domingo, 3 de diciembre de 2023

MAXI TRAPERO EN EL DIARIO -LA PROVINCIA- DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

Catedrático de Filología Española de la ULPGC e Investigador

Maximiano Trapero: «Hay 2.308 términos de flora y fauna en la toponimia isleña»

Patricia de Pablo

02·12·23 | 12:00






Ha recopilado y editado romanceros de la tradición romancística de Canarias, entre los que se encuentran los volúmenes: ‘Romancero de Gran Canaria’ (1982), ‘Romancero de la isla del Hierro’ (1985), ‘Romancero de la isla de la Gomera’ (1987) y ‘Romancero de Fuerteventura’ (1990). Entre 1980 y 1987 colaboró activamente con el Seminario Menéndez Pidal de Madrid en la recolección y estudio del romancero del centro y noroeste peninsular. Por sus investigaciones ha recibido numerosos reconocimientos, entre ellos la Medalla de Oro de Canarias (2003), la Medalla de Oro José Vasconcelos del Frente de Afirmación Hispanista de México (2009) y el Premio Canarias de Patrimonio histórico (2017). En 2018 publicó, en tres tomos, el ‘Diccionario de toponimia de Canarias: Los guanchismos’, con la colaboración de Eladio Santana Martel. Esta edición mereció el Premio de Estudios Filológicos de la Real Academia Española en 2019. Ambos son autores de los portales web de la Biblioteca Universitaria de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria: ‘Toponimia de Lanzarote’ (http://top-lanzarote.ulpgc.es), ‘Toponimia de las Islas Canarias’ (https://toponimia-canarias.ulpgc.es) y ‘Los guanchismos en la toponimia de Canarias’ (https://guanchismos.ulpgc.es/page), todos ellos alojados en la web de la Biblioteca Universitaria de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

«La isla es un mundo distinto». Es la declaración de intenciones que da apertura a los tres volúmenes del Diccionario de Toponimia de Canarias: El léxico de la flora y de la fauna, un ambicioso proyecto que se desarrolló en plena pandemia y que supone un gran compendio de los términos propios que componen la rica y compleja biodiversidad del archipiélago canario. La obra recopila el trabajo previo de varios equipos de investigadores de todas las islas, coordinados por Maximiano Trapero, catedrático de Filología Española y profesor emérito de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. El investigador ha conseguido completar la obra con la colaboración del filólogo Eladio Santana Martel y la precisión de terminología científica del botánico del Jardín Canario, Águedo Marrero Rodríguez. La mencionada edición se presenta el día 4 de diciembre, a las 19:30 horas, en la Casa de Colón de la capital grancanaria.

¿Cuánto tiempo ha llevado la investigación que ha desembocado en el diccionario que recoge el léxico de la flora y fauna de Canarias?

Este nuevo diccionario de toponimia sobre el léxico de la flora y de la fauna forma parte de un proyecto global en el que pretendemos estudiar la toponimia desde todos los puntos de vista: el geográfico, el histórico-cultural, el biológico y el lingüístico. Así que se trata de una ‘magna obra’ de muchos años, que se inició con la recuperación, desde la tradición oral, de un corpus toponímico formado por unos 40.000 topónimos de todo el archipiélago, y, ahora, con el estudio particular de los cuatro puntos de vista mencionados. En concreto, el diccionario de la flora y de la fauna lo hice en los dos años de la pandemia. Tenía todo el tiempo del mundo para investigar. 

¿Es la primera publicación de este calibre en Canarias?

No. La primera fue el Diccionario de Toponimia dedicado al léxico de referencia oronímica, o sea, al relieve geográfico (alturas, depresiones, llanos, vegas, poblamiento, etc.), publicado en 1999, y que mereció el Premio Internacional de Investigación Agustín Millares Carlo. Y el segundo fue el Diccionario de Guanchismos, publicado en 2018, en tres volúmenes, que ganó el Premio de Investigación Filológica de la Real Academia Española. Esas obras son de mi autoría, pero hay otras obras importantes de otros autores sobre la toponimia insular, si bien con enfoques distintos a los míos.

¿Cuántos términos recoge en total la publicación?

En el libro actual se estudian exactamente 2.308 términos: 1.486 pertenecientes a la flora y 822 pertenecientes a la fauna. Ojo, no se trata de un tratado de botánica y otro de zoología, sino de toponimia; o sea, de la presencia de la flora y de la fauna en la toponimia de Canarias, que, en su conjunto, representa casi un 20% del total. Una presencia altísima, que manifiesta la importancia de estas referencias biológicas en la demarcación del territorio.

