miércoles, 2 de marzo de 2022

Hasta pronto, Kiev: dos zamoranas huyen tras 25 años en Ucrania


Antonia Estrada y María Mayo huyen de la guerra en un viaje de 56 horas hasta la frontera polaca y dejan atrás 25 años como misioneras en el país del este

Araceli Saavedra LA OPINION DE ZAMORA

02·03·22 | 04:00 | 


Antonia Estrada con alumnos de la escuela. | Cedida por la familia Estrada

La hermanas misioneras dominicas Antonia Estrada, María Mayo –ambas zamoranas de Justel y Uña de Quintana– aterrizaban el lunes a las seis de la mañana en el aeropuerto de Barajas, junto a la hermana María Jesús Cerro de Madrid, en un vuelo procedente de Cracovia (Polonia) tras su evacuación precipitada de Kiev. 

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El convoy en el que viajaron desde Kiev, organizado por la Embajada de España, tardó 56 horas en hacer el trayecto hasta la frontera polaca. “La ruta con las mismas botas puestas” es como han bautizado las hermanas su odisea para llegar al país vecino, por caminos y vías secundarias desde la capital ucraniana acompañadas de otros españoles, personal de la Embajada y agentes del grupo especial de la Guardia Civil, GEO. 

 

Desde su llegada no han dejado de contactar e intentar localizar a niños, familias y trabajadores del centro de atención de día de niños que fundaron hace 25 años en la capital de Ucrania. Además de atender a los medios de comunicación. 


A la izq. María Mayo a su llegada a Madrid junto a Antonia Estrada. FAMILIA ESTRADA

Una vida de misión

La más veterana de ellas, Antonia Estrada, de 81 años, es nacida en Justel cuya familia se afincó en Muelas de los Caballeros. Ha podido descansar estas horas en España. “Yo por lo menos he dormido mucho, María menos porque ha madrugado y ha estado en relación con el mundo entero y la pobre tiene la cabeza saturada”. 

Después de 59 años de labor misionera en zonas de conflicto esta es la primera vez que son evacuadas

Antonia reconocía que aunque se encontraba bien, todavía no había “aterrizado”, y confiesa: “Mi cabeza está volando y mis pies están pegados al suelo. No tengo fuerzas para moverme ni cabeza para pensar. Así que lo que diga hoy no sé si tendrá alguna coordinación o lógica”. 

El cansancio de esos cuatro días era notorio y así lo atestiguaba su hermano desde Alicante, Mariano Estrada, a través de los mensajes de voz que conseguía recibir en su móvil. Después de 59 años de labor misionera en América del Sur, en zonas de conflicto serio en África y ahora en Europa del Este, esta es la primera vez que son evacuadas.

 

Su testimonio y el de la hermana María, de 71 años, es coherente y exhaustivo. Más que pensar en ellas, ayer estuvieron pendientes de contactar con todas las familias y el personal del colegio que se ha quedado en Kiev. Otra de sus preocupaciones es poder traer a los niños del colegio que se han quedado en la capital ucraniana “aunque eso es más difícil”, sopesan. 

Su salida de Ucrania coincide con el 25 aniversario de su llegada a Kiev con el objetivo de “fundar una escuela católica”, el 10 de febrero de 1997. Un proyecto que comenzó con dos niños y que en estos años ha tenido un centenar de alumnos de media y que ahora se ve truncado.


Estrada junto a niños de la escuela. | Cedida por la familia Estrada.

La huida, 56 horas de trayecto

Las hermanas dominicas señalan su odisea como “La ruta con las botas puestas”, apodo dado porque “no nos las hemos podido quitar desde el jueves hasta el domingo, a las tres de la mañana”

Una imagen más que gráfica para describir el viaje en un convoy integrado por un primer grupo de “personas mayores, éramos las abuelitas” junto con la embajadora, Silvia Cortés y varias familias españolas bajo la protección de los GEO de la Guardia Civil. Para hacer la evacuación “habían alquilado unos coches particulares, grandes, como monovolúmenes y camioneticas” donde han permanecido hasta cruzar la frontera de Polonia.

