lunes, 10 de junio de 2024

ACHTUNG VERY FRAGIL MUY FRAGIL (Por Isidro Cicero)

 

ACHTUNG VERY FRAGIL MUY FRAGIL

 

ISIDRO CICERO

I

 

Cuando llamé a mi amigo para felicitarle la Nochebuena, él se hallaba revisando cartas y fotos. Cartas y fotos antiguas, me dijo. De su familia. Me saludó con la alegría cálida de aquellas fechas “del frío diciembre” al que se refería Lope. “Cálidas fechas de la Navidad”, “frío diciembre”, “verlo con los propios ojos”, “salir volando por los aires” o “saludar a todos y cada uno” son redundancias, son retóricas innecesarias, son pleonasmos que uno debe evitar como evitamos el exceso de sal, pero a veces hay que ceder porque los potenciadores del sabor están para algo, porque las papilas del gusto también tienen derecho a ponerse contentas de vez en cuando.

 

Cartas y fotos de la familia en Nochebuena. Con la mano derecha, mi amigo había descolgado el teléfono para contestarme; en la mano izquierda, sin soltarla, mantenía la foto de su hermana, la monja, ya fallecida. La foto la había recibido él unas navidades como estas, tal día como hoy - ¿cuánto hacía ya?, ufff, como treinta años hace de esta foto, acaso más- qué guapa estaba entonces la monja, qué joven estaba. Y , desde luego, qué aire se daba a la mamá. La mamá de mi amigo. La misma mirada, la mirada inconfundible. La muerte de la hermana de mi amigo sucedió en el extranjero, en misiones.

 

 

Las navidades de antes tenían estas cosas. Las navidades eran fechas propensas a repasar cartas de la familia. A ver cuándo encontramos un rato y ordenamos esa cajonera de fotos que todavía se amontonan en la caja grande de zapatos. Tienes instalado darktable en el portátil, se empeñó la nieta, ya verás abuelo qué fácil, pero qué más da, el darktable tela, miedo da meterte en más líos. Nuestras familias, cada año más diezmadas, ley de vida dicen sin pensarlo; la caja de zapatos es otra cosa, mantiene, sobre poco más o menos, el tamaño. Mi amigo, como mantenía la foto de la monja en la mano izquierda sin soltarla, me habló de ella. Mencionó fechas y referencias precisas, ya no me acuerdo casi, pero calculé por encima que la monja y yo seríamos sobre poco más o menos quintos, año arriba, año abajo. Los dos mayores que mi amigo. Cuando tarde con tarde abrimos las cajas de zapatos y sacamos las fotos, pensamos ley de vida, pero también es ley de muerte, ley de confusos, nebulosos y mezclados olvidos.

 

 

Esta monja, como yo, ingresó de chavalina en un internado religioso: otro pleonasmo o casi. Como yo, se fue enrollando en prácticas de piedad, devocionario, espiritualidad, ascesis y disponibilidad misionera. Yo ya no, hubo un momento que ya no, pero ella se conoce que sí, mantuvo la disponibilidad íntegra y cuando sus superioras lo creyeron oportuno, la mandaron a misiones al otro lado del mundo. No recuerdo si a Nicaragua, a Guatemala, a El Salvador, uno de esos trópicos. Uno de esos inmensos bosques a los que, si vas, aunque sea a hacer el bien cono las mejores intenciones como ella fue, más vale que vayas vacunado contra la malaria y el dengue, por lo menos contra esoElla falleció muy joven, tampoco recuerdo la edad que me dijo el hermano, ni el tipo de enfermedad de la que murió. Se ve que fue entonces mientras él me daba esos datos biográficos fundamentales cuando distraje yo la atención porque una cosa te lleva a otra y se me vino “mañana en un frágil barco me he de engolfar en la mar” , que era el himno de los misioneros en el internado. Si te ibas a ir de misionero, más te valía llevar puestas las vacunas contra el cólera, la amebiasis, la esquistosomiasis y la filariosis. Por lo menos esos contagios, ya te avisarían cuando te arreglaran los papeles. Además de estas prevenciones y la canción de misiones, también aprendimos en el internado que para algunas epidemias no había vacunas, te llevan por delante sí o sí y que para otras, sí hay vacunas pero para perros, para misioneros, no.

 

 

Las monjas a las que pertenecía la hermana de mi amigo se llamaban Dominicas Misioneras del Santísimo Rosario, entonces se decía así, creo que ahora al “santísimo” le quitaron el aspecto superlativo. Las religiosas de esta congregación, que nadie pierda el hilo, a nosotros nos hacían la comida, nos lavaban los calcetines y hasta nos planchaban las camisas blancas para que nosotros, con aquellas camisas bien planchadas -ahora ya nos las ponemos de cualquier manera- estuviéramos guapos los domingos por la mañana, que las tardes eran deportivas. Nosotros, las camisas blancas bien planchadas nos las poníamos debajo del jersey. Nuestras madres auténticas, allá en el pueblo, se esmeraban, las pobrecinas, para mandarnos jerséis amarillos de pico por pascua, valiosos jerséis que a veces se perdían por el camino, antes de llegar a nuestras manos, y el Domingo de Resurrección teníamos que ponernos el viejo gris con agujeros y todo. Nosotros, con las camisas planchadas, había veces que nos colgábamos corbata, otras no. También teníamos chaquetas para poner. Algunas corbatas eran de pega: tenían nudo y desenlace hacia abajo, pero por detrás se sujetaban al pescuezo con una goma escondida dentro del pliegue de la doblez del cuello.

