viernes, 30 de julio de 2021

MI PRIMERA BANDURRIA (Por Fernando Alonso, el nuestro)

 Con falsa modestia, Fernandito Alonso, gloria del 61, me dice lo siguiente a mi petición de comentar esta fotografía:

"...siento pesar profundo porque yo no soy escritor; como mucho, un escribidor y me cuesta enormemente decir algo que aporte interés. Por el contrario, soy un gorrón consumidor del blog porque es muy bueno, porque tiene altura, dignidad y poco cotilleo. Si fuera escritor u ocurrente  estaría ahí a diario, pero uno tiene sus limitaciones. .."

Pero este es su emotivo comentario:




Nuestro querido Josemari no descansa, se resiste a que el tiempo borre nuestros recuerdos y rescata el último de los posibles, de los que han dejado más huella en nuestras vidas.

Éste es uno de mis primeros encuentros con la música, en el contexto de La Rondalla, aún con la bandurria en mis manos, la mandolina llegó más tarde y mucho más tarde aún, la guitarra, ya en mi jubilación para llenar muchas horas de ocupación gozosa.


¿Y las personas que me acompañan en ese recuerdo que evoca Josemari? Son personajes con nombres y apellidos tantas veces pronunciados..., alguno ya desaparecido, otros desconocidos, algunos con nombres ya olvidados y sin embargo, de alguna manera, vivos de nuevo: Baudilio, José María Trapiello, Andrés Becerro, Villalba, son algunos de los que estamos ahí y reconozco; a otros, los acabo de evocar, al Padre Torrellas, que afinaba un instrumente mientras consumía su chesterfield, las flautas, que se incorporaban también al evento, probablemente alguna actuación en público; impecable Baudilio y varias camisas con corbata. 


La fotografía ha revivido un trozo de nuestra historia que hubiera desaparecido necesariamente. Los personajes de la historia de nuestra vida que permanecen ausentes y olvidados, sin las huellas que deja la vida, están ya muertos para siempre a no ser que alguien, en este caso Josemari, descubra esas huellas, las visualice y las cuente. Ciertamente esas personas y momentos no regresan a la vida, no regresamos al ayer, solo recuperamos una forma de vida, los recuerdos para otros. Por esa virtualidad, esas personas aun no estamos ni desaparecidas ni muertas del todo, porque aún no están poseidas por el olvido, digamos que están enterradas, en la "sepultura" de este blog, en este caso con el epitafio de LA RONDALLA. 


Solo la sepultura de este blog  de Josemari y nuestro, mantiene juntos aún nuestra vida y los recuerdos vividos de lo que fuimos y consigue que los desaparecidos a lo largo de este tiempo, no hayan muerto del todo. Este es el hermoso trabajo y afán de Josemari, evitar la muerte definitiva de tantos recuerdos en el arcón  del olvido para ganarle la partida a la muerte.


Fernando Alonso


10 comentarios:

Isidro Cicero dijo...

Fernando Alonso, el nuestro, tenía una curiosidad insaciable por las cosas. No sé si fue esa curiosidad la que le sirvió para formar parte de la ochava esphera de los músicos de la paramera. Allí, como en el firmamento medieval, estaban las estrellas más brillantes. No llegaban al número de 1002 como en El libro de saber de Astrología, pero era un número considerable. Eran muchas. Fernando Alonso evoca hoy aquella esfera. La bandurria. La mandolina. La guitarra. Las flautas. Los acoplamentos corales. Y el pobre Baudilio, tan callado, tan sensible, tan hábil... La mayoría de nosotros mirábamos hacia arriba -estaba arriba- hacia la esfera de los músicos. Era una selección. A mi nunca se me ocurrió ni preguntar por dónde se subía a esa esfera, la octava, según Alfonso X el Sabio.

Ramón Hernández Martín dijo...

