jueves, 8 de abril de 2021

KÜNG ERA CANDIL (Por Pedro G. Trapiello)



Más que su enorme talla de teólogo estrella, lo primero que nos admiró de Hans Küng fue no tener cara de cura ni los modosos gestos del clérigo que sonríe con la mano de pedir mientras en la otra esconde bula o hisopazo; tenía más cara de canciller a lo Billy Brandt que de jesuita sibilino a lo Joseph Ratzinger, su compañero, por cierto, como peritos pontificios en el concilio Vaticano II, ¡con solo treintaitantos los dos!, unos lumbreras. También le ayudaba no usar mucho el traje talar y vestir corbata en cátedras y vida pública; no dejó de ser sacerdote hasta anteayer, muerto a los 88 en Tubinga, Alemania; ni quiso ser otra cosa que cura, aunque Roma le suspendió como teólogo católico; y ni siquiera el papa Francisco le devolvió esa dignidad, que le sobraba sin que Roma pudiera impedir la dimensión universal y respeto a su pensamiento, guía de todo católico progresista, su candil. Tras él siempre fue la controversia (el pensamiento es eso). Y si te leen cosas suyas estudiando con 17 años Filosofía en los dominicos de Caldas de Besaya, se te iluminan y te bendicen las ganas de rebelión que hay que tener a esa edad (y en las siguientes, que pasar después de incendiario a bombero es muy chungo y avergüenza). Algunos frailes jóvenes leían entonces la nueva teología de Küng y sus pares: Karl Rahner, Yves Congar o Schillebeeckx (estos últimos, dominicos también); ¡cuánto agradecí el daño que nos hicieran!...

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