martes, 28 de febrero de 2023

LA IGNORANCIA ES MUY ATREVIDA (Por Luis Carrizo)

La ignorancia es muy atrevida

 

 

Los ignorantes no filosofan ni desean hacerse sabios, pues la desdicha del ignorante consiste en que, no siendo bello, bueno ni prudente, cree serlo en sumo grado.

                                                                                                                   Platón, El Banquete.

 

 




No todos los atrevidos son ignorantes —procuremos, en primer lugar, no confundir las cosas—, pero, desde luego, salvo las honrosas excepciones de rigor, todos los ignorantes son muy atrevidos como bien dice el refrán, o al menos suficientemente  atrevidos; pues entre el infinito número de los estultos que pueblan la tierra, según las cuentas del Eclesiastés, tiene que haber, por fuerza, distintas gradaciones.

 

Este desajuste entre entendederas y conducta se ha convertido en continuado objeto de estudio para todas las civilizaciones, comenzando por los remotos autores de los bíblicos libros sapienciales, y continuando por los filósofos antiguos y modernos,  hasta llegar a los actuales psicosociólogos, sociopsicólogos, neuropsicólogos y psicólogos mondos y lirondos, llegando cada uno desde sus diferentes épocas y culturas, pero con  apabullante unanimidad, a tres muy precisas conclusiones: que mientras más ignorante es una persona, menos conciencia tiene de sus propias carencias; que  las personas preparadas tienden a autoevaluarse por debajo de su valía; y —para redondear— que los ignorantes se tienen en tan alta estima que piensan siempre que son inteligentísimos. Aunque lo peor con mucho, nos tememos nosotros, es que estos personajillos —urgidos quizá por su desmesurada autoestima y temerosos de privar al mundo de sus pretendidas sabidurías— no descansan jamás, con lo que pasan por la vida derramando estupidez, con la misma naturalidad con que la flor de la canela del cantar derramaba lisura.

 

Decía Pascal que las ciencias tienen dos extremos que se tocan. El primero, la pura ignorancia natural en que nos encontramos todos al nacer. El otro, aquel a que llegan las almas grandes que, habiendo recorrido todo lo que los hombres podemos saber, descubren que no saben nada, y se encuentran en la misma ignorancia de donde partieron; pero —subraya el clermontois— se trata de una docta ignorancia que se conoce a sí misma, lo que viene a recordarnos el socrático “solo sé que no sé nada”. Pero Pascal aún se alarga en su razonamiento, refiriéndose a quienes han salido de la ignorancia natural sin haber podido llegar a la otra. De ellos afirma que han adquirido cierto barniz que les hace creer que son ya unos entendidos, con lo que se permiten opinar de todo, mezclar todo y, finalmente, confundir a todos. Para que advirtamos —esta observación ya no es de Pascal— que no siempre la virtud está en el medio.

 

El refranero también les ha hecho un hueco a estos “entendidos”, a los que representa en el famoso Maestro Ciruela, aquel que no sabía leer y puso escuela. Sin embargo, de la multitud de políticos, intelectuales, poetas, pintores, escultores y “artsesinos” varios, que pululan por el vasto mundo infestándolo con sus esperpentos, desatinos y ocurrencias, el refranero no dice nada, porque —imaginamos— eso sería el cuento de nunca acabar. Y es que, los tontos, según nos informa L. J. Lauand, gran estudioso de Tomás de Aquino, además de ser infinitos en número, lo son también en variedades. Les sucede como a las coníferas. Y a fuer de buen escolástico, para que nadie le niegue la mayor, aporta como prueba irrefutable la curiosa relación de especies y subespecies que ha ido encontrando en su continuo navegar por los textos del Aquinate, y que son veintiuna, a saber: asyneti, cataplex, credulus, fatuus, grossus, hebes, idiota, imbecillis, inanis, incrassatus, inexpertus, insensatus, insipiens, nescius, rusticus, stolidus, stultus, stupidus, tardus, turpis, vacuus vecors. Si da grima la mera enumeración de este catálogo elaborado va ya para novecientos años, imaginémonos hasta dónde se alargaría si el citado señor Lauand se tomara el trabajo de añadirle los nuevos especímenes y mutaciones que han ido apareciendo con el correr de los siglos: gaznápiros, botarates, mentecatos, zascandiles, sacamuelas, sinsustancias, patanes, indocumentados, zoquetes, cretinos, juntaletras… Vale más no pensarlo. Cada día es más grande la verdad de que si los tontos volasen no se podría ver el sol.