«El vocabulario de los pastores es con seguridad el ámbito en el que mayor número de guanchismos pervive» 

¿Cómo se ha logrado recopilar toda la información y terminología? En otras palabras, ¿cuál ha sido el método de trabajo empleado?

Esta magna obra no ha sido solo una obra individual, sino la de varios equipos, sobre todo en la formación del corpus toponímico. Fue necesario recorrer las islas, una por una, preguntando a los mejores informantes de cada lugar por el nombre de cada accidente del terreno, tal cual vive en la oralidad, no como aparecen escritos en mapas o letreros de carretera. Y en cada isla ha habido uno o varios equipos de recolectores. Es decir, que nuestros estudios se fundamentan en corpus de topónimos reales, ciertos, y escritos tal cual son nombrados por quienes de continuo lo hacen los hombres de cada lugar. A partir de ahí, cada topónimo se ha estudio dentro del ámbito referencial al que pertenece, como es el caso de la flora y de la fauna en este diccionario que presentamos.

Canarias, como región macaronésica y archipielágica, es uno de los territorios con mayor cantidad de endemismos de Europa. ¿Cómo se ha afrontado y acotado esta gran diversidad de especies en su investigación?

Eso es verdad. El libro se inicia con esta frase: ‘La isla es un mundo distinto’. Y tal afirmación no es solo una verdad literaria, sino también una verdad científica. Hasta puede decirse que cada isla se constituye en un mundo distinto y particular. Y aunque todas las islas son diferentes, las Canarias son muy singulares, pues tienen todos los ‘pisos’ terrestres imaginables, desde las costas del litoral marítimo hasta cumbres de más de 3.000 m. Y tienen pisos arenosos y de lavas volcánicas, llanos y riscos, espacios desérticos o desertizados y lugares boscosos, mesetas y barrancos, montañas y valles, orografías de lo más intrincadas y serenos horizontes de laderas moderadas. Y tienen además la mayor diversidad de climas, según sea la altura de sus tierras o la orientación hacia el barlovento o al sotavento. De ahí que haya sido tan acertada la definición que se le ha dado a Gran Canaria de ser un continente en miniatura.

¿Se ha tenido en cuenta en su investigación la toponimia de origen guanche o indígena, en general? ¿En qué porcentaje aproximadamente con respecto a la de origen europeo?

Naturalmente. No es en este campo específico de la biología en donde mayor número de ‘guanchismos’ han quedado en la toponimia, pero sí los suficientes como para la denominación de árboles (tales como cárisco, garoé, mocán, taberna o tarajal), de arbustos (como ajinajo, balo, calcosa, chajora, dama, fares, guadil, irama, jirdana, mol, tabaiba, tagasaste, tajinaste o tedera) y de hierbas o plantas herbáceas (como berode, bejeque, bicácaro, coscofe, jorjal, julan o sanjora). Y lo mismo en el mundo animal, aunque menos: guirre, tajose, perenquén, guanil, baifo o jaira. Y todos esos nombres, y muchos más, siguen vivos en la toponimia de algunas islas. Y no digamos en el vocabulario de los pastores, que es, con seguridad, el ámbito en el que mayor número de guanchismos pervive. 

En el proceso de investigación, ¿a qué dan más fiabilidad a los documentos escritos o las fuentes orales?

Nuestras fuentes primarias son las orales. La toponimia canaria que se ha transmitido por escrito, sobre todo a partir de la cartografía militar, que está llena de impropiedades, de nombres mal escritos, inexistentes incluso. Aunque, naturalmente, hemos tenido en cuenta toda la literatura toponímica generada hasta ahora en todo tipo de soportes, si bien analizados críticamente. 

Los criterios ortográficos también han ido cambiando a lo largo de los siglos. ¿Cómo determinan la validez actual de cada término? 

Si nuestra fuente principal es la oralidad, es obvio que la escritura debe reflejar lo más fielmente posible esa oralidad. La pregunta es obvia: ¿hay que escribir como se dice o decir como se escribe? En lo referente a los guanchismos no hay duda: deben escribirse Yaisa, Guatisa, Guarasoca, Guasa, Sonsamas o Tasacorte, que son las únicas formas verdaderamente pronunciadas desde siempre en nuestras islas, incluso así escritas en los primeros documentos. No en los términos de origen español o románico, que en ellos hemos de sujetarnos a la ortografía de la Academia. Pero hasta en las palabras de origen español hay malas escrituras. Hasta no hace mucho, un lugar bien conocido de la Isleta en Las Palmas se ha llamado siempre El Sebadal, pero se escribía El Cebadal, porque así lo hicieron los militares que pusieron ese nombre por vez primera sobre un mapa, porque sabiendo que los canarios somos seseantes, y no sabiendo que se trataba de las sebas y no de la cebada, nos corrigieron ‘a la castellana’.

