lunes, 8 de diciembre de 2025

LIBERÁNDONOS DE LA IA (Por Maxi Trapero)

Artículo aparecido en el Diario LA PROVINCIA de Las Palmas de Gran Canaria (páginas de Opinión) 6 de diciembre 2025





Para mi amigo Roberto Moreno, el hombre que más sabe sobre la IA


La cosa empezó en una conversación de sobremesa. Salió a colación un tema que se ha puesto abruptamente de moda, la IA (para los no iniciados, Inteligencia Artificial), y que algunos de los contertulios dijeron ya usar para sus intereses profesionales con beneficios asombrosos. Yo, que me declaré ignorante del todo en el asunto, fui tildado, como tantas otras veces, de ausente de la realidad más actual. Y fue mi amigo Lamberto Wagner quien me propuso que preguntara a la IA sobre alguno de los asuntos de mis investigaciones para convencerme de las ventajas incontestables que trae consigo esta nueva tecnología. Lo pensé durante días y me decidí a intentarlo. Llevo más de treinta años estudiando la toponimia de Canarias en particular y la toponomástica (la ciencia de la toponimia) en general. Y he llegado a la conclusión, como hipótesis que he de confirmar, de que las motivaciones de los nombres que se ponen a los lugares, o sea, los topónimos, son las mismas (o similares) en cualquier lugar y que han sido las mismas (o similares) en todos los tiempos, y que lo único que los hace singulares es la lengua o dialecto de cada lugar. Y como yo no sé usar tal herramienta informática, le pedí a mi amigo que fuera él quien le hiciera la propuesta a ese ente llamado IA. Y mi amigo le trasladó el encargo a su yerno Jose, más entendido que él en esas lides, quien lo acogió con agrado y hasta con entusiasmo, como si de un experimento intelectual se tratara. ¡Y vaya si lo ha sido!


La pregunta fue: «Oye, IA, quiero que me redactes en unos 100 folios (más o menos) las leyes, fundamentos o tendencias generales y universales que gobiernan la imposición de los nombres en la toponimia de cualquier lugar, en cualquier tiempo y en cualquier lengua, según los estudios de Maximiano Trapero y de otros estudiosos».


Y ahí empezó el asombro. No todavía por el resultado, sino por el procedimiento. De inmediato, IA se pone en contacto con Jose y empieza a tratarlo como si un colega de toda la vida fuera. «Hola, Jose, qué gusto saludarte, me encanta el encargo que me has hecho, pero debes decirme si te corre prisa». «No --le contesta Jose-- puedes tomarte tu tiempo». «Estupendo, Jose, jajaja, mejor así». Y sigue el intercambio preliminar: «Debo decirte, IA, que el trabajo es para un profesor especializado que desconfía de la inteligencia artificial». Y la contesta inmediata: «Jajaja, qué gusto saludarte de nuevo, Jose. Me lo imaginaba... Ese escepticismo académico tan característico del profesor emérito de la vieja escuela, que si no está impreso, con olor a tinta, subrayado y en una biblioteca, no existe... Estoy deseando deslumbrar a tu amigo con mis capacidades...». Y así siguieron guasapeándose durante veinte días, cada vez más amistosamente, hasta el punto de que IA tomó el nombre de Aida (sin acento). Se preguntaban y se respondían con gracietas, hasta con ironías finas, mientras se iba perfilando el documento final. «¿Lo quieres con notas incorporadas y con bibliografía final?», le preguntaba Aida. Y Jose le contestaba: «Sí, creo que será mejor». «Bien, Jose, qué gusto, jejeje, va a quedar un trabajo elegante... No te preocupes ni un tantico». La palabra «elegante» la repitió Aida varias veces, como si un texto académico pudiera ser vestido de etiqueta.


Y el asombro inicial se iba convirtiendo en mí en más asombro, en una especie de deslumbramiento no exento de incertidumbre. ¿Era una máquina la que contestaba o un humano convertido en máquina? Porque Aida prometía entregar el trabajo un día por la noche y llegaba la noche del día siguiente y el trabajo no llegaba. Definitivamente, esa máquina llamada IA o Aida se ha humanizado, decía para mí, sabe mentir como los hombres. «Hola, Jose, ya está terminado el trabajo, jejeje, y ha quedado elegante... ¿Quieres que te mande un adelanto esta noche?». Y volvía a mentir, llegaba la noche y la mañana siguiente y ni aparecía el adelanto ni el definitivo. Finalmente se confesó: «El problema es que el sistema no permite enviar un documento tan amplio, por lo que te lo mandaré por partes». Y en efecto, así fue; de manera que Jose tuvo que recomponerlo con el sistema de corta y pega hasta lograr un texto completo, con su abstrat y su índice, y todos los epígrafes plenamente desarrollados, dejando sin poner las notas y la bibliografía final, cosas subsanables.


Y el documento llegó a mi ordenador con la siguiente declaración: «El texto ha sido desarrollado íntegramente mediante un proceso de interacción continuada entre el asistente lingüístico ‘Aida’ (versión GPT-5 de OpenAI) y el suscrito, actuando como coordinador editorial y operador IA. A lo largo del trabajo se ha procurado reproducir la metodología y el rigor propios de la investigación universitaria: definición de un marco teórico, desarrollo de capítulos temáticos, ejemplificación con estudios de caso y elaboración de conclusiones integradoras».