 

Antes de terminar estas divagaciones acerca de los ignorantes y sus variopintos atrevimientos, viene muy a propósito traer aquí a colación la famosa sentencia de Horacio “sápere aude”, atrévete a saber, pues, en su brevedad, nos insinúa que la osadía de la que venimos hablando, no solo es patrimonio de los ignorantes contumaces (los que —ya quedó dicho— se atreven a todo excepto a aprender), sino requisito imprescindible de quienes, conscientes de su docta ignorancia, buscan la sabiduría sin descanso. Y ¿por qué se nos dice “atrévete”?, podríamos pensar. Sin duda, porque la verdad, según es bien sabido, puede resultar amarga; a veces, incluso, insoportable. Y no nos referimos precisamente al hecho muy verosímil de que, tras nuestra búsqueda, podamos descubrir que nosotros mismos encajamos a la perfección en una, o varias, de las categorías de tontos que aquí se han detallado, ya que no son excluyentes; estamos pensando en el descubrimiento de verdades de más calado, de esas que te muestran que lo que realmente necesitas no está en la dirección por la que vas caminando y te ponen en el brete de volver a la casilla de salida. Para eso es para lo que hay que tener muchas y muy doctas agallas.

 

 

 

 

 

Luis Carrizo, Alicante, 27 de febrero de 2023


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Nota del Furriel.-

No puedo dejar de transcribir la nota con la que Luis me envía su particular glosa de este refrán. Disfrutad como yo de su "arranque por calentamiento".

Aquí os la dejo.


Amigo Cortés, los ratos que no rezo, que son muchos (esto lo he pillado del Quijote), los dedico a glosar refranes, que una vez glosados van a un cajón a esperar diez años, que es lo que aconsejaba Horacio hacer con los manuscritos antes de darlos a la estampa. El que no se consuela es porque no quiere, y con esta glosa que aquí te envío van ya 52 consolaciones. 
El motivo por el que precisamente a esta la vengo a dispensar de la clausura, solictándote la cuelgues en el blog si te parece oportuno, es porque, después de leerla, me parece que me ha quedado algo tomista y escolástica y, a fin de cuentas, dominicana; y como compruebo, ¡ay! que el blog quiere languidecer, deseo insuflarle algún resuello, siquiera sea por los fieles irreductibles, y por manifestarte con hechos, aunque sean tan mínimos como este, el respeto, la admiración y el agradecimiento que te profeso.
¡Viva Santo Tomás de Aquino!, ¡Viva San Alberto Magno!, ¡Viva el burgalés Francisco de Vitoria! ¡Viva Santo Domingo, que lo ha fundado!.
Perdona el arranque, querido José María, pero es que me he calentado.

14 comentarios:

RAMON HERNÁNDEZ MARTÍN dijo...

Gracias, Luis, por tu "docta" disertación, fruto, sin duda, de muy atrevidas indagaciòn y meditación. La lees en en el Congreso de los Diputados y seguro que nadie se atreve a replicarte por no quedar en evidencia. Cuando menos, habida cuenta además de tu gran esfuerzo por avivar este languideciente foro, como no hay que dejar para mañana lo que se pueda hacer hoy, te prometo que desde ahora mismo me pongo a aprender. Ganas así un fiel seguidor, pero no un palmero ignaro, sino un "niño" ávido de conocer. Saber que nada se sabe significa obviamente que hay mucho que aprender. Enhorabuena, campeón.

JOSÉ MANUEL GARCÍA VALDES dijo...

