(EL PAIS) Juan García Mondeño (Puerto Real, Cádiz, 1934), una figura del toreo de la década de los 60 que se convirtió en un fenómeno mediático al colgar el traje de luces durante un año para vestir el hábito de la orden de los dominicos, ha fallecido este jueves, un día antes de cumplir 89 años en la localidad sevillana de Sanlúcar la Mayor, donde vivía desde hace tiempo.
Fue un diestro valiente que destacó por su toreo vertical, hierático y solemne, que en el ruedo desprendía un aire místico y taciturno; se codeó con los grandes de su época y alcanzó el reconocimiento de figura tras una exitosa trayectoria que comenzó cuando ya había cumplido los 22 años, salpicada de muchas y graves cornadas y cimentada en una dedicación basada en la búsqueda de un medio de vida más que en una inclinación natural.
No en balde Mondeño había nacido en el seno de una familia muy humilde que vivía en una choza entre Puerto Real y Medina Sidonia; pisó la escuela cuando ya había cumplido los 13 años, y la de torero fue una salida profesional para huir de la miseria familiar, a pesar de que declaró alguna vez que su deseo era haber sido misionero, vocación a la que se opuso de forma tajante una abuela anticlerical.
Debutó en los ruedos como sobresaliente de un rejoneador, animado por un banderillero gaditano, sus inicios como novillero fueron en la plaza de El Puerto, en junio de 1956; protagonizó una exitosa carrera en el escalafón inferior, de modo que consiguió salir a hombros por la Puerta del Príncipe, y también sufrió serios contratiempos, como una cogida en la localidad extremeña de Zafra, en 1957, que le afectó al nervio ciático y le obligó a torear varios festejos con una aparatosa prótesis ortopédica.Tuvo una alternativa de lujo en la plaza de La Maestranza, el 29 de marzo de 1959, con Antonio Ordóñez como padrino, y Manolo Vázquez de testigo, y la confirmó un año después con el mismo cartel de compañeros.
6 comentarios:
Otro más de “uno de los nuestros” que se nos va y por eso lo sentimos como si hubiera convivido con nosotros más de los pocos meses en La Virgen como preparación para la toma de hábitos. Fue una estancia efímera pero lo suficiente como para recordarle por las circunstancias y lo que el propio personaje significaba.
Creo que a todos nos hubiera gustado compartir con él ya de mayores sus experiencias, sus decisiones, sus temores, miedos e incertidumbre por tan radical cambio de vida.
Descanse en Paz y que a su familia les llegue nuestro recuerdo.
Recordando a este hombre interiormente inquieto y deseándole que al fin haya encontrado la paz tras este definitivo cambio de tercio.
Las gradas que antes
en tardes de gloria
gritaban ¡torero!
están hoy vacías
de “olés” y ovaciones,
y está mudo el ruedo
Sólo a veces suena
entre talanqueras
de los burladeros
un eco apagado
que se oye y propaga
cuando sopla el viento
Fuera de la plaza
ya de boca en boca
va un rumor creciendo.
¿Lo sabes, compadre?
-dice el monosabio
al banderillero,
-Alguien me lo ha dicho,
y a lo que parece
el rumor es cierto.
Y aunque algunos dicen
que es cosa de broma,
el “gachó” va en serio.
Que sí, que ya mismo
no habrá más corridas.
Que dijo el maestro
que deja la lidia
que cuelga el capote
y se va a un convento
El tiempo pasaba
sin salir de dudas
y ver si, en efecto,
el esbelto mozo
de fina cintura
y entrecano pelo
reconsideraba
en bien de la fiesta
tal cambio de tercio.
Y al fin llegó el día
de salir de dudas
y fue un hecho cierto
que el diestro afamado
cortó la coleta
se apartó del ruedo
y en el noviciado
de los dominicos
decidió su ingreso.
Los trastes de lidia,
los trajes de luces,
las vueltas al ruedo
entre los aplausos
de los graderíos
se hicieron recuerdo.
Y soñando tardes
de manoletinas
se quedó el albero.
