La imagen de esta foto, lejana en el tiempo y carente de mayor importancia, despierta sin embargo en nosotros recuerdos de algo que vivimos y que forjó nuestro destino. La empuñadura permanece casi inalterable, como nuestros recuerdos de aquellos días, pero la hoja aparece herrumbrosa y pelín mellada, señales que ha dejado en ella y en nosotros el discurrir de la vida.
Curiosamente, cuando evocamos los rostros de las personas que hemos conocido a lo largo del camino, aparecen con expresión sonriente. Incluso aquellos que nos fueron hostiles. Quizá ello sea debido a la impronta de positivismo que nos inculcaron los educadores que tuvimos en la Virgen del Camino.
Dacio García
1 comentario:
Gracias, Dacio, por la rememoración de tiempos todavía de "navaja en bolso", tan necesaria para muchos menesteres, ninguno de los cuales tenía afortunadamente nada que ver con la violencia. En mi caso, hace muchísimos años que no llevo navaja y, para gozo y valoración propia, tampoco mechero. Eso sí, si no llevo un bolígrafo encima, me siento desnudo. Coincido plenamente contigo con la sonrisa como estampa redentora del pasado (¿de qué pueden servir los malos recuerdos una vez que se ha aprendido de ellos?), pero, en mi empeño de sacarle partido a las cosas y tratar de mejorarlas (a estas alturas creo que llevo a Eladio ya en el ADN), me chirría un pelín lo de "hostiles", referido seguramente a compis más o menos molestos y antipáticos. ¿Te has parado a pensar cuánto hemos podido aprender también de todos ellos? Además, estábamos siendo educados para formar parte de una comunidad de "frais", es decir, de hermanos. Quizá se deba a mi defectuosa forma de mirar atrás que no vea "hostilidad" alguna, como prueba que hoy rece por la canonización (hay dos o tres en candelero) que en algún momento me las hicieron pasar putas. Gracias, amigo, por el aire fresco con que alivias la mañana.
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