Amigo Luis, sinceramente creo que te has venido un poco arriba en tu entusiasmo entusiasmado, sólo te faltó un ¡Viva la legion! Y, ya, como broche, ¡Viva Casorvida! En este caso tu sapiencia incumple aquello de "habla el necio y calla el sabio", habló el sabio.
Viendo lo que tengo alrededor hace tiempo que mi neurona, una, me llevó a pensar en el asunto. Es patente que el que sabe, es tan prudente que peca de temeroso lo cual hace que cada vez sea más patente eso de lo que hablas. En una discusión de calle o de bar, el que sabe es como si se acojonara y decidiera regalarle la victoria al oponente, el necio, sabemos e porqué, éste, el cuadrao, utiliza la razón de la fuerza, aquel utiliza la fuerza de la razón, el triunfo ya sabemos sobre quien recae. ¡Qué te lo digo yo y sino te doy un par de hostias! Amén, Jesús.
Hurgando sobre el asunto encontré algo que tú no citas, por prudente, pero que, seguro, conoces.
Se trata del sesgo cognitivo, conocido como efecto Dunning-Kruger que, en esencia, refleja lo que tú tan bien expresas: el del cerebro "tanquam tabula rasa", "el de cerebro plano"
"el imbécil", carente de toda habilidad, sobreestima su capacidad. Eso le lleva a una sobrevaloración de otras cualidades no tan meta lingüísticas como el tono de voz, ( hablar a voces), la fuerza del puño ( dar puñetazos en la mesa), la fuerza del gesto miradas agresivas), etc. El sabio ¿ Qué hace? Se encoge y pliega dejando el campo despejado para que el público vea quién tenía razón. Hay un efecto de autoevaluación cruzado, el tonto se autoevalua por encima de sus posibilidades y el sabio se mengua lo que le lleva a la retirada.
Pregunto: ¿Es la actitud del sabio realmente prudencia o es temor por inseguridad en su propio saber?
¿Sería conveniente que el sabio se hiciera acompañar de menos prudencia y más arranque?
Ahí queda para los sabios del blog, que los hay, que exceden de prudentes; ármaos (armaros? de valor y dazle un puñetazo a la mesa en la nube.
Por último Sr. D. Luis, bien está que con su afilada pluma incite y excite a las mentes dormidas. Hay muchos y buenos escritores en esta pasarela, que dejen de ser sabios y se conviertan en necios, con perdón, y hablen. Amén, Jesús.
Besos del que sabe que no sabe, lo cual quiere decir que sabe.

Luis Carrizo dijo...

Créeme, amigo Ramón, que si han salido doctas mis divagaciones ha sido a pesar mío. O, por mejor decir, no era mi intención principal. Sé que elijo un detalle menor de entre las acertadas palabras de tu comentario, pero me sirve para ratificar que de lo que se trata, en mi opinión, es de pensar, de reflexionar continuamente. Y para ello cualquier excusa es buena: un refrán, una cita de Platón, el comentario de un amigo o una conversación escuchada al azar en el autobús.

Eugenio Cascón Martín dijo...

Me ha encantado, amigo Luis Carrizo, tu estupenda disertación sobre el saber y los que saben, sobre la ignorancia y los ignorantes, sobre los que se atreven y los que no se atreven a saber, sobre los que callan lo que saben y los que pregonan lo que no saben… La fauna humana, en definitiva, en su heterogeneidad.

La consigna horaciana Sapere aude figuraba, a modo de lema, en un colorido baldosín de cerámica que descollaba junto a la puerta de acceso al último instituto en el que tuve ocasión de intentar esparcir algo de mi escaso saber. Venía muy a cuento y era difícil pasar por delante sin parar la atención en él. Otra cosa es que todo el mundo fuera capaz de interpretarla. A este respecto no me resisto a relatar una anécdota. Con ocasión de una sentada que hicimos en el patio a raíz de los atentados terroristas que por aquella época menudeaban por la zona y de los que fueron víctimas familiares de algunos de nuestros alumnos, aparecieron por allí varios periodistas. En el momento en que llegaba a la puerta del centro, pude observar cómo dos de ellos, bastante jóvenes, chico y chica, habían reparado en mosaico y se reían divertidos al leerlo. Me detuve un momento y oí que decían algo parecido a “Mira, aquí parece que oyen a los sapos”. Ante el ilustrado comentario de aquellos cráneos previlegiados, no pude hacer otra cosa que sonreír con cierta pena y seguir adelante.

Y es que eso de “saber” parece hoy interesar muy poco. Los conocimientos son considerados por muchos un peso muerto, bagaje de concurso televisivo. Para enterarse de las cosas ya está la Wikipedia, que se puede consultar en cualquier momento. La moderna psicopedagogía ha impuesto, y así los reflejan los planes de enseñanza, que lo importante no es saber, es “saber hacer”. Pero no parecen darse cuenta de que, para saber hacer, primero hay que saber.
Sin embargo, el prurito de la sapiencia permanece entre la gente, que sigue recriminando la ignorancia. Lo de “No tienes ni (puta, pajolera, etc.) idea”, se sigue oyendo, como lo de “No sabes na de na”, o “Borriquito como tú, que no sabes ni la u” o “Ese no sabe hacer la ‘o’ con un canuto”. Y hay una expresión que se empleaba mucho en otro tiempo, al menos entre la chavalería de mi pueblo: “Tú no sabes ni a tocino”. Al fin y al cabo, saber y sabor tienen la misma etimología, ambos términos proceden del mencionado sapere.