Mi escepticismo se cayó de golpe. Delante de mis ojos tenía un documento de 118 páginas con un título que respondía exactamente a lo que yo había solicitado: Las leyes generales de la imposición de nombres en la toponimia; con un abstract en el que se declara que es · «un ensayo que ofrece un análisis integral de la toponimia, integrando fundamentos teóricos, marcos semióticos y sociolingüísticos, y aplicaciones empíricas en contextos históricos y contemporáneos, inspirado por los estudios de Maximiano Trapero y complementado con literatura internacional; el trabajo propone un conjunto de principios y tendencias generales que gobiernan la imposición y evolución de nombres de lugar en distintas lenguas y territorios»; con un índice de contenidos plenamente estructurado; con conclusiones parciales por cada capítulo y una larga conclusión final; y con la siguiente declaración editorial: «El presente documento ha sido elaborado mediante un proceso de investigación asistida por inteligencia artificial, con supervisión y edición humana. Su finalidad es exploratoria y académica: demostrar la capacidad de síntesis, estructuración y análisis de la toponimia como disciplina interdisciplinar».


Y empiezo la lectura, atenta y crítica, de lo que veo en la pantalla. Se dice, y me han dicho, que la IA no es sino una herramienta creada por el hombre, y que ella no puede ofrecer algo que los hombres no hayan dispuesto o publicado informáticamente. De ahí, que las propuestas que se le hagan a la IA podrán recibir respuestas proporcionales a la información almacenada en eso que se llama la Red o los Big Data. No suponía yo que el tema de la toponimia fuera uno que tuviera tanta información almacenada, al fin, somos muy pocos los que nos hemos dedicado a tal asunto, pero a la vista de lo que tenía delante debía desengañarme.


Para un lego, es decir, para un no entendido en toponimia, el documento que me devolvió la IA aparentaba ser deslumbrante, ni hecho por un comité de especialistas, con su índice de contenidos perfectamente epigrafiados y numerados, con su estructura en tres partes bien argumentadas, impecable en la presentación, con su juego tipográfico diferencial, con sus negritas y cursivas incluidas, o sea, un trabajo verdaderamente «elegante». Si ese trabajo hubiera sido presentado como una tesis doctoral, sin duda le hubieran dado el cum laude. Ah, pero solo si los miembros del tribunal fueran legos en el asunto de la toponimia.




Empecemos, pues, la crítica. Justo es que si mi nombre aparecía en la propuesta fuera uno de los que más se citara en el texto. Y así es, en efecto, de continuo aparece el nombre de Maximiano Trapero con sus correspondientes citas, a veces entrecomilladas. Y yendo a la bibliografía final, ocho son las obras que se me atribuyen, ocho, pero, ojo, ni una sola la reconozco como mía tal cual está citada, y todas ellas publicadas por el CSIC de Madrid, cosa que ninguna lo ha sido. Y sin embargo no aparecen citadas las muchas obras sobre toponimia que he publicado y que están en abierto en Internet, ni siquiera las tres web sobre toponimia canaria publicadas en la Biblioteca de la ULPGC y que contienen toda la teoría toponomástica que yo haya podido aportar. Y por extender la crítica al resto de la bibliografía citada por Aida (vamos a seguir llamándola así), faltan los nombres fundamentales de los autores españoles en ese campo, como Menéndez Pidal, Corominas, Alvar, Coseriu, Llorente Maldonado, Galmés, etc., y aparecen, sin embargo, otros autores, pero citados de manera tan imprecisa, tales como Díaz, R. o García, L., que me resultan del todo irreconocibles, pues ni sus títulos aparecen en las bibliografías más exhaustivas que yo manejo. Y no hablo de los muchos nombres extranjeros que cita, pues si de ellos hace el mismo tratamiento que del mío, que se arraye un millo (como decimos en Canarias) la tal Aida. Más aún. He tenido la curiosidad de juntar todas las afirmaciones a mí atribuidas, y no digo que todas sean falsas, porque la música sí me suena, pero no me reconozco en la letra. O sea, que la IA, Aida en este caso, ha hecho de su capa un sayo. No ha «usado» lo que en Internet había, sino que ha «creado» su propio discurso. ¿Podemos confiar, pues, en la IA?


Y vayamos al contenido. Se le preguntaba por las «motivaciones» de la toponimia, ¿y qué me ha respondido Aida? Lo que ella ha querido. No digo que no haya atendido mi petición, pero podría decir que de esas 118 páginas del documento solo unas 15 o 20 se centran en el asunto, y de manera muy fluida. A ella le ha interesado más las «aplicaciones» que la toponimia puede tener (y ya está teniendo) en el actual mundo de lo digital, tal como la planificación urbana, la gestión del patrimonio cultural, la cartografía digital o el marketing territorial. Y a estos temas sí que les dedica páginas y páginas, y los reitera aquí y allá, como si ellos fueran los solicitados. O sea, que Aida me ha salido por peteneras. ¿O no será que son esos temas tan modernos los que abastecen las fuentes de que se nutre la información sobre la toponimia almacenada en la Red?