Fue la ceremonia
casi un aquelarre:
¡qué guerra de medios
qué agobios, qué prisas
qué lucha de codos
por abrirse un hueco
y encontrar espacio
para hacer la foto
del fraile del torero!
Hasta el oficiante
gritaba enfadado
pidiendo respeto!.
Terminado el rito
se apagó la tarde
y todos se fueron.
Y el que antes gozara
de tardes de gloria,
de aplauso y trofeos,
ya se encuentra sólo
en austera celda
sujeto al silencio
ante un crucifijo,
un frío cilicio,
y un libro de rezos.
Me sumo al "nuestros" de Luis Heredia y al "cambio de tercio" de Santos Suárez, gozoso aquel, un tanto triste este. ¡Cómo cambian los tiempos! Su entrada en La Virgen del Camino en aquel entonces fue como si a un gigantesco morlaco le hubiera cortado las orejas y el rabo. Hoy, en cambio, parece que a los seminarios no se accede ni por la puerta de atrás. Ajetreada vida la del buen Mondeño, hora dando capotazos, hora pinchando, hora descabellando, hora hincando la rodilla, hora lidiando en otros campos, hasta que la vida, que no se cansa de contar los días y los años, concluye la vuelta al ruedo y te pone a buen recaudo. Descansa en paz, desconocido y sin embargo querido amigo, pues tu forma de ser y de proceder algo de ilusión trajo a nuestras vidas de fervorosos apostólicos dominicos.
Descanse en paz nuestro torero.
Aún recuerdo el revuelo que se formó en aquella España, tan taurina aún, a raíz de tan original "espantá". Y la verdad es que a Mondeño parecía cuadrarle la vida monástica por su aire serio, reconcentrado y aparentemente rezador, que convertía su toreo en casi un ejercicio de ascética.
Los que coincidimos con él durante su breve estancia en el colegio no tuvimos demasiado contacto. Vivía en la zona de los frailes, arropado y protegido por ellos. Algún vislumbre en su paseos por la zona aledaña a los campos de deportes, siempre rodeado de hábitos, y poco más. Sí recuerdo la proyección en el teatro de la película "La becerrada", y la ovación que estalló cuando apareció su imagen en la pantalla: al fin y al cabo lo sentíamos de algún modo uno de los nuestros, como bien dice Luis Heredia. Y también la comida especial que disfrutamos el día de San Juan, su santo, no sé si sufragada por él. Imagino que los que estuvieron con él en el noviciado lo tratarían más.
Recuerdo también cómo en el pueblo, durante las vacaciones de aquel verano, la gente me asaeteaba a preguntas, pero yo poco podía responder, pues poco sabía. Es más, eran ellos quienes me informaban de manera pormenorizada acerca de todo el dinero, inmuebles, automóviles y otras propiedades que le habían arrancado con malas artes los dominicos. ¿Cómo se habrían enterado? El eterno regodeo que encuentra en la maledicencia el honrado pueblo.
A lo mejor donde está ahora puede conjugar sus dos vocaciones y lidia morlacos etéreos vestido con el hábito blanco, quizá transparente.
Santos, magníficos una vez más tus versos. Dominas todos los ritmos y esta vez has conseguido transmitir el dinamismo y la ligereza del toreo, así como la celeridad de una mudanza de vida inopinada, con la levedad de tus hexasílabos.
D.E.P.
P.D. Me siento obligado a dar la noticia de otros dos luctuosos sucesos que, por cercanía en el espacio y en el tiempo, quizás nos causen un mayor impacto. No fueron famosos pero sí dos compañeros magníficos. Uno,en su vida civil, se dedicó a la música, se trata de MIGUEL ÁNGEL DÍAZ HUERTA, de la promoción del 58 fallecido el 25 de octubre del 22; el otro, dedicado a la enseñanza, es JOSÉ LUIS CANO DIEZ, de la promocionona, la del 59.
Seguramente merecían cada uno de ellos un portillo, no sé la razón por la que no lo tienen como lo han tenido y espero que tengan otros. Descansen ambos en paz.
Un abrazo para sus familias.
AMIGO Pitu, simplemente porque desconocía la noticia.
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