martes, 11 de enero de 2022

ATENCIÓN AL NUEVO LIBRO DE LA COLECCIÓN EL TOMILLAR (el que hará el número 9) información de LALO F. MAYO

En estos días fríos e inclementes del mes de enero en que lo más agradable es poner las piernas bajo las faldas de la camilla al abrigo del brasero mientras uno mira para la nevada que está cayendo, sabréis disculparme si me atrevo a promoveros lecturas saludables y provechosas, sobre todo, de cara a la Semana Santa que ya alumbra en el albor de este año 2022.


Nadie de los que por aquí pululamos, con un mínimo de seis cursos de Latín impartido en lejanos días por preclaras mentes a infantes todavía con grandes espacios vacíos en sus mentes, podrá decir «de este agua no voy a beber» y, en cambio, se sumergirá con delectación en el juego que propongo. Sin duda, quienes se atrevan disfrutarán de un hermoso salto al pasado; muy, pero que muy pasado. Y lo mejor de todo: gratis total.

Sabréis disculpar mi atrevimiento, pero después de unas intensas jornadas de inmersión en la edición de los textos del nuevo libro de la Colección El Tomillar —el que hará el número 9— y que lleva por buen título: La Última Cena. Una comida con eucaristía, no una eucaristía sin comida, creado por la mente de nuestro querido Baldomero López, sigo clericalmente encendido.

Al final del facsímil de la obra (porque lo que envío es el facsímil de una obra impresa en 1500 aunque escrita siglo y pico antes), me he permitido también incluir un ilustrador texto sobre la egregia persona del sujeto principal, fray Nicolás Aimeric O.P., ya que el saber no ocupa lugar. Y en este caso, apenas 13 páginas. Eso sí, ojo, que está escrita por el enemigo.




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Y tras la presentación, unas notas por si alguien quiere hacerse un librito con el PDF que, sin duda, nuestro amado Furriel tendrá a bien colocar en algún espacio visible para solaz espiritual de los blogueros. Así que os pasáis por ese espacio, lo abrís, y si lo consideráis interesante, vuestro es, libre de cualquier cargo, hasta el de conciencia. 


Aquí os dejo el enlace:


El diseño está hecho para permitir una impresión de cuatro páginas en cada hoja A4, así que si tienes una impresora que imprime por ambas caras y su software te permite hacerlo en formato “folleto”, podrás preparar unos cuadernillos listos para ser encuadernados cosidos con hilo y reforzados con cola.

No disponemos de una cubierta adecuada, ya que la obra original, que descansa en la Biblioteca de la Universidad Complutense, cubre sus vergüenzas con el típico pergamino arrugado y acartonado, sin texto ni imagen alguna que indique qué es lo que contienen sus páginas. Así que podría servir esa portadilla que abre el pdf, reconociendo que es claramente apócrifa.




Cada aplicación es un mundo cada ordenador, una galaxia, así que es posible que el tuyo tenga otra manera de hacerlo. El pantallazo que ves procede del documento de referencia abierto en el Acrobat de Adobe en un Mac.




Si tienes mucho interés en disponer de la obra en papel, también puedes ir a un taller de fotocopiadoras y pedir que te lo impriman en formato cuadernillo. Lo ideal serían cuadernillos de 16 paginas a razón de 2 páginas del libro por cada cara del folio A4.

El original está en color, pero no pasa nada si se imprime en BN, salvo que la factura será menos de la mitad.
 
¡Ah!, y el total del invento asciende a unas modestas 112 páginas.

Salud
Lalo

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde luego, Lalo, lo tuyo es para nota y además, muy alta. ¡Menudo personaje el tal Nicolás Eimeric. Lo de Fray y O.P lo omito por respeto al clero y la Orden. Me temo que aún quedan algunos Eimeric sueltos pero camuflados.

Este comentario lo dejo como Anónimo, por siaca, pero ya sabéis quién soy

Isidro Cicero dijo...

Lalo, gracias como siempre por tus ricas aportaciones. Voy a seguir tus instrucciones al pie de la letra para hacerme con el libro
Te adelanto que llevo meses indaganďo con pasión en la vida y obra de fray Giordano Bruno OP. Un grande, una gloria, de la cultura universal, que a nosotros nos taparon cuidadosamente. A Aimerich Bruno no le hizo ningún caso, porque de joven bebió hasta saciarse en los escritos de Raimon Llull, prohibidos, aunque accesibles en la gran biblioteca de su convento napolitano de Santo Domenico Magiore.

Isidro Cicero dijo...

Me corrijo San Domenico Maggiore, donde tb estudió Santo Tomás.

Lalo dijo...

Es posible que en esta entrada queden solapadas las informaciones de los dos libros de los que se habla.
Uno es el del tal Aymeric, que podéis bajar desde el enlace, y el otro, el de La Última Cena, es el de Baldomero. Debe estar a punto de salir de la imprenta. De este no hablo más, que valedor sobrado es su autor y, así mismo, sobradamente conocida es su heterodoxa (según para quien) forma de pensar.

RAMON HERNÁNDEZ MARTÍN dijo...

Gracias, Lalo, por esta nueva rica aportación. Se trata de un "gracias" que ya quise estampar aquí nada más leer el "ilustrador texto sobre la egregia persona" de Emeric o Aymeric, pero preferí esperar a que la piscina tuviera agua. Como el tiempo aprieta y este 22 ya cabalga brioso, incluso cuesta arriba (enero), digamos que de "inquisidores", sobre todo entrando de lleno en la brega nuestro querido Baldo, tengo bastante con los de nuestros días, esos que, para saber si eres o no eres, te preguntan a bocajarro si crees que Jesuscristo es Dios y si "está realmente presente en la eucaristía". Y lo hacen, con relación a la primera pregunta, como si ellos pudieran meter a Dios en el matraz de su mente y agitarlo a capricho, y, a la segunda, como si fueran hábiles cirujanos para transplantar "substancias" (tema este del trasplante inaudito y sobrecogedor, como lo de meter corazones porcinos en pechos humanos). En fin, aun a riesgo de arder eternamente en la hoguera de los iletrados, me quedo con la "Cena con eucaristía" de Baldo, confesando que Dios tiene muchos rostros y que todos los panaderos que conozco fabrican pan únicamente para ser "comido", no para otra cosa. La idolatría es un estado de ánimo que encandila a no pocos católicos, tan deseosos siempre de "manipular" a Dios. Por lo que hace a la cosa más palmaria, nunca pensé que el pan pudiera servir como bala de cañón y, menos, como cárcel de Dios.

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