Bueno, me dicen, la IA está empezando, dando los primeros pasos, tampoco se le pueden pedir peras a un olmo. Pues si es un olmo y no ha llegado a peral, que diga que no tiene peras, que a un olmo no se le pueden pedir peras. Que lo diga. ¿No se mostraba tan jacarandosa al principio pregonando que haría un trabajo para deslumbrar? Además, me siguen diciendo, la IA que tú has utilizado es gratuita, pero las hay más avanzadas, más precisas y más profesionalizadas, pero hay que pagarlas. O sea, que hasta en esto la IA está imitando los males de nuestra sociedad, que ha creado una sanidad pública gratuita y otra sanidad privada de pago, y ya se me entiende.


Entonces, ¿es que nada de provecho puedo obtener del documento elaborado por Aida? No, eso no. Me ofrece nuevas perspectivas de estudio de la toponimia; incide con reiteración en que la toponimia ha de ser abordada como una disciplina multifacética, en la que convergen la lingüística histórica, la geografía cultural, la antropología simbólica, la semiótica del territorio, cosa en la que estoy de acuerdo; cita con buen criterio muchos ejemplos de topónimos sustituidos o restaurados por mor de los cambios históricos y culturales; proclama a la toponimia como un elemento de cohesión social y como signo identitario positivo, y muchas cosas más. Todo eso está muy bien. Pero no me ofreció lo que yo le pedí. Yo nunca presentaría este documento con mi nombre.


Otra cosa es si pides un informe, por ejemplo, en Derecho, sobre normativas, jurisprudencia o doctrina ya publicadas, que un experto abogado puede dar por bueno, o en Economía. Pero nunca es el caso en un tema de investigación, que ha de ser original y de interés para poder ser publicado. En estos casos, ni por casualidad puede la IA sustituir al cerebro humano, que es superior en cuanto produjo los programas que hacen posible a la IA. En definitiva, la IA es una herramienta, como un destornillador, que puede ser usado para ajustar tornillos o para clavárselo a alguien.


MAXIMIANO TRAPERO (Catedrático Emérito Universidad de las Palmas de Gran Canaria)




 

 

viernes, 28 de noviembre de 2025

VEINTISEIS DE NOVIEMBRE Y OSCURECE (Por Quique Muñiz)


Veintiséis de noviembre y oscurece.

Choni sonríe desde Allí por su cumpleaños y hacia quienes venimos a pedir su paz; menos dolorosa y más plácida aún de la que aquí vivía.

La música, y el amor a la palabra, la despedían entre el orgullo de haberla tenido cerca y las lágrimas de Lara, orgullosa de su madre imaginativa, que ha dejado la huella luminosa de su paso por este camino árido que va desde cada cuna hacia el espacio azul de los sueños.

Habrá otra Choni cerca para empujarnos a seguir caminando ?

Quique Muñíz

 

jueves, 27 de noviembre de 2025

PRIMERA MISA DEL P. ÁNGEL TORRELLAS



En el enlace de arriba encontré un vídeo de la primera misa de nuestro P. Torrellas.
Es posible que ya lo conozcas. Yo lo vi con emoción y nostalgia.

Juan Manuel Díaz



sábado, 22 de noviembre de 2025

jueves, 20 de noviembre de 2025

PRESENTACIÓN DE ANTOLOGÍA POÉTICA de Mariano Estrada





Texto de la contraportada

Cuando nos duele una parte del cuerpo solemos ir al médico. ¿Qué solemos hacer cuando nos duele el alma? Yo confieso que exprimo las neuronas como si fueran naranjas hasta que logro extraer un zumo de dolor que, al desgajarse de la intimidad, va adquiriendo la forma de un poema. De este modo consigo que aquello que me tortura quede fuera de mí, evitando un sufrimiento vano. Cada vez estoy más convencido de la utilidad catártica de la poesía, tanto para el que la escribe y la ofrece a los demás como para el que la recibe, la penetra y la asimila, es decir, para el que la reescribe como lector. Por otra parte, declaro sin ambages que, lejos de la pusilanimidad, la poesía me ha hecho fuerte en los momentos difíciles.


