lunes, 5 de abril de 2021

LA VENDEDORA DE GLOBOS 37 (por Isidro Cicero)





Dedicado a la memoria del Padre Pedro Sánchez.

dibujo de Jesús Herrero

Ya hacía meses que no me pasaba, pero anoche me volvió este doloruco en el codo izquierdo que me molesta cuando me doy vuelta en la cama - tal que así-. Siempre que me ocurre, me despierto. Entonces, automáticamente, siempre, como si una cosa tuviera que llevar a la otra, me acuerdo del padre Pedro. En el otoño, me pasaba más. Este doloruco de ahora es sordo, molesto y consecuente: no se produciría si yo, al darme la vuelta, no apoyara este brazo en la sábana bajera. Si, mientras escribo, no pusiera el codo tal que así, en la mesa. Ahí hay ese ay. Este doloruco se aguanta bien; que todos los dolores que nos queden por padecer vengan como así, Dios te oiga. 

Este doloruco es porque en agosto me salió un bulto del tamaño de una bola de petanca. Blando y encarnado. Llené de agua un tazón grande de los de desayunar café con leche, lo metí en el frigorífico con una bola de petanca flotando y así hice un molde de hielo que utilicé para bajar la hinchazón. La bola anda rodando todavía por ahí, por la cocina. La hinchazón por San Miguel ya había desaparecido, pero una cierta reverberación del dolor, si me fijo, ahí quedó, pero si no le hago caso, se ha ido disolviendo y atenuando hasta desaparecer. Anoche no. Anoche volvió a hacerse notar. Digo yo que será reúma. 




En agosto lo consulté con Wikipedia y me dijo que era bursitis y que acudiera al centro de salud cuanto antes. Pero, claro, yo no sé si te acuerdas: de aquella, a los centros de salud no podías ir ni con recomendación. Yo pienso que el artículo de Wikipedia estaría redactado desde el año 19 por lo menos y no lo habían actualizado después de las restricciones del año 20, ganas me dieron de hacerlo yo.

No sé si estas restricciones os afectarían a alguno, al padre Pedro sí. A mí también. Cuando aquello, había que pedir cita previa, llamar al centro médico de salud y tener paciencia. Había que llamar y llamar y llamar. Había que contarle a la parte inferior del móvil qué te dolía y para qué llamabas. Tomaban nota y te despedían. Ellos trasladaban tu dolencia a alguna jefa de allí adentro y, con las mismas, un médico te llamaría a ti al día siguiente, me prometieron. Un codo izquierdo con una bolsa de líquido colgando, del tamaño de una bola de petanca, no debía de ser nada y no lo era, en el escalafón de los males por los que llamaban otras personas. Lo entiendo, no seré yo el que esboce ni la más leve mueca de queja. 

El caso es que al día siguiente no me llamaron. Ni a la semana siguiente. Después tuve que volver a marcar otros días, en series espaciadas, y al final -por hacerlo breve - acabé en el centro de salud el día 11 de septiembre a eso de las once menos cuarto. Les había prevenido que me llamaran al móvil, que el fijo de la ficha no me funcionaba, pero este dato se les pasó. Wikipedia recomendaba que te sacaran el líquido con una jeringuilla cuando todavía era líquido, porque ya si pasa al estado sólido, probablemente habría que sajar. Yo entendía que andar con navajas en lugares tan complejos como es una articulación de una de nuestras cuatro extremidades, puede dejarte un recuerdo para toda la vida. Para entonces el dolor ya no era ninguna reverberación sino un dolor como los que Dios manda. Se había solidificado y hubo que sajar.

A las once menos cuarto del 11 S estaba yo esperando la vez para que me atendiera mi médica colombiana de cabecera, cuando me sonó el móvil. Era el padre Pedro Sánchez. Su voz no era la voz infra sónica de nuestra niñez, ni la voz debilitada de los 83 años que describí en la “Vendedora de globos” (página 127 y siguientes). Era mucho más opacada, más de pizarra de palloza; su respiración, más alcanzada; sus pausas, más biológicas que prosódicas; sus motivos para llamarme, más inconcretos; sus argumentos más nebulosos. Me habló -muy mal- de Díaz Ayuso y de su mal comportamiento en la pandemia allí en Vallecas. Pero suponía yo que me llamaba para algo más que para hablarme de Díaz Ayuso.

Dejé colarse a las personas que iban detrás de mí a la consulta y me quedé hablando con Pedro 18 minutos exactos. En el móvil que yo tengo quedan registradas todas estas circunstancias, qué día, qué hora, durante cuánto tiempo, así que, aunque siempre me he considerado un memorión insoportable, ahora no hace falta. Ahora no tienes más que ir atrás en el móvil y ahí lo tienes todo, estoy alucinado porque en nuestros tiempos estos registros de actividad solo los conservaban el ángel de la guarda y las deidades. Antes, en los tiempos nuestros, estos registros te los pasaban a limpio en el momento de traspasar los umbrales de la vida. Si en aquellos tiempos hubiéramos tenido estas facilidades de ahora, habríamos aprendido hasta el protosumerio. 

