sábado, 21 de mayo de 2022

LA VENDEDORA DE GLOBOS 41 (Por Isidro Cicero)

LA VENDEDORA DE GLOBOS 41. ELOGIO DE LA LECTURA. ISIDRO CICERO 


Esta pequeña escultura está hecha en poliéster verdoso. Se titula “La lectura”, aunque, en el catálogo de la exposición de la que forma parte, viene como “La lectora”. No es lo mismo. En cierto sentido tiene razón el catálogo, porque, si os fijáis, muestra a una chavalina volcada sobre el libro que está leyendo. Pero, en otro sentido, falla el catálogo, porque el autor de esta obra me ha dicho a mí personalmente que aquí se representa el acto de leer como tal acto. El concepto de lectura, la conducta de la lectura, el elogio de una actividad que practica en exclusiva la especie humana; no toda la especie, ojalá lo hiciera; no siempre ni en todo lugar “ab initio”, pero sí esperamos que “ad finem” sea una práctica eterna. Para siempre, para todas las partes de la tierra. 

 

 

Esta exposición está teniendo lugar ahora en el corazón de la ciudad de Burgos, en un histórico monasterio que se llama de San Juan. Allí permanecerá hasta el próximo 12 de junio. La muestra son al pie de ochenta obras. Algunas están hechas en piedra, otras en madera, otras en bronce, otras en poliéster. Algunas tienen un tamaño grande, pero abundan las medianas y las pequeñas. Hay un Santo Domingo de cedro barnizado con tintes de caoba que se incorporará a la catedral y mide 1,50 metros. La catedral cumple ahora 800 años y Santo Domingo también. No hace falta que os recuerde la coincidencia. 

 

“La lectura” que yo sostengo en mi mano es pequeña: de alto no tiene más de 10 centímetros. La base de la muchacha, formada por sus caderas y sus piernas dobladas en forma de flor de loto tiene una anchura de ocho centímetros, pero casi tres veces más, casi 24, si medimos la circunferencia que ocupa la chica sentada. El escultor, ya tenía que haberlo dicho, es fray Alfonso Salas. Es de la comunidad de Caleruega. Salas tiene ya 82 años y enseguida le caerán los 83.  No es que Salas haya querido exhibir en Burgos una pieza por cada año de su vida, es que la cosa coincide así. 82 años, 80 obras, dos arriba / dos abajo. Y 80 exposiciones individuales o colectivas, que, dos arriba / dos abajo, lleva realizadas a lo largo de su vida. Él se queda mirando la exposición y te dice: “Me parece inconcebible que haya podido yo hacer tantas cosas y las que no están aquí”. Pero claro, son muchos años trabajando, ha sido una vocación autoexigente, ha sido un continuo dar puntadas siempre con hilo. Y aquí está el resultado.

  

Este año, Alfonso Salas y el gerente municipal de Cultura de Burgos, Ignacio González Santiago, se pusieron de acuerdo entre ellos y me encargaron a mí la introducción del catálogo. De mil amores y todo lo mejor que pude y supe, escribí un texto largo que titulé “El elogio de las manos”. De las manos del hombre en general, que la mano es la pieza que nos hizo humanos, distintos  de todos los demás animales y de todos los demás seres vivos que haya o pueda haber en el universo infinito. La pieza que, junto a la mente, nos hace únicos. Si somos hombre es porque tenemos manos.  Algunos además de ser humanos in genere, son artistas. Porque sus manos crean obras memorables y a través de ellas y de lo que algunos antiguos llamaban nous, alcanzan cotas de humanización que nos conmueven y nos enorgullecen a todos los demás. Salas es uno de ellos. 


A mí con este encargo, os digo la verdad, me han hecho un honor. yo así me lo tomé. Yo, hace unos años, cuando expuso Salas su obra en Burgo de Osma, escribí también unas líneas para el catálogo. No muchas. Salas dice que sus obras son para que las toquemos, porque al tacto la materia le transmite tanto o más que a la vista. Salas se ha fijado mucho en la gente que va a ver sus exposiciones. Dice que las tocan, las palpan, y muchos invidentes hasta consiguen distinguir el color de la piedra, el árbol del que procedía la madera, a mí no me preguntes cómo. Salas siempre invita a personas ciegas a “ver” sus obras con los dedos. Por eso yo el texto para Burgo de Osma lo titulé “Los dedos ven”. No se te escapa, entendido lector, que estas tres palabras coinciden con otras tres de una frase del evangelio: “Los ciegos ven”. En ambos casos, las palabras son tres, las sílabas son cuatro, las vocales cinco (OIEOÉ), los sonidos caen los mismos lugares de las palabras. Para Burgos, volví sobre esta misma idea de los dedos, del tacto, pero me extendí sobre el don divino de la mano y la manualidad. 

 

Al que visita la exposición en Burgos, le dan un catálogo, muy bien editado (la Gerencia Municipal de Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Burgos lo hace muy bien). Allí podrá leer el visitante “El elogio de las manos”, pero si José Mari está dispuesto, se lo mando a él para que lo ponga aquí a disposición de todos. 