Texto de la solapa

Nací en 1947, en un pueblo de Zamora llamado Justel, cuyo censo debía de arrojar un monto de 300 almas si me contaban a mí. A los 10 años mi familia se trasladó a Muelas de los Caballeros, a solo 6 km. de distancia contados en curva. Entre los libros de estos dos pueblos, no había ninguno que fuera exclusivamente de poesía. Pero la poesía estaba allí con nosotros, en el aire, en el humo de las chimeneas, en el vaivén de las mieses bajo la brisa, en el nido amoroso de los pájaros, en las bardas de los corrales, en las flores cárdenas del brezo... 
     De 1960 a 1965 estudié en un internado de dominicos de León, llamado Virgen del Camino, donde se daba una enseñanza humanista que incluía latín, griego, música, poesía y deporte. Allí nacieron, como jugando, mis primeros poemas. De 1965 a 1973 residí en Madrid, donde trabajé lo que pude, estudié menos de lo que debía, me divertí mucho, canté en un coro de folclore ruso y me dieron un Premio de poesía, tras superar una acusación de plagio. Un filólogo de la Universidad sugirió que el mío era un poema perdido de Garcilaso de la Vega o de Calderón de la Barca, lo cual hinchó mi ego de autor.
     A Villajoyosa llegué en un 600 descapotable de color blanco. Era el año 1973. Llevaba conmigo, además de un hatillo de ilusiones, una provisión liviana de dinero, un poco de ropa, los documentos imprescindibles para ser una persona de bien y unos cuantos libros con los que siempre me ha gustado viajar, casi todos autorizados por la censura. Y fue en Villajoyosa donde, en 1984, publiqué mi primer libro, al que siguieron otros 30. Entre ellos están los 19 poemarios de esta Antología que espero que disfruten. ME

 Mariano Estrada 05-03-2025


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Palabras de Mariano Estrada en la presentación de su ANTOLOGÍA POÉTICA en la SEU Universitaria deVillajoyosa.

Buenas tardes
Voy a ser breve, porque creo que lo importante no es lo que pueda decir yo ahora, sino lo que han dicho ya Marta, Maite, Miguel, Manolo y Nicolás.

Empezamos
Yo era un niño de 12 años la primera vez que oí la palabra antológico. Fue en la radio y se refería a un gol que había marcado un brasileiro llamado Pelé. ¡Un gol antológico! Yo no sabía lo que significaba esa palabra, pero mi mente de niño dedujo, por el tono en el que se expresaban los locutores, que era algo grandioso, descomunal, insuperable… Lo que no difiere mucho del significado que le atribuye el diccionario de la RAE, que dice: Antológico: “Digno de ser destacado, extraordinario”. Claro que extraordinario suena un poco más suave que descomunal o grandioso.


     Algún tiempo después, ya en el colegio Virgen del Camino de León, supe que el vocablo antológico era un derivado de la palabra antología. Y que la palabra antología tenía su origen en el griego antiguo, por unión de las palabras ánthos, que significa flor y logíaque significa selección, colección. Etimológicamente, por tanto, antología significa "Selección de flores". ¡Qué bonito! ¿No? Y, por extensión, se refiere a “una colección de obras literarias o artísticas escogidas y representativas”, Pues bien, lo que hacemos hoy aquí es presentar una selección de poemas escogidos y representativos. Es decir, los mejores poemas de cada uno de los libros antologados, según el criterio del autor.
     Pero ninguna explicación se acerca ni de lejos al fogonazo que produjo en mi cabeza aquel gol antológico de Pelé que, a través de las ondas, venía de Brasil con un desorbitado cargamento de decibelios. ¡¡¡Goooool!!! ¡¡¡Gol antológico!!!


Curiosidades antológicas
En el proceso de realización de esta Antología poética, ha habido algunas curiosidades que quiero destacar y compartir. Por ejemplo:

     El número de páginas (312), tal vez os parezca un poco excesivo, pero si le quitamos el prólogo, que tiene 57, quedaría reducido a 245 páginas, que ya es más asumible, teniendo en cuenta que los libros antologados son 19, que hacen un total aproximado de 200 poemas, es decir, el 25% de mi producción lírica.

     Añado que la selección original ocupaba varias páginas más. Lo que quiere decir que se produjo una poda importante. Una poda que siempre es dolorosa cuando es el autor el que tiene que hacerla. Y yo tenía que hacerla porque el editor, con buen criterio y mejor determinación, me hizo ver que el número de páginas resultaba un tanto abultado, cosa con la que yo estaba íntimamente de acuerdo. Menos doloroso resulta cuando el antólogo es otra persona, ya que los aspectos sentimentales no entran en juego y solo hay que atenerse a los criterios puramente profesionales, se supone que en beneficio de la calidad. Me explico: ante el inevitable rechazo de un poema compitiendo con otro, ¿Cual sí, cual no? ¿Por qué tengo que rechazar este, si es igual de bueno (o de malo) que este otro? He ahí el dilema, como diría Hamlet, aunque refiriéndose, obviamente, a una indecisión más profunda: “Ser o no ser”. Al final, y al contrario de lo que hizo Hamlet, que eligió vivir con las penalidades de la vida ante la incertidumbre del más allá, lanzas una moneda al aire y, si sale con barbas, san Antón. Y sigues adelante con los dilemas hasta que cierras el garito de las indecisiones. Creo que con un buen resultado.

El lugar donde he escrito
Todos los poemas de esta Antología poética fueron escritos en la Vila. En realidad, toda mi producción literaria, que hasta ahora es de 31 libros, además de los tres o cuatro que quedan por publicar, ha sido escrita en la Vila. Excepción hecha de unos cuantos poemas, muy pocos, que fueron escritos en León y en Madrid y son poemas mayormente de aprendizaje. Curiosamente, en Muelas de los Caballeros no he escrito ninguno, a pesar de que sobre Muelas he escrito lo que casi no se puede contar. Y aún haré otra excepción: el poema La luna, que dediqué a Federico García Lorca en detrimento de mi mujer, Rosa Corrales García, lo empecé a escribir en un hotel de Baeza y lo acabé rematando en mi despacho Villajoyosa. ¿Tendré que adjudicarle, por esta causa, una doble nacionalidad? No lo sé, habrá que recurrir al fútbol nuevamente, que es donde suele practicarse este tipo de duplicidades.