Me habló de la situación de la pandemia en Madrid. Mal también. Y me dijo que en realidad el motivo de su llamada era porque aquellos días estaba leyendo un libro que había escrito yo. Me dijo que lo había encontrado por allí y que estaba asustado. El libro se titulaba “La vendedora de globos”. “Y pone que lo has escrito tú. ¿Pero cómo sabes tantas cosas de mí? Pero si, si hay cosas que no sabía ni yo, las leo y me acuerdo de ellas. Y me estaba preguntando, pero éstos que escriben de mí, cómo me conocen tan bien, si me conocen mejor que yo. Eso de la resta teológica en vez de suma tiene muchísima gracia. Y que hablo esquemático también. Me dio risa. Lo de lacónico. Es verdad. Lo de la falta de adjetivos, es que no me salen. Lo del voto de pobreza de palabras, me reí mucho. Y digo, pero qué facilidad tienes para conocer a las personas y decirlo luego con esa gracia".

- Pedro, pero ¿quieres decirme que no habías leído esos escritos hasta ahora? – pregunté, casi por preguntar.

- Qué va, qué va. Menuda sorpresa me he llevado. Y dije “voy a llamar a Isidro para darle las gracias y decirle lo sorprendido que estoy” – me contestó él.

Naturalmente, yo sabía, yo sé, que sí los había leído. Y varias veces. Cuando salieron publicados en el blog lo comentamos por teléfono. Y después, cuando salieron en el libro y luego en otras ocasiones. “Pero Pedro, si lo que cuento de ti, se limita más o menos a una entrevista de dos horas que te hice en Vallecas hace varios años. ¿No te acuerdas?”

No se acordaba. Estaba desorientado. ¿Había perdido los recuerdos ya para siempre o sería un lapsus momentáneo? Me pasó por la cabeza la sospecha de que sí se acordaba, pero hacía como que no, por servirse una dosis de conversación con un amigo. Cuido ahora a la madre, una ancianuca de la misma edad que Pedro. Es, pero no es, la misma mujer que tal día como hoy hace sesenta años realizó aquel viaje heroico a León para pasar el día de Pascua unas horas en compañía de su hijo interno. También esto os lo conté en “La vendedora de globos”, acordaos del jersey amarillo. Ahora que ella está a mi entero cuidado, yo estoy aprendiendo latín. Estoy aprendiendo que los viejos aprendemos a desarrollar unas estrategias sorprendentes para reclamar la atención y los afectos. Y los muy viejos, mucho más sorprendentes las estrategias.

Durante 18 minutos del 11 de septiembre de 2020, me persuadí de que aquella sería una de las últimas veces que tendría ocasión de hablar con él. 11 de septiembre, 10.45 – 11,03, no es memoria, es Samsung.

Lapsus momentáneos en Pedro fueron frecuentes en los últimos años, lo he sabido por Javier Serrano, uno de sus amigos más próximos y duraderos. A Javier lo conocéis todos. Es un artista genial, generoso y admirable. Mantuvo con Pedro muchísimo trato; hoy hablas con Serrano del padre Pedro y te dice que, tras su muerte, nota que le falta algo importante. Es desolador no tener a Pedro. Su muerte le parece una gran pérdida. 

Si le preguntas a este artista del dibujo, el diseño y el color cuáles eran a su juicio los rasgos más sobresalientes de la figura de Pedro, se lo piensa y se toma su tiempo para reflexionar. Los artistas no te contestan a bote pronto ni te hablan por hablar. Cuando hablan definen, diseñan, acuñan. 

Pedro tenía un rasgo muy destacado, que era no destacar en nada, dice Serrano. “Destacaba por su falta de brillo, si brillaba lo hacía hacia adentro, no sé si me entiendes". “Te entiendo, te entiendo” – le digo. “No era un intelectual, ni era un artista, ni un orador, ni un profesor. Era él, la persona. Lo auténtico que puede tener una persona sin aditivos”.

Con Serrano me acordé de que en artes gráficas hay dos tipos de acabado del papel fotográfico, uno es el papel brillo, que suele ser más popular, y otro es el mate, preferido por los grandes profesionales, los del blanco y negro. Con las personas, me da la impresión, pasa como con el papel.

Ahora bien, si le pides al padre Provincial de los dominicos de Hispania un dibujo personal sobre su hermano Pedro Sánchez, fray Jesús Díaz Sariego sí ve brillos en su figura. Refulgen hacia adentro, sí, pero también hacia los demás. Te subraya el Provincial que, ante todo, Pedro era un hombre cabal, muy coherente con sus principios y convicciones a lo largo de toda su vida. 

