sábado, 27 de marzo de 2021

PRIMAVERA TARDA (Por Enrique Muñiz Iglesias)

Desde viernes de dolores y atendiendo a las preguntas tan acertadamente rimadas por Santos Suárez y con el deseo también compartir con todos las sensaciones especiales de un día ya casi de esta semana santa que quiere abrir abril, os traigo algunas imágenes de aquí y de ahora, cuando permanecemos aún encerrados en nuestros miedos y cuidados.  

Y sí: esta misma mañana, como tantas otras, he vuelto al santuario, ahora en un silencio conmovedor en el que me ha parecido sentir aún el eco de la voz de Pedro “a quién buscáis” … incluso la respuesta multicolor desde el coro “a Jesús el Nazareno”.





Para percibir olor a incienso y caoba he necesitado más imaginación desde los bancos vacíos, sellados algunos por cintas que impiden ahora hasta los abrazos de paz.

Pero sí; allí continúa, iluminada y doliente, nuestra Madre  del Camino: a la que Helio Pedregal entregó en nombre de todos, y en aquel momento tan especial del reencuentro, nuestra medalla y la gratitud que permanece.

Después, paseando muy despacio por el camino de siempre, junto al teatro cerrado pero no olvidado, he mirado jardines ya descuidados para siempre y sobre alguno de nuestros campos de juego he encontrado también  en soledad de cincuenta años, ya sin goles ni gritos alegres, alguna portería de los campos en la Escuela Mayor. 





Primavera tarda, querido Santos: apenas nuestros cerezos de niños apuntan brotes temerosos de nuevas heladas, aunque allí cerca, algunos almendros silvestres, más atrevidos, muestran ya su flor viva y espléndida.



Y más adelante, después de la granja,  aún quedan  restos de aquel cementerio ya vacío, en el que una mañana se durmió, bajo lluvia de tristeza y dolor, nuestro inolvidable PaUría.


Por el valle y sobre el tomillar, cruzan ahora dos enormes moles de cemento y asfalto que soportan la autovía sur; 



pero inmediatamente después, algunos chopos inician ya sus brotes de primavera, como los sauces de pequeñas fincas  de casas diminutas que se perfilan bajo el azul inconfundible de nuestro cielo del páramo que recuperamos al continuar el paseo hacia Quintana.  




Y casi hasta allí llegué hace muy pocos días con Julio Correas (que se adelantó en su visita a la que también me ha prometido el primer novio de Pili Villanueva) y nos trajimos,  a sugerencia tuya, unas ramas de tomillo para la cruz y la memoria;  y otras más que él se llevó a Oviedo para replantar y percibir cada día de cerca lo que yo tengo siempre a mi lado.




5 comentarios:

Joaquín Urbano dijo...

Gracias por tan bello y evocador “reportaje. Por momentos me sentía allí.

Santos Suárez Santamarta dijo...


Enrique, buen amigo,
no sabes, hoy también, cómo agradezco
tu nuevo reportaje
dando satisfacción a mis deseos.

Tus esmeradas fotos
glosadas con primor y con acierto
han vuelto a estremecerme
anegándome el alma en los recuerdos

He viajado por ellas largo rato
con pena y desconcierto,
contemplando a través de tu mirada,
amable y diligente compañero,
esos lugares, hoy para mí tristes,
por no encontrar en ellos
colores y sonidos, pulso y alma
de vida juvenil que ayer tuvieron.

Veo el hermoso templo, tan vacío,
desnudo de liturgias y de rezos,
el espacioso el coro
donde apenas si quedan tenues ecos
de la “schola cantorum”,
y un halo de presencia del maestro.

Y el órgano, sonoro ayer, hoy mudo
esperando en silencio
a un Maese Uría que le diera
perfecto afinamiento
y volviera a sacarle, virtuoso,
angelicales sones con sus dedos.

