EL RUIDO DE LOS HOMBRES ME ES AJENO (Paul Claudel)
Antes de nada, amigo lector, por si te dispusieras a leer esta breve noticia desde el metaverso, desde la nube o desde algún lugar ignoto de la constelación Orión, en un futuro ya lejano al tiempo en que fue tomada la fotografía que estas viendo, debo aclararte que el personaje que aparece en el centro, de pie, solo, pensativo y casi mimetizado con la gran vidriera que tiene a su espalda, se llama Baldomero, aunque sus amigos y admiradores, valga la redundancia, siempre le hemos llamado Baldo a secas.
Debo añadir también, para ubicarte y para que puedas comprender y compartir conmigo mi extrañeza y mi curiosidad, que la fotografía capta el final de una misa que acaba de celebrarse en el Santuario de la Virgen del Camino con ocasión de un encuentro de Antiguos Alumnos Dominicos. Se les puede aún descubrir en animada conversación por los pasillos de la iglesia. Baldo, desde el coro, donde él aún permanece, ha estado dirigiendo a un nutrido número de compañeros para dar realce a la celebración, rememorando, ellos con sus cantos (el que tuvo retuvo), sus inolvidables años en la escolanía del colegio, y nuestro protagonista, además, los que sumó de director.
Si yo pudiese presumir de unos mínimos conocimientos de pintura, quizá me hubiera aventurado a comentar los tres planos perfectamente delimitados de esta gran foto panorámica con vocación de mural, estableciendo sugerentes comparaciones entre ellos, señalando sus coincidencias y sus discordancias, y proponiendo osadas interpretaciones, al modo con que los verdaderos expertos nos hacen reparar en las distintos niveles expresivos y en las diferencias e interrelaciones entre los personajes que aparecen en el Juicio Final de Miguel Ángel o en El jardín de las Delicias del Bosco, por poner un ejemplo.
En cualquier caso, y sin necesidad de escudarme en mis limitadas aptitudes como crítico de arte para no comentar la foto bajo esa perspectiva, lo que verdaderamente me llamó la atención, lo que desde el primer momento atrajo mi mirada a pesar de que apenas destaca en la penumbra en que se encuentra, fue la imagen de ese Baldo solo, como un pastor al que contra toda razón hubiesen abandonado sus ovejas; y, sobre todo, pensativo, absorto, ensimismado diría yo. ¿Cuál puede ser el objeto de sus profundas cogitaciones? ¿En qué estará pensando?, me pregunto intrigado. Ciertamente, no piensa en el príncipe de Golconda o de China, exótica, viril y melodiosa ensoñación, que sí podría convenirle al renacentista músico y poeta Vibot, que también aparece en la fotografía al teclado de su clave sonoro, pero jamás a Baldo.
Yo, en un primer momento, y habida cuenta de su conocida afición a las especulaciones filosófico-teológicas, supuse que podría estar considerando los fútiles afanes que mueven a los que pululamos por el plano inferior, o, tal vez, buscando el argumento definitivo con que rebatir a alguno de esos obispos o teólogos ultramontanos a los que suele repartir estopa en plan defensa central de la verdad. Un poco como el Aquinate –su maestro tras Eladio Chávarri–, cuando ensimismado y ausente, aunque se hallara a la mesa del mismísimo rey de Francia, se ocupaba más en encontrar entimemas y epiqueremas para argüir en contra de los maniqueos que en disfrutar de las friandises que tendría en el plato.
Pero como en realidad es difícil discernir si a fin de cuentas Baldo está pensando o recordando, que todo podría ser, me planteé también la posibilidad de que estuviera simplemente enfrascado en sus recuerdos. Los reencuentros de Antiguos Alumnos son muy propicios para avivarlos; constituyen, de hecho, su principal razón de ser, aunque ni mi escasa perspicacia ni lo inexpresivo del semblante de nuestro protagonista me permitan, tampoco aquí, intuir qué tipo de faustos o infaustos episodios de su ya larga vida puede estar examinando, en posición de firmes, como un general en trance de pasarse revista a sí mismo, a sus medallas y a sus cicatrices. A mi me gustaría que en sus memorias se dignase dedicar un capitulillo a sus cavilaciones de este día.
