sábado, 21 de mayo de 2022

LA VENDEDORA DE GLOBOS 41 (Por Isidro Cicero)

LA VENDEDORA DE GLOBOS 41. ELOGIO DE LA LECTURA. ISIDRO CICERO 


Esta pequeña escultura está hecha en poliéster verdoso. Se titula “La lectura”, aunque, en el catálogo de la exposición de la que forma parte, viene como “La lectora”. No es lo mismo. En cierto sentido tiene razón el catálogo, porque, si os fijáis, muestra a una chavalina volcada sobre el libro que está leyendo. Pero, en otro sentido, falla el catálogo, porque el autor de esta obra me ha dicho a mí personalmente que aquí se representa el acto de leer como tal acto. El concepto de lectura, la conducta de la lectura, el elogio de una actividad que practica en exclusiva la especie humana; no toda la especie, ojalá lo hiciera; no siempre ni en todo lugar “ab initio”, pero sí esperamos que “ad finem” sea una práctica eterna. Para siempre, para todas las partes de la tierra. 

 

 

Esta exposición está teniendo lugar ahora en el corazón de la ciudad de Burgos, en un histórico monasterio que se llama de San Juan. Allí permanecerá hasta el próximo 12 de junio. La muestra son al pie de ochenta obras. Algunas están hechas en piedra, otras en madera, otras en bronce, otras en poliéster. Algunas tienen un tamaño grande, pero abundan las medianas y las pequeñas. Hay un Santo Domingo de cedro barnizado con tintes de caoba que se incorporará a la catedral y mide 1,50 metros. La catedral cumple ahora 800 años y Santo Domingo también. No hace falta que os recuerde la coincidencia. 

 

“La lectura” que yo sostengo en mi mano es pequeña: de alto no tiene más de 10 centímetros. La base de la muchacha, formada por sus caderas y sus piernas dobladas en forma de flor de loto tiene una anchura de ocho centímetros, pero casi tres veces más, casi 24, si medimos la circunferencia que ocupa la chica sentada. El escultor, ya tenía que haberlo dicho, es fray Alfonso Salas. Es de la comunidad de Caleruega. Salas tiene ya 82 años y enseguida le caerán los 83.  No es que Salas haya querido exhibir en Burgos una pieza por cada año de su vida, es que la cosa coincide así. 82 años, 80 obras, dos arriba / dos abajo. Y 80 exposiciones individuales o colectivas, que, dos arriba / dos abajo, lleva realizadas a lo largo de su vida. Él se queda mirando la exposición y te dice: “Me parece inconcebible que haya podido yo hacer tantas cosas y las que no están aquí”. Pero claro, son muchos años trabajando, ha sido una vocación autoexigente, ha sido un continuo dar puntadas siempre con hilo. Y aquí está el resultado.

  

Este año, Alfonso Salas y el gerente municipal de Cultura de Burgos, Ignacio González Santiago, se pusieron de acuerdo entre ellos y me encargaron a mí la introducción del catálogo. De mil amores y todo lo mejor que pude y supe, escribí un texto largo que titulé “El elogio de las manos”. De las manos del hombre en general, que la mano es la pieza que nos hizo humanos, distintos  de todos los demás animales y de todos los demás seres vivos que haya o pueda haber en el universo infinito. La pieza que, junto a la mente, nos hace únicos. Si somos hombre es porque tenemos manos.  Algunos además de ser humanos in genere, son artistas. Porque sus manos crean obras memorables y a través de ellas y de lo que algunos antiguos llamaban nous, alcanzan cotas de humanización que nos conmueven y nos enorgullecen a todos los demás. Salas es uno de ellos. 