En fin, desconozco si el saber lleva a la verdad, porque la verdad nos hará libres, pero “¿qué es la verdad?”. Ya lo decían los Reyes Magos del poema de Chesterton dedicado a ellos: “Excepto la verdad, sabemos todo”.

Y entretanto, a pesar de los muchos años que llevamos a cuestas, algunos seguiremos intentando aprender algo entre el ruido que provocan los badulaques de turno, los pedantones al paño, los ruiseñores del nuevo gay trinar y toda esa patulea de zascandiles, botarates, mentecatos, etc. que regocijadamente relacionas. Y siempre llegaremos a la conclusión de saber que no sabemos nada.

Me temo que en el Congreso, querido Ramón, no dejan que nadie entre a decir estas cosas. Y en este otro congreso nuestro, casi todos callamos, como bien lamenta el Señor de Casorvida. Pues eso, atrevámonos de vez en cuando, aunque no seamos sabios, aunque digamos simplezas. A lo mejor no es tan malo que hagamos ocasionalmente ostentación del atrevimiento de nuestra ignorancia. Aunque no sepamos ni a tocino…, ni aunque nos unten.

MANOLO DÍAZ dijo...

Luisin, pandemishijos, había un cura en Campucasu que sublimaba el valor de la Virgen con esta prédica: “Mirai, fíos, la Virgen María ye como un gochín. ¡Non tién desperdiciu!”
Tu escrito tampoco “tién desperdiciu”
Gustome tanto que voy a facer un resumen pa mentecatos:
El árbol, cuanto más cargau, más humilde.
Tú tienes manzanes pa enfandiar a varios llagares.
PD.- El cura terminó de arcipreste en Casorvia. Entre otras cosas arregló la iglesia, apelando a la generosidad del pueblo. “Fíos, hay que reparar el teyao. Cuando llueve pónense pingando Los Santos. Y nun hay cosa que joda más a Los Santos que llueva por ellos”

Luis Carrizo dijo...

Gracias, José Manuel, por tu extraordinario comentario, digo escolio. Es una pena que esto que te voy a decir no esté acuñado en latín porque ganaría mucho, pero es lo que procede decirte aunque sea en vulgar castellano: "Tú sí que sabes". Y no solo sabes sino que lo dices siempre con esa nota de humor, marca de la casa, que yo particularmente aprecio mucho.
De todo lo que dices, y que me voy a precipitar a meditar en la soledad de mi retrete, quiero referirme por el momento a tu sabia descripción del "diálogo" entre el tonto y el sabio (qué pena que no cayera yo en la cuenta de meter al "babayo o babayu" en la relación de nuevos tontos). Esa descripción que nos haces y que juzgo tristemente muy real, demuestra entre otras cosas algo también muy triste y muy real: que hablando no se entiende la gente. Y lo malo del asunto, por seguir en la línea tomista, no es que llegados a este caso recurramos al "fustibus est arguendum", que es el paso siguiente a los puñetazos en la mesa; lo malo es que de ahí se puede pasar fácilmente al misil tierra-tierra y al dron personalizado, que es el último grito en diálogo.

Luis Carrizo dijo...

Muy enriquecedoras todas tus consideraciones, amigo Eugenio, entre ellas las muy amables que me diriges a mí y que te agradezco especialmente. Quiero que sepas que me acuerdo muchas veces de ti; tantas como las que consulto tu estupendo libro "El buen uso del español", que tengo siempre al alcance de la mano.
La anécdota del "sápere aude/oír a los sapos" que nos cuentas, y que no tiene desperdicio, como el gochín del que habla Manolo, me recuerda otra semejante, que leí en algún sitio. Se refiere a la imaginativa traducción del famoso axioma cartesiano "cógito ergo sum", que un chicho se inventó en un examen: Palabras de Cristo a los soldados en el Huerto de los Olivos, "cogedme, yo soy".
A lo mejor era uno de los dos que leyeron la placa de Horacio.

Luis Carrizo dijo...

¡Coñu, Manolo! Qué alegría oírte. Solo por eso ya valió la pena devanarme los sesos.
Te invito a que en vez de hacer un resumen tan bien hecho, pero tan sucinto, te animes con un pequeño manual y, si es posible, en asturiano. Yo te pido ya desde aquí un par o tres de ejemplares.
Oye, no sabía que los santos de Casorvida fueran tan tiquismiquis. ¿Cómo es posible que, viviendo donde vivían, se quejasen por un quítame allá ese orbayu?