He asistido con pena
a los campos que ayer en los recreos
se inundaban de fiesta y de bullicio ,
mas hoy solo de ausencias están llenos

Y cómo no dolerse
al ver el recoleto cementerio
en olvido, sin flores ,
a merced de las lluvias y los vientos.

También aquel camino transitado
tantas veces en tardes de paseo,
que bajaba hasta el valle
con rumbo hacia Quintana de Raneros,
lo veo mancillado
llevándome a la endecha y al lamento.

Hoy casi solo queda como entonces
que venga en mi consuelo
la viva luz del sol desparramada
y el puro azul del cielo

Enrique y Julio, amigos
agradecido estoy por haber vuelto
con vosotros haciéndome de guía
por lugares que ayer fueron tan nuestros
y con nosotros siguen
en el vivo recuerdo y en los sueños .

Luis Heredia dijo...

Bueno, no sé qué decir ni comentar sobre las dos perlas que acabo de ver y leer de Quique y Santos.

Luis Carrizo dijo...

Bellas fotografías y bellísimo poema de Santos

Francisdco Javier Cirauqui Armendariz dijo...

Lo primero decirte Enrique que las fotografías son muy hermosas y tu poema como siempre, Santos muy bello. Estos paseos por la Virgen me traen muchos y emotivos recuerdos.
Algunas veces mientras leo suelo ir versificando lo que leo y aunque no tenía ninguna intención de hacerlo, ya que he hecho ahí van, aunque sé que no merecen la pena.

Los recuerdos del Colegio,
en bellas fotografías
parecen un sortilegio
de aquellos lejanos días.

Quique Muñiz con esmero,
acerca a nuestra memoria
los caminos y el sendero
de nuestra pasada historia.

En los páramos
de León
el santuario encontramos
en silencio de oración.

Vacío el templo relumbra,
en remanso, recogido
y como siempre acostumbra
lleno de luz y sonido.

El fuego de las vidrieras,
con la sombra de los santos,
refleja la paramera
y llena el coro de encanto.

Oigo el órgano sonando,
abrazado por Uría,
la escolanía cantando
una hermosa melodía.

Suenan salmos y pasiones
y en esta santa semana
de penas y restricciones
oremos por el mañana.

La Virgen desde el altar
nos guie en este camino
para poder transitar
hacia un seguro destino.

Dejamos el Santuario
sin percibir el olor
que sale del incensario
y expande a su alrededor.

Paseando sosegado,
hasta el teatro llegamos,
hace tiempo abandonado,
y al que todos recordamos.

¿Dónde quedan las veladas,
los autos sacramentales,
las películas soñadas,
los conciertos musicales?

Por un jardín descuidado,
falto de abono y de riego,
tristes y abandonados
se ven los campos de juego

¿Por dónde alumnos jugando
al futbol o balonmano...
más deportes practicando,
"mens sana in corpore sano"?

Una portería aislada,
de redes desposeída,
en el campo abandonada,
sin alegría y sin vida.

Los cerezos temerosos,
por el miedo de los hielos,
no florecen tan hermosos
ni despuntan hacia el cielo.

El cementerio se asoma
abandonado y perdido.
Los chopos junto a una loma
tienen brotes ya nacidos.

Mastodontes de cemento
van cruzando el tomillar.
Mastodontes de cemento
bajo un cielo singular.

Continuamos el paseo
a Quintana de Raneros,
con el único deseo
de ver quien llega primero,
como hacíamos de niños
corriendo por el sendero.

Unas ramas de tomillo
como recuerdo llevamos,
unas ramas de tomillo
que con deseo aspiramos.

En los páramos
de León
el Santuario encontramos
en silencio de oración.



La Virgen desde el Altar
nos guie en este camino
para poder transitar
hacia un seguro destino.




ENTRADA MÁS RECIENTE

EL FURRIEL Y EL CALDERO (Por Lalo F. MaYO)

LAS TRES ENTRADAS MÁS POPULARES EN EL BLOG