 

 

Las nuestras monjas de la Paramera eran invisibles como entes de fe: en general solo las percibías en el obrar. Oscarín, no, había allí una madre dominica de su pueblo con fuerza suficiente como para exceptuarlo de la imposición reglamentaria del apellido e imponer el hipocorístico familiar con el que aún hoy le conocemos nosotros, pasando por encima de los tratamientos que científicos y académicos propios de la alta autoridad que disfruta. Autoridad la que impuso la religiosa canguesa en la paramera. Yo nunca tuve trato con las monjas, pero yendo una vez nosotros en filas al teatro, estaban en el hall esperando a que entráramos nosotros para luego pasar ellas a ocupar las filas de atrás, se ve que ese día echaban “La túnica sagrada” o algo tal vez más edificante. Las miramos alzando las cejas, sin decir nada y supongo que incluso les sonreiríamos al pasar. Una de ellas se quedó mirándome y le dijo a otra: Mira ese rubito qué nariz más griega. En secarrales como aquellos eran de agradecer estas amabilidades, faltaban caricias verbales, las táctiles eran inimaginables pero qué falta hacían. Pensé ojalá a esta dominica del santísimo rosario o a la compañera no les toque lavar los calzoncillos míos a ninguna de las dos, precisamente los míos ojalá que no. Seguro estoy de que ese pensamiento me preocupó, que me conozco: Si la nariz les había causado una buena impresión, que otras impresiones no la arruinen, cavilaría el pobre pueblerino. Qué sabia uno cómo era la de los griegos, si ni siquiera había google entonces para documentarse uno. Los calzoncillos llevaban el número 225 bordado con hilo rojo.

 

 

II

 

En las misiones, la hermana de mi amigo empleó todas las fuerzas de su juventud en el servicio desinteresado a las personas pobres, para eso había ido allí. Cumplió su trabajo más allá de la obligación y de la devoción, me lo dijo su hermano. Heroísmo a favor de los pobres entre los más pobres. El auricular del móvil me trajo ese mensaje de Nochebuena más humano incluso que el de la Corona. Cuando murió la monja dominica, los más pobres de aquel trópico manifestaron su dolor silencioso como al parecer lo hacen los indios, con ademanes sigilosos, miradas mudas, acompañamientos masivos y quizá alguna melodía cautelosa, interdental. Pedro Rey me describió estos modos humanos durante la comida del pasado 6 de abril, cuando rendimos aquel homenaje a nuestro José Mari. Aquella gente de allá todavía es gente de verdad, de fiar, mantiene la fresca sonrisa de la naturaleza como recién nacida, la prisca sapienza de la vida. Nuestro homo occidentalis, me decía Rey con sus propios adjetivos, está maleado y es todo lo contrario. Rey es visceralmente misionero, añora sus años indios de la Amazonía. Si pudiera, allá que se iba otra vez. Cuando pueda, allá que se volverá.

 

 

Hablando de su hermana, sin soltar la foto de la mano izquierda, mi amigo del que vengo hablando emitía en una frecuencia emocional de muy baja intensidad, civilizada como la de los indios más pobres. No eran palabras propiamente navideñas, eran secas, enmascaraban cualquier síntoma de ternura. Los continentes eran prosaicos, solo brillaban los contenidos. Por aquellos días, el sol se movía hacia constelaciones amables; de la biosfera se ve que emanaban componentes más benéficos que de costumbre; lo que llamamos noosfera puede que también estuviera activado.

 

Recordé que, de chavalín, a mí tampoco me hubiera importado irme de misionero, cuando estaba allí en la Paramera. Qué va, después ni soñarlo. Hay que tenerlos muy bien puestos para irse misionero, como Pedro Rey, como la monja. Los internos teníamos muy presentes las misiones, nos hablaban de ello, sabíamos de ello, ofrécelo por las misiones, nos decían. Venían de vez en cuando misioneros de verdad, pasaban allí unos días, ponían diapositivas de indios feísimos, taparrabos, caras pintadas, mujeres más desdentadas si cabe que las más desdentadas de nuestras montañas. Muchachos ceñudos, greñudos, sentados en canoas pescando con cañas, caminando descalzos entre bardales. Nunca iríamos nosotros por los bardales nuestros, de aquellas maneras, tan desprotegidos, no.

 

 

A las diapositivas también las llamaban transparencias. Venían insertas en marcos rectangulares de cartón

amarillento: los marcos, se notaba que los habían recortado a tijera, otros eran de fábrica, traían la marca kodak. Yo, como era un potentado con máquina de fotos, me fijaba todo lo que podía en aquellos equipos. La máquina me la habían dado por un relato sobre la colonización de América y la poesía de Rubén Darío, todavía me acuerdo del armazón del texto. Me habría gustado mucho tener un proyector amarillo Yashika como aquellos como los que traían los misioneros, hacer cantidad de diapositivas etnográficas a las tribus de la Paramera, enmarcarlas en cartones rectangulares y proyectárselas a mi gente cuando volviera a mi pueblo. Para que se hicieran una idea sobre las costumbres, tan ajenas, en las que se estaba desarrollando mi vida.

