miércoles, 27 de diciembre de 2023

De paseo por León en estos días de Navidad, de días fríos  y espesas nieblas a las que un buen amigo, muy ilustrado por cierto, llama meteoro ocasional.

Dedicado a mis paisanos que no pueden pasar frío por León en estas fechas.¡eh Maxi, Luis, Fernando, Dacio...!

O puedo asegurar que sólo hay dos estaciones en León: el invierno y la de Renfe. 


VOCATIVO CARECE (Por Isidro Cicero)

 

VOCATIVO CARECE

 


 

 

1.    Risa

Si escribo “vocativo carece” y el distinguido lector no sabe a qué me estoy refiriendo, casi mejor que aparte de sí estos sucedidos y busque otro entretenimiento para pasar la tarde: o fue a un internado diferente, o se le han perdido las llaves de las alcordanzas. Se siente. 

No es este el caso de los internos de la Paramera que estudiaron latín junto a mí. Desde que vieron el título del globo “Vocativo carece”, seguro que sonríen para adentro. Hacia adentro. Sus sonrisas se quedan agazapadas, a los carrillos no se les mueve un músculo, los ojos no destellan pícaras las pupilas, el periorbital superior mantiene su rigidez estatuaria y el inferior otro tanto. Nadie diría que mi antiguo compañero está sonriendo cuando lee aquí “vocativo carece”, nadie le va a preguntar por qué te ríes, güelito. Lo primero, que ya no quedan musculaturas afinadas para producir carcajadas poderosas como aquellas que retumbaban en los rectángulos de aquella arquitectura; ni sonrisas inteligentes y caviladoras. Antes, dieciséis músculos teníamos cada uno en nuestra cara, para hacer prácticas de socialización con otros varones jóvenes y para entrenarnos en el largo oficio de hacernos los graciosos los unos frente a los otros. Hoy los músculos andan lacios, flojos, dados de sí, Los músculos, incluso los de la cara, ya ni siquiera valen para hacer pecados.

Rumiarás a solas la risa. ¿Con quién si no? ¿Vocativo? ¿Qué ye un vocativo? Los vocativos plántalos o nacen ellos solos. Con qué se comen los vocativos. Nosotros sí sabemos. Estudiamos latín desde el día uno hasta el penúltimo del último curso, Hace poco preguntaron en una encuesta solo para hombres cuántas veces pensaban en el imperio romano y los resultados causaron estupor. Hay muchos que piensan en eso cada semana. Que nos pregunten a los de la Paramera, enganchados desde rapaces a aquello, a una lengua que dicen muerta. Personajes, figuras, instituciones de aquello, modos y formas de ejecutar a los reos, son como de la familia. Aprendimos la tira de latín, sabemos latín por un tubo. Sin embargo, si todavía sigues leyendo, verás que no siempre es así y cuando menos lo esperas el latín te deja solo. De no haberme dejado ya, te invito a que me sigas hasta el final para que veas lo que a veces ocurre cuando crees que sabes latín.

2.    Estudio

Al “vocativo carece” yo lo sitúo en aquel gran salón de cristaleras descomunales que daban al “pabellón de padres” y llamaban “el estudio”. En el estudio, los pupitres eran elementales cajoncitos de uso individual, alineados en filas. Todo allí respondía a un diseño básico que solo variaba en las proporciones. Todo respondía al paradigma del rectángulo, básicamente a la proporción áurea del número Fi: el pupitre era probablemente el 1,61 más pequeño, el estudio iba después, y por este orden, el larguísimo pasillo y la gran fachada del santuario. Aquellos pupitres eran cuatro tablas barnizadas de color marrón claro y estaban atornillados a estructuras de hierro pintadas de negro. No sabría ahora asegurarlo, pero tengo la impresión de que los pupitres del estudio no se diferenciaban de los pupitres de las aulas. Sobre estos cajones con patas, pasábamos algunos de nosotros muchas horas, acodados. 





El estudio, paralepípedo e inmenso, tenía vida propia. Era un ecosistema con biología específica y con su propia sociología. Allí las horas transcurrían como eras geológicas. La fauna muchas veces vivía estudiando lecciones, otras imaginando mundos extraños que nada tenían que ver con las apariencias, la mayoría del tiempo se iba en navegar por los mares de lo que se llamaba distracción. Mientras, en el estudio común iban estirándose imperceptiblemente nuestros cuerpos y quizá también formateándose nuestras mentes. 