A mí con este encargo, os digo la verdad, me han hecho un honor. yo así me lo tomé. Yo, hace unos años, cuando expuso Salas su obra en Burgo de Osma, escribí también unas líneas para el catálogo. No muchas. Salas dice que sus obras son para que las toquemos, porque al tacto la materia le transmite tanto o más que a la vista. Salas se ha fijado mucho en la gente que va a ver sus exposiciones. Dice que las tocan, las palpan, y muchos invidentes hasta consiguen distinguir el color de la piedra, el árbol del que procedía la madera, a mí no me preguntes cómo. Salas siempre invita a personas ciegas a “ver” sus obras con los dedos. Por eso yo el texto para Burgo de Osma lo titulé “Los dedos ven”. No se te escapa, entendido lector, que estas tres palabras coinciden con otras tres de una frase del evangelio: “Los ciegos ven”. En ambos casos, las palabras son tres, las sílabas son cuatro, las vocales cinco (OIEOÉ), los sonidos caen los mismos lugares de las palabras. Para Burgos, volví sobre esta misma idea de los dedos, del tacto, pero me extendí sobre el don divino de la mano y la manualidad. 

 

Al que visita la exposición en Burgos, le dan un catálogo, muy bien editado (la Gerencia Municipal de Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Burgos lo hace muy bien). Allí podrá leer el visitante “El elogio de las manos”, pero si José Mari está dispuesto, se lo mando a él para que lo ponga aquí a disposición de todos. 

 

 

Salas es de un pueblo castellano que se llama Castrillo de la Reina, allá por la Sierra de la Demanda, cerca de Salas de los Infantes, cayendo hacia Soria. Allí hay un monumento que hizo él, un monumento nacional, al Peón Caminero. Salas es un fraile campesino, curtido, fue un muchacho de la feroz posguerra y es un hombre sobriamente agradecido. A mí me regaló esta escultura de “La lectura” hecha en poliéster.  Debo confesar que estoy más ancho que largo con ella, porque a mí personalmente la lectura me ha venido siempre muy bien. No voy a ponerme ahora tierno contando las cosas de las que me ha salvado a mí la lectura. Nadie las podría creer si las contara. 

 

Pero quiero terminar explicándoos lo que Alfonso Salas ha querido decir a través de esa obra precisa de “La lectura”. Como me lo ha explicado él, lo explico yo, que a veces te preguntan “por qué sabes tú que la intención del artista es esa que tú dices y no otra. ¿Te lo ha dicho él?” Y yo: “No, me lo digo yo, me lo dice a mí la obra suya cuando la contemplo y la estudio, a ti te puede decir cosas diferentes”. Así, con dos pares.  Pero esto que voy a decir me lo ha dicho él, me lo ha dicho el propio artista y ahora preparaos para ver qué maravilla. 

 

Primero, el acto de leer (de leer un libro, no el prospecto de las pastillas, o el resultado de la quiniela) es para tomárnoslo en serio. Leer es un acto profundo. De civilización, de humanización. Leer merece una concentración específica, no debes leer tirándote al sofá de cualquier manera indolente. Hace falta una postura para leer. La chica de la escultura de Salas adopta la postura del loto, nada menos: la postura que los yoguis llaman el “padmasana”, la asana hindú que precisa largas prácticas de ejercicios hasta conseguirla. No es fácil lograr que las piernas se relajen, se hagan tan flexibles como para que te puedas sentar sobre los pies recogidos entre tus muslos. Es difícil esta asana, pero es la imagen de la meditación. Salas quiere decir, en primer lugar, que para practicar la lectura nos debemos poner en disposición, en una actitud propicia para la reflexión, la contemplación y la propia sanación. 

 

En segundo lugar, la lectura consiste en un diálogo entre la persona y el libro. La persona tiene que acercar el libro, lo que el otro ha escrito, con una actitud de atenta escucha. Tiene que hacerlo sin prejuicios, sin ideas preconcebidas, como se hacen los verdaderos y escasos diálogos. Mirad la muchacha de Salas: se ha vaciado.  Su vientre es cóncavo. Ha expulsado todo su interior. Será a medida que lea, cuando se auto insuflará el libro. De la expiración inicial, pasará a la inspiración profunda, recogerá el oxígeno del libro, llenará con él su mente, sus pulmones, su corazón y su vientre se hinchará, se preñará de la palabra del otro. Al final, como fruto del diálogo, parirá el nuevo ente concebido. Que será un ser nuevo, no el libro, sino el hijo del libro que se ha encarnado en la lectora.  Este es el milagro de la encarnación de la lectura. Hay que asistir a él con respeto. 