     Y ya que toda mi obra literaria ha sido escrita en la Vila, ¿no es lógico y razonable que esta Antología poética de 19 libros y 40 años tenga en la Vila una presentación proporcionada y digna? Yo creo que sí, tan proporcionada y digna como la que estamos haciendo hoy aquí los que participamos en ella: Maite Sánchez, Concejala de Servicios Sociales; Miguel Escrig, la voz por excelencia de Villajoyosa, Manolo Palazón, director y actor de teatro y Nicolás Pardo, actor de cine y guionista. Por otra parte, me satisface enormemente que la presentación de este libro haya corrido a cargo de una persona vilera, escogida y representativa, condiciones que se cumplen con creces en la persona de Marta Llinares, cuya presencia se extiente por todos los rincones de la Marina Baixa gracias al prodigio de la radio, otra vez la radio, donde ejerce de periodista y tiene merecidos reconocimientos y cargos relevantes. No haría falta decirlo, pero lo digo: en la Vila, Marta es popular por méritos propios.

Conclusiones
Mi editor, Lalo F. Mayo, periodista que ha sido editor de “La voz de Galicia” durante 4 décadas, me dijo que una Antología poética como esta, que abarca 40 años y 19 libros, merecía ser recibida con palmas por los medios de comunicación y entes culturales de la zona. Y puede que no le falte razón, aunque yo -que después de tanto tiempo estoy acostumbrado a los imperativos de la realidad-, sé muy bien que la realidad de este tiempo no bebe los vientos por la lírica. No obstante, en lugar de encoger el ánimo, yo he asumido estas cosas con deportividad y con un cierto optimismo: soy consciente de que, en términos generales, la poesía no levanta pasiones, pero las excepciones que confirman la regla me han dado muchísimas alegrías. Y me consta, además, que también se las han dado a muchas otras personas, a veces envueltas en lágrimas. ¿Sabéis que hay gente que llora leyendo poesía? ¿Sabéis que hay poemas con los que uno puede partirse de risa? ¿Sabéis que hay versos que llenan de nudos las gargantas y que ponen de punta las emociones? ¿Sabéis que la poesía es catártica hasta el punto de poder sustituir al psicólogo? Será cuestión de que los poetas empecemos a montar chiringuitos de sanación, aunque tengamos que tributar a Hacienda. Nada nos haría más felices que ser contribuyentes netos.

    ¿Qué cómo justifico mi optimismo? Pues veréis, podíamos hablar de las presentaciones de libros, de los 200 PPSs que se han hecho con mis poemas, de los innumerables y enjundiosos comentarios de los lectores, tanto públicos como privados; de los recitales, de las redes sociales, de los premios literarios, de las charlas en colegios e institutos…Voy a dar unos datos: mi primera página en internet, titulada Paisajes Literarios, tuvo en dos años más de un millón de visitas. Y he tenido tres páginas. Otro tanto ha ocurrido con mis blogs, el último de los cuales ronda actualmente las 700.000 visitas. Se titula El futuro está en las rosas. ¿Habrá algo más optimista en el mundo que el título de este blog?  Y si no está en las rosas, ¿dónde puede estar el futuro, en las guerras, en sus metáforas sociopolíticas? En las guerras solo hay hambre, muerte, destrucción y desolación. Y en sus metáforas sociopoliticas hay una suerte de matadero de la moral que nos lleva precipitadamente a la alienación y a la esclavitud. Y eso no puede ser. No puede ser. Hay que devolverle al mundo su perdida dimensión poética, aunque ello signifique luchar contra molinos de viento.

     Se puede replicar que el que no se consuela es porque no quiere, para decirlo con una frase rotunda y tópica. Pero lo cierto es que gracias a ese empuje constante del optimismo, yo voy a dejar mi obra publicada, un objetivo que puede tildarse de satisfactorio. Si me hubiera dejado vencer por el pesimismo, la apatía, la abulia, el descrédito y el desánimo, mi obra estaría amontonada en los cajones de una mesa o hundida en los archivos de internet, que van todos al pozo sin fondo del ciberespacio. O tal vez mi obra no existiera o fuera simplemente una caricatura de lo que es.