 

 

La máquina mía sí que era un maquinón, pero no le saqué rendimiento porque los carretes eran muy muy caros. Era un AGFA 16 alemana, modelo Silette. Entonces entraba en España de importación para competir con las instamatics de Kodak. Algunos se descojonarían si supieran cómo me quedé sin ella, pero en si misma era inacabable.

Hace poco me enteré de que AGFA son las siglas de la Aktien-Gesellschaft für Anilin-Fabrikation (Sociedad de Acciones para la fabricación de Anilina) que se utiliza para hacer herbicidas, tintes, elementos fotográficos, tinta y demás compuestos químicos. En los juicios de Nuremberg AGFA tuvo que responder por sus graves responsabilidades durante el periodo nazi. La cámara que me regalaron a mí llegó en una de las últimas remesas importadas de Alemania antes de que AGFA, hoy más que centenaria se fusionara con la química belga Gevaert.

 

 

III

 

La liga de futbol que se formaba para llenar las tardes tenía equipos con nombres de las misiones dominicas del Urubamba y el Madre de Dios: recuerdo el equipo de los matsiguengas, el de los Mashcos, al que pertenecía yo, sin que a mi capitán le hiciera ni pizca de gracia mi torpe contribución. También estaban los Pirus, los toyeris. Y muchos otros. Los misioneros contaban sobre ellos historias que ahora me parecen pre-realismo mágico: tribus del río que comerciaba con las de los andes, ellos vendían plumas, mariposas y yerbas de fumar y los de las montañas les les vendían sal. No tenían sal en la selva. Las chicas solteras no podían probar sal cuando andaban con la regla. La cerveza de ellos estaba hecha de yuca masticada por las mujeres ancianas que la escupían en artesas de madera y la dejaban allí fermentando hasta que llegaba el momento de agarrar con ella soberbias cogorzas.

 

 

No recuerdo haberles oído a los misioneros relatar las masacres de indios durante la época de la fiebre del caucho. La producción de coches se hizo masiva, la necesidad de neumáticos fue inevitable. La fiebre del caucho se desató. Los caucheros invadieron el Amazonas y los indios perdieron con ello la virginidadm,de sus vidas, ganaron la esclavitud y la vida por millares.

 

 

Más de 200 dominicos salieron de España para ser misioneros en la Amazonía de Perú desde 1902. Los más cercanos a nosotros, Pedro Rey, Ricardo Alonso Lobo, Francisco Faragó. De los 200, muchos han sido evangelizadores, investigadores, historiadores, antropólogos, poetas, fotógrafos.

 

En el internado de la Paramera, cantábamos el popurrí del vocativo carece y demás canciones populares que empezaba por el eres alta y delgada como tu madre y terminaba por el molo molondron molondron molondrero. La hermana monja de mi amigo, misionera del santísimo rosario, mejor dicho, la coincidencia de que mi amigo estuviera viendo una foto de ella cuando yo le llamé por Nochebuena, me trajo a la cabeza el cantar de las misiones que formaba parte del citado popurrí. No era una canción propiamente regional, aunque se puede rastrear en ella cierto aire navarro. Muchos chicos sensibles la cantaban con los ojos húmedos. Podía empezarla el padre Huarte entonando el primer verso.

 

Mañana en un frágil barco

 

Y le seguíamos todos con profundo respeto. Mayor respeto que cualquiera de las canciones de nuestro abundante repertorio:

 

Me he de engolfar en la mar…

 

Por Navidad, cuando yo me acordé de los 200 misioneros hablando con mi amigo, me quedé un momento suspendido pensando en la belleza de aquel verbo olvidado desde hacía más de sesenta años: engolfarse. Es un verbo extraño, ¿verdad?, le dije. El hermano de la misionera me recordó otro poema en el que Lope de Vaga también utiliza el mismo verbo: “Pobre barquilla mía / entre peñascos rota/ sin velas desvelada / y entre las olas sola”. Qué genial, qué melódico: velas-des-velada, las-olas-sola.

 

Lo de “engolfarse” aparece en la estrofa segunda:

 

¿Adónde vas perdida?

¿Adónde, di, te engolfas?

 

Luego he repasado otros usos en la literatura. Engolfarse es “dexarse llevar de la imaginación, pensamiento y afectos”, (dice el Diccionario de Autoridades). Engolfarse es “abstraerse” o elevarse tal como hacen los santos en sus fervores; tal que embeberse. Es meditatione absorberi o contemplatione immergi, como Santa Teresa cuando escribe: “Muchas veces me se engolfa el alma, o la engolfa el Señor en sí, por mejor decirlo”.

