lunes, 18 de marzo de 2024

¡¡NUEVO REENCUENTRO!! 6 ABRIL 2024 (Breve concierto de órgano que ofrece Santos Vibot)





POETAS Y ORGANISTAS EN LOS SIGLOS DE ORO


Queridos compañeros y amigos, me he ofrecido a reuniros, a quienes queráis acudir, en estos inolvidables bancos del coro, donde tantas horas pasamos cantando o escuchando a la escolanía, a capella o acompañada por el órgano mientras los reflejos multicolores de esta misteriosa vidriera nimbaban con un halo de sueños juveniles nuestras cabezas, para sentir las voces poéticas y los ecos musicales de otros tiempos, desde los renacentistas y barrocos hasta el impresionismo levantino, luminoso, ensoñado, de Eduardo Torres, cuyos "Cantos íntimos" me han acompañado hasta hoy y que todos los organistas del colegio frecuentamos fascinados. Que siglos de oro no fueron sólo el XVI y el XVII. Oro y artífices poetas y compositores atraviesan el tiempo sin cesar. Y que nunca nos falten.


Es difícil imaginar que los grandes organistas compositores de nuestros siglos de oro, muchos de ellos clérigos, no leyeran a San Juan de la Cruz, por ejemplo, o losemocionantes e impactantes sonetos metafísicos y amorosos de Quevedo o de Lope de Vega. Menos verosímil, aunque sugerente, es que degustaran -y vivieran- las desaforadas metáforas y las dramáticas contradicciones de ciertos "heterodoxos" como Góngora o Juan de Tassis y Peralta, conde de Villamediana.


Y, sin embargo, todos -organistas y poetas, muchos de ellos estrictamente contemporáneos unos de otros- respiraron el mismo aliento creativo propio de cada estilo y cada época: sutil, aéreo y estático hasta transir las médulas del alma en los renacentistas Juan de la Cruz y Cabezón; desbordante de esplendores visuales y sensuales en Góngora; deslumbrante de gracia natural en el decir -y de fuerza expresiva- en Lope de Vega; estremecedor, escalofriante en la profundidad emotiva y metafísica de Quevedo. ¡Ah, nuestros barrocos, tan lejos y tan cerca de nuestro corazón que aún podríamos exclamar con Quevedo: "Nada me desengaña, el mundo me ha hechizado", así como exhalar en hondos versos sin edad esos dulces lamentos , innumerables e inconsolables, heridos por el sentimiento constante de la "vanitas" que atraviesa los siglos!


Quizá estas músicas, que nacieron al otro lado de los esplendorosos muros de las iglesias, pero al mismo tiempo dentro de ellas, pretendieron también dilucidar sobre el amor humano, hablar al corazón enamorado, derramarse pletóricas en la dicha exultante de las primaveras, mecer la noche y los ensueños en pastorales barcarolas, entrelazarse desesperadamente como el delirio de oro de los retablos, bajo los "varios efectos de amor", llorar las elegías del desengaño bebiendo el elixir envenenado y apaciguador de "La gran Corneta" aquel registro de irisados matices de nuestro órgano ibérico… acrecentar en vuelos místicos la "llama de amor viva", la "cristalina fuente" "en una noche escura"…


¿Qué nos conmueve y nos interpela en los impactantes tientos de baxón de Correa

de Arauxo, con sus planos sonoros contrapuestos, alucinadamente imbricados,

destellantes de vida; o sus apasionadísimos tientos de mano derecha, melismáticos,

casi con vertiginosos quejíos de cante flamenco, donde los sentimientos, las

emociones y el misticismo se desbocan? ¡Qué alegrías celebran y regalan los ritmos

sincopados, que invitan a la danza, de Aguilera de Heredia? Qué sentimos, en el

fondo del alma, al escuchar -descendiendo del cielo- las transparentes glosas de

Cabezón?


La música, en su portentosa y secreta ambigüedad, nos revela y oculta las respuestas.


Santos Vibot

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