jueves, 5 de octubre de 2023

LAS CHICAS DEL CORRO (Por Luis Carrizo)

Las chicas del corro en el día de San Froilán





 

La fotografía que me pides comentar, amigo Cortés, se encuentra difusa, como mi memoria, hasta el punto de que me resulta difícil apreciar los detalles, al menos en la pantalla de mi móvil, que es por donde las circunstancias me constriñen a contemplarla. La escena, en cualquier caso, tiene todos los visos de estar captada en un día de San Froilán, pero en lo que respecta a precisar el año no es ya que me resulte difícil, sino directamente imposible. Puede concluirse –eso sí–, a juzgar por esa torre, que, como mis recuerdos, parece querer disgregarse y disolverse entre las nubes, que el año al que corresponde ese preciso sanfroilán, debemos situarlo por fuerza a partir del 1961, fecha en que se inauguró el nuevo santuario. Si yo fuese cliente de un Salón de Belleza al uso, podría solicitar a mi coiffeur-estilista que me determinara el año concreto en que fue tendencia el pelo corto entre las mujeres, pues ninguna de las de la fotografía luce melena; ni siquiera, a lo que acierto a vislumbrar, moño recogido en la nuca, que sentaba tan bien. Pero como mis necesidades capilares, que se reducen a cortarme el pelo lisa y llanamente, me las solventa desde siempre un alfageme, debo resignarme a no proporcionar este preciso dato al lector meticuloso.

 

Lo que no ofrece ninguna duda, entre tanta imprecisión y evanescencia, es que se trata de un grupo de mujeres jóvenes, todas sentadas de forma muy decente y comedida, todas mostrando una discreta tenue sonrisa, y todas, sin excepción, a pesar de que se quiere adivinar en la escena la presencia de una botella (que será, pienso yo, de agua o gaseosa), todas en actitud contenida, casi diríamos estudiadamente contenida. Ningún pantalón, ninguna camiseta de original mensaje, ningún tocado que pueda alborotar algún mechón de pelo que escapó de la laca, ningún tatuaje… Y en el escenario, ¡que gusto!, ningún vehículo, ni de tracción a sangre ni a motor. Echándole los colores adecuados al cuadro, podría muy bien pasar por una escena campestre firmada por el de Fuendetodos.

 

A mí me gustaría saber, ya que personajes y decorado no dan para mucho más, si tan circunspectas peregrinas entraron a rezar al Santuario o se limitaron a tirarle de las narices a San Froilán y hacerle después una visita de médico a la Virgen. Pero yo daría verdaderamente un ojo de la cara por saber –si realmente se pararon a rezar– qué pudieron pedir cada una de ellas a la Virgen en sus particulares oraciones. Las anovenarias de la antigua iglesia, a cuestas con esa “a” cargada de pasado y con sus cinco refajos y sus pañoletas, todas de negro riguroso, supongo que le pedirían en sus bisbiseos que la guerra, o la preguerra, o la posguerra, no les matase al marido o a un hijo o a un hermano, y que les librase de peste y males, las sombrías peticiones, sospecho, que les sugerían los tenebrosos clérigos que las adoctrinaban con la lupa siempre puesta en lo del valle de lágrimas. Yo quiero creer que las sonrientes y atildadas y bien peinadas peregrinas de nuestra fotografía, tras sentarse en los bancos limpios y brillantes del nuevo santuario, procurando, con un preciso gesto, no arrugar demasiado los pliegues de sus faldas, y contagiadas por el ámbito de luz de la ahora Basílica Menor y el esplendoroso color de las vidrieras, le pedirían a la Virgen del Camino cosas más ilusionantes: aprobar las oposiciones; que les fuera bien con la peluquería que con tanto sacrificio acababan de montar; que su hermano pudiera pagar sin sobresaltos el taxi recién comprado; o que su novio, que estaba delicado de los bronquios, se quitase del tabaco, que no le hacía nada bien.

 

En todas estas celebraciones y peticiones la estrella es la Virgen, como se puede comprobar. San Froilán –y que no se me enfade nadie en el coro celestial, porque no va con mala intención–, San Froilán lo único que hace en esta fiesta es pagar los gastos. Y que no se queje, porque a fin de cuentas no era ni de León. Era de un sitio en que también refresca mucho por las noches, pero no era de León. San Isidoro tampoco, podría decirme alguien, y mira qué honores se le dan. Es cierto, respondo yo a eso, pero él, al menos, escribió las Etimologías. A mí no es fácil pillarme en un renuncio porque voy siempre muy documentado.

 

Alicante, 4 de octubre de 2023, víspera de San Froilán.

 

5 comentarios:

Ramón Hernández dijo...