 

Por Nochebuena, no sabía yo, tampoco lo sabía mi amigo a ciencia cierta, cómo continuaba aquella canción que algunas lágrimas había puesto en muchos ojos: Después de los dos primeros versos (Mañana en un frágil barco, me he de engolfar en la mar), decía Daré un adiós a mi… no sé qué, el último adiós quizá. A quién daba “el último adiós quizá” el misionero, la misionera. Daré un adiós ¿a mi madre? Daré un adiós ¿a mis padres? Daré un adiós ¿a mi pueblo? No, a mi patria. El típico adiós del emigrante es a su patria, que lo encierra todo y todo lo contiene. Porque “dentro de mi alma te llevo metida”. Y porque “jamás en la vida yo podré olvidarte”. Así es la cosa. Sancho Panza, con ser Sancho Panza, fue a su patria tobosana o manchega a quien dirigió su última mirada con los ojos arrasados en lágrimas, cuando mano a mano con su amo y señor don Quijote, se engolfó en el mayor discurso, lección y estudio que hayan visto los siglos. Y cuando volvieron a aparecer, lo mismo.

 

 

El frágil barco partía mañana. Quien se iba no sabía si volvería. La hermana monja de mi amigo regresó algunas veces brevemente, arramplaba con toda la ropa que podía cargar, de la casa, del pueblo, de la patria, la llevaba a las más pobres de las pobres de su patria nueva. Que así es como se hace patria. Después, ya dejó de regresar. Nuestra canción emocionante, en previsión de ello, dejaba dicho: Mas si Dios quisiera /que no vuelva más/ el corazón te dejo / oh, Virgen de…Y aquí volvía a naufragar nuestra memoria. Oh, Virgen ¿del Pilar? ¿Del Henar? Oh, Virgen ¿de dónde?

 

 

La noche del 5 al 6 de abril, la víspera del merecido homenaje que le ofrecimos a nuestro querido José Mari Cortés, le contaba yo esta historia a mi fraternal compañero Manolo. Xuanin el de San Feliz de la Pola escuchaba con absoluta atención, pero yo, muchas veces me ha ocurrido esto mismo, me llevé con él otra sorpresa más. Manolo se sabía el “Mañana en un frágil barco” de la primera sílaba a la última. Sin un fallo, sin una sola vacilación. Posee un “Ars memoriae” que hubiera dado envidia a Giordano Bruno y a Raimon Llull juntos, ¡La memoria de Manolo, ya no me acordaba de ella! Yo oyéndole, fui recordando todo el poema, Mi premio ha de ser oh, Madre / al pie de un árbol morir/ de todos abandonado/ de todos menos de ti/. No me resultaba extraño el recuerdo de los ojos de mis buenos compañeros llenos de lágrimas. Mientras, estaba pendiente de Manolo esperando a que desvelara qué Virgen era a la que el misionero o la misionera dejaban el corazón aquí. Ninguna en concreto, era la Madre celestial.

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"Mañana en un frágil barco"
(Despedida del Misionero)
1. Mañana en un frágil barco
me he de engolfar en la mar.
Daré un adiós a mi patria
el último adiós, quizás.
Por si Dios quisiera
que no vuelva más,
el corazón te dejo,
¡oh Madre celestial!

2. Al indio pobre y salvaje, 
de aspecto y rostro feroz,
iré a enseñarle gustoso
la hermosa ley de mi Dios.
Peligros de muerte
me esperan allí;
¡oh Madre, en mi agonía
ten compasión de mí!

3. No temo las muchas aguas
ni el indomable huracán,
que es dulce a quien busca el cielo
hallar su tumba en el mar.
Mi vida no es mía,
a Dios se la di;
en donde Dios quiera
me place (bien) morir.

4. Y cuando en tierras lejanas
tome puerto mi bajel,
al pisar mi nueva patria,
diré a María con fe:
“¡Ay madre del huérfano,
hermosa sin par,
Tú eres mi único amparo,
oh madre celestial!”

5. Mi premio ha de ser, oh Madre,
al pie de un árbol morir,
de todos abandonado,
de todos menos de Ti.
¡Bendita mil veces 
-diré al expirar-
la hora en que me enviaste
la fe a propagar!

20 comentarios:

Vibot dijo...

Dios mío, Cicero, "mañana en un frágil barco / me he de engolfar en la mar…" ¿alguien tiene aquella partitura, tal vez estaba en el Cantemos, entre sus pastas grises con los Ángeles músicos de Iturgáiz? Alguien que tenga el Cantemos, que yo no encuentro el mío, me lo podría decir, que estáis todos demasiado callados…

Si Cicero no nos evocara algunas escenas, algunas palabras, algunas canciones, con ese tono suyo conversable y confidente que te atrapa, no volveríamos nunca a recordarlas. Porque todo sigue en el fondo de nuestra cabeza, desde el número de ropa marcado en hilo rojo (332) hasta la gran lavandería -ya desaparecida- olorosa a jabón y a vapores de plancha, con todas aquellas monjas en mandiles blancos, con las sienes perladas de sudor, afanadas y alegres. Había una muy gorda y muy risueña siempre muy cariñosa con nosotros cuyo nombre tal vez recuerde alguno de vosotros… En la reunión de Abril rehice el camino desde la puerta del pasillo de la cochera hasta la puerta trasera de la casa de ejercicios, que tantos sábados hicimos alguna vez acarreando las bolsas blancas que contenían nuestra ropa para lavar. Pero en lugar de la lavandería, que estaba nada más entrar a la derecha -justo donde tuvimos el homenaje a Josemari tal vez- me asaltó la ausencia, la desaparición de aquellos espacios, como una punzada. Todo se desvanece. Sólo el presente impera, a veces tan despótico como fue aquel pasado irretornable.