En tercero y último lugar, fijaos que Salas representa a la protagonista de la lectura como una jovencita con coleta. Es porque, leyendo, nos rejuvenecemos. Aprendemos cosas nuevas siempre que leemos; reconstruimos nuestros tejidos mentales a medida que leemos. Renovamos las células de nuestro entendimiento, cada vez que leemos. Tonificamos la musculatura de nuestra memoria cada vez que leemos. Vencemos a las enfermedades del espíritu, la apatía, la desgana, el aburrimiento, la desilusión, el desinterés por las cosas, cada vez que leemos.  Es más, cada vez que leemos un libro que ya hemos leído antes, nos rejuvenecemos y lo rejuvenecemos a él otra vez, a medida que nos rejuvenecemos a nosotros mismos. 

 

 

 

 

 

Por todas estas razones, la chica de “La lectura” tiene esa postura serena y relajada; ha expulsado todo el aire que tenía dentro y se ha quedado vacía para inspirarse con el nuevo aire de la novedad de la lectura que tiente en el regazo. Le ha salido una cola de caballo, porque no para de revitalizarse. 

 

Cuando a la lectora de la lectura la ven los que se cruzan con ella le dicen, pero hija, pero cómo te las arreglas para estar cada día más joven. Es, responde la niña, porque cada día leo más, me siento mejor en el suelo, perfecciono la postura del loto y además expulso todo el viejo aire viciado que se mete dentro y que de puro viejo te envenena, se te queda embolsado en las entretelas y te oxida. Luego ya, solo es absorber y absorber lo nuevo, lo distinto, lo regenerado. Y, chica, me sienta, como si estuviera tomando todo el día vitaminas y oxígeno puro de la montaña. La verdad.  

 

Isidro Cicero

 

13 comentarios:

RAMON HERNÁNDEZ MARTÍN dijo...

Gracias, Isidro por esta entrada tan provechosa. Tu encuadre de la exposición de Saluqui (es como lo conocemos y nos referimos a él los cursarios) es francamente excelente. He tenido muchísima relación con Alfonso Salas, aunque más directa y honda durante el periplo de cursarios que antes, durante el de estudiantes e incluso de dominicos. Con él he compartido algunas de las peripecias más exigentes y dolorosas, pero también más fecundas, de su vida. Hace ya años organizamos una exposición suya en Mieres, en la Casa Duró, que gustó mucho y que se tituló precisamente “esculturas para tocar”. Con la ONCE nos arreglamos para que vinieran a “verla” personas ciegas, adultos, pero sobre todo niños. Salían contando lo que tú nos cuentas. ¡Ironías del destino, pues estos últimos años la vista le está jugando malas pasadas a Saluqui! Quizá por ello, por la revolución orgánica que se produce cuando se pierde una facultad, en el caso de nuestro simpar cursario los ojos le han cedido parte de su fuerza a sus manos. Por lo demás, me parece muy atinado y sapiencial cuanto nos desvelas sobre la lectura, desde la pura materialidad del libro a la postura del lector y a la asimilación mental del que bien lee. En la escultura de que te ocupas veo claramente una inspiración preciosa de la fotografía del Angélico sobre Santo Domingo leyendo.

Y ya que de lectura va el tema, celebro que esta página venga publicando unas cuantas postales sobre libros y presentación de libros cocidos en su propio horno. Mi silencio o ausencia de comentarios se debe únicamente a que el tiempo no da más de sí por ocupaciones y cansancios. A mis rutinas diarias, ya de suyo sobrecargadas, con un tiempo no corto dedicado a la lectura (tengo en espera un nuevo libro de Baldo para el que me ha pedido una lectura más que activa cuando ya me acerco al final de las casi 1700 abigarradas páginas de “Los libros del Nuevo Testamento” de Antonio Piñero), desde hace ya unas semanas se ha añadido una importante labor de agricultor y albañil que me deja molido, pues me toca tirar de pico, de pala, de arena y cemento, de paleta, de carretillo y de piedras tres o cuatro horas diarias. Algunos ya me han dicho que debería dar muchas gracias al cielo por poder hacer todo eso a los 82 años, que están ya al caer (Saluqui es un año mayor que yo). Seguro que, mirando lo que hay alrededor, tienen razón. En hermandad más que evangélica estoy echando una mano a un vecino (nuestras casas bordean la plaza del Ayuntamiento de Mieres) para roturar la parte baja del monte y construir en ella un jardín y un huerto a escasos veinte metros de su cocina. Aún nos queda tarea para lo que resta de mayo y buena parte de junio. Os aseguro que el pico y la pala también abren la mente y enseñan, ¡y de qué manera!, lo que vale la vida. Hasta el placer de convertiros, en otro momento propicio, en “lectores” durante unos minutos. Feliz finde y provechosas lecturas.

