lunes, 24 de enero de 2022

MÁSTER DE SUPERVIVENCIA (1ª ETAPA) Por César Alvarez Loseiros



Os presento otro libro, titulado Máster de Supervivencia (1ª etapa, 290 páginas), que contempla las vivencias que tuve desde que nací hasta los 30 años que, por una inoportuna visita a una vidente en Nueva Deli (La india), a donde viajaba con mi socio para una importante operación de cemento a granel para un consorcio gubernamental indio, sobrados de tiempo entre visita y visita, a mi socio se le ocurrió acudir a la vidente para conocer las posibilidades del negocio, que nos había llevado a Nueva Deli.

 

La vidente,  a mi me auguró un grave accidente de aviación que quedaría vivo, pero imposibilitado para ejercer mi actividad y relaciones familiares y sociales, después de exponer con mucho detalle, lo más sobresaliente de mi vida: infancia con enfermedad grave (tuve meningitis a los 7 años), origen familiar muy humilde (mi aldea 4 casas de campesinos, sin iglesia ni escuela), dificultades los primeros años, con mi padre enfermo (llevaba años con artritis reumatoide sin salir de casa y la mayor parte del tiempo en la cama) y, así con detalles de que tenia familia con dos hijos y la pérdida de otro y un rosario de aciertos que no daba crédito, cuando esos aspectos privados, ni los conocía mi socio, ni el representante que teníamos en aquel país, que nos acompañaba y traducía de un dialecto hindú, que hablaba la vidente, al ingles.

 


Añadiendo que la única forma de evitarlo, era dejar de viajar en avión, mi medio habitual de trabajo, en por lo menos 15 o 20 años, que ella no sabía de tiempos, pero si estaba segura, de que si seguía volando, podría suceder. Volvimos a España y por mi parte no volví a subir a un avión hasta 25 años  después, en un viaje de vacaciones a Alsacia, en el que me costó trabajo subir al avión, y no estar tranquilo hasta que aterrizamos en Zúrich,  el aeropuerto más cercano (Suiza).

 

En este libro, que se podría hasta considerar una biografía personal, cuento lo mas destacado de mis vivencias, incluido mi paso por el seminario, la expulsión sin avisarme ni darme ninguna justificación, la vuelta a la aldea sin rumbo ni posibilidades para otra cosa, que trabajar en la mina o en las labores agrícolas de la casa familiar, consiguiendo a los 16 años que me dejaran hacer una visita a familiares en Madrid, donde después de las penurias de los primeros meses, conseguí despegar y desde entonces, disfrutar de una vida envidiable e imposible, para un cateto como yo.

 

Te adjunto la carátula de la portada del libro y el texto, por si quieres ojearlo y comprobar lo que digo, donde encontrarás experiencias sorprendentes y una vida de esfuerzo y tesón constante, con unos resultados inimaginables para cualquier emigrante de aldea a la capital Madrid, donde desarrollé mi actividad

 

A todos los que pasé el borrador antes de enviarlo a la Editorial, me animaron a que lo publicara por tratarse de un  libro de aventuras más que una biografía, entretenido y que engancha al lector desde el principio.

 

Creo que este nuevo libro MÁSTER DE SJUPERVIVENCIA, puede tener interés para quienes pasamos por el seminario de los Pp Dominicos de la Virgen del Camino y, aunque aquello seguramente fue ilusionante para muchos, para mí, además de una pesadilla por las consecuencias de la expulsión, sin ninguna justificación para mi, que además no me la dieron, supuso al final un honoris causa al haber adquirido conocimientos muy básicos, pero que a mi me permitieron abrir camino en un paisaje imposible para los de mi condición de emigrados de la aldea.

 

Te expongo todo esto, sin ánimo de aburrirte, porque lo considero interesante para los que lo lean. El precio del libro en Oviedo en la presentación será de 20€ (el precio que fijó la editorial son 25€, pero para mis compañeros y amigos, queda en 20€) y los que lo quieran recibir por correo en casa, de 22€ (incluido el porte).

 

Este libro lo recibiré editado también en este mes de enero.

 

Aprovecho para desearos a todos un venturoso año 2022.

 

Besinos. César





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Leed parte del capitulo I en el que recuerda su paso por el Colegio de la Virgen del Camino.


Capítulo I

 

Segundo curso. ----------------------------


En las aldeas de Cangas, aumentaba la población en los meses de verano por el retorno de muchos emigrantes a Madrid, que aprovechaban las vacaciones para traer a los hijos a visitar a los abuelos y disfrutar de los beneficios del verano en el campo y, de paso, volver cargados a Madrid con embutidos y otros productos de casa, que ayudaran al sustento familiar y que, generosamente, les ofrecían como recompensa por la visita.

 

Entre esas visitas, repetían cada año las dos hijas de David y Vicenta de casa Xuanón, ambas con dos hijos pequeños y casadas, la mayor con Carlos, un contable empleado en una empresa en Madrid y la otra con Etelvino, un transportista propietario de un autocar, que cada verano realizaba rutas de trayecto directo Madrid-Cangas-Madrid, transportando a la mayoría de estas familias residentes en Madrid, que acudían de vacaciones.

