viernes, 3 de mayo de 2024

EL FURRIEL Y EL CALDERO (Por Lalo F. MaYO)

El Furriel y el caldero


El pasado día 6 de abril sopesé llevar mi intervención a lo que ahora voy a contar, pero consideré importante poder mostrar la página de Asterix  en la que iba a basar mi exordio, y en aquella sala era imposible presentárosla a todos.





Así que lo que quise decir entonces allí, lo cuento ahora aquí.


Lo que más me admira de nuestro querido Furriel en relación con este blog, motivo del homenaje, es su insistencia en buscar —y encontrar— un par de temas a la semana para alimentar nuestros  recuerdos de aquellos años. Al principio, claro, era más fácil. Todos teníamos los cajones llenos de fotos en gris cuarteadas, rayadas, rotas, escondidas. Y todas fueron saliendo. Salieron mil y todas están en El álbum de las fotos. Pero el paso del tiempo y los millones de palabras que se fueron escribiendo hacían cada vez más difícil abrir una ventana nueva ahí arriba, debajo de la cabecera de esos antiguosalumnasdominicos.  Y han sido, por ahora, 17 años seguidos haciéndolo. Ese es el gran valor que le reconozco. A él, a nuestro Josemari, esa cifra le sonará a condena: 17 años y un día; 17 años y dos días; 17 años y 3 días... y así ventana tras ventana, tema tras tema.


Mi profesión en el periódico me llevó en numerosas ocasiones a tener que encargarme de esas publicaciones que acompañan embuchadas al diario, generalmente cargadas de publicidad —al menos tiempo atrás— y con los temas más peregrinos. EL más numeroso, las fiestas de los pueblos. Aquí era fácil: entrevista al alcalde, a la reina de las fiestas, a un par de empresarios, al capitán del equipo local de fútbol, de baloncesto, de hockey..., al director de la orquesta municipal y, si quedaba todavía una página que llenar, al señor ese que pasaba por allí. Pero había otros suplementos que eran un infierno. Un buen día los del departamento de  Publicidad te decían que habían conseguido que las empresas de lavanderías se gastasen unos duros en publicar un suplemento y los de Redacción teníamos que encontrar una docena de temas de interés (¡de interés!) sobre ese apasionante mercado. Y si no eran las lavanderías, eran los fabricantes de puertas y ventanas; o los instaladores de túneles de lavado de coches, los de de mueblerías, los de escuelas de baile para niños... ¡Miles!, eran miles, y todos, temas apasionantes, estaban en las páginas amarillas.


Cuando el redactor jefe me preguntaba si tenía algo para decir en el suplemento de turno yo siempre le respondía con una frase que resume el trabajo en la Redacción de un periódico: «No tengo nade que decir; tengo más bien un caldero que llenar». Esa frase la encontré durante mi apasionada inmersión en el mundo del cómic, al que me empujó —como nos empujaron a tantas otras cosas hermosas aquellos frailes— el pMiranda, recién llegado de Salamanca para ser subdirector de la Escuela Mayor, donde los pequeñines del 64 ya éramos los mayorones del colegio, algo a lo que terminabas llegando: solo había que saber esperar y que en el consejo, tu nombre no estuviera vinculado a un haba negra. 

El pMiranda, que llegó a La Virgen, tengo entendido, castigado tras un proceso de rebelión con algunos compañeros del último curso de Teología y con la primera misa recién cantada, nos prestó a algunos colegiales responsables, entre los que consideró que yo me encontraba, así como Álvarez Ilzarbe, que entonces practicaba dibujo y que ahora da vida a la madera.


Era el año 1970 y no sé cuántos Asterix se habían publicado ya, pero el pMiranda tenía todos los que habían salido. Aquel no era un tebeo como los de la infancia; aquellos eran libros enteros encuadernados en tapa dura que contaban una historia, siempre con los mismos personajes. Después de Asterix ya no pude parar y cuando mi poder adquisitivo hacía años que dependía de mi sueldo, llegué a tener una extensísima colección de todo tipo de cómics (que es como se pasaron a llamar los tebeos de toda la vida) que no hace muchos años regalé casi íntegra al compañero que me sustituyó en las reseñas de este tipo de arte (el noveno, dicen) en el suplemento de literatura de mi periódico. Eran sesenta y tres cajas de esas hechas para media docena de botellas de vino, repletas con las colecciones de “1984”, “Zona 84”, “Cimoc”, “Comix”, “El Vívora”, “Totem”, “Blue Jeans”, “Bésame mucho” —de aquella uno era un progre— e innumerables títulos de los mejores álbumes de grandes dibujantes.