En el estudio común cientos de estudiantes cantábamos a veces todos juntos. Ensayábamos. Y cantábamos. Las partes comunes de la liturgia del santuario no reservadas a la escolanía ni, por supuesto, a la élite selectísima de los solistas, se ensayaban allí. No sé con qué periodicidad, ni con qué motivaciones, pero algunas tardes, venía un fraile de buen talante a cantar con nosotros canciones regionales. Las canciones tenían un orden fijo, no sabría cuál, pero terminábamos una y pasábamos a la siguiente. “Carretera abaixo va” asturiana como “el mió Xuan”; “eres alta y delgada como tu madre”, de por aquí: “cuatro pañuelucos tengo olé olé”, también de por aquí. De León estaba el “carbón de encina y la caña de roble”. De las oliñas del noroeste aprendimos que era de pau de naranxo a barquiña que trouxo a Virxen de Guadalupe cando foi a pasear descalciña pola ribeira de Rianxo”. Parecía una rianxeira. Guadalupe caminaba descalza por la area y había otra, santurtziarra por más señas, que llevaba la saya arremangada para enseñar las pantorrillas. Nadie nos dijo jamás qué decíamos con “joandearbegu urrutira”, con “esdé nikikusiku”, con “agur ondarroako”, con “isatso basterrá”, o algo que sonaba a esto. Rabia no haberlo preguntado, había allí gente que lo sabía bien con lo bien que sonaba, con lo hermoso y lo intrigante que era. Hasta una flecha en el campamento creo que formaba parte del selecto popurrí de las viejas regiones. Todavía no éramos autonómicos, ni siquiera democráticos éramos, pero ya notábamos vibraciones. 




Y a lo que iba: la que sí era una canción que no faltaba nunca en aquel enorme estudio de las cristaleras era el “Vocativo carece”. Empezaba así: “Nominativo qui quae quod vel quid”…

 

3.    Relativo

La canción estaba muy bien construida, tenía música muy guapa, y era útil para que todos aprendiéramos las morfologías del pronombre relativo en la lengua latina. El pronombre relativo en latín era y seguirá siendo por los siglos el “qui quae quod”, que significa “el cual la cual y lo cual”, los tres géneros, y suena como los parpares cuacuacua de una parvada de patos. Era una canción benemérita, porque al relativo en sí mismo se le daba mucha importancia en las traducciones y los análisis morfosintácticos, siempre te andaban preguntando los antecedentes. Pero es que, aparte de su valor intrínseco, servía de modelo a otros pronombres. Saber bien el qui quae quod, te abría el camino del ille, illa, illud, del iste, ista istud, del aliquis, del quisquam, del quisque, en fin, de los demostrativos, los interrogativos, los indefinidos. Para que te hagas una idea, si el genitivo es cuius y el dativo cui, el genitivo de ille illa illud es illius y el dativo illi. Fíjate cómo coinciden las terminaciones. En primero y segundo saber bien aquella canción, bien sabida, era una llave. Ya más adelante, se complicaba la clasificación, tampoco en exceso, con los deícticos, los anafóricos, los enfáticos y demás. 

De latín, nuestro profesorado era excelente. En griego también, pero el griego se daba menos. La canción del relativo tenía esta letra que sabíamos todos.

Nominativo qui quae quod vel quid

 genitivo cuius dativo cui.

 Acusativo quem quam quod vel quid

Vocativo carece

Y ablativo quo qua quo vel cui.

“Vocativo carece” se cantaba a todo volumen, garganta desatada como “sha cabau la fiesta de San Fermín”. Infladas las meninges como en el hímnico “algunas ocasiones” del Principado. Cuando llegaba el propio verso “vocativo carece”, aquello se caía.  Tenía una redondez tan mayestática que muchos no podían reprimir las manos y hacían círculos con ellas, como maestros de coro. Como si estuvieras en el chigre con los otros mozos ejecutando la última praviana. “Vocativo carece” era una pasada de voces. Se hablaba de una carencia, pero la carencia no causaba pesar. Era como si carecer de vocativo fuera un motivo para sacar pecho y chulearse. 