De toda su larga vida. Aquí no vale aquel lamento profundo del media vita in morte sumus, que tanto nos impresionaba de muchachos cuando lo oíamos y cantábamos luego en algún momento concreto del ceremonial. A mitad de la vida, ya estamos muertos. Qué va, no es el caso de Pedro, un tren de recorrido largo.

El Provincial no solo perdió al anciano Pedro a causa de la pandemia. En la primera ola, el covid le arrebató un fraile joven, ese sí, in media vita. En la segunda ola fallecieron diez dominicos ancianos, todos de ochenta años para arriba, salvo uno o dos que andaban por los setenta. Todos estos dominicos fallecidos, tenían otras patologías aparte de la edad, pero el virus complicó su cuadro clínico. En lo que llaman vicariato del Rosario en España, se sumaron cuatro fallecimientos en la primera ola. Estos datos no los tengo actualizados a día de hoy, apuro me da esta dejadez periodística, son de los días alrededor del año nuevo 2021. 
Jesús Díaz se deshace en elogios respecto a nuestro padre Pedro, cuya coherencia lo hizo tremendamente humano, sensible a las situaciones humanas que encontraba y, al mismo tiempo, muy respetuoso con otras formas de ver las cosas. 

Díaz Sariego me habla de la “madurez” de Pedro Sánchez, que se construyó a través de su propia evolución: El pensamiento de Pedro estuvo siempre comprometido con las situaciones humanas concretas, tanto personales como colectivas. Se esforzó toda la vida por leer, estudiar, actualizar los temas que más le preocupaban. Al Provincial le consta la entereza de su experiencia de Dios, de su fe profundamente enraizada en la realidad sufriente de las personas y de los pueblos. Para Pedro, como dominico, la comunidad era el medio vital. Los que han vivido con Pedro en comunidad le han dicho al Provincial y el Provincial a mí y yo a vosotros estos tres valores que cultivó siempre: primero, su sano equilibrio; segundo, su ponderación en la vida diaria; tercero, su magnanimidad en el disenso. Pedro transmitía paz y serenidad allí donde estuviese. “Puedo decir”, afirma el máximo representante de los dominicos españoles, que Pedro ha sido un hombre feliz en su vocación dominicana. Y termina: “Para los más jóvenes de nosotros será un ejemplo de fidelidad y constancia teniendo como horizonte el Evangelio de Jesús. Su coherencia de vida fue su mejor autoridad moral para todos”.

En lo de serenar y pacificar ciertamente fue un maestro. Creo que muchos aprendimos de él a no crispar ni crisparnos. Creo que todos tenemos anécdotas que podrían enriquecer esta semblanza. Javier Serrano me regala dos, que califica de sencillas, florecillas franciscas diría yo, pero que le marcaron. Cuando Serrano llegó a nuestro Colegio, tenía dieciséis años y venía encaminado por el padre Guervós, acordaos de Guervós, el poeta. Los primeros días, a Javier le entró una depresión terrible y se quería volver por donde vino. Aquello no era para él, se había equivocado y no lo aguantaba ni un día más. Yo le comprendo bien porque yo, en fin. 

La gota que desbordó su paciente vaso fue una noche de octubre, que estaba charlando con un compañero a hurtadillas en el estudio, en voz muy baja, con las manos utilizadas como mascarillas. El compañero de conversación era muy majo, Javier había congeniado muy bien con él, se apellidaba Reglero. Aquella noche no había frailes en la costa. Pero cuando no había frailes en la costa, siempre había “el mayor” en la torre de vigilancia y el mayor era una institución. El mayor, acordaos bien. Si fuera la mili, el mayor sería no sé, el sargento tal vez El mayor no tardó en percibir la conversación de Serrano con Reglero. “A ver, el nuevo”, dijo el mayor. “Sí, tú, sí, ¿no eres tú el nuevo? Pues tú. No se puede hablar, así que te pones de rodillas. De rodillas ahí”, marcó señalando el pasillo.

A Serrano todavía le faltaban unos meses para ser alguien, entonces era un nuevo más. Un anónimo. Costaba no te vayas a creer salir del anonimato de la masa. Todavía, ni siquiera se había estrenado como dibujante, aún ni le habían seleccionado su célebre christmas en el concurso navideño que vendría pocas semanas después, un Charlot con el niño Jesús en brazos. Pero Serrano tenía personalidad, aun dentro de la grisura y se negó a ponerse de rodillas. 

Respecto al mayor, yo recuerdo a mis mayores. Eran unos benditos, unas bellísimas personas, unos santos. Su único problema era haber nacido algo antes que los demás, pero al mayor le habían interiorizado lo suficiente su autoridad vicaria en la cadena de mando como para asimilar que era un mando. La teoría era sencilla. Desobedeces al mayor y estás desobedeciendo al fraile que debía estar ocupando su puesto, al prior que mandaba en el fraile, al padre provincial, que mandaba en los priores, al capítulo provincial que mandaba en el provincial y así hacia arriba en la escalera de mandos, hasta llegar al papa y a Cristo mismo que había entregado las llaves del poder y del mando a todos los papas que vinieran. 