Pero esta es otra historia sobre la que hacía años que no había vuelto y que si no la paro ahora mismo, sabe Dios dónde me llevará. Donde no quiero, así que sigo con el Furriel, lo que debiera haber dicho aquel días 6 de abril pasado y  “Asterix y el caldero”.


La historia de Astérix y el caldero: el jefe de una aldea vecina entrega al jefe de la de los irreductibles galos un caldero lleno de sextercios de oro para que se lo guarde, tarea que queda encomendada, claro está, a Asterix y Obelix. Pero ese caldero desaparece y para mantener el honor de la aldea, los dos héroes parten en busca de sestercios con que llenar el caldero para devolvérselo íntegro a su dueño. Y en la mitad del álbum, vemos a Asterix y a Obélix arrastrando por Roma el dichoso caldero, todavía vacío. Y en esa página, en su mitad inferior, es donde Uderzo y Goscinny, los creadores de estos héroes del cómic, insertaron en un comentario que además es anónimo —no se sabe si viene del bajito o del gordo— el auténtico espíritu del trabajo en un gran diario de provincias (grande también por el elevado número de páginas que publicaba cada día). Así era el diálogo : 


AUTOR TEATRAL NOVÍSIMO: Aportaréis algo nuevo, espontáneo. Lo esencial, es tener algo que decir.

UNO DE LOS GALOS: Más que nada, lo que yo tengo es un caldero que llenar.


En ese simple diálogo, rodeado de ingenio, se condensa el duro trabajo del periodista, al margen de los grandes temas que se encargaban de llenar las secciones de actualidad: Un caldero que llenar. 


Y aquí es donde quería yo llegar antes de salirme de este jardín que se me llena de senderos que se bifurcan (Borges dixit) y que me llevan al infinito y más allá. 


Así, con un caldero que llenar, se ha debido encontrar nuestro Furriel querido durante los últimos 17 años: “¿Y ahora, qué meto yo aquí para que esta gente me mantenga abierta esta ventana? Pues ese es, creo yo, su gran valor, y el que nadie, de los que glosaron las merecidas alabanzas del día 6, expresó por el micrófono. Yo tampoco, me acuso, me disculpo y le pido perdón. Ese es el motivo de mi escrito veinte días después. Buscar un tema, encontrarlo, prepararlo, colgarlo y seguir pensando en el siguiente. Y eso durante 17 años; sin un jefe que te atosigue, sin una necesidad ni alimenticia ni laboral que te obligue, sin obligación siquiera y solo por la responsabilidad adquirida voluntariamente con todos los que, al otro lado, esperábamos que nos llegara la entrada nuestra de cada día. Un dato: a 10 de marzo de 2021, más o menos cuando cambiamos del blog viejo al blog nuevo, José María Cortés, nuestro Furriel con estrellas de seis puntas, nos había despertado ya con 3.468 (TRES MIL CUATROCIENTAS SESENTA Y OCHO) entradas que generaron... ya no sé cuántas páginas de textos apretados, aunque en su día las conté. Recuerdo que con las palabras que generaron las respuestas a esos miles de entradas se podían haber escrito media docena de Quijotes, con su primera y segunda parte.


Termino. Es para mí un honor tener tan cercano a un amigo que no ha fallado ni un solo día ante la responsabilidad —voluntaria, que no se olvide— de llenar un caldero inacabable para que unos cientos de compañeros que lo éramos hace sesenta años seamos alimentados con una entrañable dosis de recuerdos. Yo nunca sabré agradecértelo bastante, pero sirvan estos párrafos para, al menos, intentarlo.


Salud a todos.

Lalo F. Mayo, (cosecha del 64)


P/D. Me he extendido tanto que ahora me da pereza volver al principio a corregir, así que, como se decía al final de las obras que representábamos en aquel escenario “que se llevó la trampa” , ruego a la audiencia que perdone lo perdonable y que se olvide de aquello que no merezca el perdón.




4 comentarios:

Luis Carrizo dijo...

Una salvedad: Me da cierto corte aparecer de nuevo con mi comentario, porque no me mueve en absoluto el deseo de, podríamos llamarlo, figurar. Y sucede que la circunstancial escasez de comentaristas le da más protagonismo a quien baja a la arena. Sin embargo no puedo dejar de manifestar que este escrito de Lalo me parece que toca un asunto primordial y original, al que, en efecto nadie se refirió en la tanda de exordios. Me ha encantado conocer gracias a la "confesión" de Lalo la cocina de un periódico, y de rebote de un blog. Y tomar la imagen de Astérix y Obélix y esa expresión tan significativa de "tener un caldero que llenar", y la manera de componerlo y narrarlo por parte de Lalo me ha parecido extraordinaria.
Muchas gracias, Lalo. Te prodigas poco en la faceta de escritor; más en la de editor. Pero cuando hablas, palabras dices.