 

María Mayo hace mención a la labor de los GEO “muy inteligentes, muy profesionales y muy humanitarios” que estuvieron variando la ruta para evitar incidentes y la salida más segura. Entre los agentes María Mayo señaló “al inspector Pelayo que yo conocía de otras evacuaciones en Kinshasa –la capital de la república del Congo–. Cuando estaban en Kinshasa “ayudamos a evacuar a otras personas pero nosotras no salimos. En la misión éramos africanas y españolas y solo podían salir las españolas. Decidimos quedarnos allí todo el tiempo”. En 1991 y 1993 las tres hermanas vivieron las primeras evacuaciones de Isiro, pero en ninguna abandonaron África. 

 

En 1996 María Mayo “recibiendo en Isiro a las hermanas que se habían quedado 11 días en la selva con los pigmeos” conoció a los GEO y al inspector Pelayo. En 1998 y en 2003 vivió otras dos evacuaciones en la misión congoleña. “Somos veteranas pero siempre nos hemos quedado y ahora estamos un poco loquitas porque siempre nos quedábamos. Dios hace las cosas como quiere. Ahora hay otra familia en nuestra casa y nosotras en Madrid” reconoce esta mujer de una gran fortaleza. 

Nunca se habían enfrentado a una salida tan precipitada. En el trayecto “vimos los aviones, muchísimas veces. Nos tuvimos que detener muchas veces para que pasaran las ambulancias, en otros momentos tuvimos que parar en los caminos secundarios para que pasaran los camiones con misiles, con tanques, con soldados. No una vez sino muchas veces”. 

Antes de esa salida urgente María Mayo era consciente “de la situación” pero “todo estaba tranquilo en Kiev. Sabíamos todo lo que podía pasar pero estaba todo muy tranquilo”. De hecho tenían la comida preparada para ese jueves sin imaginar un regreso en el último minuto a España “la decisión nuestra era quedarnos”. Las hermanas viven en contacto con familias, monitores y trabajadores. Esas horas previas a su salida estaban más pendientes de “la necesidad de una evacuación de niños, pero no lo veíamos porque hacían una vida normal, iban a la escuela y venían al centro y no se estaba interrumpiendo el curso escolar, ni estaban perdiendo las clases”.


Estrada durante su labor como hermana. | F. E.

Su evacuación “fue muy precipitada y con mucho plante”, opinan. “Habíamos estado con los niños el miércoles en una jornada normal del todo. Ya habíamos dejado todo preparado para dar el desayuno a los niños ese jueves. Habíamos dejado todo en su sitio, hasta las habichuelas que íbamos a comer al día siguiente”. Estaban preparadas “para atender a los niños como un día más”. 

En la madrugada del jueves a las cinco y media de la madrugada María Mayo cuenta que “me despertó mi compañera diciendo que estaban bombardeando al lado de su casa. Que qué hacíamos con los niños. Yo estaba medio dormida. Se habían quedado pocos niños. De los pequeñines, de 2 a 6 años, todavía teníamos unos 10. Teníamos que saber qué había pasado con ellos”. Algunos ya habían abandonado el país con sus padres que eran “trabajadores freelance” otros se había traslado con sus padres fuera de Kiev a otras poblaciones alejadas. En el barrio todo era normal. Tras el aviso por teléfono pensó en no despertar ni a Antonia ni a María Jesús, dejarlas dormir un poco más. En ese momento bajó María Jesús que la había llamado el cónsul “que había que salir sí o sí”. 

Desde el consulado español estaban alerta desde hacía días para que “preparáramos el bolso” pero su determinación era quedarse. Cuando iban a desayunar y tras la llamada del Cónsul “me llamó la embajadora y me dijo que ni desayunara y que fuéramos para la embajada directas, en media hora. En media hora no llegamos en un trayecto normal. Y me contestó que nos mandaba un GEO o que nos sacara la milicia pero que había que salir ahora”. 

“Fue tan precipitado tener que tomar decisiones en un momento, cuando has preparado la comida y tienes todo preparado en la casa porque quieres quedarte”. Tener que cambiar la decisión en media hora “estábamos como locas”. 



Su preocupación llegaba hasta el extremo de que “es final de mes y hay que pagar a la gente”. Se centraron en contactar, a través de los grupos de WhatsApp, con la coordinadora para dejarle el dinero y que los trabajadores cobraran. “Nuestro ángel de la guarda”, así llaman al arquitecto que les ayudó a construir el centro, y que “se iba a quedar en nuestra casa, donde también se quedaba otro ciudadano ecuatoriano”. 

