Acabo de subir al Santuario de la Virgen del Camino con mi hijo Alberto, y me encuentro estas dos curiosidades.
La imagen del San Froilán del altar mayor con la cuelga de frutas y golosinas con la que los leoneses felicitamos su onomástica.
Acabo de subir al Santuario de la Virgen del Camino con mi hijo Alberto, y me encuentro estas dos curiosidades.
La imagen del San Froilán del altar mayor con la cuelga de frutas y golosinas con la que los leoneses felicitamos su onomástica.
Voy a aprovechar este espacio para contar una pequeña historia con la que me he encontrado en ese inmenso jardín que es Internet.
Estaba yo rebuscando por ahí más datos de un tal Benito Soto Aboal, el último pirata ajusticiado en Occidente. Eso fue en 1830 y él y sus colegas fueron colgados, descuartizados y sus cuartos colgados de escarpias en los muelles de Cádiz y Gibraltar.
En Internet encontraréis algo de esta historia, alguna incluso escrita por mí. (De este si que tengo muchísimos datos y si os interesara, le mandaría al Furriel alguna cosilla; no obstante, a un pirata-pirata no lo veo yo aquí colgado).
Pues eso, que ahora no voy yo a hablar de Soto, sino de una pareja que aparece como nota al pie en uno de los textos hallados sobre él. Uno de estos personajes se llamaba Caraccioli, OP. Un dominico anticlerical, iconoclasta y revolucionario de finales del siglo XVII.
El otro se llamaba Misson, y era, este sí, un pirata. Como lo poco que sé de ellos se limita a la entrada de la Wikipedia, me limito yo también a remitiros a ella y a las búsquedas que vuestra curiosidad (y tiempo libre) os animen a hacer.
Para abrir boca, este es el inicio del texto wikipédico: "Libertalia o Libertatia es el nombre de una presunta colonia establecida en la costa norte de Madagascar, por el capitán pirata Misson y el dominico Caracciolo a finales del siglo XVII.
De existencia discutida, se enmarca en el contexto de la piratería de los siglos XVII y XVIII, época de gran auge de corsarios y bucaneros y en la que florecieron gran número de asentamientos incontrolados de los mismos. Misson y Caraccioli habían tomado el mando del buque de guerra francés Victoire a la muerte del capitán Fourbin en combate naval en las Antillas con un buque inglés. Animados por Caraccioli, lector de la Utopía de Tomás Moro, los 200 tripulantes del barco se apropiaron de él, nombrando capitán a Misson, liberando esclavos de los barcos negreros como actividad principal.
Los piratas tomaron la decisión de colectivizar todo el buque, sometiendo las cuestiones al Voto de la Compañía, dar un trato humanitario a los prisioneros y prohibieron el alcohol y la blasfemia; así como obligarse mutuamente al trabajo y la defensa.
Enarbolando una bandera blanca con la leyenda "Por Dios y la Libertad", pusieron rumbo a la costa occidental de África, donde capturaron un barco negrero holandés, del que liberaron los esclavos y gran parte de ellos pasaron a formar parte de la tripulación.
Doblaron el Cabo de Buena Esperanza y se dirigieron a la isla de Madagascar, territorio que aun no estaba reclamado por ninguna de las potencias de la época.
Allí encontraron una bahía para desembarcar, con un buen suministro de agua, buenas tierras de labor y nativos amistosos, por lo que eligieron el lugar para fundar una colonia como base de operaciones durante sus correrías por el Océano Índico.
Se dieron a sí mismos el nombre de Liberi y, renunciando a su nacionalidad, se juntaron sin diferencias de raza, hablando un lenguaje común, mezcla del francés, inglés, holandés, portugués y malgache nativo.
Pusieron todo el botín en un fondo común y abolieron el dinero, ya que no tenían necesidad de él en un lugar donde todo era comunitario, convirtiéndose en granjeros y pastores."
Salud, Lalo
Chorizo y morcillina
un puñado de avellanas
Música en la Catedral
el cielo azul azul
los pendones de León
es la fiesta de San Froilán.