Supongo que la segregación en la escuela infantil del pueblo, cuando las niñas nos parecían misteriosos seres de otro universo (las hermanas eran cosa familiar), percepción acentuada por la casi demonización de la mujer en la Escuela Apostólica, me arrastró por la ley del péndulo a defender con convicción, en cuanto fui capaz de hacerlo, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, no así de obligaciones. Igualdad en todos los ámbitos y a todos los efectos, lo mismo en lo laboral que en los trabajos y cargos eclesiales.
Por lo demás, admirable la capacidad de Luis de sacar petróleo de pozos agotados o carbón de minas abandonadas. Y de fondo, el telón sobre el que se proyectaron tantas ilusiones de adolescentes que, afortunadamente para ellos, muy pronto se aliaron con la belleza y la devoción. Buen finde para todos. Nosotros, algunos, como sabéis, dentro de una hora nos veremos en la Casa del Dago, patio de nuestros recreos, cátedra de nuestras elucubraciones y deleite de nuestros estómagos.

Isidro Cicero dijo...

¡Mal alfajeme remoje las mis barbas! Mal alfajeme remoje las mis barbas si el momento estelar de esta pieza literaria de Carrizo no es esa palabra. El alfajeme. A mí me ha interesado lo que más: las siete chavalas están muy bien, las observaciones que hace Luis Carrizo son acertadas y puestas en razón, pero yo a estas chicas las he mirado una y otra vez y no les he encontrado nada especial. Visten, peinan, se sientan, sonríen y miran como todas. Como todas las de entonces. O como casi todas. Les he notado yo, eso sí, cierto aire común, rasgos similares, fisonomías compartidas. He pensado en procedencias municipales vecinas, que las raíces genéticas suelen enredarse compartirse secretamente en los subsuelos. Lo de siempre. Lo de todas partes.
No es lo de siempre la palabra alfajeme. Eso sí que ha sido único y original. En una foto de por sí neblinosa e imprecisa, esa palabra emerge como una led halógeno de 230. Las chicas desconocidas se parecen todas, responden a una misma moda. El chaval que está sentado con ellas tiene un aire familiar, pero tampoco destaca. En el texto, todo el léxico está bien sentado, incluida la palabra coiffeur, todos los sustantivos cumplen perfectamente su función comunicativa, van bien vestidas. Pero de pronto, nuestro autor, que líneas más abajo nos lo han presentado como un experto degustador de Cervantes, ha puesto ahí un elemento que nadie esperaba. Ese es el mérito de la sorpresa, de los chistes y de la literatura. No ha sentado en el corro al barbero ni al peluquero ni al esteticien ni al estilista ni a ningún otro nombre que la diacronía haya inventado para designar al peluquero. ¿Por qué ha preferido sentar en la explanada de San Froilán esta palabra antiquísima, que quizá dejó de estar de moda cuando los últimos moros o por ahí? No sé si esta estaría viva cuando el Quijote, él dirá, yo no la recuerdo, aunque no significa nada que yo no lo recuerde yo. El hecho es que este brillante alfajeme ha sido una sorpresa y un gozo.

Luis Carrizo dijo...

Decías tú, Ramón, que Carrizo puede sacar carbón de una foto/mina explotada hasta su consunción. Y yo no te quitaba del todo la razón porque, en efecto, diste en el clavo: no me resultó fácil encontrar la veta por donde hincarle el diente. Yo creía, como te digo, que mi esfuerzo podía tener algún mérito... hasta que algún tiempo después (qué poco dura la alegría en casa del pobre) me encontré con que Isidro Cicero, valiéndose de un simple trozo de carbón, con el solo vocablo "alfajeme", había encendido un fuego deslumbrante. Eso sí que tiene mérito.Tuve que llamarle por teléfono para deshogarme.
Que aprendan los de la R.A.E. en el ejemplo práctico que Cicero nos regala con ese eufónico y olvidado sustantivo, cómo se puede limpiar y pulir una palabra para que luzca en todo su esplendor.
Como dicen que dicen en los casinos (porque yo no he entrado nunca en ninguno, ni pienso entrar si Dios me da vida): “No va más”.

Luis Carrizo dijo...

Me he quedado yo un poco a disgusto, hombre, con el final de mi anterior entrada. Alguien podría pensar que ese "no va más" era una manera de despedirme con una especie de abrupto "cambio y corto", cuando lo que yo pretendía insinuar era que ya no se podía pulir más la joya de Cicero.

Isidro Cicero dijo...

Yo no le daría tantas vueltas a las cosas, te había quedado claro a la primera. Además, la ambivalencia tampoco resulta siempre desagradable.

LAS TRES ENTRADAS MÁS POPULARES EN EL BLOG