     En todo caso, yo creo que la pasión lírica puede asumir perfectamente el hecho de escribir por amor al arte. Lo demás viene luego, y, aunque es importante y deseable, no deja de ser secundario. En este oficio, si así podemos llamarlo, la mayor satisfacción está en el hecho puro y duro de escribir. Esa es mi convicción y mi convicción procede de la experiencia. Estoy seguro de que ha habido muy buenos poetas de los que nada sabemos porque no pudieron publicar ni un solo libro en su vida y se los llevaron todos a la tumba. Esto ya no tiene por qué pasar. Nunca ha sido tan fácil publicar un libro de poesía, aunque venderlo sigue siendo un empeño realmente difícil. Ahí tiene la poesía su punto vulnerable, su talón de Aquiles. Y en el mundo hay muchos Paris (o Alejandros) que siguen clavando en el talón de la poesía sus flechas envenenadas. La diferencia está en que Aquiles murió en la guerra de Troya, pero la poesía, que es una declarada superviviente, ha salido indemne de todas las guerras, de todas las miserias y de todas las hambrunas. Y también saldrá de las actuales, que son muchas, aterradoras, ignominiosas e inhumanas. Porque la poesía, queridos amigos, no puede morir y nadie, absolutamente nadie, la puede matar.

Agradecimientos
Quiero expresar mi gratitud a todas aquellas personas que, en mayor o menor medida, me han acompañado en este largo viaje por los anchos territorios de la poesía. Y de una forma especial a Lalo F. Mayo, que es el responsable de la edición de mis últimos 18 libros publicados. Suya es también la portada que ilustra este libro, en la que pueden verse una palmera y un roble. El roble está insertado en el paisaje sin tacha de mi niñez y la palmera se ha metido tanto en mis ojos que -con el mar y el almendro-, me han llevado a reconocerme sin remedio en el paisaje mediterráneo.

     Gracias al Ayuntamiento de la Vila, en la persona de Maite Sánchez, concejala de Servicios Sociales. A la Seu Universitaria, en la persona de su director José Antonio Moya. Gracias, por supuesto, a los participantes en este acto, al que le han dado una categoría antológica. Maite, Marta, Miguel, Manolo y Nicolás. Y gracias al público en general: familiares, amigos, conocidos y desconocidos, porque sin vosotros, este acto sería un deseo insatisfecho.

Bona nit. Buenas noches.
Texto leído por Miguel Escrig
Mariano Estrada, La Vila, 13-11-2025

lunes, 17 de noviembre de 2025

EL ARTE DE LOS MONJES Y LA CERVEZA (Por Lalo.F.Mayo)

El arte de los monjes y la cerveza 

Hace tiempo publiqué un artículo sobre pinturas de cardenales carmesí disfrutando de la vida, siendo humanos y, en general, desatándose (AQUÍ), así que pensé en continuar con la misma temática con un artículo sobre monjes haciendo lo mismo, pero esta vez pintados por un solo artista: el alemán Eduard von Grützner (técnicamente polaco, ya que nació en Gross Carlowitz, parte de lo que fue Prusia). 

El tipo tenía estilo. 

Su obra abarcó una gran variedad de temas, pero también realizó numerosas representaciones de monjes en diferentes momentos de ocio. Me encanta. 

Con mi habitual salvedad sobre las opiniones negativas acerca de temas y figuras religiosas, von Grützner va mucho más allá de los posibles prejuicios en este ámbito. 

Sus monjes son profundamente humanos, mostrando todas las alegrías y debilidades propias del ser humano. Sus colores son cálidos y suaves, sus líneas orgánicas y vivaces, y todas sus figuras poseen una vivacidad contagiosa que transmite una sensación de bienestar. 

Algo que sabemos gracias a su obra es que los monjes son divertidos. Y gordos. ¡Y potencialmente alcohólicos! Incluso siendo yo un abstemio total, encuentro a estos tipos sumamente graciosos. 

Espero que disfruten de su obra tanto como yo; vale la pena dedicarle tiempo a su arte.


Eduard von Grützner (1846 - 1925)
NOTA:el texto del fraile y la cerveza es un copia-traduce-pega extraído de una página alemana.

miércoles, 5 de noviembre de 2025

EN LA SACRIASTÍA

 Preciosa imagen de la Virgen Dolorosa en la sacristía de la Catedral de León.



sábado, 25 de octubre de 2025

Don Antonio y los últimos de Filipinas (Por Lalo F. Mayo)

Don Antonio y los últimos de Filipinas


Domingo de Guzmán era un hombre apasionado por dar a conocer a Jesucristo, por predicar el evangelio. Esta pasión fue la que en 1215 le condujo a fundar la Orden de Predicadores, conocida como los dominicos. Pero es mejor llamarla Orden de Predicadores. No de predicadores de cualquier cosa, sino de predicadores de la fe. 


Durante ocho siglos y unos pocos años más, los dominicos han llevado el espíritu de su fundador  por todo el mundo; de esto a todos nos informaron sobradamente durante seis, siete... diez años, y algunos pocos, más, así que no pormenorizaré más.  