¿Se ha desmontado algún mito, o creencia adquirida a lo largo del tiempo durante el proceso de documentación?

Sí, muchos. Por ejemplo, que la isla de Gran Canaria nunca se llamó Tamarán, ni en la época guanche ni menos tras la conquista. Ese fue un invento fraudulento de un ‘investigador’ tinerfeño de finales del siglo XIX. Y otro: la historiografía canaria ha venido diciendo siempre que los aborígenes de Fuerteventura tenían unos templos de adoración que llamaban efequenes, y se ha demostrado que esa palabra nunca existió, que surge de una mala interpretación de la palabra esquén, confundiendo la /S/ larga con una /f/. Y no digamos de la palabra guanche, convertido en un doble tópico: que la palabra era de origen guanche y que los guanches eran solo los de Tenerife. Falsos los dos tópicos. La toponimia ha demostrado de manera irrefutable que el nombre de guanches se les dio a todos los aborígenes, puesto que es topónimo de todas las islas, de todas, y que esa palabra la introdujeron en Canarias los franceses, los primeros conquistadores de las islas, pues guanchir y guanche eran palabras usuales en el francés medieval con el significado genérico de ‘esquivar objetos con el movimiento lateral del cuerpo’. Y esa era precisamente la cualidad más extraordinaria de los aborígenes canarios y la que de una manera reiterada y unánime se declara en todas las crónicas y primeras historias de Canarias.

«Nuestra fuente primaria es la oral, la cartografía militar está llena de nombres mal escritos y hasta inexistentes» 

¿Qué isla del archipiélago ha presentado más dificultades en la recopilación de su léxico vegetal y animal?

Desde el punto de vista metodológico, las dificultades son las mismas en cualquier isla, pero no desde el punto de vista geográfico; no es lo mismo indagar los nombres de lugar de una isla como Fuerteventura, inmensamente llana, aunque salpicada de montañas, que La Gomera o el centro de Gran Canaria, por ejemplo, en donde sus orografías hacen muy dificultosa andar por ellas y apreciar los nombres de sus infinitos accidentes. Y desde el punto de vista vegetal, las islas occidentales son mucho más ricas en esa toponimia que las orientales. No así en la referida a la fauna, que en este aspecto se igualan.

 

¿Cuál es la dimensión global del proyecto del diccionario de toponimia de Canarias? En otras palabras, ¿qué queda por hacer en este área con respecto a la investigación toponímica?

La Editorial Idea de Tenerife se ha comprometido a publicar toda la obra completa sobre la toponimia de Canarias. Hasta ahora se han publicado los tres volúmenes del Diccionario de guanchismos y estos otros tres sobre el léxico de la flora y de la fauna. Si las fuerzas no nos fallan, a estos dos diccionarios les seguirán otros dos, cada uno, a su vez, en dos volúmenes. El siguiente estará dedicado al léxico de referencia histórico-cultural, y el último será una reedición, revisada y muy aumentada, del primero que publiqué dedicado al léxico de referencia oronímica. Si logramos llegar al final Canarias podrá contar con una ‘obra magna’ referida a la toponimia que por ahora no tiene ninguna otra Comunidad de España.

 

2 comentarios:

Ramón Hernández dijo...

Sin la menor duda, esta entrada nos invita a lanzarnos, aunque nos demos una fuerte panzada, al pozo de sabiduría que Maxi Trapero nos ofrece, enriqueciendo sobremanera este blog con un importante saber filológico y, sobre todo, con el ejemplo de un trabajador constante y eficiente. Propugnando, en la estela de Eladio Chávarri, que este mundo vaya siempre a mejor a base del esfuerzo humano, me quito ante él, Maxi Trapero, ceremoniosamente el sombrero, al tiempo que oculto ruborosamente mis propias vergüenzas o desidias. ¡Qué gran envidia me produce su ejemplaridad!, al tiempo que me endulza un poco la vida, ahora que una incipiente diabetes me privará de las dulzuras navideñas, el sabor de lo "guanche" que pude paladear paseándome por Tenerife. Gracias de corazón, Maxi, y que tú y cuantos te lean disfruten de una "dulce" Navidad.

Ramón Hernández dijo...

Al "disfruten" de casi al final del comentario anterior mejor le iría un "disfrutéis". Pues eso, que la "disfrutéis" con salud y buen humor.

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