Siguiendo, a la derecha del espectador, San Bartolomé tiene en la mano el gran cuchillo con que fue asesinado. Luego, un grupo de otros tres parientes: Santiago el Menor, primer obispo de Jerusalén, tiene en la mano el báculo, distintivo de su autoridad, y viste ornamentos sagrados con capa solemne. Junto a él, Judas, Tadeo y Simón, que sostiene la gran sierra con que fue partido a trozos, en testimonio de su predicación.
Al otro lado, junto a la Virgen, se halla San Juan el «Amado del Señor». Tiene en sus manos el cáliz de Cristo, sobre quien estuvo recostado en la última cena. Junto a Juan, su hermano Santiago el Mayor, patrón de España, todo él hecho de conchas, bautizando a la Europa milenaria que, bajo sus plantas, por este mismo camino, desde hace siglos peregrina en ruta hacia su sepulcro de Compostela.
Después, Santo Tomás, el que pedía, como prueba, meter el dedo en el costado de Cristo, en la herida que le hiciera la lanza del soldado. Aparece con la lanza en la mano como prueba de fe. Luego, San Mateo, el primero que escribió el Evangelio, y tiene entre sus manos el grueso volumen del mismo, predicándolo a todos desde su inmovilidad. San Felipe, hermano de San Mateo, se coloca en pareja con él. Felipe era pescador y tiene en sus manos unos pececillos vivos. Por último, San Matías guarda entre sus manos, como una reliquia, una de las piedras con que fue lapidado.
Este conjunto es impresionante y difícilmente podrá olvidarlo el viajero que pase por su lado. Estas enormes imágenes, detenidas en su fosilizada gesticulación, se imponen enseguida como signos vivientes de una tradición milenaria.
Sin embargo, con ser todo ello muy importante, la obra maestra de Subirachs la constituyen sus puertas. La puerta principal es, indudablemente, una de las mejores piezas del arte religioso contemporáneo. Fundida en cuatro grandes piezas de bronce, mide tres metros de altura por cinco metros de luz. No debiendo sujetarse a una rigurosa iconografía, la inspiración de Subirachs es más libre y misteriosa, menos convencional, y alcanza una riquísima plasticidad en la que las fronteras de lo pictórico y lo escultórico desaparecen, fundidas en un todo de masas y texturas. La puerta representa los Misterios de Gozo de la Virgen y comprende la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento de Cristo, la Presentación al Templo y Jesús ante los Doctores de la Ley.
Otras tres puertas completan el circuito exterior. La Puerta dedicada a San Froilán, patrón del antiguo reino, en la que puede verse grabado el plano de la catedral de León; la puerta dedicada a San Pablo y la del pastor al que se le apareció la Virgen del Camino.
Aparte de lo consignado, son obra de Subirachs el gran Cristo del altar, el Sagrario, los candelabros, la pila de agua bendita y el altar exterior.
Terminamos este artículo aludiendo a la gran vidriera del Santuario, ejecutada por otro artista catalán, el pintor Alberto Ráfols Casamada. Ha sido realizada en Chartres con vidrios de dos centímetros de grueso, tallados como piedras preciosas y unidos entre si con cemento. Es un procedimiento nuevo que otorga una gran solidez. El conjunto de la vidriera rutila con una extraordinaria belleza.