Como ejemplo de lo que digo os cuento que hace un mes hice un viaje por la provincia de Cádiz que empezó en Sanlúcar de Barrameda. Además de la manzanilla, endémica y exclusiva del municipio, me abrumó la iglesia de Santo Domingo con dineros del duque de Medina Sidonia, a la sazón llamado Alonso Pérez de Guzmán y Zúñiga, y su mujer, Ana de Aragón, y luego con los de la condesa de Niebla (regente de la Casa de Medina Sidonia), Leonor de Sotomayor y Zúñiga y su esposo, Juan Claros Pérez de Guzmán y Aragón en la llegada del año 1600. Dicen las crónicas que la devoción de los Pérez de Guzmán, herederos de aquel noble que tiró su puñal a los moros desde el castillo de Tarifa para que mataran a su hijo y que luego acabó en una columna a la entrada de León mirando para la estación (me perdonaréis por esta burda rima consonante) no era casual. Aunque al parecer las familias de ambos Guzmán no tenían nada que ver, a los condes del sur  andaluz les parecía bien la familiaridad con el del norte castellano, y, como decía ahí arriba, dieron sus buenos dineros para construir un gran convento en el que alojar a los dominicos en Sanlúcar. La ciudad, en la desembocadura del Guadalquivir, era la cabeza de puente con América, con el permiso de los muelles fluviales de Sevilla, donde en los buenos tiempos no cabían más barcos. 


El convento sanluqueño era inmenso y todavía hoy se puede ver su contorno, totalmente machacado, primero por los soldados franceses de Napoleón, y tras la Desamortización de 1835, adjudicado —mira tú lo que son las cosas—, a un Argüeso que había nacido en Arija y que  tras pasar por Cuba aprovechó aquellas grandes estancias frailunas para montar una bodega que hoy sigue abierta, aunque el dueño ya no tenga nada que ver con la gente de Arija. Eso sí, las botellas de manzanilla siguen ostentando con honor el viejo apellido de los Argüeso.





¿Y por qué un convento tan grande en Sanlúcar? En primer lugar, porque quien lo pagó tenía plata suficiente para hacerlo: eran Pérez de Guzmán, Medinaceli, Sotomayor, Medina Sidonia... lo más granado de la aristocracia española. En segundo lugar (o tercero, según se mire) porque así se ganaban —pensaban todos ellos— un lugar en el cielo pese a los muchos pecados que cometieran. Y en tercero (o segundo, según se mire), porque dada la simpatía que se supone mutua entre los Guzmanes, la Orden necesitaba un alojamiento adecuado para los centenares de frailes que desde todo el continente europeo, y especialmente desde España, preparaban su viaje a los paganos territorios de América.


Al principio del siglo XVII era fácil hacer la travesía porque estaba marcada con claridad desde hacía doscientos años en todas las cartas de navegación, pero para empujar los barcos eran necesarios los vientos además de las corrientes, y también emplear un tiempo en armarlos para una navegación de uno o dos mese que no por conocida era menos peligrosa para aquellos cascarones de madera. Así que los barcos, ya listos en Sevilla, bajaban por el río hasta Sanlúcar y allí fondeaban a veces durante semanas a la espera de que la Aemet, o quien fuera, les anunciase buenos tiempos para la travesía. Y mientras tanto, los enfervorecidos misioneros se amontonaban en aquel gran convento a la espera de que les tocase abordar su barco para ir a evangelizar indígenas.





A conocer estas cosas que cuento (y otras que callo por no hacerlo muy largo) me llevó el asombro que me produjo la visita a la iglesia que fue de aquel convento, desde principios del siglo XX parroquial del barrio bajo de la ciudad. Prometo que solo diré en dos líneas cómo es y el resto, si hay algún interesado, lo podrá ver en Internet, donde hay sobrada información.  Ahí van las dos líneas: Su estilo es renacentista con muchos elementos manieristas; está realizada toda ella en sillería de piedra,  tan toda ella que hasta el retablo del altar mayor lo es, sin rastro de madera, y si allí hubiera habido sede episcopal, esa sería su catedral sin añadir ni una piedra. 





¿Y el órgano?, hermoso, y sé de dedos que disfrutarían pasando por sus teclados.




Creo que ya dije que en octubre de 1911 (no me hagáis subir ahí arriba para releer y confirmarlo)  la iglesia pasó a ser sede de la parroquia del mismo nombre. Y puedo decir también, por si la curiosidad empuja a alguien a profundizar en el asunto, que la primera boda oficial que se celebró en ella fue la de  un tal Manuel Martín y una tal Isabel Cortés, el 16 de noviembre de 1911 por más señas.


Y si la curiosidad por saber os incita de nuevo, hallareis una rocambolesca historia protagonizada por los lectores dominicos del convento (el de Ética, Retórica, Filosofía... esas disciplinas, ya sabéis) que por lo visto eran unos consumados vivalavirgen y tenían a todo el pueblo escandalizado con sus correrías: nocturnidades, tabernas, chicas malas (es de suponer que también alguna buena) en tal grado todo ello que intervino la justicia civil y hasta el obispo tuvo que intervenir, metiendo en baza al padre prior, al provincial y hasta el mismísimo padre general.  Todo quedó registrado por escrito y se encuentra todo el proceso en este Internet de nuestros pecados.


