencias que te han hecho conocer más mundo y otras muchas personas buenas. Todo ello seguro que te han hecho crecer más y ser mejor, aparte de hacerte atleta y aprender un nuevo idioma. Gracias por compartirlo y narrarlo tan bellamente.

Isidro Cicero dijo...

Están menudeando ahora en el blog relatos de tercera generación, vitales, conmovedores como la carta a Bañugues que acaba de publicar Carlos Tejo. Siempre he pensado que, si no conmueve, si no emociona, si por lo menos no encandila lo que se escribe, para qué tomarse la molestia.
Carlos Tejo coloca aquí un relato conmovedor sobre el que quisiera hacer algunos comentarios. En primer lugar, la rememoranza de un amigo, su tocayo Carlos Cuervas Mons. Cinco veces se dirige a él: al comienzo y al final de la carta abrochando, como un imperdible, todo el relato; luego, en el resumen de los tres primeros meses de la estancia de Tejo en Francia; también, cuando el narrador ha quedado campeón de atletismo en un campeonato departamental. Allí le hubiera gustado tener a Bañugues, también a sus padres y hermanos. La gente querida y lejana. Se acuerda de Bañugues cuando relata su viaje a la emigración francesa, a propósito de las curvas de la carretera del norte. En Castilla no hay curvas, dijo Ortega, y en Santander no había rectas en aquella época del viaje de Tejo, de tantos desplazamientos nuestros y de las visitas de Bañugues a su familia de aquí. En este viaje, Bañugues, parece el sexto ocupante del taxi de cinco plazas, junto al chófer, el cura Salvador, dos chavales gemelos y el propio Tejo, todos ellos procedentes de la desembocadura del Sella.
En segundo lugar, está la carta del colegio de la Paramera dirigida al padre y a la madre de Tejo en las navidades de 1966, comunicándoles que su hijo Carlos no podría seguir en el segundo semestre del sesenta y seis -sesenta y siete. Esa carta supuso un destierro del guaje a su propia casa, a su propio pueblo, a su propia escuela de origen. Paradójico exilio a casa, después de un tiempo paradisíaco en el desierto del páramo leonés, que por muy paramera que fuera, estaba superpoblado de amistad, belleza, oportunidades, progresos, experiencias inimaginables como la vendimia. Cartas de estas emocionan y nos devuelven a los escenarios de la realidad, por los que de una manera o de otra todos hemos transitado.
Muchas veces ha declarado Tejo su perplejidad por las razones que pudieran estar detrás de aquella carta. En esta ocasión, adivina un motivo real poderoso y real. Las cuotas. Si la institución quería como quiso en tantos casos, podía. Es duro para un adolescente comprobar lo que significan las limitaciones económicas. Solo muchos años después las limitaciones económicas dejaron de ser la valla de Melilla para acceder a la libertad de la educación. Pero a nosotros no nos pilló.
En tercer lugar, los personajes benéficos. Cita tres y los tres buenas personas: el cura asturiano Salvador, el cura giboso Michel, el cura argüesado, gigantón y atlético Jouanoulou.
En cuarto lugar el deporte, que le sacó de la grisura de la multitud de iguales, le focalizó para la individualización, que no hay cosa más imprescindible cuando uno es un adolescente y vive inseguro haciendo número en un magma desdibujado. Y en quinto lugar la música, que también le singularizó y le redimió. No en vano es la música, el deporte, la bondad filantrópica, la amistad y la fuerza interior, el lenguaje universal que nos hace sobrevivir.
Por todos estos elementos, bien trabados y honestamente contados, tu autohistoria, Carlos Tejo, me ha encantado. Te lo agradezco y te felicito, amigo.

Francisco Javier Cirauqui Armendariz dijo...

Carlos Tejo, me ha emocionado tu carta a Carlos Bañugues, recordándole tu paso por la Virgen del Camino y tu perplejidad por tu expulsión que nunca comprendiste y aunque añoras lo que dejaste le cuentas a tu amigo del alma porque nuevos caminos anduviste, en que nuevas peripecias te embarcaste y de nuevo la música. Aunque esta carta iba dirigida a Carlos Bañugues, la he leído como si fuera dirigida a mí y además me ha emocionado como emocionan estas vivencias. Gracias por hacernos partícipes de ellas.

Luis Heredia dijo...