Pues bien, todo lo que tenía de solemne y lento el vocativo, lo tenía el ablativo de rápido y vivaz. “Ablativo quo, qua, quo vel cui”, cantábamos sincopáticos como patos. (Entre paréntesis diré, espero no estar equivocado con el ”cui” último del ablativo neutro, porque lo aprendí solo de oídas y fuera de aquello no he vuelto a tropezarlo en mi vida y, aunque lo he intentado, he sido incapaz de documentar esta forma. Pudiera ser “quid”, el instinto me dice que no). Quo, qua, quo vel cui era bailable y electrizante. Llegaba el ablativo y las palmas de la mano -una o las dos- golpeaban la tapadera rectangular del cajón del pupitre marcando el compás. No había cosas encima de la mesa, todo estaba guardado debajo de la tapa, quizá para que el ablativo sincopado no hiciera saltar por los aires las gomas de borrar.




El contraste entre “vocativo carece” y ablativo bailón podríamos haberlo expresado con términos como “maestoso” y “iocosso”, no lo hacíamos porque no lo sabíamos. Quizá no habíamos descubierto todavía que el arte son juegos de contrastes. Que solo notamos lo iluminado porque ahí está justo la sombra. Que, sin sombras, se le borran las aristas a la cosa iluminada y se te aparece informe, empastada, sin relieve. Intenta hacer fotos a lo de Subirachs con luz frontal, verás qué pastiche. Con Pablo Hojas había que volver los días que hiciera falta hasta que las sombras pronunciaran los perfiles de lo iluminado, por eso añadió él una maravilla invaluable al maravilloso arte del santuario. 



Fuerte y suave, lento y rápido, claro y oscuro, umbratilidad y nitidez. 

Allí había muchísimos vocativos, en aquel estudio: “Madre, cuando voy a leña”, madre, vocativo, femenino, singular. Un vocativo -merece que se le explique el profano que todavía siga leyéndonos-  está incrustado en la frase, pero no es frase, está separado de ella por una entonación, por una coma. No forma parte de la estructura de la frase, lo quitas y no se cae nada. El vocativo es para llamar, la misma palabra lo dice, vocare. Invocare, si se prefiere. Por estas fechas de noviembre y diciembre, cantábamos nosotros allí los villancicos, en los cuales las invocaciones son una constante. A la baila maragata (“Dios ha creado una palomita en un pobre portal”) no le recuerdo vocativos, pero en otros villancicos, sí. Había uno que empezaba con cuatro vocativos seguidos, uno detrás de otro:

Niño divino,

niño adorado,

mi bienamado,

mi buen pastor…

He aprendido que estos versos son del siglo XVII, de un poeta de Ávila llamado Juan Díaz, el nombre no se me olvida porque se llama igual que mi amigo Manolo, el asturiano. Al de Ávila lo llamaban Rengifo y era de la época barroca-manierista, de la que tanta poesía consumíamos nosotros a través de los autos sacramentales. “Niño divino” era a varias voces:

Los pastorcitos 

que más te aman

humildes claman, 

oye su voz.

En el pesebre

sobre las pajas

en pobres fajas

duerme mi amor.

Llora y tirita

mas no de frío

del hombre impío

siente el rigor.

En otros villancicos los vocativos no invocaban a personas sino a cosas. Por ejemplo, éste, cuya letra si mal no estoy informado, era del padre Iparraguirre. 

“¡Oh luz de Dios,

estrella azul,

que brillas en la altura!

brille tu luz en el portal,

do el sol de amor

durmiendo está.

Luego estaba el villancico de los villancicos, el de José Luis Fernández Martínez. Yo no he visto cosa igual. No solo lo interpretaba él angelico modo, sino que don Joaquín lo compuso al piano para él y con él, per ipsum et cum ipso et in ipso. Hablo, claro, del prodigioso “Recordad”. ¿Contenía vocativos el “Recordad”?  Sí, Lope de Vega le puso al principio un vocativo no invocando al Niño, ni a la Virgen, ni a Dios, sino al frío. “Mañanicas floridas del frío invierno” -coma no hay que olvidad la coma después de ningún vocativo- “recordad” … Dos efes seguidas en la misma línea, “floridas”, “frío”, tres si contamos la semi efe que es la uve, la ufe, de “invierno”. Las tres efes seguidas tienen el efecto de un cierzo gélido. Es como el siseo del verso de Garcilaso conseguido con ocho eses seguidas: “en el silencio solo se escuchaba un susurro de abejas que pasaban”. Prodigioso. 