Isidro Cicero dijo...

Ramón Hernandez Martín ha escrito: "En la escultura de que te ocupas, veo claramente una inspiración preciosa de la fotografía del Angélico sobre Santo Domingo leyendo". Si, señor. Ahora que lo has dicho, yo también la veo. Claramente.
He ido a verla en Google y el parecido entre las dos no puede ser más evidente, te agradezco mucho esta pista, Ramón.
Me entero de que este joven Santo Domingo forma parte del fresco “Cristo ultrajado” y que está en la celda número 7 del piso de arriba de San Marcos de Florencia. La vez que estuve allí no se me ocurrió ir a verla, pero si vuelvo no faltaré.
Como la chica de Salas, este lector también está sentado, también está absorto meditando. Lo he visto muchas veces, incluso una vez en la paramera nos dieron una estampita con la reproducción. También hay diferencias. Las manos de la chica están las dos sobre el libro; las de Domingo, la izquierda sobre el libro y la derecha sobre la barbilla, meditando. Esta postura de la mano sobre la barbilla, te la recetan cuando te van a hacer una entrevista para que parezcas más intelectual. Es verdad que los dedos refuerzan la idea de que el retratado tiene entendimiento, aunque a veces poco.
La izquierda de Santo Domingo está concentrada sobre el libro como indicando que aquella idea que acaba de leer, merece la pena volver sobre ella. Si tuviera un lápiz la subrayaría. Me llama la atención que este Santo Domingo de fra Angelico es una concatenación geométrica de óvalos, algo significarán. Hoy he vuelto a hablar con Alfonso Salas que me llamó después de leer lo que viene en el blog y está encantado. Confirma Salas de pe a pa la impresión que adelantó Ramón Hernández. Y añade algo: este Santo Domingo de San Marcos refleja los pasos de la vida espiritual que (nos) enseñaron en la Orden y que empieza con la “lectio”, la lectura, sigue con la “oratio”, continúa con la “meditatio”, lo de los dedos en la barbilla, y finalmente desemboca en la “contemplatio”. De modo que muy bien, Ramón, por esta aportación que nos pone en nuevas pistas.

Luis Carrizo dijo...

Yo he tenido la suerte (bueno, me la he currado) de contemplar y saborear y palpar esas ochenta obras de arte, dos arriba, dos abajo, que constituyen el fructífero y bello trabajo de toda una vida, la del padre Salas. Bueno, siguiendo la doctrina de Cicero, tendría que decir más bien: del padre Salas, con la colaboración necesaria de sus manos y de lo que algunos llaman nous. Pues bien, a pesar de que yo me acerqué a todas aquellas esculturas con la misma disposición de ánimo que el escultor Salas y el escritor Cicero aconsejan para acercarse a un libro, ni de lejos hubiera acertado mi rudimentario nous a descubrir todo el mensaje que se encierra en esa preciosa escultura que Cicero nos muestra. Pero,una vez descubierto, gracias a la didáctica y siempre ilustrada prosa de Cicero, no se puede más que estar totalmente de acuerdo.
A mí, particularmente, de los cuatro pasos que conforman el proceso de una perfecta lectura, me ha gustado sobre todo el de la meditacio o reflexión. Es la única manera de asimilar ese alimento intelectual, como le escribía Séneca a Lucilio, integrándolo en nuestra inteligencia. Un libro que no se reflexiona –no hago más que subrayar lo dicho por Salas y Cicero- pasa simplemente a engrosar nuestra Wikipedia personal. Se queda en pura erudición.
Me gustaron también, esto no ha mencionado por nadie, los títulos de las obras del artista Salas. Son títulos muy acordes con los temas que constituyen sus esculturas y consecuentes con su estilo, y con su vida. Salas esculpe labradores, familias, manos, palomas, gallinas,Víorgenes, frailes… y los titula: ARANDO, ASERRADORES, PASEO EN FAMILIA, FRUTO DEL AMOR, CENA DE LAS MANOS, ARRULLO… A mí me gusta esa franqueza, esa autenticidad, ese voto de pobreza aplicado a su obra. Cicero ha escrito una enjundiosa y admirable introducción al catálogo, titulada ELOGIO DE LAS MANOS. Estupendo y muy adecuado título, y, en mi opinión, dentro de las legítimas atribuciones del escritor. Chillida ha titulado muchas de sus obras también con la palabra elogio: Elogio de la arquitectura, Elogio de la luz, Elogio del vacío, Elogio del agua, Elogio del horizonte… A mí me gustan más los títulos de Salas y los elogios de Cicero.