JOSÉ MANUEL GARCÍA VALDES dijo...

Aquí hay mucho buen escribiente y parlante que bien por desgana, bien por no figurar, bien porque no les sale de... podrían ayudar al Josemari en el arduo y difícil trabajo de llenar el caldero. De sobra conocido es que en el proceso comunicativo hay un emisor y un receptor entre los cuales se da el feebback, que no sé qué es pero suena bien. Ambos son pueden, son, emisores y receptores a la vez. Estimulemos al furriel para que pueda, a partir de hoy, día de la madre, dar a luz muchas y sugerentes entradas. Llenará el caldero y nosotros beberemos de él.
Como de Arintero ya se habló amplio y tendido, incluso, profundo, propongo que alguien hable del P. Getino, seguro que al llenador de calderos le estimulará.
Luis, no seas humilde, tú sí que sabes. Lo mismo le digo a Lalo, no se prodiga pero cuando lo hace le sale la vena periodística.
Espero que un buen estimulador como Baldo se dé por aludido y nos ponga la cabeza hinchada con el santo Job, él sabrá porqué lo digo.
Abrazos con feedback.

Vibot dijo...

Querido Lalo, a tu escritura se le ve la sonrisa, esa sonrisa afable, pícara y generosa que prodigas en todo y que es tu sello.
A la del Pitu se le ve ese jocundo rictus de retranca y de veloz inteligencia sacando chispa a todo.
A la infrecuente y sonriente prosa de Carrizo le sigo viendo
aquel abrazo con su amigo Acitores en Las Caldas mientras cantaban con cara de filósofos románticos:

"...y todo pasa, todo paaasa;
y nada queda, nada queeeda..."

entre las verdes brumas aromadas de monte de aquellas Caldas de Besaya de balsámicas brisas que siempre mecerán hondos recuerdos en nuestro subconsciente. Todo aquello feérico...lo que pudo tan feliz haber sido y no fue mas que en sueños de hermosa juventud amordazada.

Ramón Hernández dijo...

Gracias, querido Lalo, por compartir tanta y tan variada riqueza, aunque te lo diga un poco tarde debido a que Interndet se enfadó con mi pantalla estos días. Desde luego, das en la clave o en la diana de la razón del homenaje a Josemari, clave y diana solo afloradas en tu envidiable discurso. Lo digo porque, ¿qué otra cosa homenajeábamos el 6 de abril si no el tesón, la fuerza de voluntad, el descomunal reto de nuestro protagonista frente a un "monstruo" tan habriento como el blog? Es el mismo reto que tan bien describe Cela del escritor frente al folio en blanco, extrapolable a cualquier proyecto humano que necesite iniciativa. Recuerdo que en Corias un día le pedí a un compañero salmantino, dos cursos superiores al mío, que era muy buen poeta (Amable se llamaba; sé que emigró a América y ya le perdí del todo la pista) que me escribiera un poema no sé para qué cosa. Me respondió algo parecido a: "¿tú qué crees, que los poemas se hacen como churros? Hay que esperar la inspiración". Pero las musas, según atribuyen a Picasso, necesitan pillarte trabajando para no pasar de largo. ¡Cuántas genialidades han cruzado por nuestra cabeza y desaparecido por completo de ella sin dejar ninguna huella por no hacerlas aterrizar en el momento en un trozo de papel! Claro que el "trabajando" de las musas también puede ser colectivo, al estilo precisame3nte del de este mismo blog, pues, quién más quién menos, todos podemsos aportar un granito de arena. Granito de arena es que yo os anime no solo a recordar y revivir el pasado, ya hecho, sino a construir juntos el futuro, totalmente por hacer, y que lo hagamos consecuentemente en forma de "Santuario virtual de la Virgen del Camino". Y también granito de arena es promover la celebración, como acto de lanzamiento personal y colectivo, de los cumpleaños de los trabajadores del blog. Gracias, Lalo, por sujetar bien las bridas y arrear debidamente a los caballos, poniendo tan de relieve la majestuosidad de la carrera y la grandeza, tan sacrificada y trabajada, de su director.

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