La opción de que estuviera rezando, que parece muy propia para el lugar y también muy verosímil, la descarté enseguida porque tengo poderosas razones para creer que Baldo hace ya mucho tiempo que se decantó por el “Labora” en detrimento del “Ora”, y que del refrán a Dios rogando y con el mazo dando le sobra, en consecuencia, la primera parte, pues ya solo se dedica a dar. Y no precisamente consejos, que sería lo fácil, sino leña, a los hipócritas y a los falsos profetas –ya se dijo–, y pan a los pobres. Sobre todo esto último. Si por él fuera, las misas deberían convertirse en banquetes de hermandad donde el pan y el vino fuesen acompañados, de los correspondientes entremeses, primer y segundo plato y, a ser posible, postre y cafelito. Esto lo tiene él muy argumentado en uno de sus libros.
Quiero, para terminar, señalarte con todo ello, paciente lector, que, al final, salvo que en efecto se decida a escribir sus memorias, tendremos que aguantarnos las ganas de saber qué es lo que aquel día bullía en la cabeza de Baldo, pues en sana doctrina, mientras no nos metan uno de esos chips en el bulbo raquideo, solo a Dios le está reservado conocer tales recónditos rincones. Así, al menos, rezaba el catecismo que a los siete años aprendió de carrerilla en su Villaquejida natal.
—Responde, niño: ¿Dios lo ve todo?
—¡Sí!, Dios lo ve todooo. Lo pasado, lo presente y lo futuro, y hasta los máaas ocultos pensamieentooos.
Lo que a mí me tranquiliza, aun sin haber sido capaz de penetrar sus secretos, es saber que mi querido y admirado amigo tiene muy poco que ocultar. Eso se le nota, entre otras cosas, en su risa infantil. De él puedes pensar bien con la seguridad de que siempre acertarás.
***
Juli, su mujer, aparece también en la escena. No podía estar lejos de su querido Baldo. Se la distingue claramente (lleva una chaqueta azul) dirigiéndose a las escaleras que conducen al coro, con el propósito indudable de ir a buscarlo. Juli es paciente y estoy seguro de que le disculpa sin esfuerzo alguno esos ocasionales raptos. En el fondo –puede pensar– hay mujeres que a sus maridos perdidos no los hallan en el templo, sino por los bares. Y, a veces, en sitios mucho peores.
Alicante, 23 de julio de 2024
17 comentarios:
Totalmente de acuerdo con tu reflexión sobre muestro amigo Baldo; es de las pocas personas que ha tenido el coraje de sacar a Jesús del Sagrario y ponerlo a caminar con su vida por la calle.
Totalmente de acuerdo con tu reflexión sobre nuestro amigo Baldo; es de las pocas personas que ha tenido el coraje de sacar a Jesús del sagrario para darle vida con su vida en la calle....
1. Traba Luis Carrizo, lo hace siempre, varios elementos de diferentes colores para trenzar con ellos una cuerda hermosa. Aquellas gomas sueltas que se convertían en pulseras polícromas, nunca tuve. Polícromas, hace tiempo que no las veo, bicolores sí. La vidriera, esa policromía; los compañeros, abajo, charlando sin prisas; el órganon y Vibot al mando mejor al servicio. Julia, iniciando la ascensión por la escalera donde los símbolos cuadrados de la última cena de colores fríos (Casamada) en el rellano inicial desde esta planta 0. Más abajo de la 0, sigue la escalera hacia el sótano. Culminando la fotografía, Baldomero López Carrera, gesto grave como el de un padre grave de Salamanca. Reconcentración noble, nimbo de luces policromas, contemplación.
Nadie sabe lo que hay dentro de la mente de un ser humano cuando le miramos desde fuera, querido Luis, qué más quisiéramos nosotros. Con el Baldo de la foto qué sabe nadie. El Otro es siempre un misterio insondable, lee a M. Levinas si es que no lo has hecho. Ni el mismo Baldomero, creo yo, sabría decir a estas alturas en qué estaría pensando él a aquella hora en torno a las 12 de la mañana del día 6 de abril sábado. A saber.