Y leyéndoos y escribiéndoos, a mí también "me se engolfa el alma" como a la Santa.
Gracias, amigos perennes.

Luis Heredia dijo...

AVISO: y explícitamente por alusiones por ser uno de los “muchos callados”. Debido a mi discapacidad visual, la primera lectura de lo que colgáis en el blog la hago de inmediato desde el IPhone. Lo que me supone un esfuerzo tremendo. Después, me voy al PC y disfruto como cuando “lo veía “ y lo leía de un tirón. Con Isidro necesito más tiempo de lo normal, no por la extensión o la densidad sino porque cada comentario de Isidro encierra un sinfín de significados. Algo así como “en clave de misterios”. No me puedo quedar en un “magnífico, apoteósico, increíble, inconmensurable” por su estilo, su claridad en la exposición…” que es lo que me sale ahora mismo decir yendo de salto en salto leyendo desde el IPhone. Necesito indagar en sus claves, que siempre las hay y seguro que lo hace a propósito para remover sentimientos, que es algo más que recordatorios. A mi, Isidro me mantiene vivo en algo más que en el recuerdo. Todo tiene un significado para mí.
Vibot, yo tengo el Cantemos, uno de los tesoros de mi colección pero como tengo el corazón partido entre Marbella y Gijón ahora mismo me toca Marbella y no te puedo confirmar si la canción es parte de él. Seguro que algún compañero te lo puede confirmar. Yo estoy en “pre modo” Fernando M. Box y no creo que antes de Agosto pueda ir a Gijón. Pero, créeme que cuando pueda, voy a encargar una impresión del Cantemos para ti.

Vibot dijo...

No es necesario, querido Heredia, sé que lo tengo y lo encontraré. Además ya Fernando Alonso me ha confirmado que ese frágil barco no está en el Cantemos, me ha mandado una grabación de la canción pidiéndome que le sacara la partitura y se la he enviado y él me ha devuelto una grabación de la misma realizada por él mismo con su mandolina… todo un engolfamiento.
Aunque algunas de las letras se las traen…aquello de "al indio pobre y salvaje de aspecto y rostro feroz…" me temo que nuestro Pedro Rey tendría mucho que decir.

Ramón Hernández dijo...

¿Cómo sentirse cómodo en este avispero de gigantes o salir indemne del reto de aportar siquiera una granito de arena? Ya conocéis mi habitual recurso de hacer nmutis por el foro, pensando que "están verdes". Siempre he lamentado, ahora más que nunca, que no se me enseñara ni yo aprendiera que las palabras tienen autonomía y fuerza propia y que, por sí solas, aportan luz (u oscuridad) a las ideas y belleza (o fealdad) a los sentimientos. Lamentablemente, solo aprendí tras tantos años de estudio a utilizarlas como vil (simple o llano) instrumento, sin percibir sus propios destellos. Ni siquiera en la "academia de retórica", que algunos atrevidos e inqueitos formamos en Salamanca, tan primitiva y simple que, sin magisterio alguno, discurseábamos desde una tarima solo para que los demás nos pusieran a caldo.¡Pero algo era algo! Pobre y mísero de mí al ver ahora y aquí, por ejemplo, cómo un simple terléfono y una vieja foto, utlizados como leitmotif o armazón de una trama, permiten ir hilando vivencias, recuerdos, heroismos y música en un relato que te intriga desde el principio y te atrapa hasta el final. Gracias, Isidro, por compartir tanto y tan bien en tan poco espacio, siempre ennobleciendo sentimientos y abriendo nuevos horizontes. ¡Qué bellas son las palabras en su tarea fija discontinua de esclarecer ideas y en su tarea fija continua de ensanchar y avivar sentimientos.
Ah, que no se me olvide subrayar lo afortuanda que fue mi madre. Lo digo porque a la paberecita, tan buena bordadora serrana como era, solo le tocó bordar un imperial número 7, de fáciles palotes rectilíneos, en todos los pañuelos moqueros, calzoncillos, camisetas, camisas, calcetines, etc. que utilicé en Corias de septiembre del 52 a agosto del 57, con lo bonito que quedaba aquel elegante número con un bordado serrano que hoy aspira nada menos que a reconocimiento internacional.

Ramón Hernández dijo...

"paberecita", obviamente, "pobrecita". Gracias, pues todos sois buenos lectores. Durante los muchos años que me tocó ser "lector de comedor" siempre me prestó leer bien las palabras con erratas u otras deficiencias.

JOSÉ MANUEL GARCÍA VALDES dijo...

