Queridos compañeros, hace unos días me llamó Lalo, o yo le llamé a él, no sé, pero la cosa es que los dos estábamos de acuerdo en lo mismo: El blog está tan vivo como siempre, y la prueba es que cuando se va el Furri de vacaciones todo el mundo se alarma, se asusta –¡santocielo! qué habrá pasado…–; o se hacen cábalas –¡angelamariajuana!, habrá sido la ola de calor o un cólico miserere?–...O, peor aun, el Chemari se ha pillado el covid y ha puesto en cuarentena el ordenador, eso es, no me digas más… dirán otros. Pues no, nada de eso, solo estaba de vacaciones.
Y en esto estábamos Lalo y yo cuando se nos ocurrió que el libro que estoy corrigiendo –lo cual es mucho decir–, podría ser editado no en papel, sino por entregas en formato digital en el blog, que además nos sale más barato y, ya de paso, le aliviamos a nuestro querido y amado Furriel en su estresante cometido de tener que poner portillo nuevo en el blog para que nadie piense que esto se muere.
Solo queda que Chemari nos diga cuándo y cómo y Lalo dé el “nihil obstat” aunque no sea obispo (pero sí cosas más importantes).
Por cierto, a Javivi, que es el prologuista oficial, le he dicho que me da lo mismo prólogo que epílogo. Lalo dice que prefiere EPÍLOGO, porque culmina así, con fanfarrias, la tetralogía de mis memorias (siento el alarde de soberbia), con las que os he castigado estos últimos años. Y a lo mejor el epílogo es como el postre “of luxury” de una mala comida: La sopa estaba fría y la carne dura (ya me hubiera gustado), pero llega el postre y es una maravillosa tarta llena de cremas, chocolates y mermeladas y nos embadurnamos… ¡Halaaaaa!
Y si al final hay media docena (o más, vete a saber) de solicitudes para imprimir el libro con el fin de dejárselo en herencia a los nietos, lo haremos en el mismo estilo que los tres anteriores. Y hasta le prepararemos una cajita que contenga los cuatro de manera que no se desperdiguen por culpa de un testamento confuso. Pero esto ya se verá allá por las Navidades.
Lalo me recuerda que los comentarios que se produzcan al final de cada capítulo se incluirían en una hipotética edición posterior del libro. Y por nuestra parte –la de Lalo, la mía y la vuestra– a todos nos gustaría que los comentarios no se centraran en los elogios habituales porque –y mira que siento decirlo–, ya estoy gordo y feo y por lo tanto me resbalan. Más bien hacer lo que os dé la gana. Creo que nuestro colectivo tiene mucho que opinar sobre el asunto de fondo: las relaciones de pareja y la educación que hemos padecido en materia sexual, las consecuencias que todo ello ha tenido y las distintas maneras de sobrevivir con las que cada cual ha superado el problema.
Besos de los tres.