En mi juventud bachillera no hubo nunca procesiones, ni cornetazos, ni mamporros al parche, ni floripondios desmedidos llevando la contraria a la muerte que se exalta, ni teatrillo doctrinero, ni santos de palo en bamboleo, ni lágrimas de esmeralda en rostros bruñidos de juveniles vírgenes doloridas, ni borrachera de platerías y coronas de oro y brocados y riquezas maldiciendo al Evangelio de los Pobres, ni disfraces penitentes, ni ostentosa fe carbonera echada a la calle del jolgorio, ni autoridades fariseas desfilando bajo la galería del voto, ni manolas curveando su delirio vanidoso, ni izquierdistas de la laicidad jajá con túnicas pujando para otros, ni derechones de tripa y cazo venidos del puterío magdaleno al que después volvían, ni armados militronchis de gala escoltando cada misterio y olvidando que quien a hierro mata a hierro morirá, ni sermones tridentinos de hueca retórica barroca y gagá, ni marchas de funerala guerrera para desfilar con marcialidad de cuartel y no de templo, ni saetas importadas que impostadas aquí salen, ni terciopelos y rasos de colorines en una pasión arcoiris de aceras diferenciadas, ni limonadas matanetanyahus, ni pecaos de olor bacalao, ni chapas al cielo del dios de la maldita suerte, ni despepitado gasto para el fasto desmedido... no.
En mi juventud bachillera en colegio de frailes (y para fraile, La Virgen del Camino fue) la Semana Santa no era nada de eso, ¡vade retro!, y sin embargo era pura intensidad y eclosión litúrgica, días ideales de pensar, de lecturas y silencio que se rompía a su hora, y de qué modo, con el amplísimo repertorio de escolanía que llevábamos ensayando meses antes... y ahí Haendel, Palestrina, Tomás Luis de Victoria, Perosi, Bach, Pachelbel, Guerrero, Morales... toda la polifonía clásica entreverada con un gregoriano que después se me hizo quintaesencia en mi año de novicio en Caleruega avecindado con el monasterio benedictino de Silos donde la pureza de su cuna gregoriana francesa en Suresnes era el canon... y aquella belleza armónica se nos hacía escalera de lágrimas que subía al cielo. Todo aquello era justo lo contrario de todo esto. ¿Me entiendes ahora?....
Pedro G. Trapiello (Diario de León 13-4-2025)
4 comentarios:
Te entiendo. Está bien explicado por tu tocayo Pierre Bourdieu en "La educación del gusto".
Cómo no te vamos a entender, Pedro. Lo que nunca entendí, entiendo ni entenderé es la “Otra Semana Santa”. Vivo en Andalucía desde hace 43 años y nunca me han atraído estas celebraciones, que de rocogimiento y meditación tienen lo que yo Obispo pues yo no llegué ni a Novicio. Mi Semana Santa la sigo viviendo de puertas para adentro porque para fuera no encuentro la compañía de la que gocé en aquellos años. Ni sabría transmitir lo que yo sentía para que me acompañaran. Que tengáis una Feliz y Bendita Semana Santa.
Tras entender a fondo, sin reproche alguno para ninguna de ellas, las dos lecturas que Pedro hace aquí de la Semana Santa con tanta riqueza cromática, literaria y sentimental, contraponiéndolas como contravalor y valor, digamos que hay otras muchas lecturas de ese mismo fenómeno "español", capaz de hermanar el lobo y el cordero. Sin ir más lejos, yo mismo tuve la fortuna de vivir dos Semanas Santas en Valladolid, una despejada y otra lluviosa, que difieren mucho de las dos aquí reflejadas, amén de haber vivido otras muchas a lo largo de los años de convento. No es cuestión de ahondar ahora en ellas, sino de reflejar pluralidades legítimas en la forma de vivir un acontecimiento cuyo núcleo valorativo es, sin duda, el arrepentimiento de los contravalores con que nos alimentamos en todos los ámbitos del a vida en beneficio y mejora de los valores que nuestra condición de seres inacabados demanda. Aunque la naturaleza esté en plena floración, nosotros vivimos siempre tiempos de cosecha.
Feliz Pascua de Resurrección para todos los miembros de esta gran familia de antiguosalumnos de la Virgen del Camino, con un gozoso aleluya que nos reviente el corazón.
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