Las llamadas desde la embajada eran reiteradas. Cuando ya habían emprendido el trayecto en metro hacia la embajada “llama una compañera para informar que han bombardeado cerca de su casa y una familia ha perdido su hogar. El papá ha fallecido pero han sacado a los niños que no tienen donde ir”. Las hermanas ponen a su disposición su casa “mientras nosotras ya salíamos a la embajada”. 

Antonia regresa a la conversación tras hablar con la cocinera del centro en Kiev y siguen preocupadas por su “familia” ucraniana. Emocionada reconoce que casi no puede hablar: “Estoy llorando, he estado hablando con nuestra cocinera, que no ha podido entrar en casa, no hay nadie”.Las hermanas habían dejado comida y agua porque se iban a quedar, víveres que dejan a disposición de las personas que han colaborado en el centro. 

Están al tanto de la columna de 64 kilómetros de blindados que llegan a Kiev y de la alerta a la población de no abandonar los búnkers “el más seguro es el del metro, pero hay que llegar y no es fácil”. Desde la capital en guerra le llegan también los rumores y desmentidos de que “no hay ningún corredor humanitario para mujeres y niños” son “consignas falsas de los rusos para hacer rehenes o matarlos”. Días antes del acoso al país “los militares rusos se infiltraron entre la población civil” o bien “se camuflaron como si fueran militares ucranianos”.


Hasta pronto, Kiev 

Tanto Antonia como María tienen buenos recuerdos de sus pueblos. Antonia aclara que “nací en Justel de la Sierra. Mis afectos y mi cariño están en Justel. La gente es preciosa. Yo soy justelina y los quiero mucho, son gente muy buena”. Cuando cumplió 12 años y se fue al colegio la familia se trasladó a vivir a Muelas de los Caballeros, pueblo que acogió a la familia y donde nació la menor de las hermanas. Antonia reparte su cariño también y el aprecio con su pueblo de acogida. 

María Mayo mandaba también un mensaje de cariño a su pueblo de Uña de Quintana, a todos los vecinos que se han preocupado por ella y han tratado de contactar “les mando todo mi cariño. Tengo a Uña de Quintana en mi corazón, ahí están mis raíces de vida y de fe y de todo.Uña de Quintana y yo somos uña”. Cuando cruzaban los campos de tierras negras preparados para la siembra en su huida por el granero de Europa “siempre recordamos que Zamora es una tierra de trigo, de gente buena y de fe”. 

Un centro de día para más de un centenar de niños 

Las hermanas atienden la Comunidad Madres- Casa de los Niños, en la capital. Es un centro de día al que acuden niños de 38 escuelas diferentes de Kiev, para que los niños no se queden en la calle, cuando terminan las aulas, porque sus padres todavía están trabajando. La escuela evita que no estén en la calle y sean víctimas de bandas callejeras. Las madres les ofrecen “un sitio caliente y les damos clases de español. Con los padres tenemos reuniones cada año y vemos lo que vamos a hablar con los niños y los valores en los que queremos formarlos. Nosotros decimos lo que hemos visto que necesitan los niños –como respeto, orden, trabajo, alegría, compañerismo, valores humanos cristianos– y elegimos lo que vamos a tratar con los padres”. Para que no estén todo el tiempo jugando en el centro tienen un tiempo para hacer los deberes, recibir las clases de español y de los valores. Además hacen teatro, manualidades, ajedrez, canto. A estas alturas del año estaban preparando las obras de teatro de cara al fin de curso, junto con las monitoras, para representarlas en el teatro del colegio. María Mayo recuerda que “tuvimos una monitora de Córdoba que estuvo un mes o tres semanas y les enseñó a bailar el pasodoble”. Un día a día que hasta hace una semana no muy diferente al que vive un niño en España. El COVID obligó a reducir, por falta de espacio, el número de niños que acudían al centro. De los 200 que asistían se ha reducido este año, por las medidas sanitarias, a 140. Ampliaron el número de clases a todos los días de la semana para compensar. La hermana María recordaba que “empezamos con dos niños” y donde lo primero que ofrecían era enseñar español.

7 comentarios:

Isidro Cicero dijo...