No sabemos qué piensa el otro nunca, pero podemos especular si, como es el caso, sabemos en qué circuitos internos suele hacer recorridos el conjunto neurológico del Otro. A mí no me extrañaría que este Baldo de la foto esté siendo consciente de que la su Julia empieza a subir a buscarle por donde están los cuatro cuadros que representan peces y creo recordar que uvas en una alegórica alusivo a la Última Cena del Señor. Ese es un pensamiento permanente y extraordinariamente desarrollado en los circuitos neurológicos de Baldomero, tan profundamente entrenado que da gusto intelectual y espiritual verlo correr por esa pista. Creas lo que creas, como si no crees nada. Hay papanatas, y no solo obispos, que esto lo confunden. La Última Cena del Señor, explicada por Baldo, no se puede confundir de ninguna manera, lee esta frase anterior con énfasis en cada sílaba, verás qué bien suena, porque no tiene absolutamente nada que ver con la Cena bacanal de Baco, poniéndose las botas en el Olimpo con vino, tocatas, tocamientos y placeres refinados de los sentidos, evocada esta Cena báquica en la inauguración de los Juegos Olímpicos. Escandalizaditos no, cómo dicen: ofendiditos. La Cena de Baldo no es la Cena de Baco, no es la Cena de Leonardo de Il Cenacolo de “nuestro” convento de Santa María delle Fiore. La Cena de Mero, es la que él considera la Cena de Cristo, que no juega en la división de las artes ni de las letras ni de las olimpiadas, sino en la liga de lo profético, es decir, del amor y de eliminar para siempre el hambre. No tienen estas cenas nada que ver entre ellas. Todas son preciosas, creíbles, compatibles.
La mente de Baldomero, sus circuitos neuronales, se ha ocupado muchas veces, no digo que no se haya ocupado también en la foto qué sé yo, de ortodoxias y heterodoxias: un asunto que a mí también me encanta, solo que en mí no busques vuelos teóricos o doctrinales como en Baldomero, solo anecdóticos, todo lo más narratológicos. Giordano Bruno me ocupa a mí tanto tiempo o más que a Baldo la Cena del Señor. Marción es el último descubrimiento de mi curiosidad insaciable, cuidado que tenemos poco que hacer, dirían los que una vez fueron mozos de pueblo como nosotros y ahora son padres graves como Baldomero, si es que no se han muerto ya. Coincido con él en que un carisma propio de “nuestra” Orden no es el fundamentalismo como han creído algunos, sino el funambulismo, andar en la cuerda floja: Un pelín para este lado, inquisidores. Un pelín para el otro, genios especulativos.
2. A pesar de todo lo dicho, yo creo Luis que lo que nimba la vidriera de esta foto es la luz del cariño que tantos vínculos creó y mantiene. Tú ya sabes mi devoción por “De vinculis in genere” de Giordano Bruno. Ahí estás tú que descubres al Baldomero pensador, que te tiene un afecto enorme, entre otras cosas porque eres el hijo, qué te voy a explicar yo a ti, de Goyina y Baldo, cuando dirigía la escolanía, iba muchas tardes a echar una parrafada con Goyina bajo el pretexto de tomar un café y unas pastas. De vinculis in genere. En la misma foto aparece también Santos Vibot a quien Baldo ha dedicado unas referencias muy cargadas de afecto y compañerismo. Fueron músicos consagrados a la música con pasión.
La foto genera vínculos, lazos. Las cabezas humanas le dan vueltas permanentes a estos vínculos que unas veces son de rechazo pero en general tienden a permitir que el universo infinito llegue a ser una unidad infinita. Como somos hombres y como somos capaces de sentir la música, entender la poesía y especular sobre el giro de las constelaciones, estamos constituidos de tal forma mixta que somos el ser del universo capaz de vincular la materia, la biología, la geología, con los procesos mentales del cosmos. Pienso en el gran hereje, “nuestro” Giordano Bruno, a quien Juan Pablo no pudo rescatar ni siquiera cuando el gran jubileo del 2000. De todas maneras, nadie puede adivinar lo que se mueve en un hombre por dentro.