No es cuestión de qué persona ejerce la autoridad en cada escalafón, la cuestión es rebelarse ante la autoridad como concepto, esté en manos de quien esté. Entonces nos hacían creer lo que querían que creyéramos y nos formaban en los valores que querían: “Te he dicho que de rodillas ahí”. Quizá aquellos valores eran contravalores. “Que no, que no, que de rodillas, yo no y voy ahora mismo a hablar con el director”. Y salió. Quizá había que tener valor para rebelarse ante aquellos valores de obediencia. Todos recordáis el despacho de Pedro, saliendo del estudio a mano izquierda, pero Pedro no estaba.

Los frailes, cuando no estaban, estaban en otra parte. A dónde iban a ir. Estarían en su oficio cantando en el coro, en sus capítulos, en sus refecciones comunes, en sus recreaciones, quizá la comunidad había recibido una visita y estaban departiendo con ella, quizá estaban entregados simplemente al juego del ping pong. 

- Disculpe, padre ­– le pudo decir finalmente a Pedro cuando estuvo ante él. Es que el chico que vigila allí me ha ordenado que me ponga de rodillas por hablar con otro compañero. Y yo lo siento, pero no me pongo de rodillas. Lo siento muchísimo. 

Serrano había calculado con toda lógica que si el sargento de guardia se había puesto como se puso, el director, que equivaldría al capitán o así, le dijera: “Pero tú, ¿quién diablos te has creído que eres? Aquí uno hace lo que le mandan y sin rechistar”. 

Pero no. El padre Pedro le escuchó sereno, incluso le sonrió y le dijo: “No te preocupes, vete a dormir, que mañana lo veremos todos de manera diferente, ya verás”. 

A Pedro, Serrano le caía bien y cuando una persona le caía bien a Pedro, se le notaba. Cuando alguien no le caía bien, se le notaba lo mismo, y cuando ni le caía bien ni le caía mal, pasaba. Esa es la crítica más frecuente y más fuerte que oirás sobre el padre Pedro, creo que no escucharás muchas más, pero esa sí. Hay hermanos suyos de la Orden que no le tienen simpatía. Me lo han dicho. Hacen de abogados del diablo y plantean: “Me digan a mí los milagros del siervo de Dios”.

Para ellos, Pedro era muy serio, excesivamente serio, frío hasta la indiferencia, menos con sus amigos del alma, como con el párroco gallego de Vallecas Julio Lois, por ejemplo. A Julio Lois le quería, le admiraba y le seguía. Julio era un gran teólogo, profesor, presidente de la Asociación de Teólogos Juan XXIII y autor de varios libros relacionados con la idea - más bien con la opción- del Dios de los pobres. Pedro y él coincidían en todo. Gallego y asturiano primos no, hermanos. ¿Ves? Con Lois no era tímido, no era frío, no era distante. 

Esto siempre se le ha señalado a Pedro como uno de sus mayores defectos, Hubo otro Pedro, que había sido pescador antes que apóstol y fue el que dejó dicho, a un tal Cornelio, que Dios no tiene preferencias y que Dios no hace acepción de personas. Pero eso será Dios. Entre los mortales las cosas ocurren de manera al modo humano y nuestro padre Pedro era humano y mortal. 

Hubo un tiempo, de niño, que yo no le caí bien, luego otro tiempo que ni bien ni mal, pero desde hace muchos años me distinguió con su amistad. Serrano le cayó bien siempre. Cuando nuestro principal artista tomó un día la decisión firme de marcharse para casa porque se había convencido de que la aventura Virgen del Camino había sido el error más garrafal de su vida, solo le retenía que no acababa de llegarle el dinero que había pedido a sus padres para coger el autobús. Pedro leía las cartas de salida y, de entrada, había allí esa piadosa costumbre. Serrano les decía a sus padres que lo sentía muchísimo, que había cometido un grave error y que le mandaran para el autobús. 

Pedro le llamó y le dijo que por el dinero no se preocupara, que si se iba ellos se lo adelantaban. Pero a la vez, el padre Pedro utilizaba un arma disuasoria de alta precisión. Le persuadió de que, antes, hablara unos minutos con el padre Sama, “un compañero que conoce bien a los jóvenes y te puede servir en esta decisión”. “Sí, pero la decisión está tomada y es irreversible”, dijo Serrano. Aquella noche, el padre Sama fue con él pasillo adelante, conversando, escuchándole y preguntándole. De pronto, Serrano se encontró a la puerta de la capilla de la Escuela Mayor. “Vamos a entrar un momento”, le dijo Sama, “¿te parece?” “Bueno”, contestó Serrano. El fraile le condujo hasta el Pantocrátor de Iturgáiz, se arrodilló (había una luz roja encendida junto al sagrario) y se puso a hablar en aquella dirección. Hablaba en voz queda, pero audible. Hablaba de Javier. Le decía cosas al mismo Cristo Sacramentado. Y santo remedio. Serrano se convenció en aquel preciso momento de que él era el chico más bobo de Valladolid por haber dudado de su vocación. 

