martes, 17 de mayo de 2022

RECUERDOS DE UN A.O.P. (Por Gonzalo García Sánchez)

 El compañero Carmelo María Flórez Cosío (curso 1959-1964) me envía un escrito de Gonzalo Garcival (apostólico en Villava 1956-1960) dejando a mi criterio la conveniencia de publicarlo en nuestro blog.

¡Sólo faltaría! aquí os lo dejo.

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Estimado José Mari:

 

Para tu consideración, te adjunto un escrito que recibí ayer de mi pariente Gonzalo, por si fuera objeto de publicación en el blog que tú diriges y administras. Gonzalo, primo de mi madre, es cinco años mayor que yo, por lo que no pudimos coincidir en el tiempo de formación con los PP. Dominicos; él es anterior al colegio de la Virgen del Camino. Pero habla de personas, lugares y vivencias que estoy seguro fueron compartidas por algunos de los asiduos visitantes de nuestro espacio virtual de encuentro. Gonzalo me comenta que el escrito responde a una petición del P. Salustiano Mateos, rector del Real Convento de San Pablo, en Valladolid (y quien trató mucho con mis tías dominicas, en el colegio de Oviedo), pensando en su publicación  en un boletín que editan los Dominicos en Salamanca.

 

Tú verás si viene a cuento la publicación en el blog. A Gonzalo no le he dicho nada de esto, pero no le molestaría, seguro que más bien al contrario.

 

Gracias por todo una vez más. Sigue con salud. Un abrazo

 

Carmelo María Flórez Cosío

 

Madrid, 20 de marzo de 2022---------------------------------------------



DE UN ASPIRANTE QUE FUE, DOMINICANO

Ab imo pectore, mi querido amigo y viejo condiscípulo del ya desaparecido Seminario Hispanoamericano de Misioneros Dominicos de Villava (Pamplona) me pide unas -más bien cortas- reflexiones sobre mi paso por aquella santa casa, una suerte de rebobinado de mi memoria entre los años de 1956 y 1960. o sea, de cuando doblábamos la esquina de la pubertad a la mayoridad en medio de una posguerra de penurias, dudas, agobios y aprensiones.

Y al ponerme a escribirlo, me pasa como con el famoso canastillo de cerezas; y así los recuerdos de aquella etapa de mi vida se entrelazan y se enredan: los mejores con lo menos buenos, los dulces con los amargos, los tristes con los gozosos, de acuerdo con una secuencia parecida a los misterios del Santísimo Rosario que fundara N. P. Santo Domingo ¡en plena Edad Media! Una brevísima revisión personal que, a fe mía, el P. Salus debía de temer que, en el presente caso, podría degenerar en anatema o reprobación al estilo de famosos exalumnos, aclaremos que externos, de la Compañía de Jesús. Verbigracia como James Joyce en su “Retrato del artista adolescente”, Ramón Pérez de Ayala en “AMDG” o el furibundo Vicente Blasco Ibáñez, autor asimismo sectario de “La araña negra”. Pues no,señor, querido Salus, nego maiorem. Porque yo no soy ningún antiguo alumno de la S.J., sino un desvocacionado A.O.P., acrónimo que añadíamos a nuestra firma los Aspirantes a la Orden de Predicadores en un momento estelar de aquellos tiempos de tanta efervescencia, en un momento estelar de la Institución creada por aquel noble Guzmán (de “los Guzmanes de Castilla” que se dice en El Quijote). Y recuerdo bien que, alentado por el espíritu del Concilio Vaticano II, fue el P. Aniceto Fernández, su superior general -antes provincial de la Provincia de España- el primer impulsor del imponderable resurgir de la Orden en los planos teológico, espiritual, intelectual y cultural. El gran P. Aniceto, figura descollante de una cantera de frailes dominicos de progenie leonesa.

No quisiera enhebrar mis recuerdos, no me vaya a pasar como con las cerezas del cestillo. Así que me limitaré rememorar un par de anécdotas, personales e intransferibles, de mi paso por el Seminario de Villava:

En cierta ocasión, el P. Pablo Huarte, supervisor de nuestros ejercicios escolares de Redacción, me dijo que encontraba en mí madera de periodista (¿?), justo lo que malamente llegaría a ser, pasados unos ocho o diez años (...así que Dios bendiga el vaticinio de aquel estupendo preceptor pamplonés). En lo demás, en cuanto fuera ajeno a mi inclinación por las Letras, resulté ser un perfecto desastre; Matemáticas, Ciencias, Dibujo, e incluso en Música fui una calamidad. De tal suerte que el día en que tuve que decir adiós a mi nido de Villava -como un ángel réprobo de los que pinta Milton en su “Paraíso perdido”-, sentí la frustración de no llevarme conmigo las respectivas influencias benéficas de, pongamos, San Alberto Magno, Fra Angélico, los PP. Getino y Arintero; o del buen músico que era el P. Ángel Torrellas en lo tocante al aprendizaje del Solfeo y/o el Gregoriano (por cierto que al contrario que el ulterior padre S.M., máster en Canto Llano)...

