"LA CATEDRAL SUMERGIDA"
Así titula Claude Debussy uno de sus fascinantes preludios para piano solo.
Y parece que se inspiró en la leyenda celta de la fabulosa ciudad de Ys, construida por un rey de
Cornualles, considerada la más hermosa del mundo y engullida por olas tan altas como
montañas -como otra nueva Atlántida- por el rugiente océano frente a la costa de la Bretaña
francesa en un tiempo tan legendario como su historia.
Transcribo de la red otra leyenda -se non e vero e ben trovato- que cuenta algo asombroso:
cuando París sea engullida por el mar, cosa que al paso que vamos bien podría acontecer, la
ciudad de Ys resurgirá de las olas (Par-Is significa en bretón "similar a Ys").
Y parece que la estela quimérica de estos "hechos" no ha parado de generar ensayos, poemas,
sagas novelescas, cuadros y dibujos, piezas instrumentales, óperas, baladas, rock progresivo,
heavy metal, videojuegos…
Sin apenas conocer nada de la existencia de todo esto hasta hoy que me he puesto a buscar
algo para vosotros, siempre he sentido asombro y predilección -hasta la interpreté en uno de mis
exámenes de piano en el conservatorio- por "La Cathédrale engloutie" de Debussy.
No importa el anacronismo de que él sitúe una catedral cristiana, seguramente gótica e
impactante, entre las remotas brumas de la boscosa religión de los Druidas. La "sonoridad
aguada de sus campanas espectrales" bajo las aguas, la salmodia sumergida y onírica de sus
monjes procesionando por las naves, el ensoñado y envolvente sonido del órgano desde las
profundidades marinas…mientras, después de una pavorosa tormenta, en la mañana serena, con
la superficie del mar como una lámina de nácares espejeantes…emerge lenta y majestuosamente
desde el fondo del océano con todas sus campanas al vuelo y sus agujas, cimborrios y
arbotantes chorreando de algas y espuma…y nos hipnotiza con sus visionaria belleza.
Os cuento todo esto porque cada vez que he vuelto a tocar en el órgano del santuario, al que tan
pocas ocasiones tuve de acceder de muchacho, me he sentido dentro de esa catedral
sumergida, y sentado no ante el sencillo instrumento fabricado en la organería "Nuestra señora
de Begoña" Dourte de dos teclados que aún canta en ese coro tan nuestro, sino ante la consola
abrumadora e inspiradora de cinco o seis teclados de un órgano imponente que me desborda
todo reverberando bajo altísimas bóvedas…
Es acaso por el influjo, la embrujadora proximidad de la flamígera, multiforme y aromada vidriera
de Rafols Casamada que taladró aquellos ojos míos de 1965 y estos ojos de ahora que aún miran
soñadores a la vida….O acaso por la ingente avalancha de recuerdos conscientes e
inconscientes que me anega con las caras, las sonrisas y los cuerpos de todos vosotros
sentados en estos mismos bancos en aquellos irretornables años sesenta que imprimieron
carácter a todas nuestras vidas…
Y este abuso de puntos suspensivos dice la imposibilidad de verbalizar tantas cosas inefables
como flotan en este encuentro, bajo el manto crepuscular de la vidriera que irisó nuestro soñar
adolescente…
Que la música y los versos de este recital pronuncien los suspiros y exulten de sabrosa y feliz
comunicación y fratría. Y que se anulen los años y las leguas en un presente audaz y generoso.
Santos Vibot