De Valladolid es también Dulce Carrera que lleva en Vallecas desde 1995 y fue la última persona, o de las muy muy últimas personas que atendieron y que trataron con el Pedro terminal, con la relativa intimidad con la que permitía que se le tratara si no eras de su absoluta confianza. Dulce me pareció dulce, sí, pero también enérgica y con carácter. Cuando Dulce llegó a Vallecas, la primera persona que conoció fue Pedro Sánchez y cuando en diciembre pasado, después de vencer sus resistencias, a Pedro le llevaron en ambulancia al hospital, la última persona que le acompañó hasta dejarle en el ascensor fue Dulce Carrera. Hasta el ascensor. De ahí para allá no dejaban pasar a nadie, en diciembre el año pasado no dejaban pasar a nadie. 

- Adiós, Pedro. Vuelve. Te esperamos - le gritó Dulce en el último momento.

Pedro no hizo ningún ademán. Y ya no volvió nunca. Dulce tiene todavía clavada dentro la mirada desvalida del Pedro de los últimos momentos, y de antes, sentado en su sillón azul del piso de Vallecas, dándole las gracias siempre, todos los días, por seguir allí, con él y con José Antonio Lobo, atendiéndolos. La miraba con aquellos ojos inolvidables de casi un siglo, cada vez más opacados, ya sin brillo, ya de tonos mate como toda su figura. Invariablemente, cuando se iba Dulce, Pedro le decía, sin olvidarlo ni un día siquiera: “Gracias por estar aquí, gracias por tu compañía, sabes que siempre que quieras tendrás en la mesa un plato con nosotros”. 

Con los nervios, a Dulce se le olvidó entregarle el teléfono cuando llegó el ascensor y aquella misma tarde volvió al hospital a llevárselo. Para que se lo entregaran. Pero Pedro ya no hizo más llamadas. Tampoco contestó las que le hicieron sus amigos a él. 

Los últimos días de nuestro anciano habían sido un viaje hacia el desvalimiento. Había empezado con unas décimas y paracetamol. Primero tres y luego cuatro. Le hicieron la prueba del PCR y le comunicaron que había dado positivo. Desde ese momento se confinó en su habitación de Vallecas, dejó de desayunar y de comer, Ni siquiera se acercaba a la puerta a recoger la bandeja que hasta allí le acercaba José Antonio Lobo. El último mensaje por wasap que recibió Dulce decía: “Te mentiría si te dijera que me encuentro bien”. Dulce tomó la resolución de llevarle al hospital, todo se volvían complicaciones y dificultades, “ya sabes cómo estamos de saturados”, le decían por teléfono.

Cuando fue al piso a prepararle, abrió la puerta de la habitación y le encontró casi desnudo, flaquísimo, de pie delante del armario abierto, como si hubiera estado buscando qué ropa ponerse, mirando al suelo con la cabeza abatida, sobre la esquelética concavidad del abdomen y en silencio profundo. Dulce sintió un dolor hondo viéndole así. Debió de acercarle algo de ropa. Pedro no dijo nada, pero a Dulce le pareció ver en sus dedos extendidos hacia ella, el mismo gesto de entrega a la voluntad ajena que los niños hacen a las madres cuando tienen miedo. 

Un grupo de amigos, Fernando Alonso Díez entre los más constantes, estuvieron pendientes de él en todo momento, pero no consiguieron acercarse a decirle adiós, a demostrarle el agradecimiento y el cariño que le tenemos tantas personas, a cogerle una mano y sostenérsela.

Pocas semanas antes de ocurrir todo lo que acabo de contar, al artista Javier Serrano le había enviado a Pedro la última encíclica de Francisco “Fratelli tutti”, “hermanos todos”. Cuando estaba en sus últimos momentos sus muchísimos fratelli del blog, le mandamos nuestros homenajes más íntimos y agradecidos. 

Antiguamente, cuando un fraile se iba de esta vida, los hermanos se reunían en su celda, en torno a su lecho para acompañarle cantando la salve a la Virgen y una plegaria a Santo Domingo. Hoy, tutti los fratelli han utilizado el blog que atiende José María Cortés como una celda virtual para acompañar al querido padre Pedro en sus últimos momentos.



Hubo otro tiempo en que cuando la campana conventual tocaba a muerte, los frailes se incorporaban rápidos, estuvieran haciendo lo que estuvieran haciendo, y se ponían a gritar el credo a grandes voces. Lo cuenta en su obra "La guía del Cielo" fray Pablo de León. Creían que el credo, que al fin y al cabo es el sumatorio de todas las afirmaciones que sostienen la fe de los cristianos, espantaba al demonio y ponía en fuga al mal en el momento en que un alma de aquellas terminaba su vida.

Isidro Cicero.

13 comentarios:

Antonio Argueso dijo...