En el recuerdo de algunos de nosotros sigue vivo “Bañugues”. En el de Carlinos Tejo, por supuesto, como veis, y en el de algunos, me incluyo.
Los dos Carlos tienen dos cosas en común: la generosidad y la trayectoria vocacional, la nuestra, o sea , la sacerdotal. Y hablo en presente por los dos.
Carlinos Tejo entró en bucle en aquellos años y casi lo consigue. Sabía muy bien, y la lección la tenía muy aprendida, que muchos éramos los llamados pero poco los elegidos. Lo intentó por todos los medios, modos y maneras. Es más, cuanto más lo intentaba, más se alejaba de su familia, lo que le hacía aún más merecedor para haber culminado su vocación sacerdotal. La generosidad de Carlinos Tejo le viene de fábrica pero la máquina hay que cuidarla y mimarla y en eso de los cuidados con los demás, con el prójimo que tantas veces escuchamos en La Virgen del Camino, Carlinos es un artista, un maestro. ¡Con qué entereza, mi querido Carlinos, llevaste que te hubieran rechazado. Entereza hasta perdonar , fuera quien fuera el autor o autores del desatino.
Carlitos “Bañugues” entró también en bucle pero en estos años llamados del post-reencuentro. No era muy tarde para él. En alguna ocasión me lo comentaba. Y no era cuestión de vestir otra vez el hábito blanco sino de sentirse útil para los demás. Lo decía inconscientemente porque no se pudo ser más útil y generoso para los demás, a pesar de algunos contratiempos sobrevenidos.
Los dos siguieron caminos separados en aquellos años pero la vida, o el destino, vete tú a saber, nos pone a cada cual en su sitio inexorablemente y después de tantos años, se volvieron a encontrar en el mismo camino, en el de La Virgen.
Carlinos, tu carta nos ha emocionado. A mi, en especial porque en aquel año de 1966 de infausto recuerdo para ti, pero superado por tu generosidad, para mi, y otros de nuestro curso no entendíamos nada de lo que había pasado. Se nos ocultaba y nos hacíamos preguntas sin respuesta. El caso es que de la noche a la mañana desapareciste pero al cabo de 44 años nos apareciste a todos. Seguro que Lourdes tuvo algo que ver.
“Bañugues”, espérame en el cielo, corazón.

jmgarciavaldes#gmail.com dijo...

Podría dedicarme a repartir, repartir lisonjas y parabienes pero ¿Pa qué? Lo que se tiene es de uno y no hace falta proclamarlo. Lo que voy a decir no es "lisonjear" sino constatar. Entre tus cualidades cabe mencionar:
1. Que eres alto y delgado como tu madre, morena y salada.
2. Aunque te echaran del colegio, eres listo como una calandria, de qué sino hablarías inglés, francés, bable del oriente y algo del centro y chino-japonés; incluso más.
3. Eres de Ribesella, lo cual imprime carácter. Gracias a eso puedes presumir de tener alma racional,irascible y concupiscible. También puedes presumir de que en tu pueblo hay un puente utilizado para cruzar la ría.
4. Tuviste la mala suerte de que te dijeran que no tenías vocación, pero gracias a eso fuiste CAMPEÓN. Estoy seguro que hubieras preferido ganar el descenso del Sella; aún estás a tiempo.
5. Cacho ca..., no nos habías dicho que escribías primorosamente; tu relato es increíble; incluso ni yo li habría escrito tan bien.
6.Algo tienes que hace que ka gente te aprecie e,incluso, diga cosas guapas de tí.
6. En fin, eres un afortunado, ojalá te dure mucho esa fortuna.
Cambiando de tema, aclaranos dis cosas:
Una, ¿Cuál es la verdadera razón por la que te echaron? ¿Robaste uvas o cerezas? Di la verdad.
Otra, ¿Viste algún milagro en Lourdes? ¿ Crees que su voy y me baño se me quitará la roña o me haré aún más guapo, rico y listo?
No hagas caso de lo que te dice Luisín H., miente más que habla, me ha prometido cajas de sidra y too mentira.
Muy guapo tu escrito y parece muy sincero. Bañugues te estará aplaudiendo,y yo.
Abrazos lourdianos.

CARLOS TEJO dijo...

Una vez que vi publicado en el blog lo que escribí sobre aquel curso escolar, variado e inolvidable curso 66/67, me sentí desnudo, como sobre una camilla en la que me podrían estar observando cientos de ojos, pero no me esperaba una “AUTOPSIA” semejante, estando aún tan vivo como me siento.
Gracias por esas palabra queridos todos, José Mari Cortés, Ramón Hernández, Santos Suarez, Isidro Cicero, Javier Cirauqui Luis Heredia, Jose Manuel García Valdés, amigos muchos, Carlinos que estás en los Cielos, pero sé que sois unos exagerados y por eso no os voy a echar la bronca.
Aquella mi nueva vida la forjó en sus inicios un señor cura muy especial. Su nombre ya lo sabéis, Don Salvador Blanco Piñán. Don Salvador había nacido en Ribadesella en al año 1911 y se ordenó sacerdote en el año 1941.
Y sí, vivió en su juventud la Guerra Civil, y lo escribió así en uno de sus tres libros de poemas, casi todos sonetos. Yo no añado ningún comentario.