Me habían enviado este enlace de la entrevista de Expósito a estas misioneras dominicas españolas rescatadas de Kiev. La entrevista la escuché ayer mañana mientras caminaba por estos parajes verdes y fríos, me emocionaba y reflexionaba.
Las oía con admiración: Qué mujeres. Qué señoras.Qué depósitos vivos de valor y de valores. Qué manera de levantarme el ánimo. Qué modelos de sencillez y de agradecimiento a las personas que, dentro de la tragedia, las ayudaron de una manera o de otra.

La monja Antonia, 81 años, es la hermana mayor de mi compañero de curso y de aula en la Paramera, Mariano Estrada Vázquez, amigo, poeta. He estado en contacto con él, he mostrado solidaridad con él y a través de él con esas heroicas y sencillas mujeres de pueblo que han llegado aquí con los ojos llenos del color de las tierras negras de la fértil Ucrania y con los colores claros de los ojos desolados de unos niños en cuyo cuidado se habían volcado. "Unos niños hermosos como príncipes", había dicho una vez Antonia Estrada. Unos niños ahora en peligro de masacre junto a cientos de miles de príncipes como ellos.
Emoción de la oportunidad de haber compartido vínculos y lazos con estas personas a través de Mariano con su familia, con los valores que aprendimos juntos Mariano y yo, valores universales compartidos con los ideales de Antonia y anclados en la organización que nos educó y a ella la destacó a la primera línea de compromiso con la humanidad.

Luis Heredia dijo...

Desde que comenzaron estos desagradables, injustos, incomprensibles y cualquier otro calificativo que queramos poner a estos acontecimientos, de inmediato nos vino a la memoria Antonia, hermana de nuestro hermano y poeta Mariano Estrada de la ínclita yeguada del 60 (porque lo dicen ellos). Tuvimos el gusto de conocerla en uno de los encuentros que tuvimos en La Paramera con motivo de la presentación de los libros de su hermano Mariano, encuentro en el que vendió libros como churros, hablando de cantidad, claro, porque hablando de calidad todos salimos de allí con nuestro tarro de esencia literaria. Algunos, con más de un tarro, lo que quiere decir que fue un éxito por todo lo alto.
Desde que Mariano nos habló de la existencia de su hermana dominica en el blog siempre pensé que su destino era cualquier convento o colegio concertado en cualquier ciudad de España. Pero en una de sus entradas nos dijo Mariano que su hermana era "misionera", labor y destino que de inmediato relacionamos con Perú, Nicaragua, Africa....o cualquier otro lugar del mundo fuera de nuestro entorno. Y resultó que su "misión" no estaba tan lejana sino escasamente a 3.700 Km. de nosotros. O sea, a un salto , aquí al lado. Cuando nos dijo que estaba en Kiev ( que a mi me sonaba a muy ruso), fue cuando caí en la cuenta de que las misiones no tenían por qué estar a distancias y países tan lejanos sino que las tenemos muy cerca de nosotros. Podía ser Kiev como Vallecas o cualquier barrio donde los niños, o no tan niños, estuvieran faltos de protección y con mucho desamparo. Al habla con Mariano me comentó que su deseo no era salir de Kiev pero se vio obligada a hacerlo porque les cerraron el centro y tuvieron que desalojar a los niños.
Siguiendo en contacto con él, y al hilo de las noticias, confirmaron que se encontraban bien y de camino para España pero tristes por haber dejado a sus niños.
Antonia es otro ejemplo de generosidad, tantos como hay por el mundo y a los que no conocemos, pero que sin ellos todo sería aún más caótico.
Antonia, deseamos fervientemente que la situación vuelva a normalizarse y que tus niños os tengan muy pronto de vuelta.
Para ejemplaridad de cristianismo y predicación de la vida de Jesús, VOSOTRAS.

CARLOS TEJO dijo...