Gracias, infinitas gracias por esta entrañable, bellísima semblanza, Isidro. "Es desolador no tener a Pedro" y no está frase de nuestro Serrano lo dice todo. Como supongo que le pasará a la mayoría de los que te lean, en más de una ocasión no he podido retener las lágrimas. Volveré a leerlo más de una vez. Pedro nos ha marcado, su recuerdo es un bello aliciente. Gracias, Isidro.

BALDO dijo...

¡Qué buen contar el tuyo, amigo Isidro! ¡Qué perspicacia en el estudio de las personas! ¡Maravilloso! Gente como tú hacéis que nuestro blog tenga una altura literaria de muchísima calidad.

Luis Carrizo dijo...

He vuelto a leer, hasta la saciedad admirado Cicero (léase sin pausa la oración, pues no existe coma entre “saciedad” y “admirado”), los cinco globos que le habías dedicado a Pedro, desde la página 127 hasta la 152 para ser exactos. Los he leído a la luz de este sexto y quizá último, y no puedo por menos que comenzar diciendo lo que ya Argüeso y Baldo han declarado y pensarán todos los compañeros que lean tu escrito, aunque no lo manifiesten: Pedro ha tenido el lujo de que tú le hayas escrito, tan magistralmente, esa biografía que él intentó autoescribirse –siempre me intrigará saber por qué- cuando estaba ya entrando en la última vuelta del camino.
A lo largo de estos seis capítulos, y muy en tu clásico estilo, entre bromas y veras, entre guiños de sutil humor y terribles consideraciones, has ido dando brillo a las, según se dice, poco llamativas peripecias vitales del “maestro”. Pero no voy a volver sobre lo que tú has dejado ya descrito per in sécula. Yo solo quiero referirme ahora al final de tu último globo, en que por exigencia del guión hablas del final de la vida de Pedro. Quiero poner aquí mi lupa quizá porque la edad y los tiempos que corren nos van metiendo ya a todos por ese azagador en el que la vida va metiéndote para que te acostumbres a andar sin nadie al lado. “Los últimos días de nuestro anciano padre habían sido un viaje al desvalimiento”, dices maravillosamente bien en tu último escrito. Me han impresionado, como a Argüeso, esas escenas de su entrada en el hospital del que ya no salió, porque aún me resuenan en la cabeza las lecturas evangélicas de esta recién pasada Semana Santa. Casualidades de la vida dirán algunos, no tú, yo lo sé bien. “Pero Pedro ya no hizo más llamadas. Tampoco contestó las que hicieron sus amigos a él”, escribes también, para fundirnos en ese silencio el definitivo silencio de su muerte. Magistral.
El Maestro también decidió dejar de hablar cuando vio que ya no tenía sentido, en el transcurso de su conversación con Pilatos. Y Pedro, nuestro Pedro, fue también conducido al hospital, según nos narras en tu verdadero y apócrifo evangelio, con el mismo desvalimiento (como una oveja llevada al matadero) con que Cristo fue llevado al Calvario. Muchas casualidades son estas.
Pedro escribió o por mejor decir esbozó una autobiografía (a mí me la proporcionó Baldo)que me pareció más bien un currículum vitae, y no precisamente de los que invitan a dar trabajo a quien te lo presenta. Pedro –misterios de la vida- andaba seguramente tratando de levantar acta a su manera de esa tercera biografía de la que hablas en el globo número 28. Se conoce que algo le urgía. Tú le has escrito maravillosamente esa biografía que él no supo escribir, y así te lo reconoció y por eso te llamó en que no supo explicártelo bien.
Y nosotros, ojo al parche, debemos atárnosla al dedo, porque “no es el discípulo mayor que su maestro”.

Jesús Herrero Marcos dijo...

Gracias Isidro por este magnífico repaso que haces de nuestro entrañable Pedro. En el próximo e inexorable encuentro nos daremos un intenso abrazo que espero que también le llegue a él.

jmgarciavaldes#gmail.com dijo...

Hay que reconocer que este chaval, Isidro, no lo hace nada mal. Escribe como si no se fatigara, sin sobrasaltos, como si de un río se tratara, cuyas aguas se suceden formando ese fluido sin solución de continuidad, unas palabras llevan a otras y los párrafos se van superponiendo hasta llegar a la cúpula, a la redondez, al globo que te eleva. Eso se nota en la lectura, uno comienza y, sin darse cuenta, se ve impelido a seguir hasta el final.
La semblanza que haces es un modelo de histopsicología. Haces historia cargada de datos psicológicos.
Hay algo que no entiendo, si fuimos al mismo colegio, si tuvimos los mismos profesores ¿Cómo es que eres escritor y yo un simple escribiente? Hay fos posibles explicaciones:
Una, que seas más inteligente que yo, cosa harto difícil porque pocos puden presumir de superar en inteligencia a los de la Aldea Global, especialmente dotados en CI. Es una especificidad reducida a un hábitat concreto.
Dos, que hubieras recibido una especial atención del P. Huarte o del P. Lanz, profesores de literatura. Yo creo que aquí está la clave. Mientras yo, exponía mis corbas a la intemperie en aquellos llamados campos de deporte, siendo más bien campos de sacrificio, tú estarías haciendo ejercicios de redacción. He ahí la clave. El caso es que, su así hubiere sido, te sirvió para salir como alumno aventajado en escritura.
Ha sido y es un placer leerte. El P. Pedro estaría orgulloso de tu retrato.
Abrazos sin vacuna, aún.
P.D. Yo también "caí en las garras" del P.Sama cuando ya había avisado en casa que aquello no era lo mío. Eso fue en sexto, dejé el hábito en tercero de Caldas. Vaya si fue efectivo.