 

Mi padre le habló a Etelvino de lo engorroso que nos había resultado el primer viaje a la Virgen del Camino, al tener que realizar varios trasbordos y utilizar hasta tres empresas diferentes para completar el recorrido, ofreciéndose a llevarme en su autocar hasta León.

Hizo coincidir su viaje de vuelta a Madrid, con la fecha que tenía asignada para ingresar en el seminario, sentándome en el asiento del guía y pidiendo que le recordara cuando llegáramos a León que tenía que parar para apearme del autocar.

Superados los vaivenes de las curvas en la subida al puerto de Pajares, e inmersos en el sopor y aburrimiento de las rectas de la meseta, que evaporó el jolgorio y murmullos de los viajeros, que aprovecharon para acomodar el respaldo y echar la primera cabezada, en un ambiente relajado y de silencio, íbamos pasando poblaciones, sembrados, solitarias edificaciones y los carteles que iban apareciendo, sin llegar a percatarme de señales referidas a León, mi destino.

 

De repente, Etelvino disminuyó la marcha del autocar, recriminándome que no le hubiera avisado, porque habíamos pasado León y yo seguía en el autocar.

 

No teniendo respuesta, permanecí en silencio y paró en el primer pueblo, de nombre Mansilla de las Mulas (distante más de 20 km de León), bajándonos los dos del autocar y acompañándome a la parada de autobús, donde había carteles con indicación de horarios y trayectos, disculpándose por el despiste y pidiendo que no tuviera miedo, ni me preocupara, que era tierra de buena gente y solo tendría que hacer lo mismo, que si me hubiera dejado en León, donde también tendría que coger un autobús para ir hasta la Virgen del Camino.

 

No tenía reloj, ni idea de dónde me encontraba, pero tranquilo y de pie, quedé esperando el autobús que, según Etelvino, pasaría en algo más de una hora, cuando una furgoneta cargada con cajas de fruta paró y me preguntó que a quién esperaba.

 

Conté lo que me había pasado y que esperaba un autobús para ir hasta la Virgen del Camino, donde estudiaba. Me invitó a subir, diciendo que le pillaba de paso y en menos de una hora, ya me dejaba en la entraba del colegio.

 

Hice ademán de pagarle, pero rechazó mi intención, deseándome suerte. Le di las gracias, contestando que de nada y que era lo mínimo que tenía que haber hecho, al verme desorientado y solo, pegado a una maleta.

 

«Así de fácil y ¡qué suerte!», pensé para mí.

​​

Visita de Franco

A los pocos días de inicia r el segundo curso, disfrutamos de un acontecimiento que siempre permanecerá en la memoria, de los que tuvimos al Caudillo de España al alcance de la mano.

 

  El General Franco, en visita de inauguraciones por algunas comarcas de León, visitó nuestro Santuario de la Virgen del Camino, donde participamos todos los alumnos, los frailes y las monjas, aplaudiendo y participando del fervoroso recibimiento que dieron los leoneses (autoridades y personajes ilustres de la provincia, que se ocupaban de enardecer al público, al paso del General).

 

A los alumnos, nos colocaron en primera fila para impedir a la muchedumbre, que se acercara a la comitiva del General, auxiliado por un quinteto de eclesiásticos que le rodeaban, portando las varas del dosel que protegía su cabeza y que, mucho después, supe que señalaban con el sobrenombre de “bajo palio”.

 

Formábamos una columna engalanada en perfecto estado de revista, formando parte del conjunto ornamental del colegio.

 

 

Había tanta gente y tanto jaleo que nadie reparaba en nosotros, ni siquiera dirigirnos una mirada, salvo el General que, en un momento determinado, paró la comitiva acercando su mano, para revolotear el mechón de pelo de dos o tres compañeros a modo de saludo cariñoso, como simulando ungirnos con su bendición, que agradecimos como si lo hubiera hecho con cada uno de nosotros.

 

A pie firme como auténticos legionarios, vigilados de cerca por los frailes que nos tutelaban, respondimos a coro vitoreando vivas a España y al General, a pesar de que la inmensa mayoría ni sabíamos ni teníamos constancia de la existencia de Franco, ni de personajes tan pintorescos como los que vimos aquel día.

 

Durante el curso, si se tenían aptitudes había posibilidades de pertenecer a la escolanía y a la rondalla, con clases de música, canto, piano, guitarra, bandurria y laúd; me seleccionaron para la escolanía y también me apunté a laúd, que era el único instrumento disponible cuando acudí a clase (las guitarras y bandurrias eran las más solicitadas, permitiendo incorporar su propio instrumento, a los que dispusieran de esa posibilidad).

 

El segundo curso transcurrió participando en todas las actividades, aprobando todas las asignaturas con una nota media de 7,5, aunque algo desanimado por los encuentros de frailes (muchos profesores), riendo y departiendo amigablemente con los familiares de algunos compañeros, que cada fin de semana acudían a visitarles, sin dedicar siquiera una sonrisa o saludo a los más necesitados de afectos y atención, como yo mismo.