También pecados, pero leves, debían ser los del párroco don Antonio, nombre ficticio de un personaje real que vivió mucho más recientemente, a punto de finalizar el siglo XX. En la acera de enfrente de la hermosa entrada principal de la iglesia se había abierto, en los mismos días que Santo Domingo pasó a ser parroquia y en la calle de Santo Domingo por más señas, el bar La Habana , que servía a sus parroquianos las mejores manzanillas de Sanlúcar, de las Bodegas Herederos de Argüeso S.A. Don Antonio, al parecer aficionado a todo lo bueno, nunca desdeñaba la ocasión de que le escanciaran una manzanilla y por esta razón hacía frecuentes viajes al bar que tenía enfrente, nada más cruzar la calle. Por esta razón don Antonio pasó a ser uno de los personajes más populares de la ciudad, y los vecinos de por allí, siempre dados a los ingeniosos apelativos definitorios, le pusieron por buen mote el de El Caribeño, por sus habituales viajes entre Santo Domingo y La Habana.


La falta del buen párroco debió sentirla profundamente el bar La Habana, porque aún no había terminado el año 2000 cuando desconocidos problemas del establecimiento le obligaron a cerrar sus puertas permanentemente. No obstante, los herederos de Argüeso, en agradecimiento por el siglo que había puesto sobre el mostrador sus caldos dorados a disposición de la feligresía de don Antonio (y de él mismo),  dedicaron una placa al establecimiento que ahí sigue, sin que nadie haya osado mancillarla.


Ante todo lo dicho seguro que os habréis dado cuenta de que Sanlúcar me ha parecido una gran ciudad que visitar, bien comida y bien bebida (siempre con moderación, claro. 


COROLARIO. Estaba yo pensando hace un rato cómo abordar sin mucho esfuerzo todo esto que os acabo de contar cuando se me cruzó, en esas búsquedas por el inmenso jardín de senderos que se bifurcan (gracias, Borges) que es Internet, un texto pormenorizado que contaba la defensa de Baler, que conocemos como la épica resistencia de los últimos de Filipinas. Una historia me hizo saltar a otra (ya sabéis cómo brinca el cerebro a estas alturas, que no se está quieto mientras el sol está entre el horizontes) y después de pensar en los inmensos números que salen en ocho siglos de contar conventos, riquezas, frailes y sobre todo influencias y poder en los mejores salones del mundo, aquella aventura que inició Domingo de Guzmán y Aza en el año 1215, ha venido a dar en estos días, en estos años, en este siglo... tan lejos de donde siempre mereció estar.


No sé si os habéis parado a pensar que, después de que cuando nosotros —los que posamos en aquella foto tomada un alegre día del otoño de hace ya 18 años— fuimos dejando vacías, los primeros las camarillas, y los más resistentes los hábitos, el semillero mesetario se tuvo que cerrar y los grandes conventos empezaron a vaciarse paulatinamente por la ley de la vida.


Miro esos ocho siglos atrás y veo el papel que la Orden de Predicadores tuvo en el mundo (también las demás órdenes, pero es la nuestra la que ahora me importa) y nos veo con diez años, en pantalones cortos  y cara de despiste cruzando aquellos largos pasillos cada primero de septiembre de los años sesenta y no puedo menos que reconocer que no estuvimos a la altura. No sé si para bien o para mal, eso que cada uno lo determine si lo cree necesario, pero a la altura no estuvimos. Tampoco hay que sufrir por ello, que hemos ido llenando la vida lo mejor que hemos sabido y nos gratifica el día de nuestro cumpleaños, cuando la casa se nos llena de niños, los nuestros, o por mejor decir, los de nuestros hijos.


No sé por qué he terminado ahora con este corolario reflexivo, que yo no soy así; quizás por el contraste que me supuso presenciar la grandiosidad de que se dotaba en 1600 a la simple iglesia de un convento dominico. Pero la verdad es que yo solo os quería contar la historia de don Antonio.


Salud

Lalo


miércoles, 15 de octubre de 2025

FALLECE CONCHITA, ESPOSA DE RAMÓN

Lamento informaros de una nueva y triste noticia que, por desgracia, cada vez menudean más entre nosotros y que me hace llegar mi querido Eugenio Cascón.

Mi sincero pésame a Ramón y familia unido, estoy seguro,  al de todos tus compañeros.



Queridos compañeros. 

Acaba de llamarme Ramón Hernández Martín para comunicarme el fallecimiento en Mieres de Chiti, su mujer. Seguramente algunos de vosotros la conocíais. Chiti _Conchita_ era una de las personas más encantadoras que uno ha podido conocer: pequeñita y vivaracha, siempre con la sonrisa puesta, simpática y generosa, alma de cualquier reunión... Solo así, con su alegría de vivir, ha podido sobrellevar el terrible calvario que ha venido sufriendo desde hace años. De Caborana, asturiana de pro, y mogarreña de adopción por la vía consorte. 

Ramón, mi amigo y paisano, es una persona fuerte y permanece muy entero en estos delicados momentos. No obstante, me he ofrecido a ser yo quien os lo comunique en su nombre, pues no parece lo más indicado convertirse en vocero de las tristezas propias. Como bien sabéis, es el principal mantenedor de este foro desde hace tiempo y prácticamente no hay día  en el que no se esfuerce en hacernos llegar alguna de sus reflexiones. Por eso, quisiera que el fuerte abrazo que le he he enviado fuera compartido por vosotros.




sábado, 11 de octubre de 2025

domingo, 5 de octubre de 2025

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