Isidro ya no nos sorprende, estamos acostumbrados a sus variados y buenos escritos. Alguien que se armara de valor, ganas y sabiduría, podría hacer un análisis etico/religioso, socio/histórico, linguístico/literario, incluso teológico; carezco de eso que hay que tener para hacer dichos análisis, espero que alguien goce de tales cualidades y lo lleve a cabo; da para eso y más.
Isidro, me evocaste recuerdos que estaban en el baúl de los recuerdos pero muy enmohecidos. Eres un artista. Cuando sea más mayor quiero escribir como tú, o más y mejor.
Abrazos

Lalo dijo...

Isidro, por favor, después de habernos dejado semiescondida esa frase entre otros párrafos sublimes, no nos ahorres ahora el descojonamiento por conocer de qué manera esa histórica cámara Agfa dejó de ser una de tus pertenencias.

Isidro Cicero dijo...

Pues, Lalo, a ver si soy lo bastante prudente y sibilino como ptara atender esa curiosidad sin herir a terceros desvelando un lo que me ocurrió hace 51 años, todavia me pongo colorado. Mira, por entonces ya estaba yo incorporado al mundo laboral y tenia un compañero que se casó. Para su viaje de novios, ándabamos todos bastante justos, se me ocurrió ofrecerle mi querida Agfa. Les hizo felices: ener un amigo con un instrumental tecnológico tan avanzado era un lujo. Ya habrás adivinado el desenlace, que la ambigüedad del momento propició: aquel amigo mío, me sabía generoso y hasta rumboso, y pensó que la máquina era mi regalo de boda. La verdad es qu lo agradeció la tira. Jamás hemos mencionado aquel chiste ni lo haremos. Ojalá no salga de aquí.
José Manuel, Ramón, Vibot, cómo me animáis. Pues voy a seguir contÁndoos rarezas

Isidro Cicero dijo...

Corrijo y repito, qué desastre.

"Pues, Lalo, a ver si soy lo bastante prudente y sibilino como para atender esa curiosidad sin herir a terceros desvelando lo que me ocurrió hace 51 años: todavia me pongo colorado. Mira, por entonces ya estaba yo incorporado al mundo laboral y tenía un compañero que se casó. Para su viaje de novios, andábamos todos bastante justos, se me ocurrió ofrecerle mi querida Agfa. Les hizo felices: tener un amigo con un instrumental tecnológico tan avanzado era un lujo. Ya habrás adivinado el desenlace, que la ambigüedad del momento propició: aquel amigo mío me sabía generoso y hasta rumboso y pensó que la máquina era mi regalo de boda. La verdad es que lo agradeció la tira. Jamás hemos mencionado aquel chiste ni lo haremos. Ojalá no salga de aquí.
José Manuel, Ramón, Vibot, cómo me animáis. Pues voy a seguir contándoos rarezas".

Luis Carrizo dijo...

En ese gran tapiz que has “bordado” sobre el tema de fondo de las misiones, querido amigo Cicero -que de mayor, como dice Pitu, quiero ser como tú-, has ido insertado figuras, imágenes y personajes, para que el lector (nos tienes enviciados) libe no solo sin cansarse, sino con renovado placer en cada sorbo.
Yo, sin despreciar la armonía de tu nariz griega o las muy evocadoras y bellas tocas blancas y negras de entre las que salió tal apreciación, me quedo con el tema de fondo; y expresado, además, en los tiempos y términos en que tú lo expresas tan inigualablemente.
Hoy día, creo que las misiones y los misioneros ya han perdido aquel halo de misterio que hacía soñar a tantos niños y niñas en ir a evangelizar chinitos o negritos, con el riesgo, casi deseado, de ser martirizados. Hoy, España, la nación evangelizadora por antonomasia, es ya también tierra de misión, pues nos hemos convertido en pequeños salvajes susceptibles de ser salvados por las nuevas castas de misioneros, que han proliferado como hongos. Todavía, hace un par de días, me crucé con una pareja de casi niños mormones, con las plaquitas de sus nombres prendidas en su camisa, a modo de certificado de calidad, que han atravesado el Atlántico, junto con los Testigos de Jeová y tantos otros, a releernos el Evangelio. Y, a no mucho tardar, por lo que leo en los periódicos, comenzarán a llegar remesas de predicadores de la Pachamama, a quienes en sus seminarios andinos imbuirán, disciplina andina y uniformidad andina mediante, la hermosa tarea de venir a convertir blanquitos a Europa.
Todo se andará.
Ahora, ratificando mi creencia de que las misiones han perdido fuelle, ya no se oye aquello que también citas, Cicero, de ofrecer nuestras penas y dolores por las misiones. No sé si servirá de consuelo lo que voy a decir para terminar, o servirá para ensanchar la herida, pero se oye mucho menos aún aquello de rezar un Padrenuestro por las intenciones del Romano Pontífice.

Ramón Hernández dijo...