Federico Esteban Monasterio dijo...

Mi enhorabuena a Isidro por el magnífico y real relato, a Jesús por el dibujo, a los que escriben recordando al que fue nuestro amigo y al Valdés, por saber ya entrar en el nuevo bloc.
Saludos a todos

José Manuel García Valdés dijo...

Amigo Federico, por si no lo sabes te recuerdo que el nuevo blog no lo inventé yo pero pude haberlo inventado, nadie me preguntó. En Casorvida utilizamos el blog desde la escuela y lo usamos para pintar e, incluso, para escribir, por tanto no te extrañes de que me maneje como si anduviera por casa.
Otro abrazo.

Oscar Fernández dijo...

Isidro,muchísimas gracias.

Federico Esteban Monasterio dijo...

Amigo Valdés, pido disculpas por poner "bloc" cuando debería poner "blog", pero amigo Valdés, usted debería poner bloc y puso blog. ¿Es un error por el hermanamiento entre Madrid y Casorvida? ¿Acaso en una coincidencia por ser del inigualable 59?...
Más abrazos













José Manuel García Valdés dijo...

En Casorvida, patria de la RAE, siempre se dijo
"BLOG", y si se dice aquí, se dice. Por tanto nada de juego de palabras. En el colegio gastabamos
"Bloges".
Más abrazos

Isidro Cicero dijo...

ANCIANO DE 95 AÑOS SE APPUNTA A FACEBOOK PARA AYUDAR A UN AMIGO

Tenía un amigo lejos. El amigo y él eran paisanos, él de Gijón y el amigo de Caravia, aunque a los 10 años al ammigo le llevaron a vivir a Colunga. Entre el amigo y él, probablemente habría 40 años de diferencia, aunque eso no puede uno afirmarlo con rotundidad.

El amigo pasaba unos momentos de dificultad, porque se había metido en líos peligrosos por defender a una pobre gente de unos matones.
El amigo se llama Miguel Ángel Gullón, lleva una emisora de radio en El Seybo, República Dominicana y se ha metido en problemas al apoyar a una pobre gente expulsada de sus campos por la fuerza a beneficio de la industria azucarera que acapara todas las tierras. La multimillonaria y todopoderosa Central Romana necesita tierras sin límites para plantar caña de azúcar y también para criar terneros para surtir de carne a los grandes resorts hoteleros de Punta Cana. ver su envergadura en https://centralromana.com.do/
Tienen matones, policías y paramilitares que intimidan a las familias del campo para que vendan las pocas tierras que aún les quedan por adquirir Si se niegan, les amenazaba con quemarles las casas. En una protesta reciente mataron a un niño de doce años.

En El Seybo más del 70 % de la tierra está ocupado por el Central Romana. Miguel Ángel Gullon, su radio, está de parte de los expoliados. Pertenece a una ONG que se llama Verapaz en a que está volcada la llalmada familia dominicana, no de la República Dominicana, sino de la Orden de Predicacores, hay que especificar, para no crear confusión, que llamar lo mismo a cosas distintas suele confundir bastante.

La Gulf + Western Americas vendió el Central Romana al Grupo Fanjul, liderado por Alfonso ("Alfi") y J. Pepe Fanjul.

El amigo de Miguel Ángel Gullón se llama, se llamaba Pedro Sánchez Menéndez, nuestro padre Pedro. altura de A los 95 años se hizo una cuenta en fb. MA Gullón Rep. Dominicana necesitaba apoyo de redes. Creó un perfil, en FB. Vera Paz. Para difundir la acción vera paz. Pedro Sanchez Menéndez.
A Pedro le dijeron que una manera de apoyar a Miguel Ángel y con él a los pobres esquilmados era denunciar el atropello en las redes sociales, Facebook, preferentemente. Facebook tiene más de mil millones de usuarios activos mensuales, pero el numero de usuarios nonagenarios se puede contar con los dedos de la mano.