Isidro Cicero dijo...

Mientras te estaba leyendo ahora mismo, Luis, he recibido un correo de Daniel Orden, comunicándome el fallecimiento de nuestro compañero Pablo Biirge Bartolomé. Lo ESTOY sintiendo mucho, Borges y yo fuimos estrechos compañeros. En las filas alfabéticas, casi siempre iba inmediatamente delante de mí. Descanse en paz y un fuerte abrazo a su esposa e hijas.
Continúo leyéndote, Luis, y pensándome la respuesta.

Luis Carrizo dijo...

Vaya también mi cariñoso recuerdo para Borge y mi pésame para toda su familia.
Le agradecería al furriel (quizá ya haya pensado hacerlo) que colgase una fotografía "en blanco y negro" de nuestro compañero. Quiero decir una fotografía de cuando entonces.
Descanse en paz.

RAMON HERNÁNDEZ MARTÍN dijo...

Ni que decir tiene que, aun no conociéndolo, yo también me sumo al duelo por el compañero desaparecido, sensibilizado por lo que de su personaldiad me llega a través de la fraterndiad de este blog. Además, en la oración, que me parece que es el mejor alimento de esa fraternidad, nadie es desconocido, todo el mundo es cercano.
Gracias, Cicero, por compartir algo de la forma que solo tú sabes hacerlo. Yo he hablado de "fotografía", pero solo como única forma de contemplar el hermoso cuadro pintado por Fra Angélico. Viniendo al tema, os diré que en la exposición de Mieres, a la que aludí en mi comentario, entre las treinta y tantas esculturas que Saluqui trajo en su furgoneta para montarla (él solito hacía todo el trabajo), había una titulada "el pensador" (no sé si la conservará todavía o incluso, de conservarla, si la ha llevado a la exposición de Burgos). Me impresionó sobre manera la escultura en sí y también la explicación de su génesis que nos dio el mismo Saluqui, haciéndonos sentir, en la figura de un hombre completamente replegado sobre sí mismo, la fuerza de un pensamiento que moldea y vivifica la materia. Salas, martilleando la piedra, puliendo la madera y modelando el barro, fabrica pura espiritualidad, muy en consonancia con una vocación dominicana a toda prueba. Pensando en lo que ya hay que pensar a estas alturas de la vida, siempre le ha aconsejado -y lo he vuelto a hacer anteayer por teléfono- que procure dejar bien atado que la comunidad que herede su valiosísimo legado se comprometa a tratarlo con la dignididad que merece. Un gran chaval este Saluqui, buen compañero, fiel amigo y servicial hasta las trancas, además de sumamente sencillo y generoso.

José Manuel García Valdés dijo...