Los vocativos invocan a personas, deidades o cosas. A veces sin más aditamentos, como en “niño divino”, “mañanicas de diciembre”, “madre, cuando voy a leña”. Otras veces van señalados por un signo de admiración. Y otras veces, van precedidos por la exclamación “Oh”: “Oh luz”, “detente, oh sol”, “oh, Jesús mío”. La mi gente usaba esta oh para detener a las vacas “Ohhh, quieta, Tasuga, oh” y, estando una vez en Alcoy, me explicaron que los antiguos árabes tenían también su propio “oh” y que éste evolucionó hasta el che valenciano.  Yo el “oh” no lo uso nunca, pero muchos otros sí, sobre todo si les gusta expresarse como los antiguos y tienen querencias de los “O tempora”, “o mores”. “O Catilina”. “O Christe redemptor”. 


4 Lema

Una tarde Luis Carrizo me mostró el campus universitario de Alicante. Un campus con más de 35.000 alumnos, que por aquellas fechas estaban de vacaciones de primavera. Vimos algunas exposiciones temporales y otras permanentes, como la colección de materiales geológicos, la de cactus inverosímiles y algunas muestras de arte actual. Vimos, sobre todo, palmerales y palmeras. Los pabellones universitarios recordaban los de la Paramera. Las palmeras sugerían oasis y camellos de Navidad, y, como ya no hay manera de ver a la naturaleza directamente, desnuda, con mirada incontaminada; como siempre el paisaje nos llega revestido de lecturas acumuladas, vi las palmeras de Alicante con gafas de Gerardo Diego. Prácticamente, con mirada de villancico:

Si la palmera pudiera

 volverse tan niña niña

 como cuando era una niña

 con cintura de pulsera…

 para que el Niño la viera,

 para cuando el Niño quiera´

correr, jugar a su vera.

 La palmera.

Carrizo me señaló también el lema de la Universidad. Las instituciones tienen su propio patrimonio cultural, atesoran identidad, espíritu de equipo colectivo, emblemas como el escudo, la bandera, el himno, los rituales académicos y otras liturgias. El lema es uno de esos elementos patrimoniales. Al lema de Alicante le hice yo una foto: “Iter facite ei quae ascendit super occasum”, ese es el lema,  mira por dónde va a resurgir de nuevo el qui quae quod vel quid que hablábamos antes.  Lo leí de pasada en voz alta, sin fijarme demasiado y le adjudiqué una traducción, “abrid camino a aquel que se eleva sobre el ocaso”. Me sonaba hasta familiar, Juan Bautista, la voz que clamaba en el desierto, “abrid caminos al Señor”, “parate vías eius” … “Este es un versículo de un salmo”, me advirtió mi amigo.




Como lema, me resultaba largo. Siete palabras parece un sermón más que un slogan, me dije y recordé a Carrizo que el de la UIMP es mucho más breve, “Sapere aude”, dos palabras, atrévete a saber. La Universidad de León, al parecer, limita el lema a la estricta función de rótulo: “Universitas Legionensis”, con el divino prestigio del latín. 

Seguimos paseando pero el Iter facite ei quae empezaba a inquietarme: “Hacedle un camino”, “abridle una senda”, facite, imperativo, ei, a aquél, para aquél. Pero… ¿no había una pega que no acertábamos a descubrir? Lo comentamos los dos viejos amigos. Ei, quae ascendit super occasum en realidad no puede ser Cristo que se eleva sobre el ocaso. Al que se eleva sobre el ocaso hacedle una vía, una senda, un camino. (Ei, es el dativo de is ea id, y sigue el modelo de cui  en el qui quae quod).  Complemento indirecto, a él, para él, para aquél, para una tercera persona singular, sea Cristo o sea quien sea. Un pronombre hace eso, suplir a una persona de la que estábamos tratando por no andar repitiendo su nombre cada dos por tres. Bien sabemos tú y yo de quién estamos quien es el antecedente de nuestro él que, aquel que. 

5. Antecedente

Los que todavía, Dios mío, sigan leyendo esta historia bachilleril y no hayan aprendido latín en la Paramera, pueden dejar este relato, no me enfadaré, pero tampoco quiero matar a nadie de aburrimiento; ahora bien, si siguen aquí, quisiera pedirles -no tendré más remedio que pedírselo- un esfuerzo más para que no se queden a medias. Al final, ya verán qué cosa más sorprendente les tengo preparada. Ya cantamos la morfología (nominativo qui quae quos vel quid, genitivo cuius dativo cui…)  vimos cómo va cambiando según los distintos casos (nominativo, genitivo, acusativo, dativo y ablativo). Cómo le afecta el género(masculino, femenino y neutro). El cuadro cruzado de géneros y números nos enseñaron a llamarlo declinación. 