Uno de ellos fue el anciano Pedro Sánchez que estaba más cerca de los 95 que de los 94, de hecho fue a últimos de ocrzubre de 2020 cuando abrió una cuenta con su nombre, Pedro Sánchez Menéndez. puso una foto, por aquellas fechas todavía estaba bien. Ahí está, lo podéis ver. Abierto lo dejó. Da pocos datos, muy pocos. Que nació en Gijón y poco más, solo tiene dos amigos, Jose Antonio Lobo, su compañero de piso y la secretaría técnica de la Asociación Verapaz. Ni publicaciones, ni información, ni fotos, ni video, ni ver más. Ni nada. Ya no le dio tiempo a nada más.

Isidro Cicero dijo...

ANCIANO DE 95 AÑOS SE APPUNTA A FACEBOOK PARA AYUDAR A UN AMIGO

Tenía un amigo lejos. El amigo y él eran paisanos, él de Gijón y el amigo de Caravia, aunque a los 10 años al ammigo le llevaron a vivir a Colunga. Entre el amigo y él, probablemente habría 40 años de diferencia, aunque eso no puede uno afirmarlo con rotundidad.

El amigo pasaba unos momentos de dificultad, porque se había metido en líos peligrosos por defender a una pobre gente de unos matones.
El amigo se llama Miguel Ángel Gullón, lleva una emisora de radio en El Seybo, República Dominicana y se ha metido en problemas al apoyar a una pobre gente expulsada de sus campos por la fuerza a beneficio de la industria azucarera que acapara todas las tierras. La multimillonaria y todopoderosa Central Romana necesita tierras sin límites para plantar caña de azúcar y también para criar terneros para surtir de carne a los grandes resorts hoteleros de Punta Cana. ver su envergadura en https://centralromana.com.do/
Tienen matones, policías y paramilitares que intimidan a las familias del campo para que vendan las pocas tierras que aún les quedan por adquirir Si se niegan, les amenazaba con quemarles las casas. En una protesta reciente mataron a un niño de doce años.

En El Seybo más del 70 % de la tierra está ocupado por el Central Romana. Miguel Ángel Gullon, su radio, está de parte de los expoliados. Pertenece a una ONG que se llama Verapaz en a que está volcada la llalmada familia dominicana, no de la República Dominicana, sino de la Orden de Predicacores, hay que especificar, para no crear confusión, que llamar lo mismo a cosas distintas suele confundir bastante.

La Gulf + Western Americas vendió el Central Romana al Grupo Fanjul, liderado por Alfonso ("Alfi") y J. Pepe Fanjul.

El amigo de Miguel Ángel Gullón se llama, se llamaba Pedro Sánchez Menéndez, nuestro padre Pedro. A altura de los 95 años se hizo una cuenta

A Pedro le dijeron que una manera de apoyar a Miguel Ángel y con él a los pobres esquilmados era denunciar el atropello en las redes sociales, Facebook, preferentemente. Facebook tiene más de dos mil millones de usuarios activos mensuales, pero el numero de usuarios nonagenarios se puede contar con los dedos de la mano.

Uno de ellos fue el anciano Pedro Sánchez que estaba más cerca de los 95 que de los 94, de hecho fue a últimos de ocrzubre de 2020 cuando abrió una cuenta con su nombre, Pedro Sánchez Menéndez. Puso una foto, por aquellas fechas todavía estaba bien. Ahí está, lo podéis ver. Abierto lo dejó. Da pocos datos, muy pocos. Que nació en Gijón y poco más, solo tiene dos amigos, Jose Antonio Lobo, su compañero de piso, y la secretaría técnica de la Asociación Verapaz. Ni publicaciones, ni información, ni fotos, ni video, ni ver más. Ni nada. Ya no le dio tiempo a nada más.

Fernando Alonso Díez dijo...

Las arenas que forman las dunas del desierto o las gotas de agua que conforman los océanos son casi infinitas, las anécdotas y testimonios vitales de Pedro son tantos como su manera de proceder en su actuación de cada día. La vida de Pedro era la simple expresión del Evangelio en lo grande, pero también en lo pequeño.
En este punto de las anécdotas…, os recuerdo una de las últimas, me referí a ella en este blog el día uno de enero de este año, ocurrió cuando por el mes de enero de 2020 estuvo en el Hospital Infanta Leonor de Vallecas, por una neumonía y la confidencia, en este caso, me la hizo también Dulce Carrera, una de las personas que le acompañaba aquel día . Eran también momentos críticos, invierno, gripes, él con síntomas de neumonía, que luego se confirmó, había demasiada gente en las Urgencias y allí pasó la noche. Alguien de Vallecas, persona activa de la Asociación Los Pinos de San Agustín, que junto con Pedro habían sido activos promotores de hospitales y Centros de Salud del barrio, lo fue a visitar al día siguiente. Sorprendido al ver a Pedro en medio de aquel hacinamiento de las Urgencias, se encaminó hacia la gerencia para formalizar una reclamación. Pero Pedro, molesto, resolvió la situación, como solía hacer, y lo reconvino a su manera, "¡...trato de estar siempre con los míos y tú me lo quieres impedir...!"

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