JOSÉ MANUEL GARCÍA VALDÉS dijo...

Da gusto abrir la pesllera de este invento encontrar algo a qué echar el diente. Amigo Luis,te puedes poner una medallina, aunque sea de chocolatina, por dar con el quid, con la veta de buenos escritores que aquí aparecen. Yo me dedicaré a afilaros el pizarrín para que no tengáis disculpa y sigáis ilustrándonos. Sed de esos que nos enseñen a "sapear", yo entiendo el sapere como habilidad para capturar sapos, de modo que al escribir soltemos por el ordenador sapos y culebras sin acojonarnos, con perdón, por quienes estando lisos de ideas pretenden vendernos exabruptos.
Mi amigo Juan juega con ventaja porque un tío suyo, Arcipreste de San Feliz el que mandó al cura en cuestión destinado a Casorvida. No les fue mal a ninguno, incluyendo a Juan, porque, como en la Aldeona había, y aún hay, muchos gochos, todos, en epoca de matanza comían el sochumbu y embutidos que el tal cura llevaba para la familia. Esos no utilizaban el "sapere aude" sino el "sapere zampare". Juan, de aquellas farturas, tiró el pelo y fue para el colegio espolletau como un mozalbete pinchu de los de la Pola.
Quizás deberíamos retomar los viejos temas, de tanta reflexión y que dieron buenos resultados para la vida del blog, por ejemplo: "En qué medida el seso equilibra y completa al sexo, implicaciones filosófico/teológicas". Me gustaría recibir sugerencias ahora que uno tiene tiempo para la práctica. Espero que José Mari no ponga reparos.
He comprobado lo bien que todos los intervinientes habéis aprendido a cazar "sapos".
Buenos abrazos; Juan, pa ti uno muy apretau y, ya sabes, " el pollo, muerto, muerto".

BALDO dijo...

Luisín querido. Si tu et Blandine vales, ego et Iulia valemus. Sé de tu hermoso y magnífico narrar, de tu graciosa ironía hasta reírte de tu sombra (de Aznar o Ánsar, no se te pasaría por la cabeza hacer chirigotas), de tu agudeza psicológica para captar la urdimbre de las personas nada más mirarlas y ver cómo andan, de …, pero este comentario –di la verdad– no ha salido de tu cabeza. Hay una razón apodíctica: no raya, sino que está dentro de lo sublime. Por algunos rastros que hay en el escrito y por informaciones muy fidedignas que me han llegado, barrunto («se me aberrunta», decía mi abuela Manuela) que te lo ha proporcionado Lalo, que en su «zacamaca» por hurgar los arcanos, ha llegado a encontrarlo en los escritos del «negro» que le escribió a Cervantes «El ingenioso hidalgo de la Mancha» y las «Novelas ejemplares». Dime que no me equivoco y que es un oportuno y bien intencionado plagio. ¡Anda, dímelo!

Lalo dijo...

¡Eh, eh!, a mí no me metáis en más berenjenales de los que ya tengo, que bien me llega. Me declaro inocente en todo lo que aquí se diga y especialmente de cualquier docta disertación intelectual que aparezca. Lo mío es más de escoplo y cincel, de sierra y martillo o, si se quiere, de papeles y herramientas tipográficas.

BALDO dijo...

Se me olvidaba decirte, querido Luisín, que, ahora que tu mente está en sazón, sigas regalándonos más "plagios" maravillosos, de los que a buen seguro tendrás el faldel lleno. No tapes la lámpara con el celemín -como decía no sé quién- porque, si no, la polilla los corroerá.

Luis Carrizo dijo...

Amigo Baldo, te cotizas muy caro; de ahí que yo aprecie especialmente tu aparición, casi milagrosa, y tu excesivo comentario (seguramente que por compensar tu largo silencio y acallar tu mala conciencia). En cualquier caso, no puedo por menos que repetir aquello de "o felix culpa", para celebrar el buen fin que se ha derivado de mi plagio. Pues plagio ha sido, te respondo, ya que me lo preguntas con insistencia. Tengo que confesarte que, en efecto, salvo los latines, cuya procedencia dejo señalada, el resto de palabras que he utilizado en el escrito las he sacado todas del diccionario.
Un fuerte abrazo para ti y para Juli. Espero que vuestros enfermos vayan mejorando.

Lalo dijo...

Observo con fruición que en el colegio también nos enseñaban el noble arte de la esgrima de salón.
Y algunos lo aprendieron, ¡vive Dios!

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