Aunque soy el último y el menos cualificado para meter baza en esto de "escritor" y "escribidor", oficios de los que solo soy un ávido aprendiz o un empleado en prácticas sin remuneración, me atrevo a decirle a Fernando Alonso, a quien Isidro califica como "el nuestro", que ambos oficios, en caso de ser diferentes, nacen de tener algo que contar y de contarlo de la mejor forma posible. No es el caso, porque este Feranndo nuestro parece haberse embutido en el Ferrari del otro, del asturiano, para lanzarse a mil por hora y rectificar las curvas. Buen ánimo, amigo, pues, aun sin conocerte, tengo la impresión de que tienes cosas que contar y de que sabes contarlas. Pero si aparezco aqui hoy no es por lo dicho, sino para aubrayar ese sentimiento de que lo muerto no muere hasta ser olvidado por completo. Baldo -disculpadme que tiente al Diablo- podría darnos una clase magistral sobre cómo trata Eladio la muerte y, lo que tal vez sería más importante, sobre cómo construye la vida humana utilizando la historia y la cultura como una de sus cuatro sólidas columnas (las otras tres, lo recuerdo, son lo biótico, lo naturalcósmico y lo metahistórico). Viene todo esto a cuento -y ahí entro yo como penitente- de que en el "mundo de los cursarios" (creo habéroslo contado ya) seguimos celebrando los cumpleaños de los compañeros que ya nos han dejado, han partido para la casa del Padre o, simplemente, se han colocado al otro lado del tiempo, pues lo de que "la han palmado" me parece muy chabacano y corto de mrias. Ello viene a proclamar que, mientras vivimos, arrastramos con nosotros todo lo nuestro. Os lo aseguro yo que estos días, a mis 81 años, me paseo por las calles de mi pueblo con los ojos del "pillín" que fui mucho antes de preocuparme por el hecho de que los dominicos me eligieran para ser pescador de hombres y salvador de almas. Buen ánimo, amigo Fernando Alonso, el "nuestro", pues es obvio que arrastras contigo una interesante historia y que sabes contarla.

Luis Carrizo dijo...

Me ha gustado mucho tu escrito, Fernando. Aunque hablas varias veces de la muerte, se nota mucha vida entre tus líneas, mucho sentimiento cálido y auténtico además.
Yo, por contrarrestar los inevitables referencias que haces a tu historia y nuestra historia que consideras ya muy prestas a desaparecer, prefiero terminar mi comentario con el título (que yo quiero calificar de eviterno)con que encabezas tu relato: MI PRIMERA BANDURRIA. Dejémoslo aquí.

BALDO dijo...

Luisín: con el vocablo "eviterna" ¿te refieres a "ea quibus initium est sed non terminus, sicut angeli et anima"?

Luis Carrizo dijo...

¡Sacto!, amigo Baldo. Qué razón tenía tu abuela cuando decía (antes incluso de que fueras ayudante de Iturgáiz): "el mí nieto Baldo es que sabe latín".
Yo creo, en efecto, que Fernando tiene acumulados méritos suficientes para seguir tocando en los coros celestiales per in sécula seculórum.

Vibot dijo...

Qué bonito ese latín, Baldo querido. Y qué evocador todo lo que escribís, que aunque habléis demasiado de la muerte, está lleno de vida, fugaz pero eviterna.

jmgarciavaldes#gmail.com dijo...

Aquí, por lo que veo, "el más tontu fay aviones". Nadie sabe escribir pero no veo que nadie ponga faltas de "hortografía". Fernando, creo que eres del grupo de los que saben escribir, incluso con música de bandurria. A mí me gustaría escribir a la gaita pero sólo se escribir al tambor, es decir, a golpes. Baldo es el único que, óptimamente, deja duda dudas, ya no sabe escribir ladrillos.
Abrazos fríos desde Asturias; fríos porque estamos en pleno invierno.

Antonio Argueso dijo...

Qué bella evocación, Fernando. Cuánta bella nostalgia. No sé ni dónde ni cuándo la escribiste. Pero leída en tierras de bellos y espesos bosques, en estos días, semana, meses... de intensas y continuas lluvias, con un cielo que parece a media asta producen intensa morriña. Son bellos, por antiguos, recuerdos comunes lo que aquí nos une; dos años nos separaban en la Paramera pero todo los nombres que evocas me son conocidos.

Ezequiel (Seque) dijo...