Mantengo vivo el recuerdo de las llamadas “academias” semanales al margen de las asignaturas preceptivas. Tal que aquella de ́Dominicanismo, ́mediante la cual se nos ponía al corriente de las glorias pasadas y actuales de la misma Orden, un enorme plantel de portentosas figuras de la Humanidad. La de Dibujo artístico que nos impartía el seráfico pintor y hermano cooperador -antes ́lego ́- Fray Berceruelo, profeso de vocación y autor de aquel fresco monumental que presidía el refectorio del alumnado...

Nunca olvidaré al P. Tomás Noceda, catalán hijo de un guardia civil de Vich, un hombre de vasta cultura y fina sensibilidad, titular de la academia de Literatura donde por primera vez supimos de la poesía de Federico, de un tal Federico García Lorca. Te hacía leer para los cuatro gatos asistentes a sus charlas los versos de la Elegía a la muerte de Ignacio Sánchez Mejías y cada vez que sonaba el ritornello “...a las cinco de la tarde” los párvulos ignorantes no podíamos contener la risa. Nos parecía aquello como una broma del poeta granadino. ¿Se me pegó siquiera un poco la gracia literaria de un Fray Luis de Granada? Pues tampoco, creo yo, aunque me basta con admirarle en su inigualable “Guía de pecadores”, entre los que me cuento yo, faltaría más.

También pudimos disfrutar entonces de figuras de rango cultural como el gran recitador cántabro Pío Cueto, el culto torero y poeta Mario Cabré o -o tal vez sólo lo soñé- el catedrático, prestigioso crítico y académico de la Española, Guillermo Díaz Plaja. Y, claro está, tendré que nombrar a fray Rafael Sánchez Guerra, quien, ya fuera de la actividad política exiliado en París, viudo y bastante mayor, ingresó allí como postulante en la O.P. siguiendo un sabio consejo de su amigo el Dr. Marañón. Autor luego de los libros de memorias “Mi convento” y “Cartas a mis nietos”, su convivencia casi diaria con los jóvenes seminaristas era no poco aleccionadora. Y hay que ver cuánto nos asombraba tener tan cerca a un antiguo dirigente de la II Republica que, a pesar de todo lo pasado, perseveró siempre en sus convicciones católicas. Un hecho que, mucho tiempo después, me haría evocar los versos de un pródigo literato, José María Carulla, que se impuso la delirante empresa -nunca culminada, a Dios gracias- de reescribir la Biblia entera ¡en verso!, obra a la que corresponde este alambicado ripio: “Jesús nació en un pesebre:/ ¡donde menos se espera, salta la liebre!”.

Concluyo el relato particular, condensado en estas breves pinceladas, de la experiencia vivida en el Seminario villavés durante un periodo determinante en la biografía de un muchacho que en adelante habría de transitar por el mundo - ¿in partibus infidelium?- como un Adán expulsado de un paraíso que, sin duda por mi mala cabeza, dejaba tras de mí aquel ominoso estío de 1960. Pero nunca podré renegar ...y no como tantos otros viejos exclaustrados- de mi condición de alevín aspirante a la Orden de Predicadores. Sobre todo, porque, como nos recuerda el filósofo Emilio Lledó, lo que somos hoy es lo que antes hemos sido.

Ignoro si mi culto, entrañable amigo y dominico perseverante Fr. Salustiano Mateos Gómara, salmanticense de pro, estará de acuerdo conmigo en que el tránsito vital por Villava significa en nuestra existencia tanto como el trineo-fetiche rotulado “Rosebud” del

Ciudadano Kane aún niño en la soberbia película de Orson Welles. Y, en quien, que sea lo que Dios quiera. - Gonzalo GARCIVAL *.

• *Gonzalo García Sánchez (Garcival).- Periodista y escritor (Sabero/León, 1944). Aspirante a la Orden de Predicadores (AOP) en el Seminario de Villava (Navarra), de 1956 a 1960. Redactor del diario ABC de Madrid entre 1969 y 1983. Colaborador de publicaciones periódicas de toda España y hasta su jubilación en 2004, dedicado a diversas tareas de Comunicación en la órbita de Renfe. Es autor de tres libros: “Cármina Serrana” (epigramas, 1984), “Estaciones de Ferrocarril en España” (1994) y “Eso no estaba en mi libro de...Historia del Ferrocarril” (2018). Casado, con tres hijos y otros tantos nietos

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