El pronombre relativo es pronombre porque sustituye a un nombre y es relativo porque el nombre sustituido se repite sin nombrarlo en otra oración. Sin nombrarlo pero poniendo un que en su representación. “La rosa que vimos se ha secado” y “La rosa que crecía en el sendero se ha secado” tienen dos que que parecen lo mismo. Qué va. Hay una sutil diferencia, el primero es complemento directo de vimos y el segundo es sujeto de crecía. En castellano decimos que en los dos casos, pero en latín, hay una forma para representar a la rosa como objeto directo, quam, y otra para representar a la rosa como sujeto, quae. Una para representar a quien asciende si es masculino como el Señor, qui y otra para cuando quien asciende no es un señor sino una señora, quae

Lo que a Carrizo y a mí nos desconcertaba era precisamente eso: No era el Señor, como decía el salmo, sino la Señora como decía el lema de Alicante. Pero ¿qué Señora? ¿Qué señora se eleva sobre la caída del sol? Alguien no aprendió algo bien en su momento, pero el campus forma parte del grupo de campus de excelencia internacional, yo tuve notas de latinista sobresaliente y mi compañero, también. 

Acudimos otra vez al móvil. Una web no universitaria, pero sí próxima, traducía el lema alicantino: “Os enseñaré el camino que sube al ocaso”. No, hombre, eso no. No te saltes el “facite”, que es imperativo. Dónde dejas el “ei” que es dativo. No es el camino lo que sube sobre el ocaso, sino alguien del género femenino,  una Feminidad. ¿Quién? De eso se trata. ¿Una mujer, una diosa, una virgen? ¿La Virgen? ¿La luna? ¿la estrella? Lo de “os enseñaré” no estaba mal pensado. 

 “Ascender sobre el ocaso”, qué cosa más rara también, ¿no?. Ocaso es de occidere que significa dar muerte. Los esplendores de Cristo nuestro Señor, se elevan por el Oriente, como el sol naciente, el Hortus, el nacimiento. Pero el ocaso es la muerte del sol, no es sitio para ascender sino para el descenso ad ínferos. Ocaso es el sitio de Osiris, el contrario de Horus. Horus asciende Osiris se tumba. 

De regreso a casa, no me olvidé del “Iter facite ei”. Busqué en varias biblias el salmo 67 de la Vulgata, la que tradujo San Jerónimo en su cueva de Belén. El salmo es una invocación a Dios para que se levante y ponga en fuga a sus enemigos. Que los disperse como el viento dispersa el humo, que los deshaga como el fuego derrite la cera, que se mueran, para que los buenos puedan medrar y hacerse ricos, epulare. Lo que andábamos buscando aparecía literalmente en el versículo 5: “Cantate deo psalmum, dicite nomini eius, iter facite ei qui ascendit super occasum, dominus nomen illi, (Su nombre es Señor, no su nombre es Señora). 

Dos semanas después, pude mandar un wasap a Luis Carrizo. “Creo que he dado con la clave”. Rebuscando textos, me topé con otro “ei quae” igual que el de Alicante. Estaba en las “Moralia sobre Job”, del papa San Gregorio Magno: ¡“ei quae”! no “¡ei qui!”. Una alegría. San Gregorio decía que Cristo asciende sobre el ocaso, pero no le  llama Cristo, ahí estaba el truco, sino uno de los siete nombres de Cristo, Sapientia, que precisamente es femenino. Cristo Sabiduría, Cristo Sapientia. Abridle camino a la Sabiduría, que se eleva sobre la muerte y sobre el reino de los muertos. 

Muere Osiris, desangrado al atardecer, que le estaba acechando su hermano pequeño, el malvado Seth para clavarle un puñal en el corazón a la orilla del desierto.  Muere el buen dios inventor de la agricultura, la religión y demás saberes beneficiosos para lo humano. Tras embalsamar el cuerpo, su esposa Isis navega toda la noche por el Nilo del Cielo en la luna que es su barca de plata llorando; sus lágrimas, a los bichos de la tierra, humanos incluidos, les parecían las estrellas. El embalsamado resurge, resucita y revive en un nuevo disco celeste de luz cegadora. Horus divino, ciclo eterno, ciclo invariable, indestructible. La Sabiduría asciendo porque no muere. La Sabiduría remonta por encima de la muerte. San Gregorio explica en las Moralia que consulté que la Sabiduría llega a la mente humana y anida en ella como su residencia. Sapientia aedificavit sibi domum. Puede que el equipo rectoral de Alicante se inspirara directamente en las Moralia. En el nombre divino de la Sabiduría.