Al volver a casa por vacaciones de verano, después de los besos y parabienes de recibimiento, me informaron de la muerte por accidente en la mina, que había sufrido nuestro vecino Ernesto de casa Gonzalo, padre de familia numerosa a la que pertenecían mis compañeros de juegos Lulo y Ernestín; me enviaron a darles el pésame y al verme me abrazaron, llorando juntos un buen rato, sin nada que decir.

 

En Veiga y como el año anterior, acudía a primera hora de la mañana, para acompañar al cura, y una vez finalizada la misa, salía de inmediato hacia mi casa para ayudar en trabajos o cuidar del ganado, tratando de compensar los desvelos y esfuerzos que realizaban por mí durante el resto del año; con el tiempo, supe de los disgustos del viejo cura Don José por hacerle madrugar tanto, aunque nunca me hizo ningún reproche.

 

Tercer curso.------------------------------


 En el tercer curso, la mitad de los alumnos de nuestra promoción, pasamos a la escuela Mayor y en la escolanía me eligieron tiple de primera voz para cantar en el Santuario, a donde acudíamos los domingos y fiestas de calendario para participar en la misa mayor.

 

Juan García Mondeño. Incorporaron a mi clase, a un nuevo compañero que, por lo menos, era de quince a veinte años mayor que nosotros, con lo que hasta casi podría ser nuestro padre.

 

Se llamaba Juan García Jiménez, conocido por “Mondeño” y había sido un torero afamado y deseaba hacerse fraile. Era educado, seco, serio, humilde e introvertido y no recuerdo su participación en juegos ni conversaciones informales con nosotros fuera de las clases, ni tampoco compartía dormitorio, ni asistía a las misas y obligaciones eclesiásticas que realizábamos diariamente.

 

Se alojaba en la zona destinada al claustro de profesores, donde haría las tareas de estudio, asistiendo con nosotros, solo a algunas clases y como oyente.

 

En el curso siguiente lo trasladaron a Caleruega (Burgos) a la escuela de novicios, donde cursaban estudios superiores.

 

Primera visita de mi padre. En este curso recibí la visita de mi padre, cargado con una caja de manzanas de varios kilos y un paquete con embutidos de un peso similar que, de entrada, no me hizo mucha gracia, pues todos mis compañeros disfrutaban de más visitas que yo, con regalos de ropa, cajas de pastas, material escolar, libros y cosas relacionadas con nuestra edad y necesidades. (Eso pensaba, aunque no me atreví a decírselo a mí padre).

 

No tenía dónde guardar lo que trajo mi padre y hasta llegué a creer que se reirían de mi al intentar compartir como hacían algunos conmigo con sus regalos de las visitas.

 

A pesar de esas contradicciones, la visita me emocionó y entre risas y sollozos se lo agradecí a mi padre, prometiendo que todo iba bien y que estudiaba con interés y tenía muchos amigos y los frailes nos trataban con respeto.  Mi padre contuvo las lágrimas, aunque estaba tan emocionado como yo.

 

Dejé la caja de manzanas y encima los embutidos, en la esquina de la parte alta de las paredes de la camarilla (de una altura inferior a dos metros, dejando libre y visible el espacio restante hasta el techo), justo en el vértice de las dos paredes que cerraban los ángulos de la cama (fondo/pies y lateral frontal) evitando que se cayeran y no dije nada a nadie, pero a los dos días… Un olor rico… A comida… Se esparció suavemente por la nave del dormitorio y empezaron las visitas y cuchicheos pidiendo, por favor, que les dejara probar de aquello tan estimulante para los sentidos.

 

Invité a los más cercanos y que habían compartido conmigo alguna vez, para antes del tercer día, liquidar aquel tesoro con todos los que se acercaron a mi camarilla. ¡Un éxito total! Y seguramente el mejor regalo que se había recibido nunca para nuestros estómagos.

 

 

4 comentarios:

jmgarciavaldes#gmail.com dijo...

Enhorabuena, Cesar,te deseo y auguro mucho éxito. Sigue firme con tu pluma en ristre ejerciendo de escritor.
Abrazos literarios.

Luis Heredia dijo...

Yo ya me pido uno porque tiene una pinta excelente.
Seguro que va a ser un éxito, César, como lo es tu propia vida.

Luis Heredia dijo...

Por cierto, ¿Cuándo y dónde es la presentación en Oviedo?

Isidro Cicero dijo...

Bienvenido a este colectivo, cada día más nutrido, de exalumnos que por un motivo o por otro nos hemos descarado a escrbir. No es fácil este descaro, se vive mucho mejor en el cómodo anonimato, pero ¿a quién no le gusta dejar constancia de que ha vivido?
Enhorabuena por el paso adelante y me apunto a recibir un ejemplar. Ya nos dirás el sistema de compra. Un abrazo, César.

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