La entrada de Luis sin dejar de ser una entrada amable, amistosa y elogiante, es o tiene, sin embargo, un tufillo inquisitorial, sí, como suena, que ¿Por qué? Sencillo, si nos fijamos la preocupación/pregunta de Luis es averiguar,saber, qué piensa el amigo Baldo, el de batuta enhiesta, mientras dirige? Intentar descubrir el pensamiento de alguien es tanto como intentar desnudarlo y hacerse dueño de él. Luis, disfraza la intención aviesa con palabras eligiosas; si yo fuera Baldo me andaría con mucho ojo.
Si queremos ir más allá en el análisis diríamos que este planteamiento de corte filo-teológico, pone sobre el papel la cuestión de la escrutabilidad o inescrutabilidad de las ideas, cosa bien distinta sería plantarse la escrotabilidad. En todo ello veo el planteamiento Kantiano sobre la relación entre FENÓMENO Y NOÚMENO. Sabiendo que Baldo es el Fenómeno sería un bombazo descubrir su NOÚMENO. Ya nos gustaría descubrir que tiene en la cabeza, qué piensa el fenómeno. Yo te diría, amigo Luis, que el pensamiento de Baldo es, al contrario que el divino, perfectamente escrutable, estoy seguro que como Victor Manuel:
"Hey, solo pienso en ti
Juntos de la mano se les ve por el jardín
No puede haber nadie en este mundo tan feliz
Hey, solo pienso en ti". El ti no es otra que su amante Julia, no la que está consagrada a Jupiter sino la consagrada a su querido Baldo.
Quiero resaltar lo que dice, José Luis, otro buen amigo, y que dice mucho de Baldo:
"es de las pocas personas que ha tenido el coraje de sacar a Jesús del sagrario para darle vida con su vida en la calle...".
Queda patente que no valgo para hacer panegíricos, soy escrotable.
Abrazos escrutables.
Digamos, en bloque, que me complace sobremanera la transfiguración y exaltación que tanto Luis como los comentaristas que me preceden hacen de Baldo, persona a la que profeso una devoción y admiración fuera de cupo. A estas alturas, Baldo debe de saber ya que, en mis actuales circunstancias, ya no me vale lo de Job y que lo mío es un "de profundis" hondo y hundiéndose en el sofoco y hasta en la asfixia, pero que todavía me deja algo de resuello para asomar la cabeza en esta pantalla para que, aunque se trate de "uvas verdes", quede mi granito de arena y mi pulsión de afecto y simpatía para todos los que siguen y leen esto. Leído de corrido el oportuno y bien emplazado estrito de Luias, he visto tal cantidad de pinceladas sugestivas y jugosas en él y en los comentarios que me preceden que, de fijarme en ellas, tendría que escribir aquí un largo capítulo como glosa y delectación, cosa para la que ahora mismo no dispongo ni de tiempo ni de condición. Pero, digamos cuando menos, querido JL Suárez, que Baldo ha hecho mucho más que sacar a Jesús de los sagrarios (¿estaba o está realmente en ellos?) para emplazarlo en la vida de los seres humanos y también, querido JM, que Baldo, cuando reflexiona y escribe, ora. De Isidro, ¿qué decir, si no que cada cosa que escribe me asombra, delecta e instruye? Gracias, Isidro, una vez más. Sirva lo que precede como saludo desde Mogarraz, donde el calor y las circunstancias me arrojan a una olla en ebullición y me permiten degustar a fondo el límite de las fuerzas humanas, resortes residuales con el que todos contamos afortunadamente. El próximo domingo reflexionaré en el blog de RD sobre que creer en Dios nada significa o para nada sirve, pues lo importante para un cristiano es seguir las huellas de Jesús, cumplir sus consignas. Que el calor deje ya paso al fresco y que el ánimo se envalentone y siga haciéndonos vibrar.