6. Oh

La tarde del 17 de diciembre, todos los años, los monasterios de la tierra entera llaman a Vísperas cuando ya declina el día. Como todas las tardes, los monjes esa tarde cantan salmos y tras los salmos, himnos. El himno de Vísperas es el Magnificat. Hay en el coro otro libro que se llama Antifonario. Se trata de una colección de cantos muy breves que se interpretan antes y después de los salmos y de los himnos. Son pequeños fragmentos de las Escrituras. Se llaman anti-fonas porque fonan al contrario. Esta tarde del 17 de diciembre, el Antifonario se abre por la primera de una serie de siete antífonas muy especiales, más solemnes que todas las antífonas del resto del año, tanto que se las llama Antifonas Mayores. La última de las siete se canta la tarde del día 23. Todas, las siete, tienen varias particularidades, Todas son vocativos. Todas empiezan por O. Todas se invocan a Cristo, todas  le llaman con un nombre distinto, y todas le piden que venga pronto. 

La antífona del día 17 de diciembre es O Sapientia, oh Sabiduría: “Oh Sabiduría, que brotas de los labios del Altísimo; que lo abarcas todo y lo ordenas todo del uno al otro confín, usando firmeza y suavidad. Ven, enséñanos el camino de la prudencia".



Las vísperas del día 18 tienen otro vocativo, también con O: “O Adonai, que en el SInai diste la ley a Israel, ven a liberarnos”. 




El día 19, O Radix, “Oh Raíz de Jesé, emblema para los demás reyes, ven a librarnos”. El día 20, O Clavis, “Oh Llave de David, que abres lo que nadie puede cerrar y cierras lo que nadie puede abrir, ven a liberar a los cautivos”. El 21, O Oriens, “Oh Amanecer, Sol de la Justicia, ven a iluminar a los que están en las sombras”. 

El día 22, O Rex, “Oh Rey Gentium, rey de las naciones, que de dos -la sinagoga y la iglesia- haces uno, ven a salvar a la criatura que formaste de barro. 



Y, por fin, el día 23, O Emmanuel. “Oh, Dios con nosotros, que eres la esperanza de los pueblos, ven a salvarnos”. 

Los siete nombres de Cristo, en siete tardes, con siete antífonas, siete vocativos y siete O hacen que, a la virgen de todos estos magníficats, la llaman por Virgen de la O. 

Antiquísimos abades cuidaban con primor que se cumpliera meticulosamente este procedimiento. Cada tarde, añadían la vela especial. con la letra inicial de la antífona correspondiente a la fecha. Al final, en la tarde del 23 habian completado siete Oes, siete vocativos, siete iniciales, siete velas. El día 24, ordenaban la serie a la inversa, al modo hebreo. Primero la E de Emmanuel, la última, la S de Sapientia. Se de derecha a izquierda. E del 23, R del 22, O, del 21, C del 20, R del 19, A del 18 y S del 17. Habían formado este acrónimo: EROCRAS. 

¿Qué significa EROCRAS? “Cras”, mañana, (de ahí procede el verbo procrastinar, el vicio de dejar las cosas para mañana). ¿Y ”ero”? Todos lo traducen por “vendré”. “Vendré mañana”. Es la respuesta mesiánica para todos los vocativos de las siete tardes, todas las invocaciones acumuladas en adviento, en el año, en la vida. La respuesta a los “maranathá” de la historia. EROCRAS.



Pero si buscas “ero” con significado de venir, pierdes el tiempo. No lo encuentras. Venir es “venio”. Ir es “eo”. “Ero” pertenece al verbo sum: ser, estar. Es su futuro imperfecto de indicativo..Si alguien te promete “descuida, que mañana estoy aquí”, ¿qué te está diciendo? Vendré mañana, que es 25 de diciembre. Que es Navidad.

Vocativos, invocaciones, relativos, antecedentes, concordancias, villancicos y advientos. Todo bien. Todo interesante. 

De Navidad no sé nada, porque allí donde se inventó, siguen matando criaturas sin conocimiento. 

Feliz Navidad. 

ENTRADA MÁS RECIENTE

VIENE UNA CHICA

LAS TRES ENTRADAS MÁS POPULARES EN EL BLOG