¡Qué recuerdos!, precisando más ¡Recuerdos! que despiertan la foto en blanco y negro, que no las vivencias, a todo color, y las reflexiones animadoras de esa huella fotográfica en un pasado aparentemente borrado por el tiempo, que nos regala Fernando. Están tan difusos los recuerdos, que hasta creo ser uno de los integrantes del grupo. Exactamente el del medio en la fila central, tocando el laúd, un año antes de que me convirtieran en un niño a unas gafas pegado. Creo que cuando terminó mi estancia en el colegio, acabó mi relación con el laúd, que no con la música con la que seguí muy esporádicamente ligado a través del piano. Pero el laúd quedó en el fondo del olvido casi 50 años. Curiosamente cuando hacemos música, la música nos hace a nosotros, nos modela desde las estructuras más radicales de nuestro sistema nervioso afectando nuestras emociones, deseos, intereses, sentimientos…, incluso sistema cognitivo. Digo esto porque inexplicablemente cuando me jubilé, sin saber porqué, sin apelar a carencias musicales, porque estaba enfrascado en tres coros y seguía tocando piano y órgano, me encontré formando un grupo de pulso y púa, que antes se llamaban rondallas, y tocando el laúd en él. Del repertorio de 50 piezas, las primeras fueron Gavota y Rondó de Bach, Minueto en sol de Beethoven, Vals del Emperador, Recuerdos de la Alhambra, Gigantes y Cabezudos, entre otras. Estas obras serán familiares a quienes pasaron muchos recreos jugando con púas y cuerdas, lejos de la recreación. Mi agradecimiento a todos los que bajo la batuta del furriel interpretáis con elegancia de estilo y maestría vuestras intervenciones haciendo del blog una gran orquesta que nos hace disfrutar a los que por nuestras carencias somos más espectadores que actores. Por cierto Isidro, de acuerdo en que casi, casi nos educan.

Francisco Javier Cirauqui Armendariz dijo...

Como bien dices, Fernando Alonso, tu comentario, me ha traído un trozo revivido de nuestra historia y me ha removido muchos recuerdos de mi infancia y adolescencia y la verdad es que a mi me producen alegría y optimismo, a pesar de que mi primera memoria de la rondalla es de hace 62 años y se remonta a Villava, en aquella pequeña torre del antiguo Casino Besta Jira.
Mis contactos con la rondalla fueron un poco frustrantes. Nada más llegar al colegio, me pusieron a dar clases de piano, ingresé en la escolanía, ingresé en la escolanía y en la rondalla, donde me asignaron una mandolina. Todo eso porque mi madre había estudiado música y piano y se suponía que yo tenía sus mismas cualidades, pero la realidad era que sus cinco hijos salimos, como el padre, con oído de alpargata. ¡Qué disgusto para mi madre!
Mi mejor actuación con la mandolina fue una velada, en la que salía vestido de juglar y recitaba unos versos que no recuerdo.
En fiestas de Burlada, mi hermano invitó a sus compañeros de curso de la rondalla, para tocar las auroras de la Patrona y alguna otra cosa. Yo salí con ellos, con mi flamante mandolina, y me limité todo el recorrido a trinar mi- fa-mi-fa y alguna otra nota, pero nada más, así que un tío mío decía que tocaba unas "mañanitas" un tanto "especiales" y también ensayaba La Serenata Nocturna De Mozart: re-sol-la-si-do-la...y poco más también punteaba: "Los chicos del Pireo": sol - la - si- do-, que repetía incansable.
Cuando fui a León, ya no me presenté a la rondalla ni por asomo. Todos mis amigos de Villava como Arrúe, Ariztimuño, Olano, Mendívil, Ibarrola, Elustondo, Egea, Lacalle y alguno más tocaban bandurria, laúd, guitarra o mandolina. Me daban envidia pero los admiraba.
Lo mío no era la música, era bardo sin mandolina. Recuerdo las actuaciones de la rondalla en las grandes celebraciones con las partituras que señala Xeque y otras que recuerdo yo como: como el Pasodoble Pepita Greus, Amparito Roca, la Serenata Nocturna y el Minueto de Don Juan de Mozart y algo parecido a Canción Croata y Portuguesa. Como dice Cicero, escuchando a la rondalla me asomaba hasta la esfera de las luminosas estrellas.
No sé por qué razones el P. Iparraguirre, me mandaba organizar, los dos o tres últimos años, las veladas de Navidad y otras fechas y siempre echaba mano de mis amigos de la rondalla, que me ayudaba con sus actuaciones.
Nunca llegué a ser el rey del trino, ni canoro, ni al teclado, ni de púa o peltro, pero siempre, me parecían maravillosas las actuaciones de la rondalla y de la escolanía. Aunque con envidia, siempre las escuchaba con gran admiración y me producían un gran gozo.

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