No he visto y, por tanto, no conozco la obra de Salas, pero por la muestra que nos presenta Isidro parece una obra de una gran sensibilidad. Pena no tener la virtud de la multilocación, esa de estar aquí, allá y acullá. A mí me parece que aludir a la "lectora" y a la "lectura" es la misma cosa; no hay conducta, no hay lectura, si no pensamos en alguien que lea. Se me ocurre el símil de la filosofía de aquellos tiempos pretéritos que distinguía "acto y potencia, materia y forma" como los componentes esenciales del ser. La lectora podría ser el equivalente de la materia/la potencia, por su parte la lectura sería la forma/el acto que configura al ser lector. Dicho de otro modo, no hay lectura sin lectora y "vicealcontrario". Esa joven esculpida solamente se la puede considerar "ser lector" si hay acto de leer. Lectora y lectura son la misma cosa. Y dicho esto, explicaciones
¿De qué?
Todos los panegíricos que se hagan sobre la lectura, como acto sin carne, sun lectora, son pocos. Tal como apunta Isidro la lectura quizás sea el antídoto para la mayor parte de las enfermedades, incluidas las del cuerpo, aunque un dolor de muelas es difícil combatirlo leyendo a Jenofonte aunque sí se pueda combatir leyendo al P. Arintero, anestésico peligroso si no se cuida la dosis. Me apunto a las alabanzas del maravilloso acto de la lectura, claro que una buena lectura en compañía de una buena lectora buena sería insuperable. De todos modos s mi me puso los pies en el suelo un Sr. relativamente mayor, experimentado, cuando un día me encontró por la calle con dos buenos tochos; hablamos del contenido, fundamental, pero él fue más allá y me preguntó por el precio, eran caros. Me vio entusiasmado y me dijo: la lectura es maravillosa pero tiene varios grandes inconvenientes:
Uno, ocupa mucho tiempo que no puedes dedicar a otras cosas.
Dos, gasta mucha vista
Tres, gasta muchas neuronas, es mucho lo que hay que procesar.
Cuatro, hay que gastarse los dineros. Los libros frescos, los recién horneados, son muy caros.
No pude rebatirle ninguno de los inconvenientes pero él mismo me dijo, siendo verdad lo que acabo de decir, no es menos verdad que invertir en lectura es invertir en uno mismo, la lectura engorda por dentro, la lectora, el lector, se hace más y mejor persona. ¿Algo que objetar?
Yo, la parte pecuniaria, la he resuelto haciendome socio de las bibliotecas municipales y haciéndome amigo de los que leen. Ojo, suelo devolver casi todos los que me prestan, el resto los uso para decorar mi estantería fardar ante las visitas.
Consejo, mientras lees no conduzcas, perderás la potencia y el acto, la materia prima y hasta la forma sustancial.
¡Qué guapo es leer!
Abrazos de lector para lectores.

Isidro Cicero dijo...

Luis, muy bueno lo de los elogios de Chillida, tampoco había caído yo, está muy bien traído. Yo hoy habría tenido que escribir el “Elogio” de Pablo Borge Bartolomé, que no solo era de mi curso sino de mi fila. Iba justo delante de mí, acaso por edad o lo más probable, por alfabeto. No podemos olvidar que el “elogium” lo inventaron los romanos para escribir un par de líneas encima de las sepulturas familiares. Como todo lo hacían a medida, las dos líneas no eran al tuntún, la primera era un hexámetro y la segunda un pentámetro.
Que no se tome lo que voy a decir como "elogium" porque no da la talla, pero recuerdo que de labios de Pablo Borge Bartolomé oí yo por primera vez en mi vida la palabra “autovía”. Aquella tarde del tardío junio organizaba nuestro director la desbandada de vacaciones: trenes, autobuses, familiares que pasaban a recoger; Pablo dijo que él se iba por la autovía. A mí me sonó a algo relacionado con la NASA.
También está ahí el “Elogio de la locura”, Luis. Ya sabes mis amores con Giordano Bruno, que cuando era corista en Nápoles, guardaba a Erasmo debajo del jergón y lo leía a escondidas en el retrete. ¡Si sólo fuera a Erasmo! Ya de chaval tenía una atracción fatal por el armario de la biblioteca donde se guardaban con llaves los libros prohibidos, marcados con una P roja. Lo advertía este letrero: "LIBRI QUI SIGNATI SUNT LITTERA P RUBRA INDICANTUR ESE (sic) PROHIBITI". Él se las apañaba, pero acabaron pillándole. La atracción de los PROHIBITI era tan poderosa como la que siente la mariposa ante el candil, no puede salir de su hechizo y acaba abrasada en la llama.

Isidro Cicero dijo...