Amigo Luis, "o tempora, o mores!". Pronto vendrán los chinitos y los negritos a decirnos a los europeos, sobre todo a los españoles, los más necesitados de todos, que se vive mejor amándose que odiándose. Nada digo de los sudacas, porque esos ya están aquí al frente de muchas parroquias, repitiendo lo que les han dicho, mientras viven bien, hacen carrera y resuelven su futuro en sus propios países, dicho sea con el afecto y la simpatía que les profeso a algunos. Afortunadamente, a eso de rezar ya le hemos encontrado el sentido genuino de charla o comunicación que es de por sí, lejos de cualquier otro interés espurio. Más en concreto, el "padrenuestro" es precioso en sí mismo, sin ser utilizado como instrumento para algo u ofrecido por algo. En cuanto al Romano Pontífice, este en concreto solo necesita ánimo y fuerza para la ingente trarea, solo esbozada, que afortunadamente se trae entre manos. Una "laudatio" en tal sentido de Isidro seguro que sería, además de genial, muy efectiva. Buen finde para todos. Hoy me volveré muy niño celebrando el décimo cumple de mi nieto.

Isidro Cicero dijo...

Bueno, Luis. Me refiero ahora a Luis Carrizo, porque a Luis Heredia le supongo enredado todavía en desmadejar los misterios ocultos del último globo, que, si estuvieran a la clara luz del día, no tendrían mucho que pensar, espero querido que me avises si descubres algo de interés y que te cuides la vista. Yo también en eso, cada día peor.
Luis Carrizo, lo primero que te digo es que el Papa cuenta con toda mi devoción, hay que echar padrenuestros sin parar por sus intenciones, porque por ahí le quieren muy mal, mira algunos ejemplos.
Curas de Toledo le han echado ya responsos en vida pidiendo a Dios que le lleve cuanto antes a su santa gloria, es decir, que se muera pronto, lo cual es muy pero que muy cruel y de muy mala leche cuando la víctima de la maldad es un señor tan mayor.
El nieto de un gobernador civil de Jaén en los años cincuenta, y jefe provincial del Movimiento de aquella jurisdicción, se ha comprado un traje completo de mitrado, el nieto, para subírsele a las barbas al Papa. El nieto no es arzobispo de Burgos porque no ha querido, a ver si me la pillas.
Las reverendas madres beloradianas, no sé si decir beloratrices del nordeste de Burgos se han alzado en rebeldía, comuneras, contra este Papa.
Un señor que se apellida casi como yo, un tal Caecero, se cree muy ingenioso también como yo, y no para de decir burradas contra el Argentino Pontífice.
Yo creo que lo que le ocurre a toda esta gente es que ha perdido el miedo al Pontífice Romano, por lo Romano, se conoce que le ven flojo, blandurrio. Sudaca, como dice aquí Ramón Hernández recordándonos aquel lenguaje cheli, madrileño -no podía ser de otro sitio- poblado de sudacas, bocatas, sociatas y otros desprecios.
Bergoglio les parece flojo y donde vemos la tierra floja, allí clavamos la estaca honda, que se decía en tu tierra.
He leído que tres de cada cuatro prelados y purprados del mundo son hostiles a este Papa: suenan entre los que que más, un tal Burke, Sarah, Brandmuller o Müller y el que fue secretario de Ratzinger, el guaperas George Ganswein. Es por lo de las reformas.
Yo le escuché ayer, creo que fue ayer que ya me pierdo, en la Cumbre del G 7 hablando sobre la Inteligencia Artificial y me pareció de mucha altura y de mayor calado, no hay jesuita torpe. Si tiene que haber Papas, este tipo de señor a mí no me molesta. A muchos de la radio sí, le llaman montonero y comunista, lo segundo ya se lo hacían a Juan y a Pablo, a Juan Pablo, no.
Sobre los misioneros, es natural que vayan para allá y vengan para acá, Luis, porque así ha sido siempre, unos van y otros vienen. No es que de repente nosotros nos hayamos “convertido en pequeños salvajes”, es que el mundo se ha liberalizado y el mercado de creencias es ya abierto, globalizado y fuertemente competitivo.
Los misioneros que vienen ya no se echan a la mar en un frágil barco, calculo que vangan en avion, los que van, también. El frágil barco de ahora es la patera y el cayuco y ellos son son los subsaharianos y todavía no ha empezado a echarse a perder en el mar la oleada de gazatíes, está al caer. Pero si en algo se ha empeñado Bergoglio es en recordarnos que esos son también personas, que también han dejado el corazón en su patria y que quien dice patria, como decíamos ayer, dice todo: madre, padre, hermanas, pueblo, amores.
En fin, para qué seguir. La verdad es que la tierra es patria y la frágil gente que la puebla tiene pies para irse y se va.Si Dios hubiera querido que no nos fueramos, nos habría puesto raíces y tiestos en vez de pies. Se va y deja su corazón a la Madre Celestial, que al parecer no es ninguna virgen concreta. Una vez hablamos aquí de ella ¿te acuerdas? La Madre Celestial era la "Platítera toon Uranon" de los griegos. La Eterna Femenina que lleva en su seno el universo infinito y los distintos mundos, que decía nuestro (tuyo y mío) Giordano. Misterios que el otro Luis rumia y pronto nos desvelará, ojala. Un abrazo, amigo, y discúlpame el cante.


Ramón Hernández dijo...