ARREPENTIMIENTO
Reconozco mi error y mi pecado;
Me alisté voluntario en una guerra
Que sembró de barbarie nuestra tierra
E hizo del hombre un lobo desalmado

Me alisté con el nombre de cruzado
Sin darme cuenta de lo que ello encierra,
Y hoy me llena de horror y hasta me aterra
El pensar que a un hermano haya matado.

Me alisté con un férvido entusiasmo
Sin saber que aquel hórrido marasmo
De una lucha infernal y fratricida

En la que queda el alma envilecida:
Y ahora comprendo el trágico sarcasmo
De aquella otrora idealizada vida.

La labor sacerdotal es practicada por D. Salvador paralelamente a la de la enseñanza. Como sacerdote anduvo por esos mundos de Europa, durante varios años, intentando acompañar en el exilio a los huidos de España por la guerra y por la hambruna. De vuelta a España, los vecinos de Salinas, La Felguera o Mieres lo tuvieron como párroco y, con edad avanzada, se va a una pequeña aldea llamada Meré, en Llanes. Durante su larga vida, la inquietud y búsqueda de respuestas le hace que escriba numerosas publicaciones. D. Salvador, como humanista declarado que fue, tuvo siempre presente al más débil, al explotado. La Iglesia que D. Salvador defiende es aquella que se mimetiza con los problemas sociales. Defensor del matrimonio de los sacerdotes, defensor de las personas que adquieren compromisos, así glosa en sus poemas a El Ché, el a José Mari Bandrés, etc. D. Salvador se decía “Ciudadano del mundo” y comprometía su identidad con la acción, y de esa manera estuvo varios años enviando muchos jóvenes asturianos a varios seminarios franceses, donde escaseaban las vocaciones. De Ribadesella, fueron de aquella partida, a mediados de los años sesenta, en dos tandas y a dos seminarios distintos, más de media docena. Y yo fui uno de ellos.

UNA QUIJOTADA
En España sobraban vocaciones
Y en Francia no estaban tan sobradas.
Más de noventa fueron enviadas
Como fruto de múltiples gestiones.

Frecuente viaje, cartas a montones,
Visitas a personas muy variadas,
Entrevistas sin cuento concertadas
Para fijar posibles condiciones.

En once seminarios repartidos,
Kilómetros a miles recorridos
En viajes prolongados y penosos,

Pocos fueron los frutos conseguidos:
Tres curas para esfuerzos tan costosos
Y los otros? ¿Serían años perdidos?

D. Salvador le puedo decir, aunque ya lo sabe, que no fueron años perdidos.

CARLOS TEJO dijo...


Los libros publicados por D. Salvador fueron numerosos y estaban dedicados a los problemas de la familia, infancia y juventud: LOS NIÑOS POR DENTRO, LOS ADOLESCENTES POR DENTRO, YA NO SOIS DOS etc. Igualmente publicó varios temas en el Real Instituto De Estudios Asturianos, RIDEA.,
Cuando ya le fallaba la vista, dictó en los años 1982 y 1983 una serie de poesías, casi todo sonetos, que hoy pondrían los pelos de punta a muchos de la jerarquía eclesiástica española. TESTIMONIO Y NUEVO TESTIMONIO fueron publicados cuando ya D. Salvador se encontraba en Oviedo, en la casa sacerdotal. El Celibato, Los contraconceptivos, Los fanáticos religiosos, NO a la pena de muerte, Cristianos de izquierdas, Cristianos de sangre azul, Mi propio fracaso, Desde mi fe, Los pobres son evangelizados, etc.

EL CELIBATO
Cuando falta el valor y la energía
Para seguir haciendo odiosa gala
De una virtud que, por ser falsa, es mala
E invita a la tortura y a la orgia,

¿no es negarse a la luz de un claro día
Y meter la cabeza bajo el ala
Pagándole una sórdida alcabala
A la que es evidente hipocresía?

¿Por qué unir celibato y sacerdocio
Negándose a ordenar a hombres casados
Que se sienten del todo fracasados

Si no llevan a fin su gran negocio
De una ilusión y un porvenir soñado?
En esa frustración a ellos me asocio

La sabiduría de D. Salvador era de igual dimensión a su humanidad. Este jesuita hoy se habría rasgado una vez más las vestiduras al escuchar a alguno de los suyos defendiendo todo aquello contra lo que él luchó. Los TESTIMONIOS de D. Salvador están de plena actualidad y esa es su forma de permanecer entre los que lo conocimos y apreciamos.
Este es el hombre que hizo que mi mundo siguiera creciendo y que añadiera conocimientos a los adquiridos en La Virgen del Camino. Mi agradecimiento es inmenso. Gracias D. Salvador.

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