lunes, 7 de marzo de 2022

VIEJA FOTOGRAFÍA

 



Preciosa y melancólica fotografía del viejo Santuario de la Virgen del Camino que me he encontrado fisgando por Internet.

2 comentarios:

RAMON HERNÁNDEZ MARTÍN dijo...

Josemari, gracias una vez más por insuflar vida, como si fueras un "espíritu benéfico", sin duda también santo, al cuerpo palpitante de la familia de ese blog, empecinado ahora en atravesar un largo invierno de aletargamiento. Y lo haces dejando que afloren, en forma de fotografías antiguas, bellas añoranzas. La primera vez que visité la Virgen del Camino en el otoño del 70, lo hice para pasar unos días con algunos compañeros-amigos cuando mis días comenzaban a ser alumbrados ya por "otras luces". La foto que nos regalas es testigo fiel de lo mucho que ha cambiado el lugar, pero, ¿solo el lugar? ¿Somos acaso nosotros los mismos de entonces? ¡Ojalá que en todos los casos el tiempo, bien aprovechado, no haya servido más que para una gozosa y fructífera maduración! En mi caso, ¡pobre de mí!, la maduración ha sido tan acelerada que mucho me temo haber entrado ya en período de putrefacción. Será seguramente porque la guerra de Ucrania me está oliendo a podrido. ¡Rediós! ¿Quién nos quitará de encima este horroroso sarpullido? La verdad es que me está doliendo más incluso que la "culebrilla", la muy puta de Putin, que sigue adosada a mi costado. Feliz día, feliz lluvia.

CARLOS TEJO dijo...

Justo en el primer plano de esta singular foto, donde emergen plantas salvajes, bueno, no, salvajes no, que eran de allí, digamos que plantas nacidas a su aire, pues eso, en ese lugar, justo en ese primer plano, algunos años más tarde empezaron a crecer nuevos brotes, estos de literatos, músicos, filósofos, actores, incluso sacerdotes dominicos y amistades.
El terreno había sido modificado con inteligencia y valentía, después, aquellos jóvenes jardineros, de blanco, se pusieron a regar y a hacer que los brotes crecieran.
Yo siento que me hicieron crecer, incluso a pesar de haber pisoteado alguna vez mis raíces. pero sí, crecí en ese lugar que José Mari nos enseña con tanto mimo.

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