Hola de nuevo, Ramón. Con Salas yo solo había hablado un par de veces de pasada, pero este día que nos vimos en Burgos, nos tomamos un café mano a mano en una terraza -deleitosamente soleada- al lado de San Juan. Largo café esperando un grupo que se desplazaba desde Madrid para ver la exposición. Le hice muchas preguntas – no sé otro modo de conocer a las personas- y me respondió con mucha sinceridad sobre arte y sobre vida. Sí, no me cabe la menor duda de que habrá sido un generoso compañero, como dices, modesto, servicial y transparente. Y sufridor, me consta. Y por cierto, Ramón, puestos a compartir, cada quién tenemos nuestra forma. La mía no es mejor ni peor que la de otros, solo es diferente: lo importante en esto de compartir es la disposición, creo yo.

Luis Carrizo dijo...

Efectivamente, Cicero, yo no me acordé del Elogio de la locura, que creo que debe de ser el Elogio por antonomasia. Lo señalo aquí por tratar de hacerme perdonar tan imperdonable olvido. El Elogio de la locura, de Erasmo, es un libro que debería ser leído por todo el mundo, y siguiendo el ritual que tú señalas: lectio, oratio, meditatio y contemplatio, añadiendo además la practicatio. Extraordinario libro y extraordinario pensador.
El otro día leí en la prensa que una jovencita estaba creando un club de lectura dedicado específicamente a los libros censurados en los Estados Unidos del Sur de Norteamérica. Me malicio que desbordarían las baldas de la biblioteca en que se alojaban los marcados con la P de Prohibidos,que con tanta fruición leía Giordano Bruno (quien, a tenor de lo que nos comentas, a los cuatro condiciones canónicas de la perfecta lectura, tenía que añadir la "disimulatio"). Y si a ellos sumásemos también los marcados y anatematizados (libros y escritores) en la Ilustrada Europa actual, me temo que sería como para salir corriendo en desbandada. Incluso por las autovías (muy bueno lo de las "autovías").

Isidro Cicero dijo...

Hola José Manuel García Valdés, hola querido Pitu.
No te pienso discutir si mencionar a la "lectora" y a la "lectura" es la misma cosa o no, supongo que en parte seenvrá lo mismo y en parte será distinto. El hecho es que a mí Salas, cuando desenvolvíó los cellos del plasticuco en el que traía la figurilla para dármela, me dijo que era “la Lectura”, en abstracto, no una Lectora, como venía en el catálogo. Así fue.
Ahora bien, tú debes de estar en lo cierto porque conoces bien las diferencias entre materia y forma, potencia y acto. Y del ser. Y de la nada. Yo ahí no me meto. Quisé entender a Salas, y luego más con las aportaciones de Ramón Hernández, que no toda lectura, aunque se lectura, lo es en el sentido monumental que merece una estatua y que el predicador “predica”, a ver si nos entendemos. La que el predica el predicador es la reconcentrada, la que ha pasado las cuatro fases recordadas, la que desemboca en la contemplatio, porque de ahí al aliis tradere no hay más que un paso simple. Pero como digo, yo ahí no me meto, que soy profano.
Lo que sí creo es que esa lectura que merece una estatua lo mismo puede ser de Arintero, de .Jenofonte, de incluso Hammurabi, cuyas leyes estoy precisamente repasando ahora. La ley 108 la estoy rumiando con la misma concentración que un místico: “Si una tabernera vende cerveza, puede cobrar en cebada o en dinero, pero si la cobra en dinero y se comprueba que la vende rebajada conforme a su valor en cebada, que la tiren al agua”. Por eso de lo digo, la lectura, hacerla reposada.

JOSÉ MANUEL GARCÍA VALDÉS dijo...

Amigo Isidro, de acuerdo, la lectura siempre reposada para que quede el sedimento después de esas fases que bien describes.
Respecto de la ley 108 (y a mí que me parecen mucho 10), cuando habla de tirar al agua no me queda claro si se refiere a tirar a la tabernera o a tirar la cerveza, investiga a ver si hay doble sentido.
Un abrazo.

Isidro Cicero dijo...

No lo sé, Pitu. Esa es una de las ocupaciones de mi lectio, a la que por desgracia le falta instrumental. No sé acadio leo traducciones de traducciones, no sé si los babilonios distinguían entre la mujer y la cosa o eran ya como el vicepresidente de la junta de Castilla y León. Habrá que seguir leyendo.

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