Este sacerdocio femenino es auténtico.
La Iglesia es Misionera o no es Iglesia.
No entiendo la vocación religiosa de otra manera. Alguien podrá opinar que las Misiones no tienen que estar en otros mundos, que España ya es un lugar de Misiones, vale, pero conozco a muy pocos, por no decir ninguno, entre los curas párrocos que me rodean.
El salir del confort de la sacristía ya es comenzar un camino misionero.
Cuando a las nueve de la mañana las mujeres y hombres de Cangas de Onís, donde vivo, comienzan a trabajar, en lo que sea, uno de los párrocos, el más joven, se va a hacer montañismo, casi a diario, para posteriormente colgar selfies en Facebook, con las montañas de paisaje de fondo, y habla del regalo de Dios, con la naturaleza y bla, bla, bla.
Soy de los que, con disciplina "curiana" va a misa todos los domingos, o sábados. El sábado no pasamos de media docena los hombres que participamos (por decir algo), y tengo una cosa muy clara, el párroco en cuestión no sabe cómo me llamo ni yo ni el nombre de casi nadie. Cuando no se sale a tomar ni tan siquiera un café o un vino con los vecinos no se está siendo misionero.
Por eso toman un valor y un reconocimiento muy especial estas hermanas nuestras misioneras, que deberían hacer temblar los cimientos de tanta cabeza mitrada y de tanto ministro raso.

RAMON HERNÁNDEZ MARTÍN dijo...

Carlos, subscribo de pe a pa cuanto dices y, es más, me alegro de que lo hayas dicho. Solo tengo una diferencia contigo: que yo no voy a misa ni los sábados ni los domingos por un puñado de razones y, fundamentalmente, porque no le veo sentido alguno, si bien es cierto que acudo a ella cuando de por medio se celebra algo social que hace comunidad y que, además, soy partidario de que cada cristaino "celebre" una eucaristía diaria, sintiéndose comensal y comida. ¿Que cómo se hace eso? De muchas maneras. A veces basta incluso una simple y fugaz mirada al cielo. Gracias, amigo, por lo que has dicho y, una vez más, "chapeau" ante esas mujeres-monjas.

JOSE MANUEL GARCÍA VALDÉS dijo...

Carlos, suscribo y firmo tus reflexiones. Yo, como, algún otro, tampoco soy practicante, pero defiendo que la iglesia tiene que cambiar de rumbo. Debe llegar la igualdad y permitir que las mujeres no sean siervas ni colaboradoras sino protagonistas como son los hombres. En cuanto a las monjas, decir que esas sí que pueden presumir y alardear de verdadero cristianismo.
El que suscriba tus ideas no te ha de salir gratis. Cuando vengas por Gijón puedes dejar pagadas unas botellinas, pero a Luisín Heredia ni una palabra, se las bebe tan campante.
Abrazos

Mariano Estrada Vázquez dijo...

Queridos compañeros y amigos:
Coincido con vosotros en que las misiones son el agua con la que la Iglesia puede y debe lavar sus muchos errores. Antonia y sus compañeras son uno de los ejemplos a seguir. Os doy las gracias en su nombre. Ellas, después de unos días sometidas a los "bombardeos" de los medios de comunicación, vuelven a estar centradas en su trabajo, que ahora consiste en tratar de traer a sus niños a España para que puedan se acogidos por algunas familias con las que ya estaban en contacto.
"Han pasado 10 días y la guerra se ha encarnizado hasta límites que nadie podía imaginar. En realidad, está siendo un auténtico genocidio. Y ha estado a punto de ser una catástrofe no solo para Ucrania, sino para toda la zona, ya que los rusos, en el colmo de la demencia, han atacado a una central nuclear. Se llama Zaporiyia y es la más grande de Europa.
Mientras tanto, una vez atendidos los medios de comunicación, Antonia y sus compañeras, además de otras personas que colaboran con ellas, están tratando de trasladar a sus niños a España, donde serían acogidos por familias con las que están en contacto. Antonia me dice que ya tienen a algunos en Polonia. Sería hermoso que lograran traerlos a todos. Y aún lo sería más que pudieran volver a llevarlos, porque eso significaría que había acabado la guerra y empezado la reconstrucción y la esperanza".
Un abrazo a todos
Mariano

Julio Correas dijo...

Mi admiración a Antonia a la q tuve el honor de conocer hace unos años con Matiano y Rosa, y a sus compañeras loables donde las haya.
PERO
La COPE y sus adlateres obispos y avispos con el Herrera a la cabeza andan diciendo e intoxicado barbaridades a ver si no les quita audiencia el ultra Jiménez Losantos.
Vade retro...
Y rezo para q Vox y sus acólitos no pasen de ser... un diccionario.

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