 

 

Salas es de un pueblo castellano que se llama Castrillo de la Reina, allá por la Sierra de la Demanda, cerca de Salas de los Infantes, cayendo hacia Soria. Allí hay un monumento que hizo él, un monumento nacional, al Peón Caminero. Salas es un fraile campesino, curtido, fue un muchacho de la feroz posguerra y es un hombre sobriamente agradecido. A mí me regaló esta escultura de “La lectura” hecha en poliéster.  Debo confesar que estoy más ancho que largo con ella, porque a mí personalmente la lectura me ha venido siempre muy bien. No voy a ponerme ahora tierno contando las cosas de las que me ha salvado a mí la lectura. Nadie las podría creer si las contara. 

 

Pero quiero terminar explicándoos lo que Alfonso Salas ha querido decir a través de esa obra precisa de “La lectura”. Como me lo ha explicado él, lo explico yo, que a veces te preguntan “por qué sabes tú que la intención del artista es esa que tú dices y no otra. ¿Te lo ha dicho él?” Y yo: “No, me lo digo yo, me lo dice a mí la obra suya cuando la contemplo y la estudio, a ti te puede decir cosas diferentes”. Así, con dos pares.  Pero esto que voy a decir me lo ha dicho él, me lo ha dicho el propio artista y ahora preparaos para ver qué maravilla. 

 

Primero, el acto de leer (de leer un libro, no el prospecto de las pastillas, o el resultado de la quiniela) es para tomárnoslo en serio. Leer es un acto profundo. De civilización, de humanización. Leer merece una concentración específica, no debes leer tirándote al sofá de cualquier manera indolente. Hace falta una postura para leer. La chica de la escultura de Salas adopta la postura del loto, nada menos: la postura que los yoguis llaman el “padmasana”, la asana hindú que precisa largas prácticas de ejercicios hasta conseguirla. No es fácil lograr que las piernas se relajen, se hagan tan flexibles como para que te puedas sentar sobre los pies recogidos entre tus muslos. Es difícil esta asana, pero es la imagen de la meditación. Salas quiere decir, en primer lugar, que para practicar la lectura nos debemos poner en disposición, en una actitud propicia para la reflexión, la contemplación y la propia sanación. 

 

En segundo lugar, la lectura consiste en un diálogo entre la persona y el libro. La persona tiene que acercar el libro, lo que el otro ha escrito, con una actitud de atenta escucha. Tiene que hacerlo sin prejuicios, sin ideas preconcebidas, como se hacen los verdaderos y escasos diálogos. Mirad la muchacha de Salas: se ha vaciado.  Su vientre es cóncavo. Ha expulsado todo su interior. Será a medida que lea, cuando se auto insuflará el libro. De la expiración inicial, pasará a la inspiración profunda, recogerá el oxígeno del libro, llenará con él su mente, sus pulmones, su corazón y su vientre se hinchará, se preñará de la palabra del otro. Al final, como fruto del diálogo, parirá el nuevo ente concebido. Que será un ser nuevo, no el libro, sino el hijo del libro que se ha encarnado en la lectora.  Este es el milagro de la encarnación de la lectura. Hay que asistir a él con respeto. 


En tercero y último lugar, fijaos que Salas representa a la protagonista de la lectura como una jovencita con coleta. Es porque, leyendo, nos rejuvenecemos. Aprendemos cosas nuevas siempre que leemos; reconstruimos nuestros tejidos mentales a medida que leemos. Renovamos las células de nuestro entendimiento, cada vez que leemos. Tonificamos la musculatura de nuestra memoria cada vez que leemos. Vencemos a las enfermedades del espíritu, la apatía, la desgana, el aburrimiento, la desilusión, el desinterés por las cosas, cada vez que leemos.  Es más, cada vez que leemos un libro que ya hemos leído antes, nos rejuvenecemos y lo rejuvenecemos a él otra vez, a medida que nos rejuvenecemos a nosotros mismos. 

 

 

 

 

 

Por todas estas razones, la chica de “La lectura” tiene esa postura serena y relajada; ha expulsado todo el aire que tenía dentro y se ha quedado vacía para inspirarse con el nuevo aire de la novedad de la lectura que tiente en el regazo. Le ha salido una cola de caballo, porque no para de revitalizarse. 

 

Cuando a la lectora de la lectura la ven los que se cruzan con ella le dicen, pero hija, pero cómo te las arreglas para estar cada día más joven. Es, responde la niña, porque cada día leo más, me siento mejor en el suelo, perfecciono la postura del loto y además expulso todo el viejo aire viciado que se mete dentro y que de puro viejo te envenena, se te queda embolsado en las entretelas y te oxida. Luego ya, solo es absorber y absorber lo nuevo, lo distinto, lo regenerado. Y, chica, me sienta, como si estuviera tomando todo el día vitaminas y oxígeno puro de la montaña. La verdad.  

 

Isidro Cicero

 

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