Escribo arrimado a las tapias del cementerio, en un alto en las afueras del pueblo en que me encuentro, porque -cosas de la muerte en vez de cosas de la vida- el cementerio es el único lugar en el que hay cobertura. Seré muy breve, aunque los estupendos y jugosos y incitadores comentarios merecerían respuestas mucho más cumplidas,. Pero nadie piense mal, seré breve no por miedo al escenario, sino por evitar el trabajo de escribir con un solo dedo.
Lo has clavado, Cicero, ¡qué bien has redondeado mis tentativas!, Baldo tiene la apariencia de un padre grave, ¡cómo no se me ocurrió! Y qué extraordinario hilo para tirar de él. Como la sugerente comparación entre fundamentalismo y funambulismo. Pensaré en ello y en todo lo demás, que sabiamente expones, paseando bajo los castaños centenarios que me rodean.
Una de las cosas que admiro en ti, admirable Valdés, es tu inagotable sentido del humor; de un humor, además, siempre inteligente. Me hubiera gustado asistir de tapadillo, confundido entre tus alumnos,a alguna de tus clases de filosofía. No sé si Baldo escribirá o no escribirá sus memorias, pero si tú escribes las tuyas, cosa que deberías hacer, entiéndeme en la temática se tus clases. Apúntame ya entre los compradores del libro.
Por cierto, en relación con tu espacioso argumento de que yo pretendo averiguar los pensamientos de Baldo con las más avisás intenciones, salgo a decirte que en mi escrito afirmó taxativamente que de Baldo solo se puede pensar bien si se pretende acertar.
Extiéndete en la temática...
especioso argumento...
(Entre el dedo, el corrector y las moscas, me tienen frito)
Querido Ramón, aunque tu comentario es digno de una respuesta de más fuste, me vas a perdonar que sea ahora muy terre à terre, que diría ni mujer y me una a tus lamentaciones sobre el sofocante calor que padecemos. Mogarraz, por otra parte, con esa zeta final que cierra todo a cal y canto, es un nombre que me sugiere un calor inmisericorde. Gómez de la Serna hubiera hecho una greguería prodigiosa. Dicho sea en tono "valdesiano".
Sr. D. Luis, espero que a la lectura de ésta te encuentres bien, yo bien a d. g. Agradezco tus elogios tan "merecidos" como sin fundamento in re.
Hablábamos de Baldo, del que sabemos que está bien dotado, para aquello pero, sobre todo, para lo otro, lo intelectual, tiene la cabeza muy bien amueblada, con muebles de distintos estilos, colores y épocas. Puede que le encargue a él, y tú colaborarás, el escrito de mis memorias porque yo no puedo escribir sobre lo que no tengo, la memoria "esfumata est"; estoy como diría un tal Aristóteles de Estagira ( qué pena que no fuera de Casorvida): tanquam tabula rasa". De ese no casorvidense se cuenta que
que sus padres le dieron una cartilla de madera impregnada de cera
que llevaba diariamente a la escuela para tomar apuntes. Cada poco tenía que rasparla para volverla a cubrirla de cera, borrón y cuenta nueva. Eso fue lo que le llevó al famoso "Tamquam tabula rasa", para definir a la mente cuando nacemos. Tengo la impresión de que la mía, la mente, está como la del recién nacido, en blanco, y lo peor del caso es que no me queda cera para darle por lo que será difícil que escriba memorias.
Respecto de mis alumnos, espero me agradezcan el que yo no les estropeara demasiado la cera con filosofías raras y eso les permitiera aprovechar la cera para grabar
otras enseñanzas de mayor calado, por ejemplo las ideas del P. Arintero del que tanto Baldo, Ramón como J.Luis saben más de lo que cuentan.
Abrazos calurosos.