Francisco Valero, compañero de mi ilustre yeguada del 61, me ha informado, y me pide os informe también a todos vosotros, que su sobrina nieta Daniela Maraña Rodriguez que vive y se ha criado en Leon y que tiene 16 años ha escrito un Poemario titulado DESTROZADA EN TINTA.
Se han hecho eco de la noticia los medios de comunicación de León, prensa y televisión.
El gran error «originario» de la celebración de la Cena del Señor fue anular la comida y todo su significado para convertirla en un rito «sacro». Las misas pueden ser oraciones de alabanza, de bendición, de acción de gracias y de súplica de purificación, en las que el Resucitado estará presente como cuando «dos o tres se reúnen en su nombre», pero de ninguna manera son «memoria» de la Última Cena, porque falta en ellas algo tan esencial de lo que aconteció en el Cenáculo como es la comida.
Pablo y los sinópticos, al suprimir la comida de la celebración de la Última Cena, dieron pie o encaminaron todo a que la misa fuera un culto, una «eucaristía sin comida». Y también a que la teología cristiana que se ha elaborado desde entonces en occidente mantenga un marcado carácter «cultual–eucarístico». La comida del Cenáculo fue principalmente un acto «profano» (comer) y la misa es una acción exclusivamente «sacra» y cultual.
Imbuidos en una interpretación y en una práctica milenarias de la celebración de la Cena del Señor (misa) como un acto exclusivamente de «culto», nos hemos vuelto insensibles a admitir lo que señala el evangelista Juan: que el servicio a los demás (lavatorio de los pies) es también una manera de hacer presente entre nosotros al Resucitado. Las llamadas «especies de pan y vino» han acabado por ser absolutizadas y aisladas de todas las «acciones» que tuvieron lugar en aquella Cena. El pan y el vino estaban en el Cenáculo para ser comidos y compartidos, no para que Jesús diera una nueva definición «sustancial» de ellos.
La «sacralidad» que sigue teniendo la misa tampoco guarda relación alguna con la vida «profana» de Jesús de Nazaret, que fue lo que caracterizó la mayor parte de sus actuaciones en los años de predicación del Reinado de Dios. La «hostia» –no así el cáliz– ha monopolizado todo el protagonismo en las misas, en las procesiones, en los retablos de nuestros templos desde la Contrarreforma y en las discusiones teológicas que arrancan en la época medieval. Las «visitas al Santísimo» siguen siendo encarecidamente recomendadas como las mejores prácticas piadosas. Pero un discípulo de Jesús tiene que dar un golpe de timón y recuperar la verdadera estructura de «comida profana» que fue la Última Cena.
Las «comidas cultuales» y los «sacrificios» fueron de uso corriente entre los primeros cristianos y entre los miembros de otras religiones de su entorno. Es indudable que entre todas ellas existen analogías y hasta ciertas dependencias. La Cena de despedida de Jesús, si no fue directamente celebración de la Cena pascual judía, sí se realizó en el ambiente de esta fiesta, en la que los sacrificios conmemorativos y las liturgias que los acompañaban eran un componente necesario. Ciertamente, Jesús no pudo ser ajeno a todo esto al celebrar su Última Cena. Pero, por la actitud que mostró ante el culto durante su vida de evangelización, parece verosímil que no hubo ni rastro del tema del sacrificio en la referencia que, según los sinópticos, hace Jesús a su muerte.
Ya hemos señalado en repetidas ocasiones que Jesús fue crucificado como consecuencia de vivir el amor y la fidelidad a Dios y a los seres humanos en aquella sociedad de poder y de enormes desigualdades sociales. La misa –si pretende celebrar el sentido que tuvo la muerte del Crucificado– debería hacerlo con una comida compartida con las personas que no tienen medios para comer como expresión de amor fraterno. Esta forma de proceder al modo de Jesús tiene el peligro de despertar el recelo, la persecución y hasta la muerte por parte de los privilegiados y poderosos.