Colaborando para que esta genial entrada de Isidro alcance también los quince comentarios y tras precisar que mi "sudaca" no tenía nada de desprecio (todo lo contrario) ni se refería ni siquiera remotamente al actual papa, deseo manifestar dos cosas: primera, que me ha encantado la "laudatio" sui generis de dicho papa que hace Isidro en el comentario que precede, y, segunda, que, participando muy activamente en la campaña que Religión Digital emprendió en su defensa, manifesté reiteradamente que este papa, lejos de desmerecer como teólogo frente a su predecesor, cosa repetida por muchos como desprecio, me parecía que era uno de lo más grandes teólogos de nuestro tiempo si por "teólogo" entendemos la habilidad intelectual y la entrega personal para insertar el evangelio cristiano en las coordenadas de nuestro tiempo. Y eso lo digo yo que, además de no sentir ninguna devoción por ninguna autoridad como tal, lamento seriamente que este papa no sea más decidido en sus reformas, que seguro que él ve como necesarias, pero que no emprende porque no puede, porque no le dejan o porque le parecen inoportunas en este momento. Si la tierra es patria (y ciertamente lo es), necesitamos luminarias como Bergoglio para alumbrar sus caminos a fin de que los "pies humanos" la transiten tropezando lo menos posible.

Isidro Cicero dijo...

Gracias Ramón, muy pero que muy amable conmigo y muy generoso con nota que pones a lo que digo. A ver, daba por supuesto, Ramón, que no te referías ni remotamente al Papa con el apelativo de "sudaca", tampoco te lo afearía. Primero, porque entiendo que los grandes personajes mundiales tienen compensar la desmesura de su grandeza con alguna servidumbre que la rebaje. A Maradona tampoco le llamaba Sudaca pero algo le llamaban que no me acuerdo ahora, ¿te acuerdas tú? Qué menos que llamarles algo gracioso a los reyes, los dioses y a sus vicarios. A Bergoglio he visto que las redes gay de aquí le llamaban "Susan", me he reído al entender su sorna, cuando dijo lo de la “froggiagine” de los seminarios italianos.
Quiero decirte, también yo, dos cosas: no me gusta que estas "’¡genialidades1" por escrito se inmiscuyen en asuntos de "pastoral" y mucho menos en "tiologíás", uno no está para esas cosas. .Lo de “tiologías” lo decía don Quijote o Sancho, uno de los dos, Carrizo lo aclarará si le apetece. La "laudatio quae nihil laudat" me gusta mucho que te haya gustado, también diré que no va de religión, no va de tiología, solo va de intentar escribir y que otros lo lean, y es mucho. Tú lo sabes bien, con esa actividad tuya tan juvenil en “Religión Digital”, bien le vendrá al Argentino Pontífice.

Ramón Hernández dijo...

La cosa se me ha puesto a huevo para conronar yo (¡qué gloria más florida y volandera!) el comentario quince apetecido como corona merecida, qué digo merecida, muy merecida, por el introductor de embajadores que no solo pare esta entrada, sino también la alimenta debidamente. La cuestión en última isntancia, tal es mi parecer, recala en Eladio y, por ende, en Baldo, sobre que nuestro quehacer, para ser humano, debe ir cada día a más en lo bueno y a mejor dentro de ello. Me han enviado esta mañana un bonito mensaje, con su correspondiente encuadre pictórico para darme lops buenos días, alentando a hacer un montón de cosas positivas sobre amor, evolución, progreso, etc., para, al final, regresar al origen. Qué atinado, menos por un tremendo final: ¿regresar al origen, al pitecántropo, al mono, a la ameba? No, no hay que regresar a ninguna parte, pues la vida es un viaje sin retorno, pero sí con meta, la de la plentiud, la perfecciòn, la completud, el dominio absoluto de los valores sobre los contravalrores. Digamos, groso modo, que Bergoglio, tal me parece, es un valor neto de nuestro tiempo, quiero decir que su comportamiento es un conjunto de "acciones o relaciones valiosas". Buen día para todos, aunque truene y relampaguee y descargue aguaceros en algunos predios.

Antonio Argueso dijo...

Nada voy a comentar sobre el fondo, soy osado pero consciente de mis delimitados medios. Solo agradecerte, Isidro, el bellísimo momento que he pasado leyéndote. ¡Magistral!, en la forma y en el fondo ¡cuántos añorados recuerdos!

Isidro Cicero dijo...

Yo sí que te lo agradezco a tí, Antonio. Mucha amabilidad la tuya, un abrazo.

Luis Carrizo dijo...

-Bien predica quien bien vive -respondió Sancho-, y yo no sé otras tologías. II, 20

Lalo dijo...

Al escribir esta máxima, ¿estaría don Miguel pensando en aquellos padres de hábito blanco cuyo principal oficio era bien predicar, quizás por bien vivir, querido Luis?
Salud

Luis Carrizo dijo...

Quizá lo pensase, amigo Lalo. No te digo ni que sí ni que no, por aquello de lo inextricable del pensamiento humano. Ahora bien, de palabra, acerca de los dominicos, ni media al menos que yo recuerde.Lo cual tampoco constituye un argumento en contra.
En cualquier caso, la frase, en su sencillez, es un prodigio de profunda verdad y sabiduría, digna de Santo Tomás.

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