A mí, que me registren, querido Pitu, dicho sea en términos de amistad, si bien lo de querido JM me parece más jugoso y enigmático. Mi ciencia o conocimiento sobre el P. Arintero, aparte de que todos estamos llamados a la santidad, vamos, que ese estado gracioso no es privilegio de nadie, no llega más que a saber que su más devoto discípulo, el P. Lozado, tan pudibundo y místico, cuando el médico (supongo que el que lo hiciera una enfermera habría sido uno de los grandes pecados sin vuelta de hoja que ni siquiera el Espíritu Santo tiene fuerzas para perdonar) tenía que garrocharle el culo, retorcía un poco el hábito y ponía la ranura de la faltrichera sobre el muslo para que pinchara por allí y no le viera las nalgas. Eso dicen, vaya uno a saber, y el caso es que la duda queda sembrada porque uno se pregunta qué coños pinta una ranura por la que cabe la mano en ese sospechoso lugar y para qué menesteres han dejado dicha abertura. Y un consejo, querido Pitu JM: no te nos desmadres ni nos traiciones, pues tus memorias, tan densas, jugosas y frescas, nos pertenecen en exclusiva a los de la Casa del Dago, lugar propicio para saciar todo tipo de hambres.
Total, que yo sigo con la intriga de lo que piensa el Pensador del Coro porque el de Rodin yo pienso que, no lo averiguaré nunca. Yo pienso que ni Rodin sabe en lo que está pensando su pensador. Y eso que fue su creador. Bueno, su escultor, porque si hubiera sido su creador, a buen seguro que sabría sobre qué cosas estaría pensando. Buenas, malas, de purgatorio, cielo o infierno. Me imagino a Rodin lo mismo que a Luis Carrizo. Al terminar su obra de arte, Rodin habrá pensado: "Ahí te dejo y que el personal piense en lo que estás pensando. Los vas a tener muy entretenidos"
En fin, como habitualmente digo, son reflexiones heredianas que, pienso, no llegan a ninguna parte. Pero por lo menos, PIENSO, LUEGO EXISTO.
El comentario de antes no sé por qué me salió como Anónimo. Lo escribí desde otro PC que no es el habitual que uso Pero bueno, pienso que no había mucho que pensar para saber de quién era.
Estoy anonadado por la hipérbole que habéis escrito sobre mí. Yo no soy ese, sino un paisano más prosaico y perteneciente al común de confesores, aunque he tenido la inmensa suerte de chupar de las ubres de Eladio Chávarri. A él la gloria y la alabanza. Lo que sí demuestra sin ningún género de duda esta hipérbole es el cariño que me tenéis, empezando por Luisín Carrizo y continuando por José Luis, Isidro, el Pitu, Ramón, Heredia et alibi aliorum quibus vixi diu noctuque in illo tempore. (Isidro querido, yo iba a casa de Goyina sobre las 12 de la mañana, levantaba la tapa del puchero y engullía algunas cucharadas de lentejas o de lo que hubiera en él).
En la foto del santuario (ahora basílica) estaba abstraído en una de las partes importantes de mi hábitat adolescente y juvenil, mientras experimentaba multitud y variedad de sentimientos –y hasta de emociones– de los que no me siento capaz de expresar. Durante la «misa» sí tuve pensamientos críticos y, sobre todo, pesadumbre sobre cómo seguían haciendo memoria de la Última Cena nuestros compañeros Pedro Rey, Carlos Olóriz, Milines et alibi. Ciertamente los valores religiosos han dejado de ser el núcleo en nuestra civilización de la producción y del consumo, pero creo yo que tan influyente como esto en el desafecto religioso de un cada vez mayor número de gente es el hecho de que «obisperinos» (Carrizo dixit) y teólogos de los que son como Dios manda siguen empecinados en que el «seguimiento de Jesús» debe ser, principalmente y casi en exclusiva, de carácter «cultual». Esto está muy lejos del Evangelio y, además, no despierta ni el más mínimo atractivo para quien tenga dos dedos de frente.
Muchísimas gracias, de nuevo, por el cariño que me tenéis y que, no hace falta ni mentarlo, es mutuo, porque cada día estoy más convencido de que, si un dominico no tiene como su mayor empeño el paliar los sufrimientos y sinsabores de la gente, está tocando el violón.
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